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16♔ • Dragón

—Tengo una sorpresa para ti.

Me mantuve en silencio y tiré de mi cabello con mis dedos temblorosos. Intentaba con todas mis fuerzas no ver hacia el armario. Ese hombre era mi única esperanza, ese bandido podía matar a Seth. Con su ayuda sería libre.

—¿Pasa algo? Espera, espera, no me importa. —Caminó tambaleándose hasta la cama y me mostró un par de esposas con una cadena.

No era posible, había descubierto todo. Él ya sabía que el intruso había escapado. Ambos estábamos muertos.

—¿Qué es eso? —pregunté para ganar tiempo mientras esperaba que aquel hombre saltara sobre él y acabara con Seth de una vez por todas.

—Es algo con lo que nos darás un poco de diversión —dijo una voz desconocida.

Cuatro hombres más entraron a la habitación, siguiendo a Seth como unos perros. No era difícil saber que estaban borrachos y, por sus miradas lujuriosas, supe que nada bueno iba a salir de esto.

El hombre más robusto se recostó sobre la puerta del armario, tapando por completo la posible salida de mi único aliado. Al final tuve que aceptar que no podía esperar nada de él, eran cinco contra uno y estaba segura de que no iba a arriesgarse hasta que Seth estuviera solo y en clara desventaja.

—Basta, esto no es gracioso —dije ya cansada de las risas y de las señas obscenas que hacían los otros hombres.

—No regreses a tu actitud altanera. Creí que ya habías superado esa etapa —dijo Seth entre risas.

—Deja ya de parloteos y empieza —gritó otro.

Seth se lanzó sobre mí y me tumbó en la cama. Su boca se apoderó de la mía mientras yo intentaba patalear y escapar a toda costa. Creía que ya me había acostumbrado a sus asaltos en la noche, pensaba que podía fingir que estaba en otro lado, pero con esos hombres viéndonos me era imposible. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y no pude seguir conteniendo la rabia e impotencia acumuladas.

Venganza, ya no tienes nada que perder.

Ese intruso tenía razón, debía pelear, lo haría por Lesya, por mis padres, por Conrad...

Entonces mordí en el labio a Seth tan fuerte como pude hasta que este gritó y se apartó por fin de mí.

—Ah, idiota. No sabes ni controlar a tu mujer.

Los dos hombres que estaban más alejados se abalanzaron sobre mí y me pegaron al colchón de la cama. La saliva de uno salpicó en mi cara y la desesperación se apoderó por completo de mí al ver que sus intenciones eran encadenarme al cabecero de madera.

—¡Seth, detén esto!

Pude zafarme lo suficiente como para ver que el miserable estaba inconsciente debido a la borrachera. Me había dejado a merced de esos cuatro malditos.

—Calla, ramera. Abre las piernas así como las abriste con aquel guardia.

Sus risas me daban ganas de vomitar y solo aumentaban mis gritos y llanto desenfrenado. No, no podía pasarme esto. El hombre más grande puso la mano en el escote de mi vestido y cuando iba a romperlo de un tirón, una ráfaga de fuego envolvió a sus cómplices. Gracias a la sorpresa del momento, le di una patada en medio de las piernas y conseguí quitármelo de encima.

Dos de los hombres se estaban quemando vivos debido a las llamas y el tercero corrió directo a la puerta para pedir ayuda. No lo logró. Una criatura enorme salió del armario y se lanzó sobre él. Arrancó la mitad del cuerpo del hombre y la tiró cerca de los dos cadáveres que seguían ardiendo.

¿Esa criatura gigantesca qué escupía fuego y partía los huesos con tanta facilidad era el intruso? No, no podía ser posible.

—¡Un dragón! ¡Nos ataca un dra...

Tuve que bajar de la cama y tirarme al suelo para no ser golpeada por la cola del animal. Las púas se ensartaron en el cuerpo del último amigo de Seth que quedaba en pie y después, con una fuerza desmesurada, lo lanzó contra el suelo, provocando un estruendo espantoso. Lo que quedaba del cuerpo, pasó de largo, llevándose la madera y la alfombra del suelo hasta caer a la planta baja.

En medio del alboroto, un cuerno sonó por todo el castillo y solo fue cuestión de tiempo para que estuviéramos rodeados de guardias.

