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Capítulo 23: El viaje -Segunda Parte


Capítulo 23

AVALANNA (P.D.V)

Era de noche y... estábamos perdidos.

-No me lo puedo creer –Susurró Dayana- ¿cómo es posible que nos hayamos perdido?

Solté un suspiro irritado.

-¿Qué cómo es posible? Pues no sé, tal vez puede ser porque tuvieron la magnífica idea de empezar a caminar y no fijarse por dónde cojones íbamos.

- ¿Estás insinuando que es nuestra culpa? ¿Acaso hay que recordarte que tú estabas con nosotros cuando empezamos a caminar? A lo mejor, si tú hubieses puesto un poquito de interés en ver por dónde íbamos, no estaríamos perdidos –Dijo Carlos.

Solté una carcajada seca sin rastro de humor.

-¿Es que ahora es culpa mía? –Pregunté mientras me cruzaba de brazos y lo miraba fijamente.

¿Este quién se creía?

-Es culpa de todos –Intervino Alex- todos deberíamos haber estado atentos por dónde íbamos. Solamente tenemos que preguntarle a alguien que dónde estamos y listo.

Los cuatro miramos a nuestro alrededor y, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, los cuatro soltamos un suspiro.

-Pues parece que no hay nadie por aquí –Dijo Dayana.

Estábamos en una especie de parque un poco abandonado, y, para más inri, de las siete farolas que había, solamente funcionaban tres y de esas tres, dos parpadeaban como si se fuesen a apagar.

-Estamos jodidos –Susurré. Este era el lugar más espeluznante en el que había estado nunca.

El parque estaba en buen estado, pero aquel silencio me daba mal rollo. Estábamos alejados de las carreteras pues estábamos dentro de una urbanización que no tenía muy buena pinta. ¿Acercarnos a un telefonillo y tocar? Creo que ninguno estábamos por la labor de hacer eso.

-Tenemos que hacer algo, no podemos simplemente quedarnos aquí. Volvamos por donde mismo vinimos.

Los cuatro volvimos a girar a nuestro alrededor y soltamos, nuevamente, un suspiro colectivo.

-Por favor, díganme que no soy la única que no sabe por dónde vinimos –Pidió Dayana.

-Esto es increíble –Dije mientras me ponía en cunclillas y me pasaba las manos por la cara.

Estábamos en un país que no era el nuestro, perdidos, sin internet en el móvil y por lo cual, tampoco podíamos realizar una llamada.

Vamos, la aventura que cualquier persona desearía.

¿Y todo esto por culpa de quién? Por nuestra culpa. Porque ni siquiera podíamos echarle la culpa a Érika. Nosotros fuimos los que decidimos viajar en su busca, ¿para qué? Ahora mismo, no lo sabía. Todo esto estaba siendo una gran cagada, estábamos perdidos y prácticamente sin posibilidad de volver. Tendríamos que esperar hasta que se hiciese de día y preguntarle a alguien que saliese a la calle.

-Ahora mismo, lo que más me preocupa, es que aparezca alguien y nos intente robar. Ahí sí que estaremos jodidos.

-Vaya, Carlos. ¡Gracias por tu positivismo! Así nos animas a todos, la verdad –Dijo Dayana mientras lo empujaba.

-Solo digo lo que hay –Dijo él encogiéndose de hombros.

Alex me puso una mano en el hombro y me instó a levantarme.

-No te preocupes, estaremos bien –Dijo pasando una mano por mis hombros y atrayéndome hacia él.

-Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? –Dijeron a nuestras espaldas.

Rápidamente los cuatro nos giramos y nos encontramos con unos seis hombres mirándonos con una sonrisa.

-¿Están perdidos, chicos? –Preguntó uno que tenía una lata de cerveza en la mano.

-Lo que nos faltaba –Susurré lo suficientemente bajo como para que solo Alex me oyese.

¿En serio nos teníamos que topar con unos borrachos justo en este momento? ¿El destino no nos podría preparar el encuentro con unos borrachos en otro sitio, como por ejemplo, España? ¿Tenía que ser un país en el que no conocíamos absolutamente nada y en el que encima, estábamos perdidos?

-¿No contestan? –Preguntó uno de ellos. Moreno y bajito con una sonrisa sumamente asquerosa.

