17♔ • La Chica Del Arco
—¿Eso fue un gruñido? —preguntó una joven que sostenía un arco verde como si su vida dependiera de ello.
—No, yo no escuche nada. Ahora le ruego que se vaya del castillo.
—Soy parte de la guardia imperial de la reina y exijo ver al duque de Korbel—. La joven hizo un esfuerzo para que su voz no se escuchara con miedo. Era su primera misión sola y quería probar que servía para algo.
—Como le repito, no es buen momento y le ruego que...
—¡Nos ataca! ¡Nos ataca un dragón! —gritó uno de los guardias y pasó corriendo con una ballesta en su mano que apuntaba a la dirección incorrecta.
Ella empujó a los guardias y subió por las escaleras que conducían a un pasillo con un sinfín de habitaciones. Le llamó la atención la alfombra roja en el suelo, con acabados dorados y los innumerables retratos de hombres en las paredes. Todos tenían en común el cabello rubio y esa mirada de grandeza, imposible de pasar en alto y uno en especial captó su atención. El retrato era bellísimo y pertenecía a un hombre no mayor de treinta años, con barba y cabello rubio. Podía notar la dureza en esos ojos azules y sintió una extraña presión en su pecho. La persona que había pintado eso en verdad tenía talento, era imposible que existiera un hombre tan perfecto.
—¡Avisen al resto del castillo! ¡El señor Seth está en la habitación del fuego!
Seth, Seth Haltow se llamaba el nuevo duque de Korbel. Eso sirvió para que ella saliera de esa ensoñación producto del retrato y siguió corriendo hasta llegar a otro pasillo lleno de humo. Casi no podía ver, pero se adentró con pasos decididos y con su arco y flecha en mano.
Quedó frente a una bestia negra, cuyas escamas relucían con la luz de la luna. Era mucho más grande que cualquier animal que conociera y en extremo horroroso, en especial por esos cuernos y garras que no eran normales. Quizá su mente aún no asimilaba contra que se enfrentaba, quizá seguía muy absorta en aquel retrato. Con torpeza comenzó a buscar sus armas en el suelo, sin apartar la mirada de la llama en el pecho del dragón. Ese sería el blanco para su flecha. Sin embargo, cuando inspeccionó el suelo para tomar el arco que no encontraba, quedó cara a cara con un hombre inconsciente.
Poco importó el fuego y la bestia que partía huesos no muy lejos de ella. Sin duda era el hombre del retrato y si no lo sacaba de entre las llamas, este moriría. No hizo por buscar el arco, en vez de eso se tumbó en el suelo con cuidado de que el dragón no la viera. Estiró su mano lo más que pudo hasta que sus dedos rozaron el zapato del hombre y tuvo que hacer demasiada fuerza para alcanzar su tobillo y tirar de él.
Fue cuestión de segundos para que el piso de la habitación sucumbiera ante las llamas y ella protegió con su cuerpo al hombre inconsciente. Entre los escombros que caían y antes de alejarse por completo, vio a una mujer de cabello negro alborotado, que trataba de buscar refugio en un rincón. Aunque quiso, ya no pudo ayudarla y la dejó en manos de la docena de guardias que entraron para matar al dragón.
—¡Seth! —gritó una mujer rubia y se acercó corriendo—. ¿Qué fue lo que sucedió?
La mujer rubia temblaba y por su fino vestido rojo, supo que era alguien importante en el castillo, tal vez la esposa del hombre que descansaba en su regazo.
—Un dragón irrumpió en la habitación y quemó todo a su paso —Aún le costaba trabajo creerlo—. Llegué a tiempo y pude sacarlo antes de que el fuego se expandiera.
—Se lo agradezco mucho —La mujer rubia se lanzó sobre ella y la abrazó por un momento, después intentó sentar a Seth en lo que se venía la ayuda—. Disculpe la pregunta, pero, ¿Quién es usted?
—Soy Aura, formo parte de los Halcones Imperiales de la reina.
—Impresionante, le debo mucho, acaba de salvar la vida de mi hermano.
Seth se sacudió un poco y tomó con fuerza la mano de Aura en un acto inconsciente. Ella sintió una electricidad que la recorrió desde los dedos hasta sus pies. Por alguna extraña razón, no quería soltarlo.
Los mechones de cabello dorado de Seth cayeron desordenadamente sobre la tabla que habían llevado para cargarlo y Aura no pudo evitar ver esa cara tan perfecta.
—Está tratando de decir algo —dijo la mujer rubia.
Y en efecto, Seth murmuró un nombre:
—Geraldine.
—¿Geraldine sigue en la habitación?
—¿Quién es ella? —intervino Aura con un mal presentimiento.
—Es su esposa, iré a alertar a los guardias —La mujer rubia no perdió más el tiempo y se perdió en la nube de humo de regreso a la habitación del fuego.
Aura se quedó en una esquina mientras trataban las heridas de Seth. Le pareció aún más bello al imaginar que había quedado así de herido al tratar de defender a su esposa del dragón. Por sus músculos se notaba que era un hombre fuerte, capaz de dejarlo todo en la batalla. Era alguien a quien, sin duda, valía la pena conocer.
—¡Aura! ¡Por fin la encuentro! —gritó un joven delgado y muy bajito, era su aprendiz en este viaje—, llevo buscándola mucho tiempo. ¡Por los Dioses! ¿Es el señor del castillo? ¿Qué le pasó?
—No es nada, Woluc. Quiero que escribas la carta diaria a la reina.
El joven se apresuró a sacar un pergamino con pluma y tintero y se lanzó al suelo para tener un respaldo en donde escribir.
—Apunta: tras el ataque de un dragón al castillo, el duque Seth Haltow quedó gravemente herido al intentar salvar a su esposa. El escuadrón seis se quedará un par de semanas más en Korbel hasta acabar con la amenaza de los dragones.
—Va muy rápido...
—Eso es todo, incluye palabras bonitas y halagos a la reina tal y como te lo enseñé y manda la carta.
—No quiero contradecirla, pero nuestro trabajo solo era escoltar el cofre de oro al castillo y dárselo al duque. La reina se enojará si tardamos más de lo previsto.
—Bueno, pues nos iremos cuando el duque despierte y logre intercambiar unas palabras con él.
Aura se acercó de nuevo a Seth y sonrió. Tal vez el destino le ponía en el camino otro hombre con el cual podría olvidar aquella tragedia.
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