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VII


Apoyo

"No me apoyo en ti, por temor a que te derrumbes. Y por no apoyarme en ti, me derrumbo"

-Alejandro Lanús

Entierro mi rostro en la colcha, doña Fina sabe que estoy expulsada pero no me ha dicho nada, supongo que no me ha regañado por mi pésimo rostro y por mi cuerpo entumecido, ha intentado hablar conmigo pero la he ignorado, no quiero implicar a nadie en lo que me está pasando y tampoco quiero que se preocupe más de la cuenta, al fin y al cabo solo soy un rostro magullado, nada grave.

Mi móvil empieza a sonar, cojo el Nokia con dolor y desgana.

- ¿Qué quieres?- pregunto borde.

- Em... ¿Hola?

- ¿Alan?

- El mismo, ¿Has dormido bien?

Fatal, no he podido parar de recordar una y otra vez a los chico golpeándome, no he podido parar de soñar en la risa malévola de Sandra y no he podido parar de pensar, que esto es solo una pequeña parte de lo que podrían hacerme, no he podido parar de pensar que, la próxima vez, no serán tan indulgentes y también, me ha quitado el sueño saber que este infierno nunca acabará.

- ¿Qué quieres?- vuelvo a preguntar sin responderle.

- Uy, al parecer estás borde.

- Alan, no estoy de humor.

- ¿Qué te pasa?

- Nada.

- Ya, ¿Dónde vives?

- ¿Qué te importa?

- No seas borde, va contéstame.

- En Santa Menta.

- ¿El orfanato?

- Sí, ¿Algo más?

- No, adiós- hace una suave pausa- Marga, no te amargues mucho.

Tiro el móvil al suelo sin entender lo que acaba de pasar. Maldito Alan. Tenía la esperanza de una llamada suya, ahora que he podido escuchar su voz desde la otra línea del teléfono, me siento decepcionada, pensaba que con él sería diferente, pensaba que el destino tenía una cosa distinta para nosotros, pensaba que Alan podía ser quien me salvará y eso es estúpido, pero el salió de la nada y me salvo, no me atropello y desde entonces quiero que me siga salvando.

Alan representa mi esperanza.

Mi esperanza se acaba de marchitar, la llamada ha sido tan rara y sin sentido, él no me ha dicho nada y yo no le he dicho nada...

Oigo la puerta abrirse detrás de mí, yo sigo estirada en la cama, en forma fetal y mirando al lado contrario de la puerta.

- Marga, tienes visita- me dice doña Fina.

- No quiero- digo haciendo puchero y voz infantil.

- Es un chico muy guapo- me dice desde la puerta.

- Si lo dices para que salga de la cama no pienso hacerlo.

- Marga...

- Qué me dejes- le digo borde.

Oigo unos pasos y la puerta cerrarse, suspiro e intento cerrar los ojos para conciliar el sueño, quiero ser fuerte, intento ser fuerte, pero también quiero llorar y romperme, quiero que todo acabe.

- No deberías hablar así de borde- la voz varonil de Alan me desconcierta.

- ¿Qué haces aquí?- digo girándome para mirarlo.

- Consolarte, te he visto mal por teléfono y solo quería...

- ¿Ayudar? No, gracias.

- ¿Qué te ha pasado en el rostro?

Me lo palpo y siento dolor, me acomodo en la cama y lo miro con pesar.

- Me han pegado.

- ¿Por qué?- dice sentándose en la cama.

- No quiero hablar de eso, ¿Quieres estirarte conmigo?- le pregunto cambiando de tema radicalmente.

El asiente y se estira a mi lado, con la palma de la mano me acaricia la mejilla, me escuece un poco por el morado que tengo pero no digo nada, me quedo hipnotizada por sus ojos, me transportan a la playa y me siento bien, no más problemas, no más acoso escolar, no más padres inexistentes, no más preocupaciones, solo él y yo.

- Aún golpeada eres preciosa- me dice en un susurro.

- Eso no es verdad.

- Sí, lo es- dice sonriendo.

- Eres demasiado bueno, Alan.

Me quedo en silencio y hundo mi cabeza en su pecho, escuchando su calmado corazón y su respiración agitada y por primera vez en mucho tiempo, me siento bien, rodeada por sus brazos me siento realmente bien. 

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