• Visita •
—Yo no voy a huir.
—¡Estupendo! Entonces, si todo ha quedado claro entre los dos, terminemos el trabajo. Voy a aparcar el auto en el garaje y me ayudarás a subir a tu madre al baúl.
—¿Qué haremos con ella? ¿A dónde la llevaremos?
—La idea de enterrar un cadáver en mi patio no es algo muy inteligente que digamos. Aún está fresco, mis padres harán buen uso de ella.
—¿Tus padres? ¿Cómo que uso? ¿De qué estás hablando?
—No hagas más preguntas y muévete. Estamos perdiendo demasiado tiempo.
Solo me limité a seguir sus indicaciones. Había algo que me atormentaba de todo esto, más que el mismo hecho de cargar el cuerpo inerte de mi madre en una funda negra, y era su comportamiento. Él hacía ver todo como si todo fuera de lo más normal, como si no fuera la primera vez que hace algo así. Sabía cómo deshacerse de las manchas de sangre, limpiar el área y guardar un cadáver en una bolsa sin ensuciarse la ropa.
Mi corazón martillaba fuertemente en mi pecho de miedo. Sentía que todos los autos y personas que pasaban por nuestro lado nos estaban mirando. Nos topamos con varias patrullas en el trayecto, algo que me subía la presión y los temblores se volvían incontrolables.
Es cierto que moría de celos, que le guardaba cierto resentimiento y rencor a mi madre e incluso molestia, pero yo no quería que le sucediera eso. No en mi presencia.
La casa donde nos estacionamos no parecía pertenecer a una familia común y corriente. Estaba rotulada con el apellido «Moore». Tenía hasta control de acceso y un amplio terreno, sin vecinos ni nada que se le parezca.
Una pareja salió a recibirnos, me dio la impresión de que no nos esperaban, pues parecían curiosos con nuestra visita. No encontraba cómo bajarme del auto, pero dado el caso que Fabián se bajó en confianza, no tuve más remedio que seguirlo.
—Hasta que te dignas a aparecer— dijo el ojiverde.
Pude intuir que se trataba de su padre, pues son muy parecidos, aunque se conserva demasiado joven.
—¿Qué te trae por aquí tan tarde, mi tesoro? — la mujer era más alta que el ojiverde y bastante voluptuosa—. Por lo visto, estás bien acompañado—su mirada se posó sobre mí.
—Permíteme presentarlos formalmente—me dijo, sosteniendo mi mano y acercándome a él—. Luna, ellos son mis padres; Darek y Marjorie. Papá, mamá, ella es mi...
—Déjame adivinar, ¿tu hijastra de turno? — cuestionó ese tal Darek, echándome un vistazo de pie a cabeza y con una media sonrisa.
Marjorie le dio un suave codazo, el cual lo llevó a mirarse entre ellos.
—Compórtate con nuestra visita, ¿quieres? —le sonrió coqueta, volviendo a mirar a Fabián—. Entonces, cuéntanos, tesoro, ¿qué te ha traído a nosotros?
—Ha surgido un pequeño inconveniente— me agarró la muñeca para que caminara con él hacia el baúl del auto y lo abrió sin ninguna chispa de temor, dejándome patidifusa—. Mi prometida se ha resbalado en la ducha. Por fortuna, las losas no han perdido su brillo.
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