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29♔ • A Mi Lado

—¿Entonces si la atendió? Es una chica de cabello ondulado y...

—Sí, estoy segura. Vino con un hombre que decía ser su esposo. Había algo mal con ellos, no se comportaban como las parejas normales.

La mujer abrió un pequeño cajón y buscó algo entre todos los papeles.

—Aquí están las anotaciones que hice sobre la muchacha, espero le sirvan. Si me permite, tengo más personas que atender.

La curandera le dio el papel teñido con una caligrafía difícil de leer y regresó a la entrada del puesto. Woluc le agradeció y se dispuso a irse. Sin embargo, tropezó con unos frascos en el suelo y perdió el equilibrio. Dejó por un momento el papel en la esquina derecha de una mesa y, un tanto avergonzado, acomodó los frascos.

Una vez todo estuvo en su lugar, tomó el papel de la esquina izquierda de la mesa y salió corriendo para darle a Aura toda la información que había recolectado.

Para su buena suerte, la chica estaba esperando a Seth afuera de uno de los burdeles del pueblo. No pudo descifrar a qué se debía las muecas que ella hacía al escuchar el alboroto dentro. No le importó, ya estaba cansado de ella.

—Recibí las cartas de Fiorella y Allan Haltow, también las de los guardias que servían al antiguo confidente de Seth. —Woluc arrojó todos los papeles a los pies de Aura y después se quitó la insignia de su cuello—. Está sola en esto, no serviré más a ese hombre ni a la corona.

Dicho esto, el muchacho se perdió entre el sendero solo con un saco colgado en su espalda. Sabía bien el destino que le esperaba, pero prefería eso antes de seguir sirviendo a esos usurpadores.

Aura suspiró incrédula y recogió los papeles. Woluc siempre fue débil y ella lo supo desde el principio, no le sorprendía para nada esa decisión.

Leyó el primer papel, esperando encontrar registros de las guerras que Seth había ganado para la reina. Su expresión cambió conforme iba leyendo y sus ojos se llenaron de lágrimas. No, todo debía tratarse de una mentira. 

La envidia que sentía hacia Geraldine fue sustituida por un sentimiento de lástima. Comprendía ahora un poco lo que la llevó a escapar, aunque ella antes de huir, hubiera dado hasta la imposible para cambiar la forma de ser de su esposo.

***

Seth arrojó al suelo el cuerpo inerte de la mujer. ¿La había matado? La verdad no le importaba. Debía encontrar una forma de sacar toda esa ira que se apoderaba de su cuerpo y qué mejor manera que usar a las mujeres que tanto le rogaban por un poco de atención.

Las miradas de los criados y en especial la carta de la reina lo enfurecían a tal punto que deseaba matarlos con sus propias manos. Ante los ojos de todos, Geraldine se había entregado por voluntad propia al dragón. Él sabía que eso no era cierto.

Ella lo amaba, él le daba todos los lujos y comodidades que podía pedir una mujer. En cuanto a su vida conyugal, ella se mostraba un poco reacia a sus caricias y se quedaba como una muñeca sobre la cama. Eso no podía complacerlo más, era mejor tenerla así que rebelde y sin cooperar.

Le abrió las piernas con brusquedad a la mujer y esta lanzó un leve gemido. Nada le importó después, solo le tapó mejor la cara con el cabello ondulado y siguió con sus movimientos.

Unos golpes en la puerta interrumpieron su fantasía donde Geraldine era suya de nuevo y no tuvo más opción que regresar a la realidad.

La persona afuera no esperó una invitación para entrar, irrumpió como si de su propia casa se tratara. Eso enfureció a Seth y se separó un poco de la mujer para gritar que los dejaran solos.

—¡Largo!

—Usted no... no era lo que pensé. Asesinó a los padres de Geraldine —dijo la imperial que lo seguía a todas partes como un perro. Él ni siquiera sabía cómo se llamaba, lo único que recordaba era que no le había servido bien en la cama.

—Lo que haga para acabar con los problemas no es asunto tuyo.

—Ejecutó también a su guardia y respecto a su hermana... —Aura retrocedió un par de pasos— debe dejarla libre.

—Si Geraldine se entera de que encontré a esa ramera, regresará a mí.

Aura negó, recordando la carta de Fiorella Haltow. En ella detallaba el delicado estado de salud de Lesya Slorah, quien había sido separada de su pequeño hijo y llevada a la fuerza al castillo en Korbel.

—No puede seguir actuando como una bestia.

—¿A qué viene todo esto?

Seth se puso de pie y quedó desnudo frente a ella. No iba a permitir que una simple mujer le dijera que hacer y mucho menos que se involucrara en su matrimonio.

Aura retrocedió con miedo y pensó en cómo se sentiría dormir entre esos brazos por las noches, pero jamás se conformaría con ser un reemplazo. Seth debía superar a Geraldine, superar esa obsesión enfermiza que lo ataba a ella y justo tenía un plan para lograrlo.

—Geraldine estaba aquí, en Dwood. Visitó a una curandera.

—¿Qué?

—Lea los registros. —Le ofreció unas hojas y él se las arrebató con fuerza—. Serán padres.

Aura rió y arrugó el trozo de papel que había arrancado, donde la curandera detallaba a la mujer embarazada como una señora de unos treinta años, rubia y obesa.

Existía otro papel, el cual había escondido muy bien en su zapato. Era la copia de un pequeño texto que Sara Bernit le había dado. El dragón con el que Geraldine escapó no era un animal común. Al parecer era un prisionero de Seth, uno muy peligroso que tenía la capacidad de convertirse en hombre y era muy probable que fuera amante de ella.

Y esa criatura era la última pieza que necesitaba para su plan.

La solución a sus problemas no era que Geraldine muriera, eso solo le traería sufrimiento a Seth y lo llevaría a la locura. La verdadera solución era que Seth cambiara esa personalidad que tenía y, una vez fuera un hombre nuevo, le diría que el hijo que Geraldine esperaba no era de él. Eso mataría por completo todo sentimiento hacia esa tonta niña que no lo valoraba y cuando eso pasara, ella estaría para consolarlo. Su corazón sería solo para ella.

Mientras Aura fantaseaba con un futuro juntos, Seth no podía creer lo que leía. Un hijo... eso era justo lo que deseaba de Geraldine. El pequeño sería un varón, de eso estaba seguro y portaría con orgullo el apellido Haltow.

Aura vio la felicidad en el rostro de él y se apresuró a poner en marcha su plan.

—Si sigue así, jamás la verá de nuevo, mucho menos conocerá a su hijo. 

—Silencio...

Seth no podía pensar con claridad. No permitiría que nadie arruinara ese momento. Aunque lo imaginaba de otra forma, con la noticia saliendo de los labios de Geraldine.

—Ella escapó con ese dragón. Escapó porque usted la asustó. ¿Qué no ve que todo lo que hace está mal?

—¿Qué sugieres entonces que haga? —gritó Seth desesperado—. Es mi esposa, debía tomar medidas para que no se fuera de mi lado.

Esa era la única forma de tener su obediencia. No conocía otra manera, ella solo debía amarlo a él, vivir para él.

—Desde el principio hizo las cosas mal. Debe confiar en su esposa, debe tratarla como una igual.

—La traté como a una reina, mi reina —dijo sin comprender qué había hecho mal—. No quiero perderla. A ninguno de los dos.

Y era verdad. Estaba dispuesto a cambiar si era necesario, con tal de tener de nuevo a la mujer que amaba y a su hijo.

Aura sonrió y lo tomó de las manos. Había encontrado una perfecta motivación para obligarlo a cambiar y, a este paso, pronto tendría un hombre nuevo, alguien perfecto a quien amar.

✨¡Gracias por leer!✨

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