Capítulo 18
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CAPÍTULO 18
Un nuevo propósito
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En lugar de volver a mi habitación, busco la manera de evadir a cualquier miembro del personal, y me escabullo por los pasillos hasta la salida.
Por las calles la gente me mira, y no me importa. Incluso debe parecerles raro que me sienta tan cómodo, pero tampoco lo entenderían. Aprecio cada respiración. Aunque me cueste trabajo y dolor al correr, nunca me he sentido mejor que ahora.
Hago una sola escala para contemplar durante breves segundos la tienda que ofrece bolsos de lona y camisetas con las palabras: BusanGamcheon. Todavía yace abierta en esta ocasión.
Hay gente que transita por la calle, disfrutando de la comida que ofrecen las tiendas, de las increíbles vistas, y del arte bajo los últimos rayos de luz antes del anochecer.
Sigo con mi camino hacia lo alto del barrio y a través de una escalera, soportando el dolor en los pies y el bazo.
Una vez en frente del restaurante, golpeo la puerta, y al parecer todavía guardo tanta energía, que basta el tercer llamado para que alguien acuda con urgencia.
—¿Quién eres? —Me recibe rostro fruncido y pocas ganas de platicar; Kim MinJoon, me observa como si hubiera perdido el juicio, y da un paso fuera del restaurante, de modo que la puerta se cierra a sus espaldas. Usa ropa de calle, pues tendrá algo que hacer. Por eso Ji Ho eligió este día en particular.
Contemplo la ventana sobre él. Deben ser las ocho de la noche aproximadamente. Todavía hay tiempo, sin embargo, su hermano mayor me contempla con desaprobación. No parece que vaya a dejarme pasar.
—Hola, soy...
—¿Jun Seo? —Como un rayo de luz en la oscuridad de la noche, Ji Ho sale del restaurante y camina hasta detenerse al lado de su hermano.
Si mi corazón todavía no latía como un loco, esta vez siento que podría estallar de felicidad y alivio. Sus ojos, si bien están empañados, aún tienen un brillo que me hace perder el aliento.
Está vivo.
Suelto el aire porque mis pulmones arden con fuego, protestando por el mal trato que les doy al aguantar el oxígeno durante tanto tiempo.
—¿No tenías una cita o algo parecido? —pregunta Ji Ho a su hermano, sin apartar la vista de mí.
—Sí... Pero ahora prefiero quedarme. —La voz de Kim MinJoon es más agresiva de lo que recuerdo. Quiere ahuyentarme, sin emabrgo, ya conozco su lado más amable.
—Hyun, hablaré un momento con Jun Seo.
Su hermano mayor se acomoda el cuello de la camisa, mientras que con la mirada sigue barriendo mi cuerpo. No fue una buena idea presentarme de este modo, pero necesitaba verlo.
Ji Ho me hace un gesto con la cabeza, invitándome a pasar a su hogar. Al ver que tampoco se niega, camino junto a la evaluación en llamas de su hermano mayor. Nunca me sentí tan nervioso como ahora.
Me sabe extraño estar de regreso en una condición distinta, pero tampoco me da tiempo a meditarlo, pues Ji Ho me hace un gesto para que avance primero a su habitación. Debo fingir que no sé en donde se encuentra, y preguntarle cada vez que doblo una esquina si estoy yendo en la dirección correcta.
Al entrar en su dormitorio, Ji Ho toma ventaja hasta detenerse junto a la cama, y todavía de espaldas a mí, es el primero en hablar.
—Creí que tú... Por mi culpa, hoy en la escuela... —Apenas es capaz de pronunciar palabras. Tampoco es necesario que pueda verlo para saber que está luchando por no llorar.
Creí estar listo, pero el miedo me invade. Y es normal, porque no importa cuánto te prepares, siempre hay una pequeña parte de ti que teme al fracaso, al rechazo, y al dolor que puede venir con lo desconocido.
Pero si hay algo que aprendí durante el tiempo en el que apenas lograba saber de mi presencia, es que no me puedo callar. Se acabó. Me dolió perderlo, más de lo que pudo haberme dolido el morir.