Al dragón pareció afectarle, ya que cayó desde el techo y comenzó a moverse frenéticamente. Era muy grande, por lo que sus extremidades destruían todo a su paso y sus alas, que no había desplegado por completo, cortaban como cuchillas todo a su paso. No me llevó mucho tiempo llegar a la conclusión de que estaba sufriendo debido al sonido de ese cuerno, sus movimientos se hacían cada vez más lentos y se iba paralizando, como los dragoncillos en mi escapada por el bosque aquella vez.

—¡Qué no escape! ¡Corten su cola y después las alas!

No, no iba a permitirlo. Dentro de todo me había salvado. Así que corrí directo al guardia que seguía soplando el cuerno sin parar y le di un golpe en la cara con un trozo de madera que había en el suelo. Eso bastó para que soltara el cuerno con uno de sus dientes incluido. Varias gotas de sangre cayeron al piso y solo así fui consciente de lo que había hecho. Esas no eran actitudes de una dama, no debía intervenir en la pelea, buscar refugio era lo más indicado. Todos los regaños y castigos por mi desobediencia vinieron a mi cabeza, en especial los de Seth.

Bien, le sumaría otro más a la lista.

Como pude, comencé una persecución con el resto de los guardias para recuperar el cuerno, pero este seguía resbalándose con facilidad gracias a la sangre. Me estiré lo más que pude para evitar que cayera en las llamas, sin embargo, me fue imposible.

Aun así, mi propósito estaba hecho y el sonido de los vidrios de la ventana me lo confirmó. El dragón había escapado.

—Perra, me encargaré que te cuelguen por alta traición —escupió un guardia que tenía una enorme cicatriz en la cara.

Me tomó del cabello y trató de sacarnos a ambos del fuego. Entonces me di cuenta de que Seth no estaba por ninguna parte. ¿Lo había matado el dragón junto a sus otros amigos? No había ni rastros de él. Reí con algo de miedo, después de todo por fin una cosa había salido bien.

Más guardias entraron, desesperados por controlar el fuego y que este no se extendiera por todo el castillo. Sus miradas de confusión y actitudes torpes dejaban bien en claro que aún no creían que un dragón estuviera atacando el castillo. No les puse más atención y me concentré en las imponentes llamas que aún consumían los cuerpos de esos bastardos.

—Mátala ahora —dijo el guardia de la cicatriz—, le diremos a la reina que murió junto al señor Seth en el incendio.

Esas palabras bastaron para que saliera del pequeño hechizo de las llamas. Chillé y quise arañar al hombre cuando me tomó del cabello, pero el maldito solo rio y agarró con fuerza su espada. La acercó con diversión a mi cara y me hizo un corte en la mejilla derecha. Cuando estuvo satisfecho, llevé mis manos temblorosas al lugar y mis dedos resbalaron con la sangre.

—Acostumbro a hacerles la misma marca que tengo en la cara a todos a los que mato. Ahora sí, seré clemente contigo.

Cerré los ojos, esperando el golpe mortal que nunca llegó. En su lugar, el sonido de un aleteo provocó los gritos de todos y poco les importó ya detener el fuego, salieron corriendo totalmente asustados. Huyeron todos, menos el hombre que me tenía agarrada de los cabellos y unos cuantos guardias más.

—Así que son reales —dijo el guardia y me soltó con brusquedad.

Los hombres corrieron para atacar al dragón, sin embargo, algo estaba mal. La bestia ya no se movía con la destreza de antes y por más que abría la boca, no salía fuego. Estaba cansado y a este paso no sería rival para todos esos hombres.

—¡Geraldine, ven para acá! ¡Aléjate del fuego! —Fiorella se encontraba en el pasillo y me hacía señas para que corriera a ponerme a salvo junto con ella.

La ignoré. Tenían rodeado al dragón y ya casi no se movía. El maldito de la cicatriz trataba de subirse sobre su espalda para cortarle la cabeza.

Entonces corrí de regreso al fuego sin pensarlo mucho. Ya un poco cerca de ellos hice lo único que se me ocurrió para tener su atención:

—¡Cuidado! ¡Hay más dragones arriba!

