34♔ • Sentimientos
—¡Tarek! —grité y no me importó que Conrad intentara detenerme—. ¡Tarek!
—Un dragón... ¿Puedes derribarlo si te doy una ballesta? —preguntó Nerea a la rubia.
—¡No! —grité desesperada—. Es Tarek, no nos hará daño.
—Debe ser una broma...
Dejé atrás a Nerea y me acerqué a la torre, seguida de los gemelos y de Conrad, quien no se separaba de mi lado. Era imposible respirar debido al humo y los restos en llamas hacían un ruido espantoso al caer sobre la nieve.
Ya de cerca, lo que parecían de lejos un par de montañas, resultaron ser los cuerpos de dos gigantes en llamas y, muy lejos, aquellas niñas que encontramos en el bosque corrían con temor.
—¡Ayuda!
El aleteo de Tarek no opacaba los gritos de un anciano muy cerca de nosotros. Los demás lo ayudaron a salir de entre los escombros y el ancianito les agradeció.
—Llévenlo al carruaje —dijo Nerea.
El ancianito pareció reconocer a los gemelos y a Brianna y juntos se refugiaron del frío.
Pasé de largo y comencé a mover mis manos, con la esperanza de que Tarek me viera, pero era en vano. Estaba como loco, quemando todo a su paso y destruyendo con sus garras los restos de la enorme torre.
—¡Tarek! —volví a gritar.
Esta vez sí pareció escucharme y descendió. Sus escamas brillaban de una forma fascinante por el fuego. Sin esperar más, voló hacia mí y se perdió entre el humo.
Me costaba respirar y tosí un par de veces, nada de eso me iba a detener.
Cuando una figura alta apareció entre el humo, apresuré el paso y, sin pensarlo mucho, me lancé sobre él.
—Ricitos...
No hizo falta ninguna palabra más, estaba de nuevo con él y por fin respiré con alivio. Su piel olía a quemado y estaba desnudo, aún así, no me alejé de él y fui consciente de lo pequeña que era entre sus brazos.
—Estaba muy preocupada.
Las suaves caricias que dejaba en mi cabello y alrededor de mi espalda me hicieron creer que a él también le agradaba verme de nuevo.
—¡Tarek, ayúdame a salir de aquí!
Una mujer se asomó entre los escombros y quedé muda al reconocerla. Se trataba de Sara, la misma persona que tanto daño le había hecho en el pasado.
Tarek no se separó de mí y dijo algo que no entendí muy bien.
—¡Deja de moverte, lo estás empeorando!
Denisse se acercó al escuchar ese último grito y pateó un par de piedras hasta dar con una cabellera verde.
—Eres tú, Robin. Creí que el dragón te había comido —La rubia sacó a su compañero e ignoró a Sara, quien no tuvo más opción que salir por sí sola.
—¡Denisse! —El enano la abrazó y comenzó a llorar como un niño pequeño.
Ella no lo alejó y le devolvió el abrazo. Sin duda, esos dos tenían una relación muy complicada.
Me separé de Tarek con la excusa de cargar al perro, y Conrad le pasó una túnica un tanto vieja. Él le agradeció y se la puso mientras intercambiaba unas cuantas palabras con Sara. Después ella le susurró algo al oído y le lanzó un beso.
Algo extraño golpeó mi pecho, una sensación que nunca antes me había atormentado de esa manera. Fingí que no los había visto y apreté al perro Duur entre mis brazos para regresar al carruaje.
—¿Estás bien? —preguntó Conrad— por tu cara podría decir que...
—Solo un poco cansada nada más, si dices algún otro comentario te daré un golpe.
—Está bien, cuanta agresividad.
No entendía mi repentino mal humor y, de cierta forma, me preocupé. Busqué a Nerea para irnos lo antes posible y repetía en mi cabeza que no me importaba si Tarek y Sara eran de nuevo pareja. Sin embargo, esos pensamientos no sirvieron de nada y el dolor en mi pecho seguía molestando.
—No podemos irnos todavía —Tarek se acercó con un montón de joyas en la mano—. Miren la cantidad de oro que tenían esos gigantes.
Tuve que soportar los chistes del enano, quien se burlaba de Tarek por su desesperación en agarrar cuanto oro podía. No era de extrañarse, era un avaro sin remedio.
Recogí un par de monedas de oro y parte del suelo de hielo se derritió debido al fuego, pero mis pensamientos estaban en otro lado y no me di cuenta. Quise ser de ayuda y me agaché para tomar un cofre que estaba escondido entre la nieve. Lo siguiente que sentí fue como la tierra se movía a mis pies y caía al vacío.
