38♔ • Perdida
Compuse mi vestido de inmediato y abracé con fuerza a Tarek mientras los golpes en la puerta no cesaban.
—Abre la ventana y espérame. Si algo sale mal correré hacia ti y nos largaremos de este maldito castillo.
Asentí y con mis labios temblorosos, le di un último beso antes de correr y quitar la cortina celeste. El aire de la noche impactó contra mi cara y varios trozos de nieve se perdieron en el vacío.
La caída era espantosa, pero no resultaba ser ningún problema gracias a las alas de Tarek.
Una vez abrí la ventana, regresé a su lado y lo tomé de la mano. Él pareció comprender de inmediato que no me alejaría, los enfrentaríamos juntos.
El rey Kyrion entró a nuestra habitación con su túnica blanca repleta de plumas con acabados dorados. Seguido de él, entraron Nerea y una docena de guardias.
¿Ella nos había vendido?
Mientras pensaba en un sinfín de insultos para ella, los demás chicos aparecieron y me sorprendió no verlos encadenados, necesitaba una explicación.
—Supe desde el primer momento que ustedes no eran los verdaderos condes —dijo Kyrion—. Ahora díganme las razones por las cuáles no mandaré una carta contándole todo a la reina Lara.
Sostuve con más fuerza la mano de Tarek y las palabras se atoraron en mi garganta.
—Usted sabe muy bien el estado en el que vive el pueblo de Holmia —intervino Nerea—. Necesitamos de su ayuda para acabar con el reinado de los Slorah.
La carcajada de Kyrion resonó por todo el lugar.
—No entiendo en qué ayudará a mi pueblo si les cedo mis tropas. No planeo sacrificar a mi ejército por un reino que está al borde del colapso.
—Debe querer alguna cosa —dijo Nerea desesperada y se hincó ante él —. Algo que Holmia pueda tener.
El rey lo pensó, moviendo ridículamente sus cejas blancas. En ocasiones jugaba con las plumas de su horroroso atuendo y después miraba a mi dirección.
—Pensándolo bien, quiero otro adefesio.
—¿Adefesio?
—Alguna criatura inusual para agregar a mi colección privada de fenómenos.
Ese hombre era una amenaza, no podía ni pensar en lo que haría si se enteraba del don de Tarek. Ya estaba más que dispuesta a defenderlo si Nerea lo proponía como candidato.
Él pareció notarlo y por la débil sonrisa que me dio, supe que no pensaba negarse.
Estaba loco si pensaba que yo iba a permitirlo.
—Tenemos a alguien quién puede interesarle.
Nerea dio unos cuantos pasos atrás y vi la misma mirada de miedo que yo tenía en Denisse. Podían ofrecer también al enano como candidato.
Contra todo lo que pensábamos, Nerea lanzó un grito y sus tentáculos salieron de su vestido rojo.
Los guardias de Kyrion actuaron de inmediato y rodearon a su rey para protegerlo de las ocho armas que se movían como locas por toda la habitación.
No me di cuenta en qué momento Tarek me cargó y nos unimos al resto de los chicos para evitar ser golpeados por Nerea.
—Fascinante... —El rey Kyrion sonrió con malicia y se acercó a ella, pese a que los guardias lo impedían a toda costa—. Trato hecho.
Nerea sonrió con tristeza y en ese momento quise lanzarle una espada en el pecho al rey.
—Confíen en mí —dijo ella con su mirada decidida y su cabello rojo moviéndose por el aire que entraba por la ventana.
Eso me detuvo y no intenté detenerla, estaba segura que conseguiría convencer a Kyrion, solo ella podía hacerlo.
—Largo, no quiero verlos aquí —dijo el rey viéndonos con asco—, cumpliré con mi parte del trato, largo de mi castillo.
Nuestro pequeño grupo fue sacado en medio de amenazas del castillo real.
El lugar parecía estar en medio de una tormenta de nieve y gracias a Tarek no sentí frío, en ningún momento me alejé de su calor.
Con dificultad llegamos a un gran establo no muy lejos del jardín real, rodeado de estatuas de cristal del rey y de unos hombres que no reconocí.
—Las aves los sacarán del reino —dijo un guardia y evité ver sus ojos azules sin vida—. Rápido.
Esta vez, los pájaros gigantes fueron de lo más bruscos con nosotros y no nos dejaron subir a sus monturas, debíamos viajar entre sus garras.
—¡Tontos pajarracos! —gritó el enano cuando uno lo agarró de la pierna—. ¡Me los comeré en la cena!
El enorme pájaro blanco se elevó y otro tomó con brusquedad a los gemelos y a Brianna. Los tres gritaron y desaparecieron entre la nieve.
—Los veo allá —se despidió Denisse y se fue junto al enano.
Solo quedábamos Conrad, Tarek y yo.
Tarek se separó de nosotros y empezó a unir unas cuerdas que estaban cerca del establo de cristal de los pájaros. No comprendí muy bien lo que hacía y me acerqué para preguntarle, no sin antes patear un par de piedras y esquivar unos picotazos de esas bestias.
Me detuve de pronto y pensé mejor en como le hablaría. No sabía bien que palabras usar y en nada ayudaban los recuerdos de lo que estábamos haciendo en la habitación antes de que llegara el rey Kyrion.
—Creo que quiere hacer una especie de red para que viajes más cómoda.
—¿Qué?
Me asusté al escuchar las palabras de Conrad y le di un golpe en su brazo de barro.
Estaba muy perdida viendo a Tarek y no comprendí muy bien lo que me decía. Esos ojos amarillos que tanto me gustaban de pronto quedaron fijos en mí y sentí que mi estómago se revolvió.
—¿Soy yo o ustedes estaban haciendo cosas sucias en esa habitación? —preguntó moviendo sus cejas de barro.
—¡Claro que no! —Le di un puñetazo y mi reacción fue más que evidente.
—Cuando entramos, tenían la ropa mal puesta y tu cara esta muy roja —rio—. Además, últimamente estás más feliz. Me alegra verte de esa manera.
Suspiré rendida y vi sus ojos azules, unos ojos que creí que jamás volvería a ver, pero gracias a una magia extraña estaban de regreso.
—Te golpearía, pero creo que tienes razón. Hablo de iniciar algo con Tarek, no con lo otro que insinúas.
Conrad sonrió.
—Agradezco a la vida esta oportunidad de ver que por fin tienes a alguien que te ama de verdad. Sé que puedo confiar en él, es un buen tipo.
El tono melancólico en sus palabras me alertó y cuando iba a preguntar si estaba bien, hizo otro tonto chiste:
—Crecen tan rápido, recuerdo cuando eras una bebé llorona.
—¡Qué mentiroso! Nunca me conociste de bebé.
Nuestra pequeña pelea tonta fue interrumpida por un guardia que nos regañó para que nos fuéramos de una vez.
Como cosa extraña, el animal si dejó a Conrad subir en su lomo y a nosotros dos nos esperaba un viaje muy incómodo en sus garras.
—Creo que... Viajaré en la garra izquierda —le dije a Tarek sin verlo a los ojos. El color de mi cara aumentaba con solo recordar como sus manos acariciaban mi piel.
—¿Te sientes bien? —No estaba preocupado, más bien reía. Sabía muy bien lo que provocaba en mí.
Por un momento pensé en que yo también podía torturarlo de la misma manera.
Amarró esas sogas alrededor de mi cuerpo para sujetarme al ave y después intercambió un par de palabras con uno de los guardias. Intenté escuchar, sin embargo, la tonta ave no paraba de hacer ruido con sus alas y fue inútil.
El viaje transcurrió en silencio y no podía dejar de pensar en que ahora no tendría impedimentos para abrazarlo y estar junto a él. Sería extraño y con solo pensarlo mi corazón latía muy rápido y una sonrisa boba aparecía en mi rostro.
Una nube de mosquitos me hizo escupir, regresando a la realidad y dándome la bienvenida de nuevo a las tierras de Holmia. El aire era muy diferente en ambos reinos, al igual que la vegetación, que poco a poco iba dejando atrás las rocas blancas para dar paso a la tierra muerta de mi reino.
Estábamos volando sobre la frontera y solo entonces me percaté de los cadáveres de distintas bestias, repletos de buitres y lo que parecían ser perros.
Las aves nos dejaron caer a todos con brusquedad en medio de esas tierras y se fueron volando de regreso a su reino mientras cacareaban. Todas menos la mía, ya que Tarek tuvo que desamarrar los nudos y me tomó con fuerza entre sus brazos antes de que el ave se fuera volando despavorida.
—¿Y ahora qué? ¿Seguimos el camino a pie? No tenemos caballos ni carruaje para regresar a la posada —dijo Brianna moviendo de forma exagerada las manos.
—Nosotros te podemos cargar —dijeron los gemelos al mismo tiempo y la levantaron como si fuera una reina.
Brianna rio y aceptó gustosa la propuesta de los dos chicos.
—¡Denisse, cárgame tú también! —gritó el enano.
La rubia le dio un golpe en la cabeza y comenzaron una discusión llena de insultos y empujones.
Me divertí al verlos y la leve risa de Tarek solo me motivó a reír también mientras lo abrazaba.
De pronto, todos dejaron de hablar al escuchar un carraspeo.
No muy lejos, un hombre con capucha negra estaba recostado en uno de los árboles. Conrad fue el primero en acercarse, usando una rama como arma.
Podía tratarse de un bandido, aunque algo en mi pecho me decía que no lo era, ese atuendo me resultaba familiar.
Unos ladridos hicieron que soltara todo el aire de mi boca y respirara bien de nuevo. El perrito rechoncho corrió a nuestra dirección para saludar a Denisse.
Se trataba de Duur y del abuelo.
—Viejo, eres tú —dijo Tarek impresionado—. ¿Cómo lograste avanzar tanto?
—Nadie me dijo que este cachorro era un perro bestia y menos del magnífico olfato que tiene.
El perrito movió su cola y se lanzó sobre mí.
—Las tropas reales irrumpieron en la posada —dijo el abuelo y tosió un par de veces.
—¿Ahora que haremos? —pregunté asustada.
—Las tropas tapan el único camino al reino —dijo Denisse—. Debemos esperar aquí a las tropas de Kriger.
—Pero Nerea...
—Confío en que completará la misión.
Los chicos aprovecharon para cambiarse de ropa y cazar uno de los animales que merodeaban por la zona.
Yo no probé ni un bocado y en silencio busqué a Tarek, quien seguía hablando con el abuelo. El hombre mayor le dio un pequeño saco y me sonrió, para después irse con el resto.
—Iré a dormir un poco —dijo Tarek y se quedó pendiente de mi respuesta.
¿Era una invitación para acompañarlo?
Decidí ir con él y nos metimos en la vegetación, entre un camino decorado con hongos rojos con círculos blancos y uno que otro conejo que huyó al vernos.
Poco a poco dejé de escuchar las voces de los chicos, en especial la del enano, que no paraba de molestar a Denisse.
Estábamos muy alejados de los demás.
—Ricitos, quiero... quiero darte algo —dijo y buscó en el saco que le había dado el abuelo—. Elige una.
La de la izquierda era una caja de madera envuelta en un manto amarillo y la de la derecha era una tela mucho más pequeña, deforme y llena de migajas. Sin pensar tomé esta última.
—¡Es un pan de miel! —exclamé sin poder creerlo—. ¿Dónde lo conseguiste?
Partí la golosina a la mitad y le di un pedazo. Disfruté del sabor dulce y pensé en que si todo salía bien, viajaría junto a Tarek al mercado de Dwood para comprar más.
—Y... este otro también es para ti.
Su cara estaba roja y era muy tierna la manera en como me regalaba las cosas. Ambos éramos nuevos en esto.
—¿Me hiciste escoger solo para darme los dos al final?
Se rascó la cabeza y yo acepté su otro regalo.
La caja tenía una daga muy fina, con un acabado espectacular del ala de un dragón en la empuñadura. Venía acompañada de un colgante en forma de una flor con cinco pétalos y el centro amarillo.
—Es bellísimo, ¿de verdad me lo quieres dar?
—Era de mi madre —susurró—. Se lo di al abuelo y él lo guardó por mucho tiempo. Ahora quiero que tú lo uses.
—Lo cuidaré con mi vida —dije y sonreí, apreciando el colgante y lo mucho que significaba para mí su regalo.
Tarek lo tomó entre sus manos y me lo puso en el cuello con suavidad. Cerré los ojos al sentir sus labios contra mi piel y lo dejé explorar todo lo que quisiera. Se sentía tan bien.
De pronto se detuvo y su risa llegó a mis oídos.
—¿Qué pasa?
—Lo siento —dijo y señaló una parte rota de mi vestido.
Me quedé un rato pensando y pronto descubrí que eso lo había hecho él mientras nos besábamos y una necesidad extraña se apoderó de mi cuerpo.
Me acerqué y le dejé un leve beso muy cerca de su boca. Sentí de inmediato cómo se tensó y no perdió la oportunidad de abrazarme y profundizar el beso. Mis manos buscaron su cabello y él me pegó más a su cuerpo, como queriendo fundirnos.
A pesar del futuro incierto de nuestra misión y de que nuestra vida dependía de ese tonto rey, no podía estar más agradecida con el hecho de tener a Tarek conmigo.
Con lentitud, fue colando su mano debajo de mi vestido y me retorcí ante sus caricias.
—Si quieres que paremos...
Negué con la cabeza mientras pequeños suspiros salían de mi boca. La mezcla de nuevas sensaciones era tan fuerte y sus besos en mi cuello terminaron de volverme loca.
De nuevo sentí esa ola de calor mucho más fuerte, que desembocó en mis piernas y se apoderó de cada parte de mi cuerpo.
Escuché su risa satisfecha y después me acomodé sobre él, todavía temblorosa y con los ojos cerrados.
No sabía como actuar y él pareció notar mi duda. ¿Qué seguía después de eso? Sabía muy bien que los hombres solo buscaban su placer, pero Tarek no parecía ansioso, ni se estaba bajando los pantalones como pensé que lo haría desde el principio.
—Ricitos, iremos a tu ritmo. Jamás te obligaré a hacer algo que no quieras.
Esas palabras significaron mucho para mí y sonreí con alivio. No me sentía preparada, en especial porque ese lugar no era para nada cómodo y cualquiera podía vernos.
—¿Hablas en serio?
—Claro que sí. —Me dio un beso en la frente—. Nos tomaremos todo el tiempo que necesites.
Me sentí tonta, en especial por creer que Tarek era otro idiota más. Él me comprendía a la perfección y supe entonces que podía abrir mi corazón a él.
—¡Geraldine, Tarek! ¿Dónde se metieron?
La voz grave de la rubia me hizo acurrucarme más contra el pecho de Tarek, no quería seguir con el viaje.
—¡Aquí están! —dijo enojada—, Geraldine, necesito hablar contigo.
Denisse traía un halcón en su brazo derecho y unos papeles diminutos en su mano, repletos de símbolos extraños con una caligrafía fina. Asumí que así se comunicaban los Imperiales.
—Adelante —respondí y me senté mejor, sin soltar la mano de Tarek.
La rubia entendió de inmediato que podía decir sin problema todo frente a él, así que comenzó a hablar:
—La reina está como loca buscando medicina, una muy poderosa para curar la enfermedad de alguien a quién conoces.
—No te entiendo...
Denisse le quitó el casco de hierro al animal y lo dejó en libertad, no sin antes devolver los mensajes ocultos en un compartimento de tela en sus patas.
—Tu hermana está viva y su estado de salud es muy delicado.
Me puse de pie de inmediato y tosí un par de veces mientras trataba de aceptarlo. Estaba viva, Lesya estaba viva.
—¿Dónde está?
—En el castillo de la reina Lara, bajo los cuidados de Seth Haltow.
No, mi hermana no podía estar con ese maldito. Me costaba respirar con solo pensar en todo lo que le estaría haciendo y perdí el equilibrio. Tarek me sujetó con fuerza e impidió que cayera al suelo.
—Debo ir con ella...
—Es una trampa —dijo la rubia—. Seth lo planeó para atraerte al castillo y lo sabes bien.
—¿¡Insinúas entonces que deje a mi hermana con ese maldito!? —grité y al instante me arrepentí. Ella no tenía la culpa de nada.
—Solo digo que debemos esperar a Nerea y a las tropas de Kriger, no es buena idea que...
—Denisse —interrumpió Tarek—. Está bien, yo hablo con ella.
La rubia asintió y se alejó en silencio lentamente, como queriendo decir algo más. Al final no lo hizo y se perdió entre la vegetación.
—No puedo abandonarla...
—Y no lo haremos —aseguró Tarek—, Nerea no tarda en aparecer con la ayuda.
—¿Y si el plan no sale bien? Las tropas de Seth están cada vez más cerca y ese maldito cuerno nos debilita —No podía dejar de temblar y el aire frío no ayudaba en nada—. Todo saldrá mal, él vendrá por nosotros.
—Jamás te hará daño de nuevo —Me abrazó con fuerza y dejó que llorara en su pecho—. En cuanto lo vea lo mataré, de eso puedes estar segura.
✨¡Gracias por leer!✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro