41♔ • A La Eternidad
Dos mujeres, que servían como guardias de Nerea, ataron las manos de Seth y lo empujaron para llevarlo al calabozo, a la espera de su castigo público.
—¡Geraldine, te lo ruego! ¡Ya no soy el mismo hombre de antes! —Se arrodilló y tocó mis pies, con un llanto tan falso que daba risa—. Cambié, y si me das otra oportunidad, pasaré el resto de mis días amándote como siempre lo he hecho.
Me alejé de él y no intervine a pesar de sus súplicas. Por supuesto que no había cambiado, era otra de sus trampas y trataba de manipularme.
—¡Perra! —gritó al comprender que no lo defendería—. ¡Te maldigo, al igual que al bastardo que llevas en tu vientre! ¡Jamás lo reconoceré como mi hijo!
¿Qué tonterías estaba diciendo?
Sostuve a Tarek del brazo cuando vi su intención de ir tras él y darle unos golpes.
—No estoy esperando un hijo —dije muy calmada—. Si te seguí el juego fue solo para ganar tiempo.
Seth perdió el poco control que le quedaba y rompió las ataduras de sus pies y manos.
No retrocedí ni me escondí, no tuve por qué hacerlo.
Tarek detuvo el puñetazo que iba dirigido a mi cara y mandó a Seth al suelo de un golpe. Siguió apretando su brazo y lo hizo con tanta fuerza, que los huesos del maldito tronaron y lanzó un alarido desgarrador.
Pronto, los gemelos interrumpieron la pequeña pelea y ya no pude ver como Seth se retorcía del dolor.
—Sáquenlo de mi vista antes de que le quiebre cada hueso de su maldito cuerpo —dijo Tarek y se apresuró a ponerse a mi lado.
—¡Geraldine! —Los dos gemelos se acercaron con una cara que solo podía significar malas noticias—. Encontramos a una mujer en las habitaciones de arriba. Está al borde de la muerte y pide hablar contigo. Dice ser Lesya Slorah.
Sentí mis piernas temblar e intercambié una mirada de preocupación con Tarek. No esperamos más y corrimos, siguiendo a los gemelos por los pasillos.
La situación todavía estaba tensa y pasamos frente a un guardia de Kyrion que asesinaba a un imperial. Aparté la vista cuando el hombre se volvió polvo.
—Es por aquí —dijo Conan y señaló la habitación al final del pasillo.
Traté de respirar para juntar valentía y apreté con más fuerza la mano de Tarek. Mi hermana estaba del otro lado y no sabía en qué condiciones la encontraría. Mi mente pensaba lo peor y un nudo se fue formando en mi garganta conforme abría la puerta con lentitud.
La habitación estaba a oscuras, repleta del olor de varias hierbas que de seguro habían usado para intentar curarla. Los gemelos se apresuraron a encender unas cuantas velas y poco a poco pude ver mejor a la persona que estaba tendida en el suelo.
—Traigan a un curandero —les pidió Tarek y los dos gemelos salieron corriendo.
Me acerqué a mi hermana y tomé su mano. Estaba fría, pero al instante abrió los ojos y sonrió, dejando ver que le faltaban varios dientes.
—Din —susurró— estás aquí...
La tos no la dejó hablar más y se llevó sus esqueléticas manos al cuello repleto de marcas moradas.
—Lesya, ¿cómo terminaste así? —dije en un hilo de voz y quise abrazarla, pero sabía bien que solo la lastimaría más.
Su actitud dulce cambió rápidamente y se sentó. Me empujó con fuerza y comenzó a buscar algo desesperada entre los trapos con los que se tapaba. Al no encontrar nada, un débil llanto salió de su boca, no tuvo fuerzas para algo más.
—Mi bebé —sollozó—. No dejes que él lo mate.
Intenté tranquilizarme al comprobar que, en verdad, mi hermana había tenido un hijo de Seth. Temía por el niño y de lo que ese maldito era capaz de hacer con tal de mantener ese secreto.
—¿Dónde está?
Lesya se retorció en el suelo y señaló la ventana.
—Dos ángeles se lo llevaron, irradiaban un brillo dorado.
—¿Ángeles?