Si hubiésemos estado únicamente Dayana y yo, entendía que se hubiesen acercado... ¿pero estando dos chicos con nosotras? Eso no era normal. Usualmente, los tíos tanto los borrachos, como los que estaban sobrios, solían ignorar a las chicas que estaban en compañía de chicos. O al menos, así era en el lugar en el que yo vivía.

-No, no estamos perdidos –Dijo Alex- únicamente estamos hablando antes de irnos.

Puso un acento tan cubano, que no supe cómo es que reprimí las ganas a descojonarme.

Uno de ellos, el que había hablado la primera vez, soltó una carcajada.

-¿No es ese acento un poco... forzado? –Dieron un paso más hacia nosotros, y nosotros dimos uno hacia atrás.

Como estos hombres no se fuesen, acabaría por arrancarle el brazo a Alex de la tensión que estaba sintiendo en esos momentos.

-No...

Alex iba a seguir hablando, pero apreté fuertemente su brazo. Si seguía hablando así, esos hombres se pensarían que se estaba riendo de ellos y se enfadarían. No había que joder con un borracho, y menos cuando te superan en número.

-La verdad es que no somos de aquí, pero ya hemos llamado a un taxi y debe estar al llegar –Intervino Dayana.

-¿Un taxi? Con que turistas eh... y nada más y nada menos que españoles. La verdad es que no están en un sitio cercano a los hoteles, les costará bastante dinero el viajecito.

¿Por qué tenía apariencia de borracho, pero parecía estar más sereno que nadie? No lo entendía.

-Eso no es problema –Dijo Alex.

Apreté fuertemente los dientes. ¿Es que acaso era idiota? Le acababa de dejar claro que teníamos dinero de sobra... por su culpa, seguramente nos intentarían robar y entonces sí que estaríamos jodidos.

Los seis sonrieron y se acercaron bastante más a nosotros.

Empecé a respirar fuertemente, y noté como Alex se tensaba a mi lado.

-Oigan, no queremos problemas ¿vale? Será mejor que sigan su camino –Dijo Carlos hablando por primera vez desde que esos hombres habían llegado.

-¿Y qué pasa si no seguimos nuestro camino? –Rio el que más pinta de siniestro tenía.

Me iba a dar un paro cardiaco como no consiguiésemos escapar de ellos.

-No querrás verte envuelto en problemas –Dijo Carlos separándose de Dayana y enfrentándose a ellos.

Alex a mi lado cogió aire profundamente y se desprendió de mi agarre para acercarse más a Carlos en forma de apoyo.

-¿Problemas? ¿Con quién estaríamos en problemas, chico? –Preguntó el mismo mientras se acercaba mucho más a Carlos y Alex.

Miré a Dayana y vi la mirada atemorizada en sus ojos, la misma que tenía que tener yo en estos momentos.

-Conmigo –Dijeron.

Todos se giraron rápidamente hacia esa voz, pero yo me quedé estática en el sitio. Los vellos se me pusieron como escarpias y temblé internamente al saber a quién me encontraría si me giraba.

-¿Y se puede saber quién eres tú? –Rio uno de los borrachos.

-Tu peor pesadilla –Dijo Hugo pasando por mi lado y colocándose justo al lado de Alex.

-Son tres contra seis –Rio el hombre- ¿creen que realmente tienen una oportunidad contra nosotros?

-La pregunta es... ¿realmente creen que ustedes tienen alguna oportunidad contra mí? –Dijo Hugo muy seguro de sí mismo.

Dayana se pegó a mi lado y me agarró el brazo.

-¿Qué hace aquí? ¿Cómo nos ha encontrado? –Susurró en mi oído.

Pero yo no podía responder, simplemente estaba allí, mirando fijamente su ancha espalda cubierta con una chaqueta de cuero.

No sé qué había ocurrido, porque de repente el hombre que había estado intimidándonos, intentó golpear a Hugo con su puño derecho. Y digo intentó porque Hugo agarró su puño en el aire y se le quedó mirando fijamente.

-¡Vaya, vaya! –Rio Hugo- amigo, te aseguro que te arrepentirás de haber hecho ese movimiento.

Rápidamente Hugo soltó el brazo del hombre y, al momento, estrelló su puño derecho contra la cara de aquel.

Entonces el infierno se desató ante mis narices.

