Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

08♔ • Primera Vez

Pasó una semana. Una maldita semana desde que Conrad partió. No tenía noticias de él y eso me preocupaba. No paraba de pensar en los motivos que lo llevaron a retrasarse tanto y sobre todo estaba consciente que, si algo malo le pasaba, era mi culpa.

Seth ya había regresado de su viaje al castillo del rey y no podía estar más nerviosa. Lo evité durante varios días, lo que me ayudó mucho a pensar con claridad y darme cuenta de una cosa: estaba loco. La docena de guardias que me seguía a todas partes podía confirmarlo. Era estúpido que no pudiera ir ni al jardín sin ser vigilada y controlada por hombres que no conocía. O Seth ya sospechaba de mi plan para escapar o algo malo había pasado. Esa situación me recordaba a la locura de mi padre años atrás, después de los ataques.

—Está exagerando —dije en un susurro y Fiorella pareció escuchar—, no puedo ni comer tranquila sin que estos hombres estén pendientes de lo que hago. Estoy segura de que van a contarle todo a Seth, hasta el color de vestido que llevo puesto.

—Lo hace porque se preocupa por ti.

—¿Es una broma? No me conoce, somos dos completos extraños.

—Jamás había actuado así. Créeme cuando te digo que lo he visto diferente.

—Si tú lo dices.

No tenía caso discutir con Fiorella por eso, no cuando buscaba siempre darle la razón a su hermano.

Dejé a un lado la taza con té y le puse atención a uno de los guardias que venía corriendo como un loco.

—Mi señora, la solicitan en el despacho. Es urgente.

Me puse de pie un tanto temblorosa y murmuré una seca despedida a Fiorella, que había sido mi acompañante en todos esos días de aburrimiento. Pues bien, al parecer Seth se había recordado de mi existencia y pedía verme.

Mis zapatos resonaron por el pasillo, bajo la atenta mirada de los guardias que me seguían día y noche. Al llegar a la puerta, respiré para relajarme y toqué dos veces, después entré sin esperar respuesta. Seth estaba parado de espaldas, contemplando la vista del jardín por la ventana. Al percatarse de mi presencia, se giró y me dio una sonrisa genuina. No supe como interpretar eso y me quedé parada cerca de la puerta. Olía bien y se notaba que se había cambiado de ropa. Su cabello rubio caía de forma desordenada sobre sus hombros y su barba de varios días, junto con un par de diminutas cortadas en su mejilla, indicaban que había sido un viaje duro. Cuando sus ojos hicieron contacto con los míos, levanté la cabeza y sostuve su mirada.

—¿Me buscabas?

—Yo también me alegro de verte, esposa.

—No hace falta que mientas —reí—, ya puedes decir que quieres, estoy ocupada.

Sus ojos perdieron esa pizca de diversión y se tornaron oscuros. Dejó a un lado el libro que tenía en la mano y se revolvió el cabello mientras dejaba salir un largo suspiro.

—Geraldine —dijo ya enojado y comencé a sentir miedo—, sabes que estoy intentando ser paciente contigo. Te he dado espacio y pensé que después de permanecer alejados estos días ya pondrías de tu parte.

—¿Me has dado espacio? —pregunté con burla—, ¿Con una docena de guardias siguiéndome a todos lados? ¿Con cada persona del castillo pendiente de mí y de lo que hago para contarte todo?

—Lo hago porque me preocupas, eres mi esposa y es mi deber protegerte. Además, con tantas veces que has intentado escapar ya no confío en ti.

Esa era la razón por la que había aumentado la cantidad de guardias, no confiaba en mí y eso me traía problemas.

De nuevo estaba entre él y la pared, respirando con dificultad sin saber bien qué hacer. Mi mente se paralizó al sentir su nariz bajar por mi cuello y quise salir corriendo del lugar, pero su agarre me detuvo.

—Alguien te mandó una carta—susurró contra mi cuello—, una señora que dice ser tu tía.

Sin duda, era la tía Amelie. Ella jamás se olvidaría de mí. Prácticamente, me había criado cuando papá me mandó lejos por el pequeño problema que tuve con mi primo. Solo ella me creyó.

—Debo leerla —dije rápidamente.

—¿Por qué debería permitirlo? Me desobedeces en cada cosa, finges qué no estamos casados y...

—¿A qué quieres llegar?

