30♔ • Cuerpo De Barro
Abracé a Conrad y no pude más, lloré en su pecho como una niña pequeña, lloré hasta manchar su camisa de moco y saliva.
—¿Cómo es posible? Seth te...
Seth, con solo pensar en que el maldito estaba en el castillo, toda felicidad de ver de nuevo a mi amigo se esfumó. Debíamos escapar.
—Din, respira. Estamos a salvo.
—No, él puede venir en cualquier momento y...
—No estamos en Korbel.
Señaló la ventana y corrí para ver a qué se debía el alboroto, no sin antes desatar los listones de mi vestido para respirar mejor.
Hice a un lado la cortina, encontrando un inmenso jardín de flores rojas, donde dos hombres peleaban entre insultos y golpes.
El primero tenía el cabello negro despeinado, con una enorme sonrisa y su semblante imponente, digno de un rey. No habían pasado los años en él, seguía siendo un joven de veinte años. El segundo no tenía camisa y sus golpes con la espada eran un poco más torpes. Su barba perfectamente recortada era un recordatorio de lo mucho que cuidaba su apariencia. Estaba con su coleta de siempre, justo como lo recordaba.
—Son Cassian e Ivar —murmuré sin poder creerlo.
Moví mis brazos una y otra vez para obtener su atención. Sin embargo, ellos seguían muy concentrados en su pelea y no me escuchaban.
—Debo ir con ellos.
Necesitaba respuestas, primero mi guardia y ahora mis dos hermanos que creía muertos...
Conrad me impidió llegar a la puerta. Su tacto se sintió real, no era un sueño.
—No hay manera de bajar.
—Claro que sí, aparta —Me dirigí decidida a salir y los molestos tacones no me impidieron correr, debía ver a mis hermanos y descubrir que hacían en ese lugar.
Al abrir la puerta, una luz cegadora me recibió y estuve a punto de caer por un precipicio. Varios trozos de piedra se desprendieron del suelo a mis pies y Conrad me sostuvo con fuerza para no perderme en el vacío.
—¿Qué es este lugar?
Por el aire, no me di cuenta de que mi vestido se había levantado en la parte de adelante, dejando mis piernas y parte de mi ropa interior expuesta. No sentí vergüenza, solo compuse la tela de mi vestido y me alejé de esa puerta.
—Aquí descansan nuestras almas.
—Estoy muerta —afirmé.
—No. —Se dejó caer sobre la cama—. Eres una invitada.
—No... no comprendo nada.
—Yo tampoco —rio—. Por lo que sé, algunas personas pueden estar aquí, en especial los enanos.
Nada tenía sentido. La única explicación que se me venía a la cabeza era la espada de la enana. ¿Esa arma me había traído a este lugar? Eso me llevaba a pensar que el resto de mi familia podía estar abajo, junto a Cassian e Ivar.
—¿Lesya y mis padres están aquí?
Conrad negó con la cabeza y comenzó a jugar con una almohada.
—No hay rastros de ella ni de los duques.
—Están vivos —dije con ilusión y suspiré tranquila.
—Debes encontrarlos...
Un enorme trozo de madera cayó cerca de nosotros. Conrad me abrazó, tratando de protegerme de las demás piedras y restos de madera que volaban por todos lados.
En medio de ese caos y de miles de preguntas sin respuesta, por alguna razón recordé a Tarek. Estaba en problemas y debía regresar con él.
Unas enormes grietas aparecieron en el suelo y las paredes se hicieron cenizas. Yo solo observé la ventana, guardando en mi memoria la imagen de mis hermanos y de lo mucho que me hubiera gustado decirles unas cuantas palabras.
—Din, siempre estaré contigo.
Fue muy tarde cuando comprendí que estábamos cayendo en esa oscuridad. Abracé a Conrad lo más fuerte que pude y me negué a dejarlo ir.
***
Estaba sobre algo suave, demasiado suave. Me moví cómoda y un olor familiar llegó a mi nariz. Eran dulces, los dulces que a Tarek tanto le gustaban. Bostecé un par de veces y todo rastro de sueño se esfumó al comprobar que estaba acostada sobre alguien.
—¿Cómo te sientes?
La voz tranquila de Tarek me hizo separarme un poco de él. Llevé mis manos a su barba y después subí hasta tocar las pestañas que escondían sus bellos ojos amarillos. No pude más con el alivio y me dejé caer sobre su pecho.
—Tuve una pesadilla en donde... —recordé que estábamos en medio de una mazmorra, con una docena de enanos enojados que nos amenazaban con sus lanzas y espadas.
—No te preocupes por ellos —Sus manos en mi cintura impedían que lo escuchara con claridad—. Llevan un buen rato hablando con ellas.
Me di la vuelta con disimulo y, todavía recostada en él, vi quienes tenían tan ocupados a las diminutas personas de barro.
La mujer pelirroja de antes intercambiaba un par de palabras con la líder de los enanos, parecían buenas amigas. Más personas estaban hasta el fondo, pero no pude ver de quienes se trataba.
—Debemos escapar antes de que vengan más —susurró Tarek en mi oído.
Me levanté algo mareada y maldije al llamar la atención de un par de guardias.
—No irán a ninguna parte...
Tarek le dio un puñetazo que mandó a dormir al que teníamos enfrente. Su mano quedó llena de lodo, pero no le importó y se hizo con la espada del enano. Con su mano libre, me volvió a pegar a su pecho cuando más enanos irrumpieron en las mazmorras.
—¡Qué no escapen!
La espada de Tarek se movió con tal fuerza y velocidad, que tres cabezas de barro rodaron cerca de mis pies.
Era fácil para él matarlos, el problema era que los molestos enanos se volvían a unir y poco a poco nos vimos atrapados en la esquina de esa celda.
—Perdemos el tiempo aquí —dijo furioso, mientras pateaba a un par y seguía cortando cabezas.
—¿Qué hacemos entonces? —le pregunté desesperada. Nada a nuestro alrededor nos podía ayudar, solo teníamos esa espada y pronto los enanos se lanzarían sobre nosotros.
—Quiero que corras lo más rápido que puedas.
—¿Qué?
Tarek lanzó lejos a los enanos más próximos y me dio la espada. Entendí de inmediato lo que planeaba hacer. Se convertiría en dragón.
—Ni lo pienses —dije y lo tomé con fuerza del brazo—. Saldremos juntos de esta. ¿Olvidaste también que tienen un cuerno?
Estaba loco, era una muerte segura. Busqué algo en la mazmorra que pudiera ayudar, pero solo habían ratas, pozas de agua sucia y una ventana demasiado alta como para poder escapar por ella.
—Es la única opción —concluyó él y me vio una última vez.
—¡Silencio todos! Ella tiene algo que decir—. La mujer pelirroja de antes apareció, sujetando a Brianna del brazo—. Dilo fuerte y claro.
Cian y Conan estaban atrás, junto con la enana líder quien pidió que sus guardias dejaran de atacarnos.
—Tarek no... Tarek no me hizo nada, inventé todo porque creí que lo obligarían a casarse conmigo. Lo siento.
La alegría invadió mi cuerpo y quise patear a esos enanos para que nos dejara libres por fin.
—El castigo por tu mentira será limpiar estas mazmorras por una semana —dijo la enana líder muy tranquila.
¿Solo eso? Tarek estuvo a punto de morir por esa mentira y se limitaban a darle ese castigo.
—¡Gracias! —gritó Brianna y se lanzó sobre la enana. Su llanto era exagerado y todos se esforzaban por consolarla.
Hice una mueca de fastidio al ver esa escena, aún estaba pendiente el agarrón de pelo que planeaba darle. Mis pensamientos fueron interrumpidos al sentir la presencia de alguien a mis espaldas.
—Usa la cuerda en la ventana. Hay un caballo afuera, huye.
La voz de la pelirroja me sobresaltó. Tarek también escuchó ese susurro y tomó mi mano.
Brianna había confesado, pero la enana jamás dictó el destino de Tarek o el mío.
Nos escabullimos sin hacer ruido hasta llegar a la ventana. Tal y como dijo la pelirroja, alguien tiró una cuerda cuando estuvimos lo suficientemente cerca. Tarek me dejó subir a mí primero y lo hice lo más rápido que pude, aunque mis manos ardían y resbalaba sin parar. Ahogué un grito de victoria cuando estuve en el marco de la ventana y ayudé a Tarek a salir también. Sin embargo, cuando él ya casi estaba afuera, los enanos se dieron cuenta.
—¡Están escapando! ¡Disparen!
Logré salir a tiempo y caí sobre una enorme poza de lodo. Tarek no tuvo la misma suerte.