Los hombres alzaron la vista y se distrajeron el tiempo suficiente para que el dragón se moviera una última vez y lanzara a los guardias lejos con todo y armas. El enorme animal se dio la vuelta, dispuesto a salir volando por el agujero que antes era mi ventana. De un momento a otro, pareció cambiar de opinión y sus ojos hicieron contacto con los míos.

—¡Geraldine! ¿Qué haces? ¡Es peligroso, ven acá ahora! —gritaba Fiorella desesperada, mientras Allan las sostenía con fuerza.

Las quejas de los guardias se comenzaron a escuchar, indicando que ya se estaban poniendo de pie para regresar a atacar al dragón. ¿Qué esperaba? ¿Por qué no se iba volando?

Ya no pude verlos más. El hombre de la cicatriz se levantó furioso y corrió con espada en mano directo a mí. Retrocedí unos cuantos pasos hasta quedar casi pegada al dragón. Sentía mucho más miedo de ese hombre que de la gigantesca criatura que gruñía a mis espaldas. Contra todo lo que esperaba, unas garras se cerraron alrededor de mi cintura y me apretaron con fuerza. Mis pies ya no tocaban el suelo y lancé un grito cuando el animal se elevó con torpeza. Quedé cara a cara con las escamas de su pecho, eran de color negro, tan brillantes que hipnotizaban. Algo cálido palpitaba en su interior, resguardado por ese centenar de escamas, y supe de inmediato que era su corazón.

—Voy a matarte, voy a despellejarte y tendré tu cabeza como trofeo —gritó el hombre de la cicatriz.

Nos elevamos todavía más y un gruñido me hizo levantar la cabeza para verlo. Si no nos habíamos ido era porque el dragón esperaba que, aunque sea un poco de fuego, saliera de su boca. Al no conseguirlo y al ver que más guardias llegaban con ballestas, el aleteo se hizo más fuerte y sentí que iba a vomitar.

La velocidad con la que volaba y la altura a la que íbamos me hizo aferrarme más a él. Solo entonces fui consciente de que estaba en el aire y de que prácticamente me había entregado al dragón.

¿Me comería? ¿Sería su banquete?

Por mis pensamientos de pánico me fue imposible darme cuenta de que perdíamos altura y cuando lo hice ya fue demasiado tarde. Ambos caímos en las copas de unos árboles en el bosque, no muy lejos del castillo. Las ramas arañaron mis brazos y sobre todo mis piernas, pero sin duda quien se llevó la peor parte fue él. Pasó de largo directo al suelo debido a su peso, en cambio, yo me quedé enganchada a una de las ramas más gruesas de un viejo pino.

Valiéndome de mis viejas habilidades para trepar, logré arrancar la tela de mi vestido que se había quedado atorada entre las ramas. Una vez hecho esto, fue más fácil bajar hasta que estuve no muy lejos de la maleza. Sin perder tiempo, puse mis pies sobre un cúmulo de lodo y hojas que estaban en el suelo y respiré bien por fin.

La herida de mi cara ardía y preferí no tocarla con mis manos sucias, así que decidí que era mejor buscar al dragón. Desconocía su estado y si alguna rama lo había lastimado de gravedad. Mi sorpresa fue grande al comprobar que había desaparecido. Era imposible, una criatura de ese tamaño no se podía perder de vista tan fácilmente y en especial porque era negro, se distinguía con facilidad en el bosque. El sonido de sus pasos, sus gruñidos, el aleteo estruendoso de sus alas... algo tuvo que alertarme de que ya se había ido.

No muy lejos del pino donde yo había caído, unas ramas aplastadas indicaban que allí había estado el dragón, pero solo tenía esa pista nada más. Continué avanzando hasta que, cuesta abajo, me pareció ver algo. Con torpeza y esquivando las ramas y alguno que otro tronco, logré llegar hasta donde estaba el cuerpo de un hombre, desnudo y cubierto de maleza. Al acercarme lo suficiente y ver su cara lo comprobé.

Había encontrado al dragón, pero estaba inconsciente o muerto y los gritos de los guardias a la lejanía aceleraron mi corazón.

Debía hacer algo para ponernos a salvo, después pensaría en todas las consecuencias que tendría salvar al enemigo.

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