Mi corazón late con fuerza, y siento como si mi cuerpo se moviera solo, acelerando el paso hasta llegar a su lado, y puesto que todavía no voltea, rodeo su cuerpo y le doy el frente.
Sin decir nada, me inclino y lo beso. Él se sorprende al principio, pero luego se deja llevar.
Durante este pequeño instante, solo somos él, yo, y aquel lugar en el que nuestros cuerpos se unen en un baile mágico. Puedo sentir su respiración en mi piel, y su corazón latiendo en sintonía con el mío. Así, me sumerjo en un océano de emociones, sintiendo que el tiempo se detiene y que no hay nada más importante que este beso. Es como si todo lo que hubiera necesitado en la vida fuera este momento.
Ji Ho se inclina con torpeza hacia atrás. Puedo adivinar la sorpresa en su rostro antes de mirarlo.
Hay tantas cosas que me gustaría decirle, y busqué entre muchas palabras de camino hacia aquí, pero mi mente de pronto acaba de quedarse en blanco. Estoy seguro de que no existe definición en ningún diccionario para describir lo que siento.
Aunque no me gusta cuando llora, no puedo evitar sentir que su vulnerabilidad lo hace aún más hermoso. Pues en el momento en el que sus lágrimas empiezan a caer sobre sus mejillas, es como si cada una de ellas llevara consigo un poco de su dolor, haciendo que la punta de su nariz se enrojezca y que yo quiera secarlas.
—Ya que estás aquí, espera un momento —se adelanta, y mientras se aleja, me permito observar alrededor. Todo está tal y como lo recuerdo esa noche. Sin embargo, cuando contemplo hacia el baño, descubro que la cuerda todavía no está.
Aliviado de haber llegado a tiempo, sobre el colchón de la cama encuentro su celular porque la pantalla se enciende.
«Te vimos».
«Lo hiciste tú».
«Tú mataste a Do Jun».
Los mensajes aparecen mientras mi estómago se retuerce de asco y enojo. Tomo el teléfono entre mis manos, y después de eliminarlos, lo apago.
—¿Qué haces? —me pregunta.
—Tienes una fotografía de mí como fondo de pantalla. —Dejo el móvil sobre el colchón una vez más.
—Ah... Yo... —Empieza a caminar de forma nerviosa hacia mí—. Yo no...
—Nunca la cambies.
Se detiene a tan solo un paso de distancia, y descubro sorpresa en sus ojos al mirarme.
—Quería entregarte esto el día de hoy antes de que tú... ¿Por qué lo hiciste?
—No fue tu culpa. Fue una decisión tonta de mi parte. Tengo tantos problemas en mi vida por solucionar, que me abrumó lo que la gente podría decir de mí. Sin embargo, qué importa lo que piensen. Que estemosjuntos, tampoco es una mentira.
—¿Que estemosjuntos? —repite.
—Si tú quieres, por supuesto. —El miedo regresa como una ola que golpea la orilla, arrastrando consigo toda la valentía que había reunido. Pero sé que debo resistir y mantenerme a flote, porque lo que hay del otro lado de la ola es algo que no puedo perder.
—¡Claro que sí! —apresura y respiro de nuevo—. Pero tú... ¿Estás seguro de estar bien con eso?
—Me dolería si la única persona que quiero, no vuelve a hablarme o verme más. Y me refiero a ti.
Ji Ho, que ocultaba los brazos detrás de su espalda, me ofrece una de las fotografías que ambos nos sacamos en la cabina. Esa por la cual sería capaz de entregar su vida.
—Pensé que, ya que perdiste la tuya... Dale vuelta —me anima.
Lo hago, y esta vez consigo leer el mensaje que escribió detrás.
Al chico que me amó...
Cuando todo termine, por favor ámame como si no hubiera un mañana, porque aunque no sabemos qué nos deparará el futuro, sí sé que quiero pasar cada día a tu lado sintiendo que eres mi hogar.
—Creo que una parte de mí sabía lo que sentías, pero pensé que no lo aceptarías. Por eso pensé que un amor que no ha empezado, también puede tener un trágico final.
No quiero preguntarle a qué más bien suena a despedida, tan solo...
—Me aseguraré de que ese no sea el nuestro.