—Promete que pondrás de tu parte, que actuarás como la verdadera esposa del futuro duque.

Tardé un rato en responder. Si fingía que quería intentarlo, él sería más flexible conmigo, me daría libertades y podría escapar.

—Está bien, te prometo que intentaré ser una buena esposa y que no volveré a escapar —mentí—, pero promete también que quitarás esa maldita escolta de guardias que me sigue a todos lados, no soy ninguna prisionera.

—Lo prometo. Ahora, ¿no preguntarás como me fue en mi viaje?

Sus manos apretaron con fuerza mi cintura y las palabras no salieron de mi boca. Si ponía de mi parte, la estancia en el castillo sería mucho más llevadera. No se me ocurrió otra explicación por la cual no me iba ya.

—Tengo otra cosa que darte en la habitación, ¿subimos?

Asentí un tanto desconfiada y dejé que me arrastrara de la mano hasta el cuarto que compartíamos. Bastó un solo gesto de él para que los guardias se fueran y tuviéramos el pasillo desierto. Una vez dentro, me dio una caja repleta de accesorios para el cabello. No era algo que yo usara muy a menudo, pero le agradecí con una sonrisa al ver un collar muy bonito de girasol entre todas las joyas.

—Me alegro de que te gusten —dijo al ver que yo me ponía el collar con algo de torpeza.

—Gracias.

Antes de poder entender bien lo que pasaba, su boca impactó con la mía en un beso hambriento. La caja cayó al suelo y todos los adornos salieron volando, haciendo un gran ruido.

Yo me quedé fría, sin saber qué hacer y cuando me empujó a la cama supe que estaba perdida. Mi mente gritaba que debía pararlo, impedir lo que íbamos a hacer, pero sabía bien que por eso era que él no confiaba en mí. Debía ceder y eso me frustraba.

—¿Estás segura?

Asentí rápidamente. Si lo pensaba más saldría corriendo. Una sonrisa de satisfacción adornó su rostro y siguió dándome pequeños besos. Cuando comenzó a deshacer el nudo de mi vestido, cerré los ojos y lo dejé hacer lo que quisiera conmigo. Si eso significaba libertad, estaba dispuesta. Quedé solo en camisón frente a él y sentí que su mirada me quemaba. Pensé en que era mala idea y que iba a arrepentirme mil veces después, pero Seth no dejaba de besarme y en un abrir y cerrar de ojos bajó su pantalón.

—Tendré todo el cuidado —susurró y sus manos recorrieron mis piernas.

Quise pensar en otra cosa y cerré los ojos para no verlo cuando el dolor se hizo presente. Era una sensación horrorosa, pero no dije nada. Seth comenzó a moverse despacio y así se estuvo por un rato mientras yo permanecía maldiciendo, con la mirada fija en el techo. La punzada de dolor solo aumentaba con cada movimiento, al igual que la picazón en todo mi cuerpo. De pronto, una sacudida violenta, acompañada de un gruñido, me indicó que ya todo había acabado y pude respirar bien por fin.

Seth se quitó de encima y compuse mi camisón con mucha vergüenza. Traté de ignorar el dolor entre mis piernas y me tapé como pude con el vestido. Una mezcla de decepción y ganas de llorar se apretujaron en mi pecho y él, viéndome como un idiota, no ayudaba en nada.

—Geraldine —susurró y me besó suavemente—. La próxima vez será mejor.

¿Próxima vez?

Apartó mi cabello con su mano y dejó un casto beso en mi hombro. Me abrazó por detrás, uniendo nuestros cuerpos por completo.

—Buenas noches, esposa.

No lo alejé ni hice por levantarme de la cama. No tenía caso hacerlo, ya no había vuelta atrás. Con su respiración en mi cuello, me quedé dormida, aun con el malestar en todo mi cuerpo.

*

*

A la mañana siguiente, amanecí prisionera entre sus brazos. Apenas roncaba y tuve que hacer un poco de fuerza para apartarlo.
Después de darle un rápido vistazo y comprobar que seguía desnudo, arreglé mi vestido y salí de la cama, haciendo el menor ruido para no despertarlo.

Quería darme un baño y pensar en todo lo que había pasado anoche. De cierta forma tenía miedo por lo que iba a pasar, la actitud que tomaría Seth era un misterio. Suspiré y tomé valor para quitarme mi camisón y sin verlo, lo tiré en la cesta de la ropa sucia.

Me puse un vestido simple lo más rápido que pude e ignoré las alergias que ya eran algo común. Pero una cosa llamó mi atención: me había rascado demasiado en la noche, ya que mis muñecas y brazos tenían pequeños rasguños y las marcas de unos dedos.

—Buenos días, esposa. ¿Vas a bañarte?

Aparté mi vista de los golpes al verlo entrar al pequeño cuarto de baño.

—No, de hecho...

No pude terminar. Me abrazó a modo de saludo de buenos días y le correspondí. Mi cabeza quedó en su pecho y no me sentí tan incómoda como antes.

—Tomemos un baño juntos.

Me separé de golpe y traté de ocultar mi vergüenza. No haría tal cosa, nunca.

—No puedo —Levanté las mangas de mi vestido y le enseñé las marcas—, tengo que tratar esto primero. Comienza a ser insoportable.

—Te acompaño.

—Puedo ir sola —dije nerviosa—, será rápido.

Pareció dudar un poco, pero al final cumplió su promesa y me dejó ir. Ya afuera, respiré aliviada y con un poco más de libertad, caminé casi corriendo para buscar a una de mis doncellas.

Aún podía sentir los brazos de Seth alrededor de mi cuerpo y la sensación que me daban.

Al llegar a la cocina, entré un tanto confundida por esa repentina actitud cariñosa. El olor a pan recién horneado logró distraer por un momento mis planes. Tenía hambre, pero había cosas más importantes que hacer.

—Hola, ¿han visto a Karen?

—Buen día, mi señora —respondió una mujer mayor—, Karen se encuentra en las bodegas, si gusta...

—Gracias —dije y salí corriendo, no sin antes robar una manzana y un pan que estaban sobre la mesa.

Las bodegas eran fáciles de ubicar, estaban en la planta baja, a un par de cuartos de la entrada principal del castillo. Enormes costales estaban apilados en las paredes con carretas a los costados y uno que otro trabajador acarreaba los suministros en silencio.

Busqué a Karen por todos lados hasta que una figura detrás de unos sacos llamó mi atención. Me acerqué para nada sigilosa y mis pisadas alertaron a las dos personas que se besaban en ese rincón. El joven dio un enorme brinco y se quitó de encima de una mujer con uniforme de criada, agradecí al ver que se trataba de Karen.

—Señora Haltow —dijo el joven asustado al verme y se sentó al lado de mi doncella.

Ambos compusieron sus ropas y una vez listos, me llevé a Karen a un lugar donde nadie pudiera escucharnos.

—No te he visto estos días, ¿dónde has estado?

No contestó y volteó a ver al chico, quien estaba a una distancia prudente, cepillando a un caballo. Ambos sabían que estaban en problemas.

—Lo siento, mi señora. —La chica estaba pálida y parecía que en cualquier momento iba a ponerse a llorar.

—No importa, eres libre de estar con quien tú quieras.

—¿De verdad? ¿Usted lo aprueba? —Karen me tomó de ambas manos y me sonrió con esperanza.

—¿Por qué no lo haría?

—Porque si me caso, la ley dice que debo dejarlo todo y atender a mi marido.

Lo comprendí de inmediato. Si se casaba, dejaría de ser mi doncella personal. Bueno, eso ya había pasado, Seth había puesto a mi disposición a varias criadas del castillo.

—Puedes casarte con el muchacho, solo quiero pedirte un último favor.

—Lo que usted pida, ¿quiere que le busque un reemplazo?

—No, necesito que... —aclaré mi garganta—, me consigas una pócima para no poder engendrar.

Karen era de mi absoluta confianza y era la única persona que podía pedirle semejante favor. Quería escapar, ser libre y sabía bien que, si quedaba en cinta, nada de eso podría ser posible.

—Cuente conmigo, mi señora —dijo y agradecí que no comenzara a hostigarme por la decisión que había tomado.

—Perfecto, cuando lo tengas llévalo a mi recámara. Que no se entere Seth ni nadie más por nada del mundo.

Karen asintió y se fue feliz a abrazar al joven de los caballos. Sonreí y me dispuse a regresar a mi alcoba, no sin antes detenerme a contemplar por un momento el cielo.

Sabía que mis días en el castillo estaban contados, ya sin el exceso de guardias, todo sería más fácil, Conrad podía regresar junto con Lesya en cualquier momento.

***

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro