27♔ • Beso
—¿Qué haces, estúpida?
Su esposo la volvió a patear y la tomó del cabello con tanta fuerza, que varios mechones rojos con sangre quedaron en sus dedos.
Yo seguía en el suelo, con el pecho de Tarek rozando el mío. Estaba loco, no comprendía porqué no me dejaba libre. Quería intervenir y ayudar a la pobre mujer. Tal era mi lucha por ir con ella que no me di cuenta del peligro hasta que la mujer gritó de nuevo.
El cuerpo de Tarek recibió la mayoría de piedras y escombros que salieron volando por una repentina ventisca. Tosí un par de veces y, aún con Tarek encima, pude ver la extraña escena.
Parpadeé un par de veces, escuchando sus gritos de dolor. Ocho tentáculos salieron de la falda de la mujer y atravesaron el cuerpo de su esposo. Lo alzaron con tal velocidad, que el cuerpo del hombre quedó estampado contra la pared de una casa.
Tarek y yo nos quedamos mudos y puse mis manos temblorosas sobre su pecho. Una enorme mancha de sangre quedó como recuerdo en esa pared y el hombre, ya sin vida, se desplomó boca abajo en el suelo.
Los tentáculos se movían por el aire, envueltos en un líquido viscoso amarillento con restos de sangre. A las demás personas no pareció asombrarles que la mujer tuviera tentáculos, es más, se mostraron preocupados y se acercaron a ella. Fue solo cuestión de tiempo para que una pequeña multitud la rodeara.
Tarek me ayudó a sentarme y sacudió un poco mi cabello, quitando los restos de tierra. Su brazo en mi cintura impidió que me acercara a ella.
—¿Qué te pasa? Quiero ver si está bien.
—No es buena idea...
La mujer se puso de pie y lanzó otro grito. La mirada en sus ojos no era normal, nada en ella lo era. Levantó su brazo con lentitud y uno de sus tentáculos atravesó el pecho de un curioso que se acercó a la escena. El joven, perplejo, cayó al suelo en medio de una poza de su misma sangre. Sus ojos quedaron abiertos y el tentáculo se deslizó hasta salir por su boca.
Eso bastó para desatar el caos en toda la plaza.
Apenas pude tomar el borde del abrigo de Tarek y comenzamos a correr. No podía apartar la mirada de esa mujer, de cómo los tentáculos buscaban como locos otra presa.
—¡Está demasiado cerca! —grité y decidí que lo mejor era prestar atención a mi camino—. ¡Tú puedes detenerla!
Era inútil, a este paso, él no se convertiría en dragón, no con todas las personas que seguían saliendo de sus casas.
En medio de nuestro intento por escapar, alguien me empujó y solté el abrigo de Tarek. Grité para que no me dejara sola, pero la multitud nos separó y yo me quedé muy atrás. La tierra mojada en el suelo no ayudaba en nada a mi intento desesperado por correr más rápido y en lugar de eso, terminé de cara contra el lodo.
Los lamentos de la mujer se hicieron más fuertes que nunca y me quité la tierra de la cara, quedando frente a una cabellera roja y una mirada azul perdida.
—No... No me hagas daño —supliqué desesperada y cubrí mi cara con mis brazos.
A lo lejos escuché la voz de Tarek. Sabía bien que era mi imaginación, probablemente él ya estaba seguro en la choza.
La mujer levantó uno de sus tentáculos y rodeó mi pierna derecha. Grité de dolor y le tiré en la cara una piedra con lodo. Eso pareció dolerle y retrocedió un poco. Busqué desesperada otra cosa con la que defenderme, pero mis dedos solo se encontraban con el lodo y restos de fruta y porquería que la gente tiraba en el mercado.
De pronto, ella pareció perder el interés en mí y se lanzó sobre un gran trozo de carne que alguien había tirado cerca de nosotras.
—¡Geraldine!
Esa voz, sin duda era Tarek.
Levanté mi mano temblorosa y sentí como me cargaban. No me di cuenta en que momento me aferré tanto a él, al punto de abrazarlo. A él no pareció importarle y, con un suspiro, pasó lentamente su mano por mi cabello.
Sus ojos se encontraron con los míos y, por alguna extraña razón, no lo aparté. Me quedé contemplando ese hermoso brillo, hasta que se acercó más y nuestras respiraciones se mezclaron.
Vio mis labios por un momento y se separó de mí con rapidez.
—Debemos irnos —susurró— antes de que esos enanos...