Me aferré como pude a la única raíz que sobresalía de un árbol cercano y toda la tierra desapareció en esa parte del sendero. Mis dedos ardieron y estuve a punto de soltarme por el dolor.
Estaba perdida y mis gritos ahogaban el alboroto de arriba. Solo Duur pareció notar que estaba en problemas y ladró como loco, llamando la atención de Tarek.
Como un rayo de luz, el causante de mi repentino cambio de humor, se asomó con su cara de fastidio y sus ojos brillaron al ver el cofre dorado. Después, su expresión cambió a una de auténtico terror al verme a punto de caer.
Resistí un poco más, esperando por su ayuda. Cuando por fin se acercó lo suficiente, me hice de la idea que tendría que esperar primero a que pusiera en un lugar seguro el cofre con todo el oro y después iría por mí. Sin embargo, pasó de largo, ignorando por completo el cofre.
—Dame tu mano.
Intenté alcanzarlo como pude y me tomó de ambos brazos, después le fue fácil jalarme hasta que quedé sobre él. Tanto movimiento, hizo que el cofre cayera y cerré los ojos al escuchar el ruido en el fondo.
—¿En qué estabas pensando?
—No me di cuenta, lo siento. El cofre...
—Eso no importa. ¿Estás bien? Déjame ver tus manos.
Inspeccionó mis heridas mientras yo seguía sentada sobre él, en una posición un poco comprometedora.
—¿Por qué te convertiste en dragón? —pregunté sin intención de apartarme de él—. Ahora todos conocen nuestro secreto.
—Debía salir de esa torre, nada más.
Me estaba mintiendo, de nuevo hacía ese movimiento con su mano.
—Mientes. ¿Pasó... pasó algo importante?
Le hice esas preguntas esperando que me dijera la verdad respecto a Sara. Algo en mi interior quería saber si podía seguir albergando esa pequeña esperanza de seguir junto a él.
—Encontré al abuelo y por lo que escuché, ustedes ya lo ayudaron.
Quedé muda. Ese ancianito que no paraba de reír tenía las respuestas a todas mis preguntas. Por fin podría ser igual a Tarek, por fin podría matar a Seth.
—Par de enamorados, ya nos vamos. Rápido, se les congelará el trasero si siguen sentados en la nieve.
El grito de la rubia hizo que tratara de levantarme de forma muy torpe y paré de nuevo sobre Tarek. Ignoré como puso sus manos alrededor de mi cintura y lo bien que se sentía.
Ambos corrimos para unirnos al grupo. Él me siguió muy de cerca y vi como rasgaba un trozo de la túnica para ponerla alrededor de su cara, tapando por completo su nariz y boca.
Ya en el carruaje, me senté junto al enano, quien comía unos dulces verdes mohosos y con pelos. Aguanté las ganas de vomitar y le toqué dos veces el diminuto hombro.
—¿Qué deseas, corazón?
—¿Por qué Tarek estaba tan violento? —le pregunté ante la negativa que tenía el tonto de contarme lo que sucedió con los gigantes—. ¿Fue por Sara?
—Esa mujer le dijo una cantidad de sandeces al grandulón que enojarían a cualquiera —dijo y se sacó el dulce de la boca—, pero eso no fue lo que lo puso como loco. Las gigantes llegaron con un saco que se movía, creímos que se trataba de ustedes. Frente a nosotros, tomaron un enorme cuchillo y partieron el saco en dos.
Me imaginé la escena sangrienta y como ambos pensaron que esas gigantes nos habían matado.
—¿Estaba preocupado por nosotras entonces? ¿Por eso se transformó en dragón?
El enano rio.
—Más que preocupado, se puso como loco, similar a los conejos con rabia del bosque. —Me ofreció un dulce—. Te llamas Geraldine, ¿cierto?
—Sí, ¿por qué lo preguntas? —Rechacé de forma educada el dulce y él se lo metió a la boca
—Susurró tu nombre mientras se transformaba en dragón, sinceramente creí que iba a explotar. Solo diré que lo traes loco.
No supe qué responder o más bien, Brianna se adelantó.
—Jamás vi a Tarek sonreír de esa manera, ni cuando estaba con Sara —dijo ella muy calladito—. En verdad le importas.
—¿Y no me golpearás por eso? —bromeé para que ya no hablaran de la inexistente relación que tenía con Tarek.
—Ya te dije que estoy enamorada de alguien más, ese pequeño malentendido con los enanos de barro me sirvió para comprenderlo.
Y siguió parloteando de lo mucho que amaba a su enamorado. El enano comía con hambre esos dulces por lo que mi única compañía fue Duur.
