45♔ • Pacto
El líder de los enanos de Nerheim estaba frente a nosotros, el mismo tipo que nos había echado fuera de sus tierras después de que Tarek se comiera un jabalí entero.
Lo acompañaban Sisi y Mimi, las dos enanas que me ayudaron en aquella cueva. Al parecer, eran de la realeza o algo similar.
—Maldita plaga —dijo Seth y los señaló—. Están aprovechando el caos para saquear el mercado.
—Cuida tus palabras —El enano líder le apuntó con su diminuta espada—. No somos ningunos ladrones. No le envidiamos nada a los humanos. Estamos aquí solo por nuestra gente.
Empujé a Seth y lo dejé fuera de la discusión. No podía ser más estúpido. Ya había acabado con mi paciencia, Denisse tenía razón, no lo necesitábamos.
—Siento mucho lo que dijo este bastardo. Le ruego que no le preste atención, es solo mi prisionero y lo planeo ejecutar cuanto antes.
El enano levantó la mano. Dos de sus guardias saltaron sobre Seth y lo ataron de pies y manos con una agilidad impresionante.
—¡Geraldine! ¡Maldita sea, haz algo!
Los enanos le pusieron una tela alrededor de la boca y ya no tuve que escuchar su irritante voz.
—¿Están aquí para detener a Nerea? —pregunté esperanzada.
—La bruja roja ha estado raptando a mi gente y destruyendo el bosque. No tiene ningún derecho a hacerlo. El castigo por tales actos será su cabeza.
—Perfecto, andando entonces.
Aparté de mi camino unas cuantas ramas y quise salir corriendo rumbo al castillo.
—Slorah, no será hoy —sentenció el líder de los enanos y tocó uno de los troncos quemados del camino—. Jamás creí que fuera capaz de tanto. No venimos preparados para esto, necesitamos otro plan.
Apreté con fuerza mis manos y me acerqué a él. Iba a decir una barbaridad que sin duda enojaría a ese enano, pero no me importaba. Él tenía el poder y el ejército para acabar con Nerea y su miedo se lo impedía.
—Geraldine, él tiene razón —intervino Denisse—. Nerea ha encarcelado a todo aquel que la cuestione. Lo hizo con el obispo y toda la santa orden de sacerdotes. Hará lo mismo con nosotros.
Denisse no atacaría sin un plan, eso lo sabía bien. Si quería su apoyo, no tenía más opción que esperar por su tonto plan.
Tiré con frustración unas cuantas rocas y una nube de polvo salió por todos lados. Las condiciones del suelo eran deplorables y lo que antes era una frondosa vegetación, no era más que tierra estéril. Nerea consumía todo a su paso, lo reducía a escombros y yo sabía bien que haría lo mismo con Tarek.
—Pueden quedarse sentados aquí todo el tiempo que quieran, yo me voy—dije decidida—. No sé cuánto tiempo le queda a Tarek antes de que esa mujer lo mate y no lo permitiré.
Tosí un par de veces, el humo proveniente del bosque hacía imposible respirar con normalidad y solo aumentaba mi angustia.
—Solo irás a morir —El líder de los enanos me señaló con su dedo deforme.
—Me arriesgaré entonces.
Tomé un pequeño cuchillo y unos cuantos huesos que los enanos usaban como decoración y me dispuse a regresar al castillo.
No di ni dos pasos fuera de nuestro escondite, cuando unos enanos hicieron sonar una alarma.
—¡Las tropas humanas se están moviendo! —gritó un enano centinela—. ¡Se dirigen al Norte!
Todos vimos con horror como decenas de árboles en la lejanía eran cortados para dar paso al ejército de Nerea.
Hice una mueca de dolor al presenciar cuando Tarek, en forma de dragón, salía volando con torpeza y se golpeaba contra las copas de unos árboles. Estaba sufriendo, se oponía a ese hechizo por más daño que le hiciera. Yo no podía soportar verlo de esa forma.
—Señor, si me permite opinar, este es el momento perfecto para atacar —dijo otro de los enanos que no conocía—. Las tropas del castillo aún no se han reunido con las tropas de los demás pueblos, es especial la de Dirach, que es la más grande.
—Él tiene razón —le ofrecí mi mano al enano—. Usted sabe que debemos atacar, si esperamos más será muy tarde.
El enano bigotón rio y se llevó a la boca un par de gusanos que sacó de la tierra.
—El dragón es el motivo de tu desesperación. La única forma de que sea libre es matando a esa mujer.
—Justo eso es lo que quiero —dije desesperada.