—Eran tan bellos, pero mi bebé no está seguro con ellos. Él dijo que los mataría a los tres... —Tosió un par de veces más y se enterró las uñas en el cuello—. Me duele, Din, me duele demasiado...
—Resiste, por favor, resiste —repetí mil veces.
Ella ya no respondió. Su mano dejó de apretar débilmente la mía. No respiró más y sus ojos quedaron abiertos, viendo a la ventana.
Me alejé con rapidez, incapaz de seguir viendo el cuerpo pálido y sin vida de mi hermana.
Quería llorar, retorcerme en el suelo y arrancarle la cabeza a Seth, aunque por el escándalo de afuera, supe que ya había recibido su castigo.
Eso ya no me importaba ahora, debía encontrar al niño.
Los gemelos llegaron demasiado tarde, acompañados de una curandera y de Denisse. Ya no había nada que hacer y la mujer se limitó a tapar el cuerpo y dar un par de oraciones mientras quemaba incienso.
—Su hijo... sigue vivo, ella dijo que dos ángeles se lo llevaron.
—Geraldine, mantén la calma —dijo Denisse—. Tu hermana ya estaba delirando.
Lo sabía, claro que lo sabía, pero quería creer que ese niño estaba a salvo, que al menos Seth no había destruido una parte de mi hermana.
—Pienso lo mismo que Ricitos, alguien lo robó —Tarek señaló una manta muy fina en la esquina de la habitación junto con un par de botas—. Busquen alguna pista de la persona que estuvo aquí.
Esa ropa era muy sospechosa y una pequeña bolsa se escondía envuelta en la manta. Las personas que estaban con mi hermana salieron de prisa y olvidaron todo eso.
—Creo que el grandulón tiene razón —dijo el enano con unos papeles en la mano—. Encontré estos registros en el despacho de la reina, Fiorella y Allan Haltow estuvieron en el castillo y acompañaron a la joven enferma en todo el camino de Korbel a la capital.
Suspiré un tanto aliviada. Fiorella y Allan se habían llevado al niño. Ambos eran rubios, concordaba con la descripción de ángeles que dio Lesya. Ellos no eran como Seth y me trataba de convencer de que podía confiar en ellos.
—Daré la alerta entonces —Denisse salió de la habitación con rapidez—. No deben ir muy lejos.
***
Me mantuve al margen el resto del día.
Era un desastre, el pecho me dolía demasiado y apenas podía ponerme de pie. Mis manos picaban y ni hablar de la alegría que había regresado.
A duras penas pude salir al jardín, donde Nerea se empeñaba en vernos ahora que el castillo ya era un lugar seguro. O al menos eso queríamos creer.
Denisse tocaba con tranquilidad su flauta, tratando de alejar a un par de dragoncillos que se acercaban. Al ver mi cara de fastidio y de dolor, dejó a un lado el instrumento y señaló a Nerea.
La pelirroja estaba recostada en un árbol, con la mirada fija en el cielo y tarareando una canción en una lengua extraña. La corona resplandeciente ya parecía ser parte de su peinado.
—Te debo una disculpa —dijo Nerea y tomó mi mano—, sé que sufriste mucho por el plan, pero te aseguro que Seth Haltow está teniendo su merecido.
Asentí en silencio, no tenía ganas de hablar, solo quería regresar con Tarek a la habitación que compartíamos y dormir por una semana.
—Ustedes me comprenden, las tres pasamos por algo similar. —La pelirroja rozó las cicatrices en su cuello—. Las leyes de Sort Skov son la única forma de salvar Holmia, por lo que quiero aplicarlas a todo el reino.
—¿Planeas tomar todos los pueblos entonces? —preguntó el enano, llegando junto a Tarek.
La expresión en el rostro de Nerea cambió al instante y se puso a la defensiva. No le agradaban y aún no comprendía el motivo.
—Tenemos unos cuantos aliados. Ouran y Dwood se rindieron voluntariamente y ahora están al mando de mujeres de mi confianza. Korbel y Dirach tarde o temprano caerán por la fuerza. PortDeem es el problema y la razón por la cual quería verte. —dijo Nerea y apretó con fuerza mi mano.
—No estoy comprendiendo bien...
—Geraldine, confío en ti y quiero que seas uno de mis halcones imperiales. Tendría únicamente dos —Señaló a Denisse y después a mí—. Vivirías en el castillo, gozando de muchos privilegios. Créeme, te encantará.
