36♔ • Gloria Al Rey
Intenté dormir un poco en el viaje y justo cuando lo estaba logrando y comenzaba a soñar con los ojos amarillos de siempre, me di un fuerte golpe en la cabeza con el marco de la puerta.
—¿Estás bien? —Tarek escuchó el golpe y se pasó de inmediato a mi lado.
El poco espacio en el carruaje hacía que, con cada movimiento, nuestras manos se rozaran sin querer.
—Creo que dejará marca —dije riendo.
Él me tomó del hombro y me recostó en su pecho. Su ropa apestaba a ese despreciable hombre, pero aun así, el aroma dulce de mi compañero era más fuerte y muy agradable. Se convertiría sin duda en mi olor favorito.
—¿Con qué esencia te perfumaron los chicos? —pregunté—. Hueles muy bien.
Aunque pensándolo mejor, venía sintiendo ese olor en él desde varios días atrás, pero esta vez era mucho más fuerte.
—¿Qué olor sientes?
—Es muy dulce —me quedé pensativa, buscando con qué compararlo—, casi igual a los panes de miel. ¿No tendrás ninguno guardado entre tu ropa?
Su sonrisa se hizo mucho más grande y me abrazó mejor.
—No, de hecho sientes ese olor porque...
El carruaje paró de golpe y me aferré a su pecho al escuchar unas voces afuera.
—Tenemos el permiso de la reina, es una tontería que no nos dejen pasar —dijo Denisse con su voz más seria de lo normal.
—¿Salimos para ayudarlos?
Tarek negó con la cabeza y solo hizo a un lado las cortinas del carruaje, lo suficiente para que pudiéramos ver.
—A este paso se hará de noche —dijo Tarek muy cerca de mi cuello y me asusté.
Sin embargo, la sensación fue agradable y me pegué más a su pecho. Sostuve con fuerza su mano, pensando en que, si esos guardias no nos dejaban pasar, tendríamos que hacerlo a la fuerza.
De pronto, Denisse se quitó su blusa sin ningún tipo de pudor. Sus brazos estaban cubiertos de unas marcas negras que formaban inscripciones imposibles de leer. Justo en el lado del corazón, tenía la marca de un enorme diamante con una espada en el centro, símbolo de la reina Lara.
Eso bastó para que los guardias se alejaran con miedo, dejando libre el camino a la frontera.
—¿Qué acaba de pasar?
—Ella es un halcón imperial, solo un tonto se enfrenta a uno de ellos.
Eran impresionantes las cualidades de cada uno de los miembros de nuestro pequeño equipo, lo que me llevaba a pensar que tal vez lograríamos completar la misión.
Poco a poco, dejamos el bosque atrás para adentrarnos a una tierra estéril, cargada de un aire muy frío que me hizo agradecer el calor que me daba la compañía de Tarek.
—¡Están locos si piensan que seguiremos avanzando en este témpano de hielo! ¡Se nos congelará el trasero! —gritó el enano.
Denisse le dio un golpe y toda la armadura del hombre diminuto se cayó. Este comenzó una pequeña discusión, alegando lo mucho que le había costado ponérsela.
—¡Silencio los dos! Parecen un par de niños pequeños.
Los gemelos y Brianna rieron por las palabras de Nerea y corrieron a detener la pelea.
—Necesitamos un mapa o algo —dije, mientras me removía sobre Tarek—. Ni locos lograremos pasar por este lugar.
—Sí... —Me tomó con fuerza de la cintura, quitándome de encima de él.
—Perdón, te estaba aplastando.
Tarek solo rio y vio para otro lado. Me tapó de nuevo con esa piel de oso que tenía y no dijo nada más. Parecía estar muy concentrado en ignorarme.
Tal vez había sido una mala idea aceptar la misión y eso acabaría por completo con nuestro intento de amistad.
Mi falsa tranquilidad se esfumó cuando un ave enorme, muy parecida a las que casi nos mataban en el bosque, aterrizó frente al carruaje.
La diferencia era el plumaje blanco y esos ojos que parecían de cristal. No tenía vida, era una marioneta del hombre que viajaba en su espalda.
—Los llevo esperando casi medio día, veo que la gente de Holmia no es muy puntual —dijo el hombre sobre el ave, al mismo tiempo que miles de animales alados nos rodeaban.
Era un ejército y el hombre hablador era su líder.
Nerea dio un paso adelante e hizo una reverencia. Todos notamos el temblor en sus manos y el ligero rubor en sus mejillas.
—Es un placer conocerlo por fin, rey Elkzekyrion Umekara.
Bien, era un nombre difícil de pronunciar. Nerea lo dijo muy bien, lo que me llevó a pensar que lo practicó por mucho tiempo.
—Solo Kyrion está bien —dijo con seriedad—. ¿Y lady Lovdell?
—Conoce a la condesa —susurré y me negué a bajar—. Se dará cuenta de que no soy yo.
—Ricitos, no pierdas la calma ahora. Estaré contigo en todo momento, no te pasará nada. Lo prometo.
Acepté su mano y por un momento pensé en todo lo que habíamos pasado juntos. Él era diferente, no mentía y siempre trataba de protegerme. Él no era como Seth.
La puerta del carruaje se abrió con brusquedad y me senté de una mejor manera con rapidez.
Frente a nosotros estaba un hombre alto, con el cabello blanco como la nieve. Me recordó a un pavo real tonto que siempre me picoteada en el castillo.
—Lady Lovdell —sonrió el tal Kyrion—. Es un honor tenerla por fin en mis tierras con la compañía de... su esposo.
Tarek y yo nos dimos cuenta del tono usado en las últimas dos palabras.
—El placer es mío, rey Kyrion. Le presento a...
Había olvidado por completo el nombre del estúpido conde de Dirach. Era un completo desastre.
—Ultreb Lovdell —Tarek le ofreció la mano y el rey lo ignoró.
Vaya modales que tenía.
—Me temo qué, de aquí en adelante, debemos continuar el viaje montando mis águilas, no hay otra forma de entrar a Kriger.
Tarek y yo bajamos de la mano del carruaje y solo podía pensar en la conversación que tenía pendiente con él. Al terminar la misión, dejaría en claro todo, aunque eso me costara su amistad.
Un aleteo levantó la tierra blanca a nuestro alrededor y tuve que sostener mi tonto vestido amarillo para que no se viera mi ropa interior. Había olvidado lo incómodo que era ese tipo de ropa.
—No miro nada con esto —susurró Tarek mientras la piel de oso se resbalaba por su cabeza.
—Deja te ayudo.
Tuve que ponerme de puntillas para arreglar el desastre y una vez más me perdí en sus ojos. Podía verlos por mucho tiempo sin cansarme. Comprendí entonces que estaba perdida y esto no terminaría bien, no para mí.
—Lady Lovdell —interrumpió el rey—. Le sugiero que viaje conmigo, se necesita de un hábil jinete para controlar a semejantes bestias.
Tarek apretó con fuerza mi mano y me di cuenta de inmediato de su enojo, así que corrí a aclarar todo antes de que fuera muy tarde.
—Le agredezco su invitación, pero viajaré con mi esposo—aún me costaba decir esa palabra— él es un hábil jinete también ¿verdad, mi amor?
La cara de satisfacción de Tarek me confirmó que había hecho lo correcto al rechazar la oferta de Kyrion. Su aparente felicidad podría tratarse también por llamarlo de esa forma tan cariñosa aunque era poco probable.
—Como guste, la espero en el castillo entonces.
El rey se alejó molesto y Conrad nos hizo señas para que subiéramos a una de esas aves gigantes. Tarek lo hizo primero y luego prácticamente me cargó.
Una vez estuve segura, contemplé las alas blancas del animal y ahogué un grito cuando esta se elevó, siguiendo a las demás.
—¿Qué le sucede a ese tipo?
—No lo sé, actúa extraño. Su cara pálida y estirada me recuerda a un tonto pájaro que me molestaba de pequeña.
Escuché la risa de Tarek y me recosté en su pecho. Sus brazos me rodeaban y era imposible caer, por lo que disfruté del viaje y del aire frío de las montañas nevadas.
—¿Crees que él y la condesa sean amantes?
—¿Cómo? —pregunté pensándolo mejor—. Según sé nunca se vieron.
Su actitud era muy sospechosa y estaba segura de que no conocía en persona a la condesa, hubiera dado una alerta enseguida al verme.
—Tienes razón. Sea lo que sea lo mantendré lejos de ti.
Iba a responder algo, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta y agradecí cuando comenzamos a perder altura. Estábamos cerca del castillo.
Las aves siguieron un pasadizo estrecho de cristal, con figuras de elfos y enanos esculpidas en las paredes. Parecían contar una historia de una madre elfo que dejaba a su hijo recién nacido al cuidado de los enanos, pero por la velocidad con la que íbamos, me fue imposible entender por completo la historia.
Fue solo cuestión de tiempo para que dejáramos atrás esos pasadizos. Nos adentrarnos a un bosque lleno de árboles cubiertos de nieve y repleto de guardias armados con unos báculos con una piedra celeste que irradiaba luz en la punta.
—Si una chispa de esa luz toca a cualquier forma de vida, la convierte en cenizas de inmediato —susurró Tarek—. Esa magia antigua es lo único que detiene a la reina Lara de hacer una masacre en estas tierras.
—Es impresionante. ¿No es peligroso para los guardias?
—No son seres vivos.
Entonces los vi mejor. Sus armaduras blancas buscaban pasar desapercibidas entre tanta nieve y lo conseguían. Solo podía distinguirse una débil luz celeste en sus ojos, eran marionetas igual que las aves.
El nivel y las armas del ejército de Kriger eran mucho más elaboradas que las de Holmia, ahora comprendía mejor la insistencia de Nerea para pedir ayuda al rey Kyrion.
—¡Bienvenidos a mi palacio! —gritó el rey.
Yo solo miraba árboles y nieve. Debía estar delirando.
El ave aterrizó con delicadeza y volteé a ver para asegurarme de qué el resto venía con nosotros y estaban a salvo.
Conrad se apresuró a llegar y me ayudó a bajar del animal. Tarek lo hizo de un salto y le di un golpe por hacer algo tan peligroso.
—Eres un tonto, no hagas cosas tan...
Tarek tuvo que sostenerme para no caer. El castillo estaba escondido de tal forma que no podía verse a simple vista. Una enorme capa de nieve servía de muro y las escaleras de cristal iniciaban a nuestros pies.
—Me disculpo, no es mi castillo principal, solo es una casa dónde paso mis días cuando estoy aburrido.
Tarek y yo intercambiamos miradas y reímos. Vaya que era un rey humilde.
Seguimos caminando y nuestro reflejo en las paredes de cristal se veía gracioso. Dos criados llegaron corriendo y nos ofrecieron unos postres con forma de las aves de antes. Lo acepté por cortesía, ya que tenía el estómago hecho un lío por el viaje de antes.
Sin duda, lo que más llamó mi atención fue que, en el fondo del gran salón, al menos treinta hombres tocaban una bella melodía con arpas y violines.
—Vamos a la planta baja, hay una hoguera de fuego azul dónde esperaremos al resto de los invitados.
No tuvimos más opción que seguirlo, con Denisse y Nerea a nuestras espaldas. El resto se quedó bajando nuestro supuesto equipaje.
—Lady Lovdell —dijo el rey a mitad del camino.
Tardé demasiado tiempo en entender que me hablaba a mí. Me acerqué a él fingiendo una sonrisa, mientras Tarek era rodeado por más sirvientes, quienes le ofrecían un sinfín de postres.
—Es usted muy amable... —dije mientras me daba cuenta de que poco a poco nos separábamos más del grupo.
—¿Crees que puedes mandarme esas cartas y después actuar como si nada?
—¿Perdón?
—Quiero lo que me prometiste —Tomó mi cabello entre sus manos y me acercó a él—. Eres más bonita en persona.
Le di un manotazo y me alejé de golpe. Quise darle un puñetazo en esa cara pálida, pero debía pensar muy bien todos mis movimientos, ese hombre era peligroso y más considerando que estábamos en sus tierras.
—No sé de qué me habla, rey Kyrion.
—No, ya veo que no —dijo con desdén y por fin soltó mi cabello.
Iba a decir algo más, pero se tensó enseguida y su mano rozó la empuñadura de su espada. Pronto comprendí el motivo al sentir unas fuertes manos rodear mi cintura y un aroma dulce embriagador.
—¿Algún problema? —Tarek me abrazó por detrás y yo le correspondí.
—No, ninguno.
—Si nos disculpa, mi mujer y yo estaremos en la hoguera.
El rey nos observó con una sonrisa forzada y se fue a hablar con otras invitadas.
Todavía podía sentir la fuerza con la que sostenía mi cabello, pero había otra cosa que no podía sacarme de la cabeza:
—¿Tu mujer? —pregunté en un susurro y lejos de molestarme, sentí algo extraño en el pecho.
—Lo siento, quería que sonara realista.
—No importa —Me aclaré la garganta—. Lady Lovdell intercambiaba cartas con ese tipo. Vino a hacer unas insinuaciones que...
—¿Qué clase de insinuaciones? Si vuelve a acercarse a ti le partiré la cara.
Lo vi con los ojos abiertos de par en par y después le di un leve golpe en el hombro. Su tono de voz me daba miedo.
—Tranquilo, no volverá a hacerlo.
Lo tomé de la mano y seguimos nuestro camino hasta encontrar la hoguera. El imponente fuego azul se alzaba hasta llegar a las copas de los árboles. Jamás había visto algo parecido.
Varias parejas estaban bailando alrededor de la hoguera, debían ser más invitados que esperaban la presentación formal dentro del salón real.
—¿Quieres...? —Tarek jugueteo con mi mano—. ¿Quieres bailar?
—¿Puedes hacerlo? —bromeé y acepté su propuesta.
Él era un asco para bailar al igual que yo, así que nos conformamos con quedarnos en una esquina, bailando despacio. Pronto recosté mi cabeza en su pecho y suspiré tranquila. Su cercanía siempre me daba paz.
Frente a nosotros, vi como Denisse nos hacía señas, más personas se acercaban y debíamos fingir mejor.
—Venir contigo a este reino es lo mejor que me ha pasado.
Dejé de bailar al escuchar las palabras de Tarek. ¿Lo decía por seguir con nuestra farsa o en verdad sentía eso?
—¿Lo dices en serio? Creí que lo hacías obligado.
En todo momento traté de continuar con un tono burlón, aunque su cercanía me quemara y sintiera un extraño calor recorrer mi cuerpo completo.
—No soporto más esto.
—Lo sé —respondí—, es incómodo, pero ya casi...
Dejó de abrazarme y tomó con fuerza mi rostro entre sus manos, acabando con el espacio que nos separaba. Parpadeé varias veces sin creerlo y después me dejé llevar.
Recibí gustosa sus labios y esta vez no hice por apartarlo. Tarek pronto profundizó más el beso y su lengua hizo contacto con la mía. Di un brinco, sin creer que podía sentir toda esa mezcla de emociones solo con un beso.
Pero no era suficiente, mi cuerpo pedía a gritos más, pedía...
El momento fue interrumpido cuando alguien tiró de Tarek y él se apartó muy enojado de mí.
—¿Qué hacen? —susurró Denisse.
Yo estaba muy perdida como para contestar.
—Sus ojos, miren sus ojos —susurró ella al borde de un ataque nervioso—. Regresen ahora mismo a la habitación antes de que alguien se dé cuenta.
Y era cierto, los ojos de Tarek estaban extraños, más alargados y brillaban en la oscuridad. Era por el fuego, ¿los míos estaban igual?
—Lo siento, no sabía que...
—No importa, los llevaré a su habitación ahora que el rey está distraído. No salgan el resto de la noche, yo inventaré alguna excusa.
—Por supuesto —dijo Tarek y sonrió de una forma que me erizó la piel—, y no me olvidaré de poner la cerradura.
Decía eso por la seguridad o por qué...
Era tonto, nada pasaría entre nosotros, solo fingiamos para que todos creyeran qué éramos esa pareja de nobles. Aunque eso último se había sentido muy real y eso me asustaba.
—Es la habitación del fondo del segundo pasillo —dijo Denisse y se alejó.
Tarek y yo nos escapamos de la fiesta y tuvimos que saludar a un par de personas que no conocíamos.
Una vez dentro y en la seguridad de esos cuatro muros, reí por todo lo que había pasado hoy y lo ayudé a quitarse esa tonta piel de oso.
—Gracias. —Quería decir algo más pero no se atrevió—. Iré a dormir al cuarto de baño.
—Tarek, espera.
Él se quedó parado, con esos ojos amarillos que podía jurar que brillaban mientras estaban fijos en mí.
Todo era muy complicado y estaba a punto de cometer una tontería. Probablemente pasaría la mayor vergüenza de mi vida, pero no podía soportarlo más.
Di un paso enfrente, pero él fue mucho más rápido. Prácticamente me cargó entre sus brazos y lo siguiente que sentí fue mi espalda contra la puerta de madera.
—No quiero malinterpretar las cosas, Ricitos. Si estoy equivocado...
Corté el espacio que nos separaba y esta vez me dejé llevar. No me reconocí cuando tiré al suelo su capa y me separé un poco de la puerta para que sus manos se colaran debajo de mi vestido.
Su tacto en mis piernas erizaron mi piel por completo y mis suspiros se ahogaron en su boca. Eso pareció alentarlo a continuar.
Su boca dejó la mía y atacó mi cuello, mientras que una de sus manos dejaba mi pierna y se dirigía a desamarrar el nudo delantero de mi vestido.
No lo detuve, quería saber a donde llevaba esa necesidad de tocar su piel, quería seguir experimentando esas sensaciones completamente nuevas que se apoderaban de mi cuerpo.
Para nuestra mala suerte, dos golpes en la puerta nos interrumpieron y solo entonces una pequeño momento de cordura llegó a mí, siendo consciente de la forma en la que mis piernas lo sujetaban y cómo mis manos casi le quitaban también la camisa.
—¿Qué sucede? —preguntó con fastidio, no sin antes dejar un fugaz beso en mis labios.
Sonreí como una tonta.
—El rey desea hablar con ustedes.
—Dile a tu rey que llegaremos después —contestó Tarek mientras seguía dejando besos en mi cuello.
—Necesito que salgan ahora —esa era la voz del rey Kyrion—. Ya sé que ustedes dos no son los condes de Dirach.
✨¡Gracias por leer!✨
Perdón por la tardanza😭
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