-¡Oh Dios! –Grité tapándome la boca mientras Dayana y yo nos alejábamos varios pasos hacia atrás para alejarnos de aquella terrible pelea.


HUGO (P.D.V)

No podía creérmelo. Simplemente no podía creerme que estuviese metido en una pelea por haber intentado salvar a aquellos estúpidos de un trágico final.

Había estado siguiéndolos toda la tarde sin saber a dónde coño se dirigían hasta que vi que se habían perdido. ¿La suerte que había tenido yo? Que me había fijado en todos los detalles de aquella urbanización y sabía exactamente como salir de allí y conseguir un taxi. ¿Qué había ocurrido? Que no había podido irme al ver a aquellos seis hombres acercarse a ellos. Simplemente no había podido dejarlos allí sabiendo que yo podía sacarlos del problema rápidamente.

¿Qué había pasado? Que al final, yo me había metido en el problema. Me había metido de tal forma, que ahora ellos sabían que estaba aquí y no me iba a ser tan fácil seguirles la pista para encontrar a Érika... y, además, que estaba metido en una estúpida pelea con unos estúpidos tíos que ni siquiera sabían pelear correctamente. Lo único que sabían hacer era mover sus brazos a diestro y siniestro esperando que su puño impactase contra mi cara.

¿El problema? Que yo era increíblemente bueno en el cuerpo a cuerpo, y no dejaría que ninguno de esos estúpidos borrachos tocase mi preciosa cara.

Me quité al que había hecho el primer movimiento de encima rápidamente únicamente tras meterle una patada en el centro del pecho. Lo que ocasionó que el tipo se quedase acostado en el suelo y sin poder levantarse.

No estaba muerto, pero seguro que le costaba respirar.

Acto seguido, me abalancé contra el chico que Alex tenía encima. Le pegué un puñetazo en la sien, seguidamente le pegué una patada en la rodilla, y finalmente, le asesté un puñetazo en la nariz. Que al momento comenzó a sacar sangre.

Carlos se encargaba muy bien del hombre con el que estaba peleando, así que consideré que no necesitaba mi ayuda. Cuando me giraba para buscar a mi próxima víctima, el grito de Avalanna me hizo girar rápidamente hacia ella.

Dos hombres se habían acercado a ella y a Dayana y estaban intentando llevárselas.

Corrí hacia ellos rápidamente y tras pegarle una patada en la espalda a uno y un puñetazo en la cabeza a otro. Centré su atención en mí, lo que posibilitó la huida de Dayana y Avalanna.

Ambos hombres se abalanzaron contra mí y me dediqué a pelear con ambos, algo que no resultaba para nada difícil pues como había dicho anteriormente, no sabían pelear.

En menos de cuatro minutos, ambos estaban tendidos en el suelo con unas duras heridas.

-¡Hugo, cuidado! –El grito de Avalanna no fue suficientemente anticipado, porque antes de poder girarme, noté como la fría navaja atravesaba mi piel.

Me giré de golpe tras dos segundos en los que me quedé parado, y le pegué un puñetazo al hombre en la nuez de la garganta. Al momento se llevó ambas manos a la garganta como si estuviese asfixiándose y yo aproveché para agarrar su cabeza y bajarla hasta el encuentro con mi rodilla, que iba subiendo fuertemente.

El sonido de su nariz crujiendo fue como música para mis oídos.

-¡Púdrete, cabrón! –Susurré fieramente antes de empujarlo contra el suelo y pegarle dos patadas: una en la cabeza, y otra en la barriga. Ambas lo suficientemente fuerte como para que se quedase inconsciente.

Tras varios segundos en los que no se oía nada, solamente mi respiración acelerada y lo quejidos de los hombres en el suelo, noté como dos manos me sujetaban fuertemente.

-Te llevaremos a un hospital –Susurró Avalanna a mi lado.

-Para conseguir un taxi, tienen que bajar recto esta calle hasta el final y girar a la derecha. Luego seguir caminando unos cuatro minutos, y encontrarán una para de taxis –Susurré antes de perder las fuerzas.

-¡Hugo, no te duermas! –Gritó ¿Alex, tal vez? A mi lado.

Abrí un poco los ojos y los miré fijamente, sobre todo a Avalanna.

-Estaré bien –Acerté a decir antes de que la negrura me tragara completamente.




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