Vi a Tarek por un momento, esperando algún consejo, pero no dijo nada, solo bajó la mirada y siguió su marcha junto al enano.
No tenía ni que pensar la respuesta.
—Lo siento, pero no puedo aceptar lo que me ofreces. Quiero tener una verdadera vida fuera de esos muros.
Nerea vio la silueta de Tarek en la lejanía y frunció el ceño, dedujo que por él había sido que yo me negaba y estaba en lo correcto. Jamás lo dejaría solo, era mi otra mitad y aceptar el cargo dentro del castillo significaba renunciar a él y a toda mi vida para servirle a la reina. No estaba dispuesta a hacer eso.
—Lo entiendo —suspiró rendida—, siempre tendrás un lugar aquí por si cambias de opinión. Aunque hay una última cosa que quiero pedirte. PortDeem es un ratonero, todos los nobles corruptos escaparon a ese lugar. Quiero que vayas junto a... tu amigo el dragón y quemen sus fortalezas.
Me pareció una buena idea, en el viaje podía buscar en los pueblos vecinos a Fiorella y Allan y encontrar al hijo de Lesya.
—Lo haremos, cuenta con nosotros.
—¡Yo quiero ir con ustedes! —gritó Conrad entusiasmado, apareciendo entre unos arbustos. Le encantaba escuchar conversaciones ajenas.
—Perfecto, dejo la misión en tus manos.
Nerea se alejó, seguida de sus guardias. Se apresuró a reunirse con el obispo, quien le hizo una reverencia, totalmente asustado por el brillo que irradiaba la corona. Nunca antes se había visto algo igual.
—Creo que tu novio no alcanzó a escuchar tu respuesta y cree que te unirás a las tropas de Nerea —dijo Conrad y dio un par de vueltas, buscando algo en el suelo.
Eso bastó par olvidar por completo a Nerea y esa extraña corona.
Conrad tenía razón. Tarek caminaba pensativo y sin querer tropezó con unas jaulas llenas de gallinas. Todas escaparon, haciendo un gran alboroto.
—Iré a hablar con él.
Mientras el resto preparaba las cosas para el viaje, me acerqué a Tarek, Tenía un par de cosas que decirle.
—Sé que escuchaste lo que propuso Nerea. ¿Por qué te fuiste de esa forma?
Tarek dejó a un lado uno de los animales y puso toda su atención en mí. Sus ojos iban perdiendo brillo. ¿Tan seguro estaba de que me iría sin él?
—No quería influir en tu respuesta —forzó una sonrisa—. Es un gran trabajo.
—Sí, uno dónde casi no nos veremos.
—Ricitos, está bien, lo entiendo. Te llegaré a ver todos los días al castillo...
—¿Y qué hay de nuestros planes? —pregunté dolida—. ¿No te importa que yo me vaya lejos por meses?
—Si estar entre las tropas de Nerea te hace feliz, estoy dispuesto a esperar.
Sus ojos amarillos me miraban fijos, dándome a entender que yo era la dueña de mi propio destino y que podía elegir lo que más me hacía feliz.
—Rechacé el puesto —Me aferré a su pecho y sentí los latidos de su corazón—. Mi felicidad eres tú y lo sabes bien...
No me dejó terminar. Me cargó con facilidad y atrapó mis labios con habilidad. Lancé un gritito por el susto y al instante le correspondí. Era como estar en el propio cielo.
—¡Geraldine, Tarek, andando! ¡Después tendrán tiempo para sus demostraciones de afecto!
Sonreí ante los regaños de Conrad, no sin antes susurrarle algo en el oído a Tarek que lo hizo sonreír pícaro y bajar la mano lentamente por mi espalda. Me separé de él, antes de que fuera demasiado tarde.
Cuando ya todo estuvo listo, le di el espacio prudente para que el enorme dragon negro se alzara de nuevo frente a mí. Sin esperar más, me subí a su lomo e iniciamos la marcha con los guardias de Kyrion volando a nuestras espaldas. Saludé a Conrad, quién viajaba a mi lado en una de esas máquinas junto con Duur, el perrito, que no vi en qué momento se subió.
El resto del viaje, me la pasé sintiendo la brisa en mi cara y esos dolores que iban y venían, pero que ya había aprendido a soportar. Para mi buena suerte, iba muy cómoda y paseaba mi mano por las escamas de Tarek.
Pronto, llegamos al pueblo de Dirach y la tierra árida nos dio la bienvenida. El trabajo en las minas no se había detenido, parecía que esas personas eran ajenas a la guerra que azotaba a los demás pueblos.
Los trabajadores dejaron de empujar las carretas que sacaban llenas de piedras preciosas y se quedaron un rato contemplando el dragón que volaba en el cielo. Unos incluso corrieron despavoridos para refugiarse en las casitas subterráneas de donde sacaban el oro.
La verdadera resistencia de Dirach no se encontraba en las minas, sino un poco más alejado, en unas calles muy lujosas que contrastaban con la pobreza y la suciedad en la que trabajaban las personas en las minas.
Varios guardias que venían a nuestras espaldas se dejaron caer de los armatostes voladores e ingresaron por la fuerza a ese grupo de casas.
Nosotros seguimos nuestro camino y ya no vi en qué terminó ni quién se escondía en esas inmensas casas con estatuas de oro en la puerta.
Dejamos atrás las minas para dar paso a unos extensos campos repletos de lo que debía ser trigo y algo más que no reconocí. Más al fondo, unos niños cuidaban un rebaño de ovejas y comenzaron a gritar, pensando que Tarek robaría alguno de sus animales.
No pude evitar la risa y de esa forma pasamos por muchos más cultivos y rebaños.
Ya estábamos en Ouran y el ambiente era mucho más alentador. Al llegar a la plaza principal, donde estaban la mayoría de casas, atrajo mi atención un lugar que debió ser un burdel en el pasado.
Las mujeres estaban como locas golpeando con unos palos a varios hombres atados a unos postes. Otras sin embargo, lloraban desconsoladamente, intentando parar la golpiza.
—Ouran ahora está bajo el mando de Lady Sarina, una antigua amiga de Nerea —gritó Conrad para que lo escucháramos.
Por lo que decía, era la mujer que lideraba las revueltas y ya tenía al pequeño pueblo bajo su control.
Con esa buena noticia, pasamos Ouran y el olor a pescado nos indicó que ya estábamos cerca de PortDeem y no me equivocaba.
El gran pueblo pesquero era un completo caos. Las casas se estaban incendiando y lo peor de todo era la gente que no perdía la oportunidad de saquear y destruir todo a su paso.
Los guardias de Kyrion descendieron para intentar poner un orden y nosotros seguimos el vuelo, directo al puerto.
El agua en la costa estaba teñida de un extraño color rojo mientras los barcos se preparaban para zarpar. En ellos estaban escondidos los principales nobles, aquellos que junto con Seth eran los dueños de los burdeles.
Tarek lanzó un gruñido y sentí el calor acumularse en su pecho.
—No, hay mujeres dentro del barco —le susurré en el oído y acaricié uno de sus cuernos.
Tarek comprendió de inmediato y, en lugar de quemar los barcos, descendió y comenzó a cortar todas las velas.
Los gritos de los marineros pronto se hicieron presentes y dispararon una serie de flechas contra nosotros. Sin embargo, todas hicieron un ruido metálico y cayeron al mar. No le habían hecho ni un rasguño a las escamas de Tarek.
De esa forma, fue muy fácil frenar la huida de esos despreciables hombres y solo quedaba bajar para capturarlos.
Poco a poco, Tarek fue volando más bajo y cuando estábamos a punto de aterrizar sobre el barco más grande, un sonido extraño nos alertó.
No comprendía lo que pasaba, pero nos alejamos de los barcos y entre tantas vueltas, distinguí una enorme flecha negra en el cielo, casi diez veces más grande que una normal.
Venían de un lugar de la costa y quise decirle a Tarek, pero fue muy tarde. Una flecha pasó demasiado cerca de su ala derecha y grité al no estar segura si lo había herido.
Mientras caíamos cerca de unas rocas en la costa, pude ver al hombre que disparaba las flechas cargadas en una especie de carreta.
Jamás podría confundir esos rasgos, la armadura y su cuerpo de barro.
Se trataba de Conrad.
✨¡Gracias por leer!✨
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