—Escapaste del hospital. —Su mirada se desplaza de mi cabeza a los pies.
—Tenía que verte.
—¿Era tan urgente? Es decir, estás siendo demasiado honesto. No te lo tomes a mal, tampoco me molesta. Es solo que días atrás apenas me hablabas, y hasta empecé a creer que en realidad yo era una molestia para ti.
—Y es precisamente porque me arrepiento, que estoy aquí.
—Y... ¿Te quedarás esta noche?
—No busco que tu hermano me odie. Si quiero empezar de buena manera, debo ganármelo primero.
—Oh... —No es capaz de ocultar su sonrisa. Tampoco puedo creer que siempre la tuve, pero nunca supe atesorarla. En determinado momento comencé a extrañarla, no obstante, aquí la tengo otra vez, y no deseo más que asegurarme de que no vaya a perderla nunca.
—Pasaré a buscarte mañana antes de la escuela. Más te vale estar listo. —Debo caminar hacia la puerta, porque de otro modo sé que no querría alejarme nunca.
—¿Iremos juntos? —Me sigue hasta anteponerse entre la puerta y yo, dando saltitos como un pequeño conejo. Aunque no se da cuenta, su ternura me saca una sonrisa.
—Que te sorprendas tanto, provoca que no me sienta mejor conmigo mismo. ¿Podrías hacerme un favor? No enciendas tu teléfono esta noche.
—De acuerdo. —No pregunta el motivo, solo confía en mí. Fui un estúpido al no darme cuenta de sus sentimientos—. Pero si te vistes primero —añade—, se te ve el trasero.
Creo que empiezo a entender un poco mejor por qué la gente me observaba tanto de camino hacia aquí. Uso una fina bata de hospital, y traigo los pies descalzos también. Debo haberme visto como un loco.
—¿Me estuviste mirando el culo todo este tiempo?
—No es mi culpa que eso que utilizas tenga una abertura en la espalda —se defiende, y con cada palabra sus orejas se tiñen de un rojo más intenso.
—No creo que algo tuyo me quede, enano. —Se frunce por la manera en la que acabo de llamarlo; sin embargo, su buen humor gana la batalla y no protesta.
—Puede que no, pero la ropa de mi hermano sí.
Al día siguiente, me pone nervioso que a Ji Ho le tome tanto tiempo salir. No creo que haya cometido alguna locura, sin embargo, a los veinte minutos empieza el arrepentimiento por no haberme asegurado.
Cuando finalmente estoy a punto de hacer lo que sea para entrar, sale por la puerta. Al verme tomando impulso para colarme por una ventana abierta, su sonrisa se amplía tanto que toda preocupación en mi vida desaparece, y tropiezo al alejarme del muro.
—Te tomó mucho tiempo. —Me aclaro la garganta.
—Discutí con MinJoon. Tenías razón, no le agradas, empezando por tu cabello.
—¿Qué está mal con él? —Tiro de un mechón platinado y Ji Ho niega con la cabeza.
—A mí me gusta. —Su confesión produce un cosquilleo ascendente en la boca de mi estómago.
—Es hora de irnos. —Empiezo a moverme.
—¿No es demasiado temprano para la escuela? —Me sigue, pero se detiene poco antes de alcanzarme al escucharme pronunciar:
—Pasaremos por la estación de policía primero. —Todo rastro de felicidad se borra de su cara, y regreso con él—. SeokJin, Ji Woon, SungHanbin.
Con cada nombre que pronuncio, se encoge un poco más.
—¿Qué pasa con ellos? —pregunta débilmente.
—Estarán esperando en ese lugar. —Anoche regresé al hospital, y al encontrarme con los tres, escuché que tenían planeado ir para poner una denuncia.
Ji Ho al principio no parece entenderlo. Luego debe haber conectado todas las piezas, porque retrocede un paso.
—Será difícil al principio —empiezo a explicar—. Son unos cabezotas. Lo sé porque...
—Me dejaste escapar, eres distinto a ellos —interviene y me acerco a él un poco más. Lo suficiente para asegurarme de cualquier cosa que suceda a continuación, no vaya a resultar como un golpe que lo parta en pedazos.
