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40♔ • Sangre Real

Tarek pasó lentamente sus manos por mis brazos y la piel expuesta de mi espalda, como tratando de aceptar que no era un sueño. Pequeñas risas se escaparon de mi boca ante sus caricias y podía notar que me miraba como si yo fuera lo más importante en su vida.

Sabía que ese momento no duraría mucho y las voces de los chicos no muy lejos me lo confirmó.

—Debemos pensar en un plan por si el malnacido de Seth aparece con el cuerno —dijo Tarek y me detuvo antes de que me separara de él.

—Lo matamos y listo —respondí convencida.

—No, si usa ese cuerno estamos perdidos —Se quedó pensando por un momento—. Si es así, quiero que digas que yo te secuestré y que lograste escapar de mí. De esa forma no te hará nada.

—¡Olvídalo! —Me senté sobre la hierba y al instante compuse mi vestido que Tarek había bajado hasta mi cintura—. Jamás haría tal cosa, ya te lo dije, lo mataremos. 

—Ricitos, no tenemos oportunidad contra su ejército, no sin las tropas de Kyrion.

—No planeo volver al castillo, mucho menos regresar con ese maldito.

—Lo sé, pero estamos ideando un plan para todo. —Tarek me abrazó de nuevo mucho más tenso que antes—. Si da la casualidad de que pase eso...

—¿Y qué haríamos después? —pregunté y no quise verlo, no podía ni imaginar esa situación.

—No te dejaría sola en ningún momento, puedo usar alguna armadura para colarme una vez Seth pare con el cuerno.

—No, no parará, solo si el dragón está muerto...

—Lo fingiremos entonces.

Le di un golpe en el hombro y él solo rio como respuesta.

—Estás loco, no me gustan tus planes, todos son pesimistas.

—Tampoco me gusta idearlos de esa forma, pero debo pensar en cada posibilidad. No puedo dejar que ese bastardo se salga con la suya, no ahora. —Acarició mi rostro y en sus ojos amarillos pude ver por primera vez el miedo.

—Está bien, les diremos a los chicos. Pero solo usaremos ese plan si es nuestra última opción.

—Perfecto.

Lo volví a besar, tratando de olvidar esos planes que no me hacía nada de gracia cumplir.

***

—Me alegra tanto que estés aquí. Creí que... creí que harías alguna tontería.

Estaba más que segura que lo primero que haría Tarek al lograr entrar al castillo era acabar con Seth, pero no lo hizo. En cambio, estaba a mi lado, abrazándome mientras lloraba del alivio al no sentirme tan sola entre esas paredes.

Sin poder creer todavía que estaba a mi lado, puse mis dos manos en sus mejillas y acaricié por un momento un golpe que tenía en su mejilla derecha.

—¿Quién te hizo esto?

—Nadie. —Quitó mis manos de su rostro y dejó un fugaz beso en mi frente.

—Tarek, dime la verdad.

—Fue Denisse —suspiró cansado—. Intenté llegar a ti, pero ese maldito cuerno...

Entonces lo imaginé retorciéndose de dolor por ese sonido y sumado a eso, viendo como yo me alejaba con Seth. Tal vez intentó impedir que yo fuera con ese maldito y Denisse lo detuvo de un golpe para que no arruinara el plan. Tarek lo había pasado muy mal, yo en su lugar jamás lo hubiera soportado.

Lo abracé más fuerte, esperando que así los latidos rápidos de su corazón se calmaran un poco.

—¿Cuánto tiempo debemos esperar? —pregunté, con algo en mente.

—Deben destruir el cuerno antes. Una vez lo consigan, quemaremos este maldito lugar.

Sonreí con satisfacción y le eché un rápido vistazo a la puerta.

—¿Tenemos tiempo suficiente entonces?

No planeaba salir y ponerlo en riesgo, no con el cuerno en buen estado y listo para funcionar. Debíamos esperar y mis manos picaban por tocar su piel.

—¿Quieres hablar? —Por su risa pícara supe de inmediato que quería lo mismo que yo.

Dejó de hablar y sus ojos se volvieron un poco más oscuros cuando le quité la camisa de un tirón. No era consciente de lo mucho que lo extrañaba hasta que tuve que estar un par de horas con el maldito de Seth.

Pronto, mi vestido cayó sobre mis pies y por fin logramos quitar la tela que nos separaba. Me recostó con suavidad sobre la cama y, gracias a la tenue luz de las velas, aprecié sus bellos ojos amarillos, que me miraban hambrientos y ansiosos. Sin embargo, no tuvo apuros y comenzó un camino de besos por todo mi cuello, provocando que yo diera un par de saltitos por las nuevas sensaciones.

—Podemos parar cuando quieras...

Lo besé para que hiciera silencio y como forma de alentarlo para continuar. Quería más de él, así que le di un leve empujón y me tomó con fuerza de las caderas.

—Te amo —susurró y sin dejar de mirarme a los ojos, se abrió paso entre mis piernas.

Mi cuerpo tardó un poco en reaccionar a sus movimientos lentos. Jamás había sentido nada igual, era tan suave, tan delicado y estuve a punto de llorar al no sentirme como un simple objeto, tal y como estaba acostumbrada en el pasado. Respiré profundo y lo abracé con mis piernas, dejándome llevar por fin y acompañando sus movimientos.

Estábamos a punto de arriesgar nuestras vidas en esa misión y lo único que sabía bien era que lo amaba. Estaba perdidamente enamorada de él.

***

Una explosión me hizo dar un brinco y al instante abrí los ojos. Tarek me rodeaba con sus brazos y ese calor era el propio cielo, así que, de mala gana me moví para despertarlo.

Le di unos suaves golpes en el pecho y como respuesta, me cargó para ponerme sobre él.

—¿Escuchaste eso?

—¿Qué cosa? —Su sonrisa y la forma como me miraba me hizo sonrojarme un poco y sonreír como boba también.

—Esa explosión.

Al instante su sonrisa desapareció y se sentó mejor.

—Es la señal de Denisse, ya destruyó el cuerno.

Me separé de él enseguida y busqué como loca mi camisón y mi vestido que estaban tirados en alguna parte del suelo. Tenía un ligero dolor en las piernas y dejé de taparme con la sábana al recordar que Tarek ya había visto cada parte de mi cuerpo desnudo.

—¿Salimos por la ventana? —pregunté con prisa.

No me prestó atención, estaba muy concentrado viendo como me ponía el vestido, con una mirada que me erizó por completo.

—Tarek, vamos —dije entre risas—. Debemos ayudar a los chicos, ya nada puede detenernos.

—No... hay arqueros, es muy peligroso.

—Pero si salimos por el pasillo... —Le di a entender que nos encontraríamos con Seth.

—Sabes que ya no tienes nada de qué temer, Ricitos. Andando, lo mataré con mis propias manos.

Salimos muy despacio, tomados de la mano. El pasillo estaba desierto y caminamos hasta una gran ventana dónde se podía ver a la perfección la planta baja.

Los sirvientes corrían de un lado a otro en un completo caos y una desesperación por abandonar el castillo.

—Viene alguien —susurró Tarek.

Un mal presentimiento se alojó en mi pecho al escuchar un par de voces que iban subiendo las escaleras y solo fue cuestión de tiempo para que aparecieran. Eran dos guardias comunes, que al ver a Tarek, sacaron sus espadas con rapidez.

—Maldición, ¿qué hacemos?

—No podemos perder el tiempo con ellos. —Tarek me abrazó y me puso en los hombros un abrigo grueso que llevaba. Después me empujó hasta que estuve detrás de una estatua del pasillo—. Espérame aquí.

Por la picazón en mis brazos y en mi cara, comprendí lo que intentaba hacer.

—Prométeme que tendrás cuidado.

—Lo tendré, volveré por ti.

Retrocedí unos cuantos pasos cuando el enorme dragón negro se alzó frente a mí.

Los guardias no lo vieron llegar. Los tomó a ambos entre sus garras y se los llevó al fondo del pasillo para no alertar a más personas.

A pesar del entrenamiento de los dos hombres, el miedo no los dejó atacar e intentaron escapar lanzándose por la ventana. Tarek no los dejó y con su cola los golpeó un par de veces.

Suspiré aliviada, viendo que ya tenía controlada la situación. La paz que intentaba guardar en mi pecho se esfumó al comprobar que dos pares de ojos me miraban al final del pasillo, muy cerca de las escaleras. Por su asombro, llevaban en ese lugar un largo rato.

—¡Es Geraldine! —gritó la imperial de dos trenzas—. ¡Es parte de los rebeldes y está con el dragón!

La mujer no estaba sola, la acompañaba un hombre con una armadura dorada que reconocí de inmediato. Venían solo los dos, probablemente a sacarme del castillo por el ataque de los rebeldes.

Seth caminó hacia mí muy rápido, pero no se atrevió a acercarse mucho, no al ver a Tarek matando a ese par de guardias a mis espaldas. Se detuvo a una distancia prudente, con una expresión que me hubiera encantado enmarcar. Su rostro se puso rojo de la ira y una enorme vena cruzaba por su frente.

—Esposa —dijo y apenas salieron las palabras de su boca—. ¡Ven acá en este momento!

La imperial de dos trenzas que parecía su sombra lo vio como si fuera un dios y después me apuntó con su espada.

Reí ante la tontería, les llevabamos ventaja, demasiada ventaja.

—¡Geraldine, obedece! —gritó Seth y se acercó más.

—¡Basta! —interrumpió la imperial—. ¿Qué no ve que su esposa fornicó con ese intruso en su propia cama? Ambos salieron de la habitación, ambos planearon este ataque. Lo engañó todo este tiempo. Debe matarla...

Seth no la dejó continuar. De un golpe la mandó volando directo al suelo y yo aproveché a tomar su espada.

—¡Silencio, mi esposa jamás haría eso, ella me ama! ¡Ese hombre la está obligando!

Intentó tomarme del brazo y le apunté con la espada.

—No seas ridícula —dijo con su confianza flaqueando—. ¿Planeas herirme con eso?

—Planeo cortarte la cabeza y dársela de comer a los buitres.

Por primera vez pude decir lo que pensaba, sin temor a que fuera a dañarme. Ya no tenía ninguna influencia en mí.

—Jamás lo harías, me amas, te he tratado como a una reina...

El rugido al final del pasillo fue una señal de que Tarek ya había matado a los guardias de antes, así que me acerqué a la ventana poco a poco. 

—¿Cómo puedes decir que te amo? —grité con todas mis fuerzas—. ¡Eres una maldita basura!

Me subí al marco de la ventana y sin esperar más, me lancé al vacío, al mismo tiempo que Seth corría para alcanzarme.

No lo logró, su mano apenas y tocó mi cabello.

Bastó un breve momento para que Tarek saliera volando por la ventana de al lado, haciendo añicos el cristal rojo que la adornaba. Cuando abrí los ojos de nuevo, ya estaba sobre su lomo, con el aire despeinando mi cabello. Acaricié las escamas negras y me sujeté mejor de él y, poco a poco, mis alergias desaparecieron, ya estaba a salvo.

Jamás había visto el castillo desde arriba y era impresionante. Con facilidad podía quemar todo a su paso y para mi buena suerte no lo hizo, los chicos ya estaban dentro del castillo.

Después de dar una vuelta más, nos dirigimos de regreso a la ventana de antes. Las maldiciones de Seth pararon y se convirtieron en una especie de súplica cuando Tarek lo tomó entre sus garras y nos elevó de nuevo. La imperial se sujetó del pie de Seth como pudo y solo reí sin poder creerlo. Esa mujer tenía un serio problema como para arriesgar su vida por él.

De esa forma salimos del castillo y ya en las afueras, era una auténtica masacre. Las murallas no soportarían mucho tiempo.

—Mira eso —susurré—, intentan entrar al castillo.

Un grupo de gente rodeaba la puerta norte, intentando derribarla con un gran tronco. Un par de golpes bastaron y ya estaban dentro, destruyendo todo a su paso. Los guardias poco pudieron hacer ya que fueron sometidos casi de inmediato por la multitud que exigía la cabeza de la familia real.

No pude ver más, nos alejamos del castillo hasta llegar a un claro dónde Tarek dejó caer al par en unos arbustos de espinas.

Mientras Seth y la imperial luchaban por salir de esa pequeña trampa, Tarek descendió y pude tocar el suelo de nuevo. Sus huesos tronaron hasta que estuvo parado a mi lado, con una mirada que me hizo estremecer y no precisamente de miedo.

—¿Qué haremos ahora? —Le di el abrigo que él había dejado en mis hombros antes.

—Acabaremos con ese maldito.

Estaba segura de que lo atacaría en forma de dragón, pero no lo hizo. Al parecer esto era mucho más personal y pelearía solo con sus puños.

—¡Debí matarte cuando pude! —escupió Seth y se quitó parte de su armadura abollada por la caída —. ¿En verdad piensas que puedes poner a mi mujer en mi contra?

Tarek esquivó uno de sus golpes y lanzó un puñetazo que hizo tambalear al maldito. Sin embargo, Seth sacó una hoja de metal afilada de su zapato y solo entonces comprendí que era una trampa. Me sentí estúpida por pensar que él pelearía limpio.

—No tienen oportunidad —siguió hablando Seth—, mataré al dragón y después te daré tu merecido. —Me señaló y sonrió—. ¡Te haré mía una y otra vez sobre el cuerpo de este sucio monstruo!

—¡Cierra la maldita boca de una vez!

Tarek se dejó ir sobre él y Seth no perdió el tiempo en atacarlo con el cuchillo. La cara de este último cambió por completo cuando la hoja afilada hizo un sonido espantoso al doblarse contra la armadura de escamas.

Sonreí victoriosa ante la mirada atónita de Seth y de la imperial.

Tarek no perdió más el tiempo y aprovechó esa distracción para mandar a Seth al suelo de un golpe. Después no paró, comenzó a golpearlo una y otra vez.

La imperial lanzó un grito y se puso de pie para detenerlos, pero la detuve de un empujón. Luego me apresuré a tomar el cuchillo de Seth para mantenerla al margen, mientras escuchaba el puño de Tarek impactar contra la carne una y otra vez.

—Jamás volverás a tocar a Geraldine —dijo Tarek mientras lo golpeaba—. Yo me encargaré de eso.

—¡Basta! Detenlo, te lo ruego —suplicó la imperial entre sollozos—. Si sigue así lo matará.

—Eso es lo que quiero —sonreí y le apunté de nuevo con el cuchillo. 

—No... No puedes matarlo —sollozó—. Solo él sabe dónde está tu hermana.

—¿Qué?

No me engañaría, tal vez Seth había traído a mi hermana al castillo, pero no necesitaba de su ayuda para encontrarla, con Nerea en el poder era todo más sencillo.

En el castillo se escuchó un grito colectivo de victoria y lo supe de inmediato: habían capturado a la reina. 

En medio de ese alboroto, un jinete apareció en el camino improvisado. El cabello rubio de la chica que lo montaba me fue familiar, al igual que todas las marcas en sus brazos y abdomen que no se molestaba en ocultar. Llevaba un par de cabezas atadas a su montura, al parecer se estaba encargando de los pocos nobles que lograron escapar al bosque.

—¿Denisse? —La imperial que era mi prisionera se atragantó con sus palabras—. Tú... tú estabas muerta.

—Aura —escupió con asco la rubia y le dio un golpe muy fuerte que bastó para que ya no se moviera—. ¿Ese es Seth Haltow? —preguntó, señalando la cara ensangrentada del maldito.

—Es él —respondí.

—Bien, me lo llevaré. Nerea lo quiere con vida.

—Olvídalo —dije enojada—, nosotros acabaremos con él.

No se lo llevaría, siempre existía la posibilidad de que escapara.

—Perdón, pero no será posible. Se le dará una humillación pública y un castigo ejemplar, son órdenes de Nerea.

—¿Qué tipo de castigo? —pregunté tentada.

Denisse sonrió.

—Uno con el que estarás muy conforme. No vivirá, eso te lo garantizo.

No muy convencida todavía, suspiré para tratar de calmarme. Estaba perdiendo el tiempo con ese maldito en lugar de buscar a mi hermana.

—Tarek, déjalo. Denisse se lo llevará. —Me acerqué lentamente y solo mi voz pareció hacerlo salir de ese estado salvaje.

—¿Tú estás de acuerdo? —Lo dejó de golpear con los puños, se levantó y le dio una patada—. Puedo matarlo ahora mismo.

—No te ensucies las manos con su sangre —Le di una última patada entre las piernas a Seth—. Adelante, Denisse. Llévatelo.

La rubia se arrodilló y tomó al maldito del cabello.

—Seth Haltow, quedas preso en nombre de la reina Nerea.

—¿Reina? —escupió como pudo—. ¡Esa ramera no es ninguna reina!

Denisse lo ató de pies y manos para después asegurar la soga en su caballo. Lo mismo hizo con la imperial y luego inició la marcha en completo silencio.

—Espero que valga la pena dejarlo con vida.

—Ya no importa. —Tomé las manos ensangrentadas de Tarek y dejé varios besos en sus heridas—. Además, Nerea le quitará el prestigio a su apellido y sabes que eso es lo que vienen cuidando desde hace años. 

—Supongo que está bien —Sus manos tocaron con suavidad mi rostro—. Algo te preocupa, ¿no es así?

Sonreí al notar lo bien que me conocía.

—Mi hermana está en el castillo y temo que le pase algo...

—Vamos, Ricitos. Te ayudaré a encontrarla.

Regresamos al castillo a paso rápido, los animales sabían que algo ocurría ya que se mostraban eufóricos y en más de una ocasión tuvimos que esquivar a un par de serpientes que se dirigían también al castillo.

—Es el poder de la corona —dijo Tarek asombrado—. Alguien digno la porta ahora.

Y pronto lo comprendí. Al acercarnos al castillo, cerca de la puerta principal, una multitud enardecida rodeaba a dos personas atadas de pies y manos.

Por el cabello rojo y las ropas que antes eran finas, reconocí de inmediato a mi tío y a la reina Lara.
Ninguno de los dos tenía puesta la corona y en su lugar, Nerea la portaba orgullosa con una extraña luz roja que la envolvía.

—Familia Slorah —dijo Nerea con una voz ronca—, por todos los crímenes que han cometido en contra del reino de Holmia, los condeno a la pena capital.

Mi tío estaba inconsciente en el suelo y la reina Lara suplicaba por su vida hasta que su mirada se cruzó con la mía. 

—¡Tú! —gritó llena de odio—. Eres una deshonra para la familia real. ¿Cómo puedes estar del lado de los rebeldes? ¿Qué no ves que quieren llevar al reino a la ruina?

—No —dije convencida—. Mira a tu alrededor, por tus malas decisiones has obligado a tu propio pueblo a hacer esto.

La mayoría de personas eran mujeres golpeadas y esclavos, víctimas de las ridículas leyes de la reina Lara, leyes que le daban al hombre el poder total sobre los más débiles.

—No saben a lo que se enfrentan —Se burló mientras intentaba quitar sus ataduras—. Será un caos total. Los demás pueblos les darán la espalda, no renunciarán a la magnífica vida que yo les di.

—Pues entonces seguirán tu mismo destino —Nerea se acercó a ambos y, alentada por la multitud que no paraba de gritar como loca, alzó su espada e impactó contra el cuello de la reina

Tarek me tomó de la cintura y juntos retrocedimos un par de pasos, sin apartar la mirada de los reyes.

El arma no tenía suficiente filo o Nerea no aplicaba suficiente presión. El caso era que la cabeza de la reina no se desprendía de su cuello.

Nerea terminó de cortar la cabeza de la reina muy lento y después decapitó al rey de un solo movimiento.

—No tienes que seguir viendo esto.

Le hice caso a Tarek, pero antes de alejarnos de la multitud, Denisse llegó con otro prisionero. Era Seth. 

—Vaya, la bestia de Haltow. ¿Tienes idea del daño que les hiciste a todas esas mujeres, en especial a tu esposa? —dijo Nerea llena de ira y me señaló—. Eres una escoria que no merece vivir y yo me encargaré de eso, pero debes sufrir antes.

Nerea regresó al trono y limpió su espada con el borde de su vestido.

—La reina Nerea es muy clemente, tanto que no te matará aún. Mereces una humillación pública —dijo Denisse—. Seth Haltow, el castigo que han dictado por tus crímenes es la castración, después serás arrojado a los lobos.

—¡Par de rameras, las mataré! —gritó Seth e intentó llegar a mis pies—. ¡Geraldine, esposa mía, ayúdame!

Recordé todo lo que hizo en el pasado, tanto daño que le había hecho a mi hermana y a innumerables mujeres. Como ordenó la muerte de Conrad y torturó a Tarek por mucho tiempo. Las veces en las que me tomó a la fuerza a pesar de mi llanto y dolor. No merecía piedad, no la tuvo con nosotros.

—Vete al infierno, maldito.

Dejé el camino libre para que la multitud se lanzara sobre él.

✨¡Gracias por leer!✨

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