Muy tarde, en un parpadeo ya estábamos rodeados de unos enanos con armaduras de barro. Más bien parecían muñecos qué controlaba la única enana de carne y hueso. Llevaba una armadura dorada con una enorme piedra verde en el pecho de la que emanaba una luz cegadora.
Ese pequeño ejército obtuvo mi atención y traté de olvidar el extraño acercamiento que tuve con Tarek.
Los enanos de barro se lanzaron sobre la mujer pelirroja quién no paraba de llorar al mismo tiempo que sus tentáculos desaparecían debajo de su falda.
Cuando ella se calmó un poco, los enanos la subieron a un carruaje y se la llevaron. Su cabello rojo, los ojos azules llenos de lágrimas, su boca manchada de la sangre del trozo de carne que Tarek había usado para distraerla...
—¿Qué pasará con ella? —pregunté mientras apretaba mi brazo con fuerza.
—Cualquier persona que sea enemiga de la reina Lara puede vivir aquí, pero sin alterar la paz ni seguir con los ideales de Holmia. Esos enanos se encargan de hacer justicia, después de todo son sus tierras.
—¿La encarcelarán?
—No lo sé. Son sabios, así que no te preocupes por ella. Ahora, lo importante es conseguir tus medicinas e ir a dormir, muero del cansancio.
—Yo... yo también.
Lo tomé del brazo y nos apartamos de la sangrienta escena. Limpié un poco mi cara y mi vestido lleno de lodo. Los gritos de la mujer aún hacían eco en mi cabeza, pero más los ojos de Tarek y esa actitud desesperada que sustituyó su semblante desinteresado de siempre. ¿Se había preocupado por mí?
—Debemos caminar un poco más rápido, a este paso jamás compraremos tus medicinas.
—Sí, sobre eso... —Me separé un poco y le enseñé mi brazo. Estaba repleto de unas ligeras manchas y tanto las ronchas como las escamas ya no estaban—. Creo que desaparecen cuando... cuando te toco.
Por alguna razón sentí la cara un poco roja, pero no debía ponerme así ni sentir vergüenza al decirlo, todo se debía a ese vínculo que compartíamos, nada más.
—Vaya, eso es nuevo —respondió y pasó sus dedos por mi brazo, provocándome un escalofrío—. Significa que podemos ir a dormir. Eso sí, mañana saldremos a conseguir tu medicina.
Asentí un poco avergonzada y me abracé a mí misma por el repentino aire frío de la noche. De ahora en adelante, no volvería a salir cuando el sol se ocultara.
—¿Por qué hace tanto frío? —pregunté y puse mis manos en mis mejillas.
—El aire de las tierras nevadas viene de muchas direcciones, por eso siempre es bueno traer un abrigo.
Perfecto. ¿Cómo iba a saberlo? Quedaban un buen tramo de sendero y a este paso quedaría congelada a mitad del camino.
Mis quejas cesaron de un momento a otro. Tarek me puso su abrigo en los hombros y siguió caminando como si nada.
Olía raro. Era una mezcla extraña de hierbas y unos dulces que vendía la misma mujer de los panes de miel. Al meter la mano en uno de los bolsillos, encontré muchos de esos dulces y algunos tenían hormigas.
—Creo que tu abrigo me está dando otra alergia —dije y me tapé mejor.
—¿De verdad? Dámelo entonces.
Me alejé con rapidez cuando estuvo a punto de quitármelo.
—No, está calentito, creo que puedo soportar el olor.
Entre empujones y bromas regresamos a la choza. Eso me sirvió para olvidar que casi moría a manos de esa pelirroja con tentáculos.
—¿De dónde sacaste ese trozo de carne qué le tiraste a la mujer?
—Lo robé de un puesto.
—¿Estabas desesperado por salvarme? —Me llevé la mano al pecho y sonreí.
No contestó, solo abrió la puerta de la choza y me dejó pasar primero. Yo no solía bromear, pero ver su cara de fastidio era muy gracioso.
Le agradecí burlona y antes de entrar, la sombra de Brianna detrás de unos árboles me asustó. Dejó caer con fuerza la cubeta llena de agua que llevaba y se alejó, lanzando maldiciones. Me puse a pensar en que, de ahora en adelante, tendría mucho cuidado con ella.
***
Estaba en el puesto de los mantos de la abuela, muy perdida como para darme cuenta de que no vendía nada.
Mis pensamientos estaban puestos en esas visiones en el fuego. La noche anterior, le había rogado a Tarek para volver a verlas, aún seguía un poco asustada por esa mujer con tentáculos y esa fue la mejor manera de olvidar que casi me mataba.
Está vez, el fuego de colores nos mostró a una mujer rubia con el cabello corto, corriendo por el bosque con la compañía de un enano. Este último era de lo más peculiar, con su cabello verde y una habilidad impresionante para trepar por los árboles. Sin duda, lo que más me llamó la atención, fue la inmensa cantidad de dragones que los seguían, de todos tamaños y colores.
—Ricitos, ¿todo bien?
Eso bastó para darme cuenta de que Tarek estaba parado frente a mí. Él era el único en el puesto.
—La verdad no —dije aburrida, olvidando por un rato aquella visión—. No quiero seguir bordando con la abuela.
—¿Por qué? Creí que te gustaba.
Y la verdad era que sí, me gustaba bordar. Sin embargo, debía aceptar que no tenía futuro en eso.
—No he vendido ni uno. Lo único que hago es desperdiciar material.
—A mí me gustan —Tomó uno del puesto y lo examinó. Eligió uno que tenía pájaros y el cuál me había resultado un poco difícil por las alas—. Tienes talento.
Solo lo decía para que me sintiera mejor y de cierta forma lo logró.
—¿A qué se debe que tenga el honor de tu visita a mi humilde puesto? Qué yo sepa nuestro entrenamiento es en la tarde.
—Lo sé. —Se recostó cerca de mí—. Venía a decirte que tengo otro encargo. Descuida, estaré de regreso en la tarde.
—¿Es muy lejos?
—Es en Dirach.
Intenté esconder mi cara de confusión. No conocía ningún lugar con ese nombre. Bueno, no conocía muchos lugares. Era pésima para ubicarme y apenas recordaba la capital.
—No tienes ni idea de lo que te hablo, ¿verdad? No está lejos, te llevaré algún día.
Estuvo a punto de decir algo más, pero cambió de opinión y se marchó con su andar despreocupado. No aparté los ojos de él hasta que desapareció en la multitud.
El resto de la mañana la pasé ofreciendo mis mantos a toda persona que se acercara al puesto y no tuve suerte. La única mujer que se interesó en uno, me ofrecía menos de la tercera parte de lo que costaba y no tuve más opción que aceptar esas monedas. Perfecto, oficialmente era un fracaso.
Sentí una pequeña esperanza cuando alguien se detuvo y tosió un par de veces. Peiné mi cabello rápidamente y me di la vuelta para comenzar a ofrecer.
La ilusión se esfumó cuando reconocí las arrugas y el pelo canoso.
—Hola, mi niña. ¿Cómo te va? —preguntó la abuela con una sonrisa.
—Fatal, vendí solo uno—intenté no sonar tan pesada, ella no tenía la culpa de mi fracaso.
Tarek de seguro se burlaría y me diría que la solución era que fuera a limpiar el establo, el único trabajo en el que tal vez me iría bien.
—Intentaremos con otros diseños...
—¿Puede cuidar el puesto? Iré a comprar un pan de miel.
La abuela asintió y yo me alejé, contando las dos monedas que tenía. No podía evitarlo, necesitaba algo dulce aunque fuera una estupidez desperdiciar esas monedas en un capricho.
Compré un pan pequeño, ya que era para el único que me alcanzaba y regresé desganada a mi puesto. El dulzor sirvió un poco para cambiar mi humor.
—¡Mi niña, vendiste todos!
—¡¿Qué?! —grité y escupí un pedazo de mi pan.
Corrí lo más rápido que pude y la ancianita me dio un saco lleno de monedas. El puesto estaba vacío, no quedaba ni un solo manto.
—¡La gente se juntó cómo loca y los compraron todos! —le costaba hablar tan rápido—. Puedes irte por hoy, aunque mañana te quiero muy temprano para seguir bordando.
Asentí temblorosa y le pagué por el material que me había dado para hacer los mantos. Cuando la convencí de aceptar las monedas, me fui corriendo a la choza.
En el camino, me pareció ver a Tarek y apresuré el paso para alcanzarlo. Sus zapatos estaban llenos de tierra, al igual que toda su ropa. Pese al cansancio, me pareció ver una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Cómo te fue con el encargo? —pregunté emocionada, lista para presumir todo lo que había ganado.
—Mal, el maldito se escapó y no gané nada de dinero. ¿Cómo te fue a ti?
¿Era una broma? Tarek nunca fallaba. Siempre traía su saco de monedas, era un experto para realizar esos encargos.
Dejé a un lado esos pensamientos, lo importante era que hoy teníamos dinero y podíamos comer una cena decente.
—¡Mira todo lo que gané! —Le enseñé la bolsa y comencé a saltar por la emoción—. Jamás había ganado mi propio dinero y... me hace falta el aire.
—Te dije que pronto los venderías. Tienes talento, solo no te rindas.
Por primera vez quise hacer algo: darle un abrazo. Él nunca pareció perder la fe en mí y no sabía cómo agradecerle por todo.
—¡Vamos a comer, yo invito!
—Sabes que amo la comida y más si es gratis —Me dio un saco que pesaba un poco y en el que supuse estaban mis medicinas y mis vendas—. Andando, muero de hambre.
Lo seguí casi saltando y, ya en el comedor, no dude en pedir cuanta comida pude para ambos, tenía mucha hambre y Tarek era un buen compañero si de comer se trataba.
A diferencia de él, yo no conté mis monedas, eran mi tesoro. Después, las costillas de cerdo que pusieron sobre nuestra mesa robaron toda mi atención. Comenzamos a comer como dos muertos de hambre, con el único ruido de las personas en las otras mesas.
El lugar estaba repleto de familias y no me pareció molesto el ruido como cosa rara. Entre toda la gente, un pequeño niño llamó nuestra atención, su risa era contagiosa y bailaba sin parar, causando las carcajadas de sus padres.
Tarek lo vio con tristeza y sonrió por un momento. De cierta forma me sentí mal por él, sabía lo que había hecho Sara con el hijo que ambos esperaban. Pensé por un momento en lo diferente que él era antes y deseé regresar en el tiempo para evitar todo eso.
—Ella mintió, no esperaba ningún bebé.
—¿Qué?
No dije nada más y moví mis piernas por debajo de la mesa, dándole una patada sin querer. ¿Podía leer mis pensamientos?
—Supuse que verías algo así —dijo relajado, eso me hizo creer que ocultaba algo mucho más siniestro—. Es normal ver recuerdos de la otra persona cuando...
—¿Viste los míos también? —le pregunté horrorizada y dejé a un lado unas papas que estaba comiendo.
Asintió como si nada y se metió una costilla de cerdo a la boca. Yo perdí la poca calma que tenía y me puse de pie, haciendo un gran ruido en la mesa.
No, no era posible. Me daban ganas de vomitar al pensar en que vio lo que Seth me hacía cada noche, las veces en las que me golpeaba y amarraba a la cama y como marcaba mi piel con sus sucias manos...
—Vi la ejecución de tu guardia.
Dejé salir todo el aire de mi boca y me desplomé sobre la silla. Comprendí entonces que los recuerdos debían ser aquello que causaba más dolor o culpa.
—Era inocente —susurré—. El maldito lo mató solo porque pensó que era mi amante. Es ridículo, Conrad era como mi hermano.
—Algo así vi en tu recuerdo. Sentí tu dolor.
Sonreí con tristeza. Tarek me entendía, él sabía perfectamente lo que era perder a un compañero a manos de Seth.
—Lo quería más que a mis hermanos. Él estuvo conmigo incluso cuando mi padre me corrió del castillo después de que le bajara los pantalones a mi primo
—¿Qué? —se lanzó una carcajada que se esforzó por disimular.
Me acomodé mejor, dispuesta a contarle las travesuras que hacía de pequeña, siempre con la compañía y regaños de Conrad. Para mi mala suerte, Cian apareció con un semblante enojado e interrumpió nuestra conversación.
—Tarek, te llaman. Es urgente.
Él lo pensó por un momento, pero al final terminó pidiendo una disculpa por dejarme a mitad de la comida y se fue a ver qué necesitaba la abuela. Yo quise ir también, sin embargo, Cian me lo impidió y se sentó a mi lado.
—¿Crees en el amor a primera vista? —preguntó, moviendo sus cejas rojas.
Eso me molestó y me tomó por sorpresa. Tenía bien en claro que el amor no existía. Ninguna pareja que conociera estaba junta por amor. La mayoría de hombres eran unos estúpidos que solo usaban a las mujeres para su placer y para procrear hijos.
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque estoy enamorado.
—Qué bien por ti...
Se acercó tan rápido que no pude hacer nada para evitarlo. Sus labios rozaron los míos y solté el trozo de pan que tenía en la mano.
No permití que siguiera por más tiempo. Empujé a Cian con fuerza mientras sentía una mirada amarilla puesta en nosotros.
💛¡Gracias por leer!💛
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