—Olías delicioso... Es decir, los panqueques. —Me aclaro la garganta. Suelo cometer esa clase de errores cuando me pongo nervioso—. Do Jun murió, y estoy seguro de que esos tres no van a quedarse quietos porque son mis amigos.
—Fue mi culpa.
—No, no fue así. —A punto de agachar la mirada, me contempla sin entender—. Solo dame la oportunidad de explicarlo, ¿está bien?
Se lo piensa durante un momento, y luego asiente.
Lo acerco a mí, y del modo que hizo la última vez, abrazo sus hombros y caminamos así... Juntos.
En frente de la estación de policía, los tres se sorprenden al vernos llegar, y mantengo a Ji Ho lo más cerca posible de mí cuando se acercan.
—¿Vienes a confesar, niño rata?
—SeokJin, ya basta —le digo con calma, interponiéndome en su camino.
—¿Lo estás defendiendo? —Me contempla con desafío—. Do Jun murió por culpa suya.
Se les nota en la mirada lo mal que lo pasaron desde la noticia.
—Fue un accidente.
—¡Tú no lo viste! —me grita y de reojo advierto que Ji Ho se esconde a mis espaldas.
—Do Jun tropezó y cayó dentro de la fuente —cito sus mismas palabras.
—Porque él lo empujó. —Los otros dos deben sujetar a SeokJin para que no se abalance sobre mí.
—Do Jun era tu amigo; nuestro amigo —corrige Ji Woon, ofendido—. Y lo defiendes a él.
—No estoy defendiendo a nadie. Pero tampoco podemos culpar a Ji Ho de algo que no planeó. Es como si yo quisiera acusar a Do Jun por la fotografía que ahora empapela la escuela. ¿Acaso tiene sentido?
—Do Jun no la publicó —apresura SungHanbin.
Así como tampoco se eligió por encima de mí. Podría haber cumplido con su tarea, porque ya ni siquiera me podía mantener en pie. Do Jun pudo dejarme desaparecer, pero justo a tiempo, desistió de su misión y me obsequió la vida que ahora tengo.
—Ji Ho tampoco golpeó en la cabeza a Do Jun hasta asfixiarlo —le digo. Los tres agachan la mirada, pero uno de ellos todavía mantiene las manos convertidas en puños—. Do Jun se llevó la fotografía el día en el que peleamos en la azotea, y luego cayó en manos indebidas. No puedo culparlo por eso, porque él nunca tuvo la intención de publicarlas en primer lugar. Al igual que Ji Ho tampoco quiso matarlo. —Con cada palabra, intento que mi voz no se quiebre, pero se vuelve más difícil con el tiempo. Do Jun era mi amigo y dio la vida por mí, por supuesto que me duele como a ellos, sin embargo...— A veces suceden cosas que están fuera de nuestro control.
—No —establece Seo Jin después de algún tiempo—. Yo no lo acepto.
Luego de mirar a Ji Ho y a mí, se marcha seguido de los otros dos.
¿Cuál es mi propósito ahora?
Todavía recuerdo el momento en el que regresé a la habitación después de hablar con la mujer. Durante horas, pasé tratando de encontrar una respuesta a la misma pregunta, pero no hubo nada parecido, solo un vacío profundo y doloroso que vuelvo a experimentar.
En algún momento ellos lo aceptarán, aunque les lleve tiempo y esfuerzo. El proceder es diferente para cada persona y puede ser muy doloroso, porque requiere atravesar un proceso de duelo, pero que es necesario para seguir adelante. Yo ya había empezado.
Pronto, la suave caricia me hace contemplar nuestras manos entrelazadas. Ji Ho me observa, y de sus labios proceden las palabras que no había esperado escuchar de alguien alguna vez:
—Gracias, Jun Seo.
Una oleada de emoción me recorre y mi corazón late con fuerza.
En este momento sé que lo nuestro es real, y que estoy dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo que se presente en el camino de hoy en adelante.
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Ya sé que dije que nos quedaba un capítulo más (este), pero pasaron cosas y tendremos otro más. Ese sí que será el final ja ja ❤️
Palabras en el capítulo: 2653.
Palabras totales: 28875.
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