La sacudida en su cuerpo me indicó que al menos diez flechas habían impactado contra él.
Me negué a soltarlo y tiré de sus brazos con todas mis fuerzas para que saliera de la ventana. Me rehusaba a ver el daño en su cuerpo, no podía ni pensar en toda la sangre que debía estar perdiendo.
—Tu cara de preocupación es tierna, Ricitos, pero estoy bien. Andando, ya vi al caballo.
¿Tierna? Yo no era tierna. Sentí la cara roja y me sacudí un poco el lodo del vestido para ignorar sus tontos comentarios.
Él se puso de pie como si nada y yo comencé a buscar las flechas. No tenía ni una en su cuerpo. Suspiré con alivio al recordar que podía manejar esa armadura de escamas a su antojo siempre y cuando ese maldito cuerno no estuviera sonando.
—No vuelvo a preocuparme por ti.
Como respuesta, me ayudó a subir al caballo mientras una figura bajita y encorvada se alejaba. La abuela nos había salvado.
No perdimos más el tiempo y nos alejamos cabalgando. Yo era pésima y los brazos de Tarek que sujetaban las riendas me servían para no caer.
Pronto las murallas se hicieron presentes y nuestro mayor problema con ellas: pasar al centenar de enanos que la custodiaban.
El caballo pareció sentir mi miedo y le fue imposible a Tarek controlarlo. Ambos caímos sobre más lodo, estábamos perdidos.
Otra ráfaga de flechas voló directo a nosotros y cerré los ojos, sintiendo como Tarek me rodeaba con sus brazos.
Ahogué un grito al escuchar el sonido de las flechas al partirse en dos contra sus escamas. Solo la calidez de su cuerpo y los latidos de su corazón me mantuvieron tranquila.
Luego de un rato, todo quedó en silencio. Yo seguía temblando, más nerviosa que nunca y con mi cuerpo lleno de alergia.
—Ricitos, tienes que ver esto.
Los enanos ya no lanzaban flechas y los que estaban custodiando la muralla se quedaron a una gran distancia de nosotros, con la mirada fija en una poza marrón a mi lado.
De esa masa deforme de barro salían una burbujas espesas que explotaban, salpicando tierra en todas las direcciones. Poco a poco se fueron formando un par de piernas, brazos y una cabeza. La imagen era repugnante, hasta que la persona de barro estuvo completa y quedó tumbada boca abajo en el suelo.
Esa figura se sacudió una última vez y después se levantó con una lentitud infernal. El barro seguía cayendo de su cuerpo, dando mejor forma a su cara y razgos. Lo reconocí de inmediato y los gritos de espanto de los enanos me confirmaron que no era un sueño.
—Conrad... —susurré entre lágrimas.
Ese fue el detonante para que mis alergias empeoraran y grité de dolor. Sentí como la piel se me rompía, dando paso a que salieran esas escamas negras cubiertas de sangre.
—Me duele mucho —atiné a decir nada más y volteé a ver a Conrad. Quería abrazarlo.
Tarek aprovechó el pánico de los enanos y me cargó para poder escapar. Conrad nos siguió, con una sonrisa en los labios y un andar tambaleante.
Mientras me retorcía del dolor fui viendo como dejábamos atrás Sort Skov para adentrarnos al bosque de nuevo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Tarek, sin dejar de correr.
—Si no lo pienso no me duele —dije con un hilo de voz y otra escama salió en mi cuello, provocando que lanzara un grito de dolor.
Las palabras que Tarek intercambiaba con Conrad eran tan lejanas. Apenas escuchaba el eco y mi respiración acelerada. Ese dolor me volvería loca, no lo soportaba, era una tortura.
Abrí los ojos de golpe cuando algo frío en mis brazos alivió por un momento el dolor. Me aferré más a Tarek mientras ponía hojas para calmar el escozor en mi piel.
—Relájate —susurró y pasó sus manos por mis brazos.
Respiré un poco más tranquila mientras esas escamas desaparecían lentamente y él seguía dejando hojas y ligeras caricias en mi piel.
—Estoy bien —mentí y quise apartarme, pero comencé a toser.
—Cuídala, iré por un poco de agua —Tarek se fue corriendo sin esperar una respuesta.
El sonido de los pájaros en los árboles me daba una paz casi absoluta. Hubiera caído muerta del sueño, pero necesitaba hablar con Conrad.