El enano sonrió. Planeaba algo, de eso estaba segura.
—Bien, dejaré que te unas a mis tropas, pero te pediré algo a cambio. Me lo darás cuando termine la misión.
¿Qué era lo que quería? La verdad no me importaba. Tenía una valiosa oportunidad para salvar a Tarek con ese ejército de enanos y no la iba a desperdiciar.
—Está bien.
—Es un trato entonces —El líder de los enanos me ofreció su mano y sabía que ya no había vuelta atrás. De esa forma cerramos el trato—. Tu padre era igual a ti, valiente y muy decidido, supongo que por eso éramos amigos.
No respondí y me alejé en silencio. Ni siquiera sabía si el tan adorado duque de Korbel era mi padre o si solo usaron su sangre para crearme. En fin, eso no importaba, estaba dispuesta a seguirles el juego si eso significaba que tendría de nuevo a Tarek a mi lado.
De pronto, el pequeño Ru se aferró del borde de mi vestido y me hizo salir de mis pensamientos.
No, no podía llevarlo, era demasiado peligroso para un niño tan pequeño.
—Quiero que te quedes con ellas —le señalé el campamento improvisado que Sisi y Mimi estaban haciendo entre las rocas.
—Quiero ir contigo.
—Alguien debe cuidar a esos animales —señalé a unos conejos y un par de osos pequeños que habían rescatado de las llamas—. ¿Puedes ayudarme con esa misión?
El niño asintió no muy convencido al ver un dragoncillo sin su ala derecha y se fue corriendo cuando los enanos comenzaron a curarlo.
—¡Andando! —gritó Denisse.
Antes de unirme al grupo, los gritos de Seth me hicieron voltear por un momento. Los enanos planeaba llenarlo de miel para que las hormigas hicieran lo suyo.
—Geraldine, no me hagas reír —dijo Seth antes de que me uniera al pequeño ejército—. ¿Planeas atacar el castillo con esos enanos?
—No dejaré a mi pueblo y en especial al hombre que amo a manos de esa mujer —respondí y me di la vuelta sin intención de seguir hablando.
—Pues no lo harás. Yo no quiero que vayas.
Le quité de las manos la miel a la enana y se la eché al maldito.
—Espero que sufras mucho y que mueras lentamente. Me encantaría quedarme para ver, pero tengo cosas mejores que hacer.
—Geraldine, no hemos terminado de hablar. ¡¡Geraldine!!
Me alejé con rapidez para incorporarme al grupo. Y pronto todos se fueron adentrando al bosque. Los enanos eran muy silenciosos y escurridizos, por lo que teníamos el factor sorpresa de nuestra parte.
—No hagas nada tonto y no ataques sola —dijo Denisse—. Tarek estará con Nerea, eso es seguro. Debes concentrarte en buscar la forma de romper ese hechizo. Y si no puedes...
—Lo lograremos, la voluntad de Tarek es mucho más fuerte que esa bruja.
—Espero que así sea —dijo la rubia con pesadez.
Dicho esto, ambas guardamos silencio y caminamos con mucho más sigilo. Tuve que encorvarme para pasar por varios túneles que los enanos habían construido y que daban cerca del castillo. Al parecer, llevaban décadas espiando a la corona.
Al estar en los alrededores del castillo, el pequeño ejército no perdió el tiempo y comenzó a sabotear los carruajes de Nerea, específicamente los que estaban cargados con ballestas y catapultas.
Denisse y yo nos dirigimos al carruaje principal, donde Nerea viajaba gustosa o al menos eso suponíamos.
La aparente tranquilidad se esfumó cuando un gruñido nos hizo escondernos detrás de una roca. De nada sirvió. El perro de Denisse apareció hecho una furia y atacó a su dueña.
Ambos cayeron rodando mientras la rubia trataba de esquivar las mordidas del perro y hablarle para que entrara en razón. El animal tenía las mismas venas rojas que Tarek.
Ella sujetó a la bestia peluda con fuerza del cuello y comenzó a apretar, dejando sin aire al animal por un momento. Pero ella no tenía oportunidad contra la enorme bestia.
Debía ayudarla, así que cerré los ojos y dejé salir todo el aire de mi boca. El espíritu de un enorme alce atendió a mi llamado y comencé a formar su cabeza con el poco barro que había encontrado.
Sin embargo, mi creación fue raptada por un enorme animal alado que la partió en dos una vez estuvieron en el aire.
Todo el lodo caliente salpicó en mi cara y me lo quité lo más rápido que pude para ver al causante del ataque. Se trataba de Tarek.