La calma duró muy poco, el carruaje se detuvo en medio del bosque y Denisse nos obligó a bajar.
—¿Qué sucede? —pregunté al reunirme con Conrad y Tarek. Este último todavía usaba esa tela alrededor de su cara.
Denisse caminó a nuestra dirección. Apretaba los dientes con furia y en su mano llevaba un halcón con la cabeza tapada con un casco de hierro.
—Uno de ustedes, malditas sabandijas, planeaba delatar nuestra posición a la corona.
La rubia tiró un pequeño pergamino amarillo que asumí que llevaba el animal para dar el mensaje. Duur corrió y comenzó a olerlo.
—¿Quién fue el sucio traidor? —preguntó Sara con las manos tapando su boca con sorpresa.
—Al final firman con una G —dijo la rubia y volteó a mi dirección. Con lentitud, empuñó un hacha que estaba en el suelo—. No tolero traidores entre mis tropas.
—¿Qué? No estarás pensando que fui yo —dije alterada.
—Denisse, escucha —intervino Tarek—, Geraldine es incapaz de...
La rubia no lo dejó terminar, caminó con furia hacia nosotros y levantó el hacha. Vi mi reflejo aterrado en el filo, pero antes de que ella diera el golpe mortal, se dio la vuelta y tiró el arma en dirección a Sara.
Lo siguiente que vi fue el cuerpo inerte de la mujer, mientras se formaba una poza de sangre debajo de su cabeza partida a la mitad.
Denisse se acercó a ella y, de un movimiento rápido, sacó el hacha, haciendo un ruido repugnante que me erizó la piel. Registró entre su vestido y le fue fácil encontrar más cartas que planeaba enviar con la ayuda de los halcones. Como si nada, limpió el arma entre la maleza y se alejó.
—La mató —susurré, sin ser capaz de apartar mi vista de su cráneo destrozado.
Todos los demás se quedaron en silencio y después siguieron recolectando comida como si nada.
Tarek no pareció sentirse mal por la muerte de Sara, es más, respiró aliviado y tomó mi mano para regresar al carruaje.
No fui consciente del peligro que representaba esa mujer hasta que escuché a Denisse decir que Sara trabajaba para Seth.
Con solo pensar en ese maldito, mi cuerpo comenzó a picar de nuevo y Tarek pareció notarlo.
—Llegó la hora. Supongo que podemos hablar con el abuelo por un momento.
Caminamos hasta donde descansaba el carruaje principal. Él tocó dos veces la puerta y el viejito asomó su cabeza.
—¡Hijo, que bueno verte otra vez! Pasen, pasen. Ella debe ser Geraldine —dijo el ancianito con una bolsa llena de esos dulces feos que el enano comía antes.
El ancianito me saludó con un apretón de manos y después retrocedió un tanto asustado.
—¿Ocurre algo?
—Es extraño —dijo y pinchó mi mano con una ramita puntiaguda que sacó de entre su barba.
Observé un tanto asustada a Tarek y él asintió con la cabeza así que me relajé.
El anciano olió la pequeña gota de sangre y su risa desapareció. Ya no quedaban rastros de esa alegría y bondad, ahora solo existía miedo, acompañado de unos temblores por todo su débil cuerpo.
—Siento la sangre de al menos cuatro razas en esta niña.
—Eso es imposible —rio Tarek—. ¿Cuatro razas?
—Ella no es normal. Lo que hicieron para crear a este ser —me vio aterrado— cruza todo límite que conozco.
No dije nada, no tuve la fuerza para hacerlo. Mis padres... No, ya no podía llamarlos así. ¿Quién era yo en realidad? ¿Una especie de monstruo que crearon buscando poder?
—¿Le afectará de alguna manera? ¿Necesitará alguna medicina más?
—Tendremos que esperar. Lo que sí es seguro es que jamás podrá usar bien las cualidades de las cuatro razas que se mezclan en su sangre, su cuerpo no lo soportaría.
Tarek le preguntó un par de cosas más al abuelo y después nos bajamos del carruaje. Bueno, él me bajó del carruaje ya que yo no tenía fuerzas ni para caminar.
El resto del viaje, lo pasé junto a él. Nos sentamos en una esquina del carruaje y dejó que sacara todas mis preguntas e insultos a mis padres. Eso era justo lo que necesitaba y me sentía mucho mejor después de llorar y gritar todo lo que me molestaba.
—Gracias por escucharme —dije, recostada en su pecho—. Perdón si te aburrí o...
—Jamás lo harías. Estoy aquí para lo que necesites.
