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Capítulo 03.

Para Surtur, el salón negro y rojo donde se encontraba el trono de su padre, el Rey Oscuro, era innecesariamente grande. En el techo colgaba un candelabro dorado que iluminaba poco y nada. Había un olor desagradable, como a cadáver descompuesto. En el trono estaba sentado Tyre. 

   Tanto él como su esposa, la reina Irina, miraron con desaprobación al grupo de elfos, pero la mirada de molestia se dirigió más específica a Surtur por traer una argolla de compromiso como si fuese algo normal.

   Los cinco se sintieron apretados y encerrados por los guardias élficos que se pararon a sus espaldas con las lanzas listas para atravesarlos en cuanto Tyre diera la orden. No podían escapar.

   —¿Vienes a tu hogar e intentas esconderte de nosotros? ¡¿Cómo es eso posible?! —gritó el rey, enfurecido— No solo traicionas a tu sangre casándote con una ljósálfr. ¡Ahora huyes de nosotros!

   El Rey Oscuro era conocido por inventar o exagerar cosas según su antojo. No le gustó nada que sus hijos hicieran lo que querían o que escaparan de él, pero su conflicto mayor fue con Surtur, aquel hijo que eligió como heredero. Él era el más fuerte de los tres y, lamentablemente para Tyre, ya no era nada manipulable desde que se hizo amigo del Rey Blanco.

   —No es como lo quieres hacer ver, padre —contestó brusco. Dio un paso al frente y cuando un guardia intentó acercarse, creó una daga de viento—. Quise pasar desapercibido para que no me molestes con tus sermones y comentarios de mierda en los que hablas solo de lo que tú quieres.

   El cetro azul del rey golpeó con violencia el suelo negro y una pequeña ráfaga de viento llegó hasta ellos. Bajó los escalones del trono para acercarse a su hijo. Surtur sonrió al hacerlo enojar tan rápido. Elentari, nerviosa por no poder ver la situación, tanteó un poco para agarrarle la mano.

   —Tú, Elentari, ven aquí. Déjame verte. Quiero ver que le espera a mi hijo. Recuerdo las veces que nos vimos, pero desde el ataque a tu mundo, me olvidé de tu aspecto.

   Elentari avanzó con lentitud, llevó sus manos al frente y las cruzó sobre su vientre para demostrar que no tenía ningún arma a diferencia del dökkálfr. Tyre la examinó con desconfianza y se acercó apenas.

   —Eres ciega. —Concluyó—. La última vez todavía podías ver, ahora tienes una horrible cicatriz en la cara. ¿Qué te pasó? ¿Desde cuándo eres débil? —Tyre no sonrió. Reprimió una mueca de preocupación por su yerna.

   —Atacaron Alfheim, enfrenté a los jotuns para salvar a mi pueblo. Mi visión fue el precio que pagué por mi logro —contestó con seriedad—, pero no es un impedimento para que siga matando enemigos.

   —¿Alguna vez has asesinado a dökkálfr?

   —No me vi en la necesidad aún. Supongo que usted ha matado a muchos ljósálfar —contestó manteniendo su tono bajo y suave—. ¿Por qué cree que su hijo lo traicionará solo por casarse conmigo? Usted es un elfo muy inseguro, cree que su familia hará una guerra contra su posición. ¿Acaso esa es la actitud de un rey? ¿Uno temeroso?

   —No intentes meterme en tus juegos mentales, ljósálfr. Sé cómo es tu familia. Caranthir logró meterme en sus juegos mentales cuando accedí a hacer una tregua, no caeré otra vez.

   —¿Quién dijo que es un juego mental? —Elentari no era sumisa, no tenía miedo. Se acercó hasta él y empezaron a caminar en círculos—. Puedo sentir su miedo y desconfianza. Está preparado para dar una orden y que el guardia escondido me atraviese con su flecha. ¿O me equivoco?

   Surtur se teletransportó detrás del guardia asustado que se escondió detrás de una columna en el segundo piso. Le quitó el arco de un empujón y partió la flecha. Aunque el elfo intentó ser discreto, el sonido de la cuerda delató su posición e intención. Tyre arrugó el entrecejo ante la actitud descarada de su hijo, mas no comentó nada al respecto, le importaba poco.

   —¿Cómo lo descubriste?

   —Soy ciega, no sorda. Escuché la cuerda del arco, el tintineo de las flechas en el carcaj y su respiración pesada. Además, emana un fuerte olor, típico de quien pasa semanas sin bañarse —explicó y arrugó la nariz, como señal de disgusto. Acomodó un cabello suelto—. Antes de entrar sentí a todos los que están aquí. Son pocos para recibirnos y huelo a traición, sí, pero no viene de su hijo.

   Tyre bajó la mirada para entender los gestos de Elentari. Ella nunca le había agradado, le parecía la razón estúpida por la que Surtur rechazó un matrimonio forzado con Carmelia, la otra princesa. No la quería en absoluto, pero dejó de mirarla cuando su hijo volvió a hablar, tomándolo por sorpresa.

   —Él es mi hijo adoptivo Eidar.

   El rey estuvo a punto de estallar en ira. La idea de su sangre mezclándose con la de una elfo de luz y además crear una familia tan pronto, sin pensar en las consecuencias ni en el trabajo que requería, lo molestó más de lo que esperó. Surtur volvió sus brazos negros y Eidar casi estuvo por encender luz para cegarlo, en caso de ser necesario, pero el rey enseñó la palma de su mano zurda.

—No quiero pelear, ahorrense el esfuerzo. Ven aquí, niño. —Sujetó su rostro con fuerza para analizarlo y el olor a carne muerta llegó a sus fosas nasales, pero era un olor vago. Arqueó una ceja al descubrir que era mitad jötun— ¿Por qué accediste a que un dökkálfr te adopte? 

—Porque ese dökkálfr se negó al principio y terminó siendo el amigo que más aprecio en el mundo. Él es mucho mayor que nosotros y pudo adoptarme, y como está con ella me convertí en hijo de ambos. Si le hace sentir peor, él tuvo la idea.

  Tyre sonrió ante la respuesta que obtuvo y volvió a mirar a su hijo. Decius y Rance retrocedieron con lentitud al sentirse ignorados y fuera de lugar, pero sintieron la punta de las lanzas en sus costillas y se quedaron quietos.

   —Cuando te presenté a Carmelia no quisiste ni verla ¿y con ella accedes a tener un hijo? Guau, no temes formar una familia con la hermana de la que rechazaste. Eres valiente.

   —¿Valiente? ¿Por qué? Salir con quien amo no es valentía. Carmelia no es de mi agrado y solo me quiere por mi posición social. Elentari solamente era amable hasta que la ayudé contra los jötuns y gané su confianza.

   Tyre no quiso aceptar lo que su hijo dijo. Carmelia era una egoísta, hermana mayor de Elentari, a la cual fue arrebatado el puesto según ella. Caranthir, el mayor de los tres, decidió que los reyes serían Surtur y Elentari una vez muerto.

   —Saquen a estos dos—señaló a Decius y Rance, y miró a sus guardias—, solo me interesa tener a la familia aquí.

   Una vez que todo quedó en silencio el rey volvió a tomar su puesto en el trono. Por otra parte, Decius y Rance no pensaron quedarse solos en Svartalfheim, por lo que entraron en la habitación del príncipe de nuevo.

   —Hay muchas cosas que no sé de Surtur, ¿no te gustaría indagar por aquí? Estoy seguro de que debe tener un diario o algo.

   —Rance, me pregunto cuándo fue el día en que te volviste un demente —contestó el mayor, incómodo ante la idea. Comenzó a desvestirse mientras tomaba su ropa y se quedó en la cama—. ¿Te gustaría que invadan tu privacidad?

   —Si soy un tipo misterioso del que nada se sabe cómo él, me esperaría que lo hagan. Sería molesto, sí, pero no soy él. —Imitó a Decius para cambiarse, seguir camuflándose no servía de nada—. Un dökkalfr enamorado de una ljósálfr y adoptando a otro, no se ve...nunca.

   —¿Qué mierda quieres decir?

   —Quiero decir que todo fue planeado siempre por Surtur, hermano. Intenté acercarme a él de todos los modos existentes y no sé nada de su niñez ni adolescencia. Es un adulto en un grupo de adolescentes. Viene de Svartalfheim y su padre es Tyre, el peor elfo que existe. ¿Crees que es coincidencia que se enamore de la hermana del enemigo de su padre?

   —Estás demente. Vámonos de aquí.

   —No hasta encontrar y leer su diario, si es que tiene.

   Rance siguió hurgando hasta que abrió el cofre debajo de la cama y encontró un cuaderno de cuero negro con una serendibita en el centro. Se cercioró de que no tuviera ningún hechizo al momento de abrirlo, pero descubrió que para leerlo debía apagar las luces.

   —¿Estás listo para que te lea la saga de Surtur? —comentó burlón y se preparó. Decius suspiró, sabiendo que no tenía opción se tapó las orejas y cerró los ojos— La historia comienza así...

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