Mi corazón latió con fuerza, pero él me ignoró. Quería perderse en el bosque, pero algo se lo impedía. Estaba tan concentrada viéndolo, que solo atiné a retroceder unos cuantos pasos cuando apareció Nerea.
—¡Tú! —gritó la mujer y me señaló, bajando de su carruaje—. ¡Todo esto es tu culpa, eres una sucia traidora!
Completamente desquiciada, no paró de gritar y dirigió uno de sus tentáculos a mi cara.
Reaccioné rápido y me dispuse a invocar otro espíritu animal. De nada sirvió, por más que pedía su ayuda, ninguno respondía a mi llamado. Así que solo pude retroceder y cubrirme con mis brazos.
Esa pesada arma impactó contra las escamas de mis brazos. Estas eran muy delgadas y estaban lejos de ser una armadura como las de Tarek. Aún así, me protegieron bastante del golpe y pude hacerle varios cortes a Nerea.
—No te entiendo, Geraldine —dijo dolida—. Por fin le doy a las mujeres de este reino un poco de justicia.
—Encarcelas y matas a todo hombre inocente que se te dé la gana y dejas libre a los verdaderos culpables —dije, refiriéndome a Seth.
—Los trato como ellos nos trataban a nosotras. —Se acercó a mí —. Por fin vivimos en igualdad.
—¿Le dices a eso igualdad? —señalé a los pocos hombres que había dejado con vida en todo el pueblo. Permanecían en una carreta, muertos de miedo. No eran más de veinte—. Eres mucho peor que Seth y mucho peor que...
—¡Silencio!
Nerea mandó a volar por los aires a la docena de enanos que se lanzaron sobre ella, aprovechando su distracción. Ninguna de las diminutas espadas logró herirla. En su lugar, solo la molestaron y los aplastó con sus tentáculos. Era una auténtica masacre.
—No tienes oportunidad —gritó Nerea—. Pueden destruir mis tropas, pero hay una criatura mucho más poderosa que todas juntas y está bajo mi control.
Alzó su mano derecha y se movió con fuerza una carreta no muy lejos de nosotras. En ella llevaba aquel extraño artefacto que estaba en su trono.
El perrito de Denisse, quien ya estaba un poco tranquilo, volvió a atacar de forma violenta a su dueña.
La venas en su frente se hicieron más gruesas y comenzaron a sacar humo negro. Y lo confirmé, con ese artefacto controlaba a Tarek y al perrito.
Y como era de esperar, Tarek también estaba de regreso, completamente bajo su control. El aire que provocó su vuelo alborotó mi cabello y me levanté como pude. Necesitaba verlo, saber que estaba bien, pero sabía que ese hechizo lo estaba matando.
Tarek dio un par de vueltas más y descendió con la misma velocidad mostrando sus garras. Esta vez su presa sería yo.
Mis ojos quedaron fijos en los de Tarek y sentí de nuevo esa sensación que tantas veces recorrió mi cuerpo desde que lo conocí. No tenía nada de qué temer.
Y no me equivoqué.
Él dejó de volar tan rápido y descendió lentamente.
—Tarek —susurré y me acerqué a él sin importarme sus gruñidos—. Tarek, por favor, debes reaccionar, este no eres tú.
Se elevó un poco, listo para escupir una ráfaga de fuego. Sin embargo, no me aparté. Por primera vez me miraba a los ojos y sabía bien que en algún lugar de ese enorme dragón, estaba el hombre al que amaba.
Él pareció reconocerme y no me atacó, se mantuvo volando cerca de mí. Podía oler el humo que salía de esas venas rojas que envolvían su cuerpo.
—¡Mátala ahora! —gritó Nerea, mientras se quitaba al último enano de encima—. Disfrutaré de ver como se apaga su vida a manos de su adorado dragón.
Un escalofrío se apoderó de mi cuerpo cuando Tarek descendió y las escamas de su pecho comenzaban a resplandecer por el fuego.
Todo rastro del color rojo había desaparecido de sus ojos y con rapidez, Tarek se dio la vuelta y lanzó esa enorme ráfaga de fuego directo a Nerea.
Suspiré aliviada y cerré los ojos por un momento. Él había sido más fuerte que el hechizo de Nerea.
Ella no pudo reaccionar y sus gritos se escucharon por todo el bosque, mientras daba vueltas, tratando de apagar las llamas que envolvían su cuerpo. Los enanos se dieron cuenta y la rodearon de inmediato para intentar acabar con ella.
Lejos de parar, Tarek quemó también la carreta que llevaba ese artefacto extraño. El cuerno ardió y enseguida desaparecieron esas venas rojas que envolvían su cabeza.
Sonreí aliviada, ya había terminado, por fin estaba libre de ese hechizo. Pero lejos de estar bien, se desplomó en medio de unas rocas no muy lejos del sendero. Su golpe fue tan fuerte, que una lluvia de tierra llegó hasta donde yo estaba y tuve que tapar mi cara por la cantidad de ramas y piedras pequeñas que volaban por todos lados.
Ese golpe fue demasiado fuerte por lo que me apresuré a correr para ver si se encontraba bien. Sin embargo, cuando llegué al enorme agujero que había hecho en la tierra, alguien me dio un empujón y caí al suelo.
Estiré mi mano lo más que pude, con la esperanza de tocar el ala herida de Tarek. Poco a poco fue regresando a su forma de humano, pero no se movía y eso solo aumentaba mi preocupación.
Nerea se quemaba viva no muy lejos de mí, entonces, ¿quien impedía que me reuniera con Tarek?
—Los mataré —dijo una voz ronca—. Los mataré a ambos.
—Seth...
Ese maldito seguía con vida. Estaba tan decidido en hacernos sufrir que parecía no importarle las picaduras que tenía en todo su cuerpo y una enorme herida en su pierna derecha. Actuaba como un loco y me retorcí más cuando descubrí sus intenciones: planeaba matar a Tarek con una espada.
—No te atrevas a dañarlo —dije con una enorme furia en mi pecho.
—¿Por qué lo proteges? —Seth me levantó y me obligó a sentarme cerca de Tarek, quien seguía sin respirar—. ¡¿Acaso no recuerdas que quiso matarte en aquellos calabozos?! Yo te salvé, deberías estar preocupada por mí...
No respondí, intentaba reunir toda mi energía para invocar un último animal de barro, aunque sabía que estaba lejos de conseguirlo.
—Jamás te importé —siguió hablando—. ¡Te he amado desde que éramos unos niños y a ti jamás te importó! ¡Puse todo de mi parte y tú solo me engañaste! —Me tomó del cabello con una mano y con la otra me obligó a verlo—. ¡Maldita sea, mírame cuándo te hablo!
No lo hice, mis ojos seguían fijos en Tarek con la esperanza de que se moviera aunque sea un poco.
Seth no dijo nada más y me soltó con brusquedad, para después tomar su espada y levantarla, dispuesto a cortar el cuello de Tarek.
No, él no me arrebataría lo más preciado de mi vida.
Cerré mis ojos y gracias a toda la furia en mi pecho, lo conseguí. Un pequeño dragón de barro se formó a mis pies y se lanzó sobre Seth, haciendo que perdiera el equilibrio. Soltó por un momento la espada y corrí para tomarla antes de que fuera demasiado tarde.
Actué guiada por la furia y ya harta de que Seth siempre me arrebatara todo lo que amaba. Así que tomé su espada y la enterré con fuerza en su pecho.
Sus ojos se abrieron de par en par y escupió una mezcla de sangre y saliva.
Con todas mis fuerzas saqué la espada de su pecho y antes de volver a enterrarla, él balbuceó unas palabras:
—Yo soy el único que te ama, el único que puede hacerte feliz...
Eso me hizo enterrar la espada con más fuerza, esta vez en su corazón.
Sus ojos fueron perdiendo el brillo y dejó de moverse. No me importó más y lo dejé allí, con la espada clavada en el corazón. Ya tendría oportunidad para alegrarme de su muerte en otro momento. Lo más importante ahora era Tarek.
Me arrastré entre la tierra hasta que logré llegar a sus brazos.
—Despierta... —susurré y como pude me acosté junto a él.
Su mano estaba fría y por más que le hablé no me respondió.
Todo alrededor sucedía de forma lejana: los enanos cortando las extremidades de Nerea, Brianna y los gemelos llegando con más refuerzos...
—No, por favor. Despierta, te lo ruego...
Necesitaba ayuda, un curandero, el abuelo, quien sea... No lo dejaría morir entre esa tierra. Como pude, lo saqué de ese agujero de tierra y lo coloqué con cuidado en unos arbustos. Mientras tosía por el humo del bosque, me recosté sobre él y lo abracé fuertemente, intentando que tomara un poco de mi energía, como tantas veces lo había hecho él conmigo.
No funcionaba, Tarek seguía sin despertar.
En la lejanía, un grito de victoria de los enanos me hizo pensar que quizá íbamos a ganar. Pero eso no me interesaba.
Ya nada tenía sentido, él se había ido.
Puse mis manos sobre su pecho y, sin aceptar todavía que ya no estaba a mi lado, me dejé caer sobre él. Lloré con todas mis fuerzas mientras una lluvia repentina caía sobre nosotros.
No me importo, mis dedos viajaban por su piel y eso solo aumentaba mi llanto. No podía dejar de pensar en que jamás volvería a estar entre sus brazos, en que jamás volvería a tener esos bellos ojos amarillos, viéndome como si fuera lo más importante del mundo...
Un pequeño quejido me hizo dejar de llorar y permanecí lo más quieta que pude. Los movimientos que hacía al llorar no me permitieron ver que Tarek había comenzado a respirar de nuevo.
—Me estás aplastando, Ricitos.
Ni pudo ni terminar de hablar, me lancé sobre él y uní nuestros labios, al mismo tiempo que el dolor en mi pecho iba desapareciendo poco a poco.
Cuando ya no pude respirar, me separé de él y, sin dejar de llorar, me aferré a su pecho.
—Creí... Creí que habías muerto...
Limpié con la manga de mi vestido el moco y toda la saliva que me impedía hablar.
—No sé que pasó —Con facilidad se sentó, sin apartarme de él—. Solo recuerdo que entraste al castillo y después esas mujeres se acercaron...
—Nerea te capturó con la ayuda de ese cuerno —me estremecí cuando sus manos acariciaron mi espalda.
—Yo... ¿Te hice daño?
—No. Lograste romper ese hechizo, regresaste a mi lado.
Seguía sin dejar de llorar, pero esta vez con una sonrisa. Recibí gustosa sus labios de nuevo, pero unos ladridos nos hicieron separarnos enseguida.
El perro de Denisse había regresado a la normalidad y corría con desesperación hacía nosotros. Al parecer, la rubia lo había mandado.
—Creo que debemos seguirlo —dije sin apartarme de Tarek.
Entre risas y abrazos, ambos seguimos al animal y logramos acercarnos a lo que quedaba de Nerea. Pronto comprendí su urgencia en llamarnos.
La supuesta reina lanzaba gritos lastimeros, con la mayoría de su cuerpo quemado por el fuego.
Una de las feas aves gigantescas había sido la responsable de cortarle una de las extremidades y su carne ya estaba siendo devorada por un centenar de conejos rabiosos.
El resto de enanos hicieron una especie de muralla a su alrededor.
—Saben que mi causa era justa —dijo entre dientes—. Las mujeres de nuevo serán tratadas como basura y se arrepentirán de no escucharme.
—Nos aseguraremos de que no sea así —intervine.
Nerea vio a Tarek y después me vio a mí y sonrió con burla.
—Jamás serás feliz al lado de un hombre, te tratará mal, te hará sufrir. Para él tú no vales nada —Intentó acariciar mi rostro con su mano—. Antes de morir, te haré un gran favor.
En un último intento desesperado, dirigió a Tarek el único tentáculo que le quedaba, con la intención de atravesar su corazón.
No lo permití. Empujé a Tarek con todas mis fuerzas y sentí mi vestido romperse, seguido de un fuerte dolor en mi espalda.
Denisse se apresuró a cortar ese último tentáculo y la vida de Nerea se desvaneció, al igual que el brillo rojo de la corona que aún portaba en su cabeza.
—¿Estás bien? —Tarek me sostuvo cuando caí y llevó su mano a la herida en mi espalda.
—Estoy bien. —Toqué la herida—. Solo fue un rasguño.
Y efectivamente. Después de que se aseguró de que la herida no era profunda, pero si dolorosa, quedamos frente al líder de los enanos, quien recogió la corona y me la ofreció.
—La última persona con sangre real. Chica Slorah, este es tu destino.
Todos me vieron ansiosos y tomé la corona con mis manos temblorosas. Está vez, no me lastimó y la pude poner sobre mi cabeza. Emitió un débil brillo, lo suficiente como para que todos lanzaran un grito de alegría.
Vi a Tarek con algo de miedo y él me ofreció su mano. Todo rastro de duda se desvaneció en mi pecho y asentí, siendo consciente de lo que esa corona en mi cabeza significaba. Las cosas serían diferentes para todos en el reino, de eso estaba segura.
***
👀El último cap tenía que ser largo😁. Mañana les subo el epílogo sin falta. Gracias por todo su apoyo, son los mejores💖🥺
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