• Visita •
Desperté en el cuarto de un hospital. El tintineo de la máquina lo encontré demasiado ruidoso. Mi vista poco a poco se ajustó a la claridad. El dolor en mi vientre no era tan fuerte como el que había sentido previamente, pero aún seguía presente. Al lado de la camilla se encontraba Fabián, con su mano entrelazada a la mía. Se veía cabizbajo, pensativo y preocupado a la vez.
—Tal parece que me he convertido en tu peor enemigo—miró hacia la máquina—. No quise perder la tabla contigo. Me sentía muy molesto y no estaba pensando.
—Yo… tengo que explicarte—intenté acomodarme en la camilla, pero ese intenso dolor en el vientre no lo permitió.
—Quédate tranquila. No te esfuerces demasiado. No es el momento indicado para hablar sobre eso. Tienes que descansar y mantenerte en reposo. ¿Cómo te sientes?
—Me duele mucho. ¿Qué me pasó?
—Te desmayaste, pero ya todo está bien.
—¿Por qué estaba sangrando?
—Le avisaré al doctor que despertaste. Tiene que revisarte de nuevo.
—No te vayas.
—¿Por qué quieres que esté a tu lado, Luna? Después de lo que hice, deberías estar odiándome y no quererme cerca.
—Yo quería decirte desde el principio, pero no me atreví, te lo juro. No sabía cómo hacerlo, sin que fueras a molestarte.
—Te dije que no hablemos de eso.
—Es tu papá— le confesé.
—¿Qué?
—Yo no sé por qué me ha estado trayendo almuerzo al trabajo. Desconocía que se trataba de él hasta ayer, que se presentó en mi trabajo y se acercó a hablar conmigo. Yo no sé por qué hace estas cosas, incluso me envió un mensaje, el cual quise borrar porque no quería que pensaras mal. No tengo nada que ver con él, te lo juro. Ni siquiera sé cuáles son sus intenciones.
—¿Y ese qué se trae contigo? —frunció el entrecejo.
—Te dije que no sé. El primer día que recibí ese almuerzo pensé que había sido de tu parte, por eso lo acepté y me lo comí. Además, porque mis compañeras me dieron una descripción igual a la tuya. Dijeron que quien me había dejado esto era un hombre apuesto, alto y de ojos verdes. Te juro que hasta el último momento pensé que fuiste tú, pues momentos después te apareciste en mi trabajo.
—Cálmate, no te alteres. Ya hablaremos esto con más calma. No es el momento. Estás delicada—acarició levemente mi mejilla, antes de bajar la cabeza—. Descansa. Tu cuerpo lo necesita.
«¿Por qué se oye tan decaído?».
[...]
Me dejaron en la clínica por veinticuatro horas y luego me enviaron por fin a la casa. Mi cuerpo todavía se siente extraño, mientras que dentro de mí, hay una rara sensación como de algo faltante. Según me dijo el doctor, necesito estar en reposo por unos días más. Tengo prohibido hacer cualquier actividad que involucre hacer fuerzas innecesarias. Si sigo faltando al trabajo, me terminarán despidiendo. Todo ha venido junto. Es como una maldición. No salgo de una para entrar a otra. Últimamente he tenido muchos percances de salud, algo que jamás había sido común en mí.
Fabián ha estado conmigo casi en todo momento. No quiere que me levante de la cama, a no ser que vaya a usar el baño. Me ha estado cuidando. Le he ocasionado tantas molestias. Por mí culpa ha tenido que faltar al trabajo y sé que, aunque lo niegue, le afecta, porque siempre había tratado de mantener una asistencia perfecta.
Después de sus hirientes palabras, no he podido dejar de pensar en que solo soy una molestia para él. Ha tenido que cuidarme como si fuera una niña incapaz de cuidarse sola.
Entre él y yo no hay nada. Ni siquiera sé qué significo para él, si algo. Pero lo único que me queda claro, es que esto no puede seguir así. Yo necesito que aclaremos las cosas, pero él se niega a hablar sobre temas serios e importantes, pues dice que debo mantenerme tranquila.
Aún estoy manchando. Según me dijo el doctor, el sangrado que tuve fue debido a un desorden hormonal. No sé cómo mi periodo se volvió irregular tan de repente. Todo es tan confuso. Ya no sé ni qué pensar.
Fabián
Mientras estaba preparando la cena, oí el timbre de la puerta. No sabía quién podía ser, pues rara vez recibo visitas.
—¿Qué haces en mi casa? —le pregunté a mi papá tan pronto lo vi.
—Me enteré de lo que le pasó a mi nuera y he venido a visitarla—en su mano cargaba una canasta de frutas.
—¿Qué te traes con mi mujer?
—¿Cuál es el problema en que venga a verla? Es mi nuera y hemos hecho por fin las paces.
—¿Las paces? No me jodas. Dices todo como si no te conociera. Luna ya me contó todo, entre nosotros no hay secretos.
—¿Seguro que no hay secretos? —sonrió—. ¿Y por qué no le has dicho que está embarazada? ¿No consideras un tanto egoísta no decirle que está cargando un bebé? Es su cuerpo, ella es quien decide si quiere o no tenerlo.
—Ella ya no… —me tragué mis palabras, apretando los puños—. No sé quién te dio velas en este entierro. Lárgate de mi casa. No te quiero volver a ver cerca de mi mujer.
—Lamento informarte que eso no será posible, y menos ahora que me siento tan enganchado con mi nuera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro