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Capítulo 11.

El vómito de Rance fue más desagradable que Thor y sus olores prohibidos. Gracias al pequeño poder del falso Mjölnir aparecieron en una casona afuera de la muralla de Asgard, el lugar donde el dios descansa cuando quiere alejarse de sus seguidores y compañeros. No es un dios muy amable (en palabras de mi pintoresco amigo elfo) y sobre todo, no tiene tacto. Miró al elfo con seriedad y le dijo: «Te van a matar por usar nuestro camino sin permiso». 

   Por supuesto que sus palabras fueron más pesadas y crudas que las mías al contarte, pero es mejor no decir los detalles o vomitarás tu también. Rance no pudo soportar la gravedad del asunto y le dio miedo pensar que podría perder cosas que no quería perder.

   —¿Por qué los elfos son vanidosos cual vanir, pero tontos como enanos? —Thor pasó sus ásperas manos por su barba enredada y sucia.

   —Los dvergar son excelentes herreros y saben diez idiomas, trabajan para muchas razas, consiguen materiales fácilmente sin salir a la luz y lastimarse, hacen armas, cuerdas, reliquias y objetos mágicos para los dioses. ¿Cómo puedes decir que son tontos?

   Rance largó un segundo vómito cuando se dio cuenta que elevó la voz y le habló sin respeto al dios que podía arrancarle la piel de los huesos por simple diversión. El elfo se limpió la boca con la manga de su camisa, escupió y suspiró.

   —Si encuentro a Mjölnir impedirás mi ejecución, ¿entendido? —preguntó. Se limpió la boca con la muñeca—. No entiendo cómo un dios tan poderoso, omnipotente y omnipresente puede perder su...

   —Alto ahí, vanirdoso. —dijo, haciendo un juego de palabras— Primero, no soy omnipresente, si fuera el caso mi cabeza explotaría si tengo que estar en tantos lugares a la vez. ¿Alguna vez piensas en lo difícil que es para nosotros ser venerados? Somos más poderosos, sí, pero ¿quién nos salva a nosotros cuando estamos en problemas?

   —Señor, no se ponga sentimental conmigo. Los dioses jamás han recurrido a seres de otra raza, ni a su mismo pueblo. ¿Cuándo ha visto a un AEsir pidiéndole ayuda a elfo? La única ayuda que pidieron fue para engañar a Fenrir y fue a los dvergar.

   Thor desvió su mirada y se sentó un sillón desgastado de color blanco. Miró al suelo mientras pensaba en diferentes formas de encontrar su Mjölnir, pero ni siquiera sabía dónde podía estar. Su conexión con el arma era fuerte y sólida, sin embargo no tenía una piedra solar que lo guiara a su ubicación. Las piedras solo indican el camino a los nueve reinos. 

   —Sé que no parezco como la mejor opción para ayudar y menos cuando ni siquiera sé cómo llegué a su mundo, pero permítame intentarlo. —Pidió Rance, acercándose lentamente. Con mucho cuidado puso su mano sobre el hombre de Thor—. Me siento más seguro si pienso en usted sosteniendo su verdadera arma. No fallaré en la búsqueda.

   Antes de que Thor pudiera dar una respuesta, alguien más apareció e interrumpió:

   —Claro que lo harás. Yo te ayudaré, elfo. 

   Rance no supo quién habló hasta que se dio media vuelta y sintió una parálisis momentánea en su cuerpo. Frente a él se paró Loki, quien sonrió de oreja a oreja, aunque sus cejas se juntaron lo suficiente para verse aterrador. El elfo sintió que volvió décadas atrás cuando solo era el cuidador de una hermosa pradera, cuando no era guerrero y sus relaciones familiares no estaban bien.

   Apretó la mandíbula con fuerza y no apartó su mirada. Loki se veía igual que aquel día en que atacó a Alfheim con su ejército de jotnar y rompieron todo, seguía teniendo esa mirada sádica que reflejaba las muertes que recaen en sus manos. No quería su ayuda, no quería fraternizar de ninguna manera con el gigante que destruyó su casa, asesinó a su papá y ordenó que dejaran ciega a Elentari.

   Cegado por los malos recuerdos y los gritos de su padre en su cabeza, dio un paso adelante y creó una daga de viento. Thor se levantó de inmediato para impedir alguna agresión, pero no fue necesario porque Loki levantó su mano y frenó el paso de Rance.

   —Si me lastimas perderás la única fuente de ayuda que puedes conseguir, niño tonto. Además, ¿cómo te atreves a siquiera pensar en herir al querido tío de Thor?

   —¿Qué tú qué? —dijo Rance alterado.


(...)


     Eidar evadió la mirada de disgusto que puso Decius. Luego de mencionar que Brildrika es su madre biológica y que podía hablar jötun, Laufey tomó la decisión de mantenerlo separado de sus amigos y lo pusieron en una jaula mucho más espaciosa y cómoda. Býleistr quedó a cargo de vigilarlo, aunque no había nada por hacer. Era el único sin cadenas y sin la obligación de arreglar el salón de bodas para Thrymr.

   —Tienes suerte de que Bildrika sea tu madre, ratoncito —dijo, acercando su rostro a la jaula—. No comprendo por qué no se ha presentado aún para reclamarte y dejarte libre en tu propio hogar.

   Eidar miró el rostro desgastado, sucio y agresivo del gigante, le faltaba parte de la piel entre los ojos. Su cabello lleno de nudos y grasa fue recogido en un rodete perfecto, aunque era sostenido por dos tenedores. Býleistr tenía la imagen de ser un gigante atractivo, pero su actitud tosca, su mala educación y ser un jötun arruinaban todas las posibilidades.

   —La única madre que me permite ser libre, está encadenada —contestó y señaló a Elentari.

    Ella casi quedó tiesa entre Surtur y Decius, las cadenas eran cortas y muy ajustadas, cualquier mal movimiento los tiraría uno encima del otro o causaría más lesiones en la piel. Además, la situación afectaba las emociones de la princesa y Decius las sentía, su corazón se volvió uno con ella. El salón tenía una mezcla de emociones fuertes y se mareó, no sabía con quién sentir empatía.

   —Bildrika es una luchadora talentosa y ella es quien trae comida suficiente para todos los que estamos en Innangard —explicó Býleistr. Se recostó sobre la mesa para observar mejor a Eidar—. ¿Te entristece no estar con ella?

   —Genial, nosotros estamos aquí y Eidar se está fraternizando con el enemigo —dijo Decius, sacudiendo las cadenas de sus muñecas— ¡Ni siquiera estás libre, sigues en una jaula!

   Por un momento, Eidar pensó cómo sería vivir con Bildrika y crecer bajo su educación, no vio un futuro bueno, tampoco recibiría los mismos cuidados que Elentari le brindó cuando lo encontró herido. Sin embargo, una duda viajaba por su mente de un lado a otro; ¿intentaría quitarse la vida incluso si estaba con su madre biológica o habría sido un poco más feliz? Ni siquiera creyó que ella lo querría. 

    Lo abandonó como si fuera basura y lo dejó bajo el cuidado de un elfo manipulador y ladrón. ¿Su madre lo abandonó porque él no era del todo un jötun? ¿Lo abandonó porque vio algún defecto? No lo comprendía, desde que supo el significado de hijo bastardo solo pensó que era su culpa, pero a la vez le agradeció a los dioses por ser tirado en una colina élfica. Conoció a sus nuevos padres, a sus mejores amigos, gracias a eso.

    Se distrajo de sus pensamientos cuando escuchó a Decius gritar y Býleistr se levantó con rapidez de su silla. Arregló un poco su apariencia sin despegar la mirada del nuevo invitado. Una especie de animal gris con mechones rojos entró al salón, sus patas peludas no hicieron ruido y su cola escamosa se paseó lentamente por el suelo pulido. La cabeza era deforme, la mitad parecía de jötun y la otra parte solo eran ojos de animales, una mezcla perturbadora de ver. 

    Los elfos retrocedieron con cuidado de no caerse y el sonido de sus cadenas llamó la atención del animal feo, con catorce de sus quince ojos se quedó mirándolos fijamente y con el otro ojo miró a Býleistr. 

    —¿Spákerti ljósálfar tyrr dökkálfr hnefi Utgard? 

   La voz estridente, ronca y agresiva que salió fue dirigida a Býleistr, pero Eidar la entendió perfectamente: «¿Por qué elfos de luz y un oscuro están en Jötunheim?»

    —Padre, es bueno verlo. Madre ha ordenado que se encarguen del salón para Thrymr y este —dijo, señalando a Eidar— es medio jötun.

    El animal largó humo rojo de su boca y asquerosamente se transformó en un gigante, su lomo se partió a la mitad mientras el pelaje se convertía en piel y las escamas en escarcha. El rostro del gigante no era tan deforme como su forma de cuatro patas, pero lo hipnotizante era su pecho. Todo su color gris se opacó por la transparencia que permitía ver su corazón en forma de gota, cubierto por algún tipo de fuego.

   —Farbauti —murmuró Surtur, casi con temor.

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