Dejó un beso en mi frente y yo lo abracé con más fuerza.
Al llegar a los límites del bosque, el pequeño poblado de Ouran nos dio la bienvenida. Según Denisse, solo debíamos esperar un par de horas en ese lugar para interceptar a la condesa y su pequeño ejército.
Rápidamente nos mezclamos entre la poca gente del lugar hasta que dimos con una posada para descansar. Para mi buena suerte, mi cuarto tenía una cubeta con agua y me quité los restos de tierra y de sangre. Una vez estuve lista, bajé a la taberna con la compañía de Duur.
—Hola —dije al ver a Denisse sentada en una mesa—. ¿Y los chicos?
Señaló a la derecha sin ganas.
Conrad hablaba muy feliz con una chica y el enano reía, rodeado de mujeres mientras estas se peleaban por su atención.
—Creí que tú y él... —dije, señalándolos a ambos.
—Prefiero cortarme las piernas antes de ser algo de ese maldito enano —de un sorbo acabó su cerveza.
Seguí buscando a los demás hasta que encontré a Brianna besándose con uno de los gemelos. No supe si se trataba de Cian o de Conan y poco importó. El otro llegó y la besó también.
Esa bebida sin duda tenía algo.
—¿Y Tarek?
—No lo sé. Asumo que se fue con una de ellas también.
No entendí muy bien porque mi corazón dolió al pensar que Tarek estaba con una de esas mujeres y quise darme un golpe. No éramos nada como para que me importara, pero lo hacía y ese sentimiento no me gustaba.
—Iré a dormir.
Denisse asintió y pidió otra cerveza. Eso parecía no tener efecto en ella.
Caminé un tanto pensativa, repitiendo mil veces que no me importaba lo que hiciera Tarek. Al entrar a mi habitación, una sombra cerca de la ventana me asustó y tomé una silla para darle un buen golpe.
—Ricitos, creí que estabas con los demás.
Abrí los ojos de par en par, dejé la silla a un lado y tomé la vela de la mesa para asegurarme de que era él, aunque su voz era inconfundible.
—Me asustaste, creí que estabas allá abajo.
—No... Tenía que hacer un par de cosas aquí —Trató de esconder algo de la mesa—. ¿Vienes a dormir ya?
Intentó esta vez alcanzar el trapo que se ponía alrededor de la nariz. Comenzaba a pensar que yo le daba alegría ya que solo lo usaba cuando me miraba.
—Estás actuando muy raro últimamente. —Le quité el trapo antes de que se lo pusiera en la nariz—. ¿Estás enfermo?
—No. —Evitó mi mirada—. Conseguí más mantos y lana, si estás aburrida puedes tejer algo y lo vendes mañana.
—Eres muy amable pero no lo haré. Solo tú los compras.
Dejó de buscar las lanas en el saco y se volteó mientras aclaraba su garganta. Me gustaba causar esas reacciones en él.
—También le echas polvos de fresa a mis medicinas para que no sepan tan mal. —Señalé lo que estaba haciendo en la mesa—. No sé por qué lo haces, pero... gracias.
La tenue luz de las velas no me dejó contemplar bien lo rojo en sus mejillas y me pareció adorable.
Esperaba una respuesta de parte suya, o algún comentario sarcástico con los que siempre me molestaba, pero no dijo nada. No supe exactamente qué era lo que esperaba y me sentí un poco tonta y decepcionada.
—Solo vine a despedirme —No podía seguir retrasando esa conversación por más que me doliera—. Seguiré mi camino con Nerea.
—Iré contigo.
Esas palabras eran justo lo que quería escuchar, aunque temí que lo dijera solo por obligación. Fuera como fuera, debía aceptar que nuestro viaje juntos ya había terminado.
—El abuelo dijo que jamás me convertiré en dragón. Nunca podrás obtener respuestas a mi lado.
Su repentina cercanía me tomó por sorpresa al igual que la corriente que recorrió mi cuerpo cuando me rodeó con sus brazos.
—Ya no me importa conseguir respuestas. —Acarició mi mejilla con suavidad—. Solo me importas tú.
Estaba perdida en sus ojos, perdida en todo lo que me hacía sentir y no pude evitar acercarme más.
Mi cuerpo actuó por sí solo y corté el espacio que nos separaba. Fue un leve roce, lo suficiente para confirmar lo suave que eran sus labios y lo mucho que deseaba eso.
Me aparté de inmediato, sin dejar que él entendiera lo que acababa de pasar y como buena cobarde, salí corriendo de la habitación.
✨Gracias por leer✨
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