—¿Cómo es esto posible? Estás aquí, a mi lado...
—No hables mucho por favor.
Me acomodó mejor entre la maleza y puso más hojas desconocidas sobre mis brazos.
Todo, hasta su ropa, estaba hecho de barro. Era un milagro, no encontraba otra explicación.
—Te extrañé, no sabes cuanto te extrañé, tonto —dije antes de ponerme a llorar.
Su abrazo me hizo sentir mucho mejor y no me importó mancharme más de lodo, lloré tan fuerte como pude, soltando por fin esa culpa y tristeza que me atormentaba tras su muerte.
—Fuiste muy fuerte, Din. Escapaste del castillo de esa bestia.
—Jamás lo hubiera hecho sola. Tarek me ayudó —dije y me limpié la nariz—. Es un buen tipo.
Pensé por un momento en qué sería de mi vida si él no hubiera escapado de esa mazmorra.
—¿Me contarás qué pasa entre ustedes dos? —Movió las cejas de forma pícara y yo le di un golpe a su cara de barro.
—Nada —contesté nerviosa—, solo soy su aprendiz, me está enseñando un par de cosas sobre nuestro don.
—Lo que digas —Levantó ambas manos en señal de paz—. Eres mala mintiendo.
Me senté haciendo muecas de dolor e inspeccioné sus brazos de barro para ya no hablar de mi relación con Tarek. Tenía bien claro que solo éramos compañeros de viaje, nada más.
—Sigo sin creer que estés aquí, no entiendo cómo pasó.
—Su alma fue invocada y se unió a un cuerpo de barro. Es algo que solo los enanos pueden hacer.
La voz de Tarek me asustó, pero sonreí al ver que ya había regresado.
—¿La enana lo llamó? —pregunté asombrada.
—No lo sé. Según tenía entendido solo pueden invocar a otros enanos.
Acepté una hoja con un poco de agua y mientras bebía, me di cuenta de que su cabeza estaba llena de pequeñas espinas amarillas de los arbustos cercanos al río.
—¿Te sientes mejor? ¿Qué tal tus alergias? ¿Quieres más agua? —Se sentó a mi lado—. Conseguí una rata y estas frutas por si no te gusta.
Asentí y mi corazón latió mucho más rápido al ver que estaba preocupado.
—Gracias por todo, eres muy tierno —le devolví el cumplido y sonreí. Su cara de sorpresa era digna de una pintura.
Me perdí en sus ojos por un segundo, hasta que los ronquidos de Conrad me alertaron. Tenía la mala costumbre de dormir en cualquier lugar, ya lo había olvidado.
—Déjalo dormir, estamos a salvo por ahora.
—¿Los enanos no vendrán por nosotros?
—Ellos no son como sus parientes que viven en el bosque. Los enanos de barro jamás salen de Sort Skov, es una ley que tienen.
—Entonces supongo que por hoy podemos dormir tranquilos.
Para mi buena suerte, la picazón ya no era tan molesta y me senté al lado de Tarek para quitarle todas esas espinas del cabello.
—No te muevas o te dejaré calvo.
Su risa era contagiosa y me gustaba escucharlo. No era secreto que ahora reía más seguido.
—Recuerdo que me pasó lo mismo cuando era niño, mi madre no tenía paciencia y me cortó todo el pelo.
—Me pregunto cómo terminaste con el cabello lleno de estas espinas.
El silencio se hizo presente y dejé de quitarle las espinas. Me acomodé mejor cerca de él y se quedó un rato pensativo. Hablar de su familia debía ser algo muy difícil para él y aunque me hubiera gustado preguntarle mil cosas, esperaría hasta que él decidiera contarme.
—Vivía... vivía con mis padres en Ouran.
Me sobresalté por sus palabras y sonreí. Después de todo, él parecía que también se sentía a gusto conmigo. Me acosté mejor, dispuesta a escuchar sus historias con los ronquidos de Conrad como un leve murmullo.
—Éramos solo nosotros tres —continuó—, siempre supe que había algo extraño con nosotros. Ellos decidieron que lo mejor era contarme todo cuando fuera mayor. Se equivocaron y tuve que aprender muchas cosas solo, otras con la ayuda del abuelo. No sabes la cantidad de preguntas que tengo todavía.
Recordé que ese era el motivo por el cual me ayudaba. Alejé los tontos pensamientos que comenzaban a rondar por mi cabeza.
—Tal vez no querían asustarte.
—No, no les importaba. Había temporadas en las que desaparecían por días.
—¿Desaparecían?
—Existen días en el año donde nuestra parte animal nos domina, nos volvemos unas bestias. Yo me refugiaba en casa y ellos... bueno, digamos que intentaban darme un hermano cada vez que podían.
Sentí la cara roja y me aclaré un poco la garganta. Esa época se escuchaba... extraña, me preguntaba si a Tarek le sucedía lo mismo.
—No sabía que eso nos pasaba. Este don es muy extraño.
—Y existen muchas cosas más que nunca sabremos. Esos secretos murieron con ellos —dijo con amargura—. Una noche, un grupo de hombres usaron el cuerno y mis padres fueron presa fácil. A mi madre le cortaron las cuatro extremidades antes de decapitarla y mi padre murió por una flecha de las ballestas
Sus palabras me hicieron sentarme mejor y temblar del miedo. Él era solo un niño y contempló esa crueldad, él era solo un niño cuando quedó solo, en medio del bosque.
—Es horrible...
—Me obligué a memorizar los nombres de los responsables. Pronto descubrí que era un grupo de nobles liderados por Sorian Haltow y Simons Slorah.
No, mi padre no podía estar involucrado en tal acto. Él no era capaz de eso, era un buen hombre, justo y con honor. O al menos eso creía.
—Al crecer encontré el trabajo perfecto —siguió hablando—, mataba a los malnacidos que acabaron con mi familia e incluso recibía una paga por eso.
—Las personas que matabas... Todas pertenecían a la nobleza.
Comprendía ya el motivo por el que Seth lo había contratado.
—Sí, solo la familia real es un tanto escurridiza.
Me sentía avergonzada de todo lo que la corona hacía, de como personas buenas se convertian en auténticos asesinos por los traumas que esos nobles dejaban.
—¿No me odias? —pregunté con miedo.
Una pequeña sospecha se apoderó de mi mente. Tal vez solo me ayudaba para ganarse mi confianza y después usarme como rehén con mi tía. Era estúpido, pero aún no sabía si podía confiar por completo en él.
—¿Por qué lo haría?
—Mi familia te trajo sufrimiento, mi padre...
—Creo que ni habías nacido cuando eso sucedió. No tienes la culpa de todo lo que hizo tu padre. Además, tengo entendido que ya no formas parte de la realeza, ahora solo eres Ricitos, mi aprendiz.
Sentí la cara caliente por alguna extraña razón y mis alergias dejaron de molestar. Al pensar en todas las cosas por las que habíamos pasado, comprendí que tenía un amigo, una persona que me entendía mejor que nadie.
Me acosté cerca de él y suspiré aliviada, con una enorme felicidad. Lesya y mis padres estaban vivos, Conrad estaba a mi lado y Tarek... sin duda se había convertido en alguien muy importante para mí.
No supe en qué momento me quedé dormida y no recordaba la última vez que había descansado tan bien, sin pesadillas.
Me moví lanzando un bostezo y después abracé de nuevo a Tarek. Lo abracé... ¿Cómo demonios estábamos dormidos? ¿Por qué se sentía tan bien?
Fingí que seguía durmiendo cuando él se movió un poco. Todo su cuerpo se tensó al descubrir que me tenía abrazada.
Estaba casi segura que me apartaría enseguida, pero no lo hizo. Se quedó inmóvil, justo como estaba yo.
Una pequeña melodía comenzó a sonar. Era muy lejana y de pronto fue tan molesta que rompió la burbuja en la que estábamos.
—¿Escuchas eso?
Mis palabras tuvieron un efecto extraño en Tarek quien me soltó con rapidez y se alejó hasta que su espalda chocó contra el tronco de un árbol.
—No sé lo que es —Evitó verme y se puso de pie—. Debemos seguir o...
Ese molesto sonido se hizo más fuerte y mandó a Tarek al suelo. Sentí unas enormes ganas de vomitar y me recosté entre la tierra.
No era el cuerno, era más bien una flauta con un sonido muy agudo.
Busqué desesperada a Conrad para pedir su ayuda y mi sorpresa fue muy grande al encontrar solo una mancha de barro donde se suponía que estaba durmiendo.
Más adelante, sus huellas se perdían entre el sendero del bosque.
✨¡Gracias por leer!✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro