• Torbellino •
Desperté adolorida de todas partes. Me costó bastante caer en tiempo de dónde me encontraba. Estaba en su habitación. Aunque me costó más procesar que, aparte de estar acostados de cucharita, seguíamos conectados por nuestras partes y su mano permanecía agarrando mi seno derecho.
Todo lo que había sucedido anoche se reprodujo como una película en mi cabeza. No recuerdo cuándo vinimos a su habitación y nos quedamos dormidos.
Me siento presa en estos momentos. Cualquier movimiento puede despertarlo… o más bien, despertarlos.
Lo que me asustó fue oír la alarma de su teléfono. Sonó en el peor de los momentos.
Sentí su apretón en el seno y luego su beso en mi espalda.
—¿Todavía no te has ido? ¿Será que aún quieres más? — susurró.
Ambos estaban atentos a mi respuesta, no me quedaban dudas.
—Yo… ya me voy.
—¿Todavía sigues con la idea de irte?
—Sí. ¿Qué creíste? ¿Que iba a cambiar de parecer por haberme acostado contigo?
No dijo una sola palabra, pero se desconectó de mí, levantándose de la cama y apagando esa maldita alarma que me estaba volviendo loca.
—Asegúrate de llevarte todo. Lo que dejes, lo encontrarás en el contenedor de la basura.
«¿Así sin más?».
Sus palabras e indiferencia volvieron a lastimarme. Algo que pensé que después de lo de anoche, no volvería a pasar, pero resulta que todo sigue igual en ese aspecto.
«¿Qué estoy esperando?».
Debo tranquilizarme y no permitir que lo de anoche me confunda. Lo mejor es dejar las cosas aquí, cada quien irse por su parte.
[...]
Después de bañarme, recogí mis cosas. Fabián llegó a mi habitación cuando estaba casi a punto de salir. Pensé que iba a decirme algo importante por la expresión que tenía.
—Dame las llaves.
Las busqué en el bolsillo y se las entregué.
—¿Ya recogiste todo?
—Sí. El escritorio lo dejaré. No tengo cómo llevarlo.
Me ayudó a bajar las dos maletas que son las mismas que usé cuando me mudé por primera vez a esta casa con mi mamá. Las dejó en la entrada mientras cerraba la puerta con llave. Pensé que al menos me llevaría a la casa de mi papá o a la avenida para que consiguiera un taxi, pero no, así mismo como cerró la casa, se dirigió hacia su auto y se marchó como si no estuviera dejando nada importante atrás. Aunque bueno, es la verdad, no está dejando nada importante.
Supongo que he obtenido la respuesta a lo que tanto me mortificaba. En realidad, sí fui un capricho que se dio el gusto de probar y ahora de descartar, mientras que para mí, aún no logro descifrar qué fue. Se suponía que tan pronto estuviera con él, todo habría terminado, incluso mis dudas, pero aún siguen intactas.
[…]
Me las arreglé para llegar a la avenida con las dos maletas bien cargadas y le pedí al taxista que me llevara a la casa de mi padre. No tengo cómo pagarle, solo esperaba que mi papá estuviera en la casa.
—¿Y esto? —mi papá se asomó a mirar si había alguien más conmigo, pero solo se encontró con las maletas y el taxista—. ¿Y tu mamá?
—Mamá decidió quedarse con Fabián— fue lo primero que se me cruzó por la cabeza.
Pude notar que le disgustó bastante ese supuesto hecho.
—¿Puedes pagarle al taxista, papá? No tengo dinero.
No vi en él intenciones de realmente ayudarme con eso.
—¿Crees que me pueda quedar contigo por un tiempo?
—Mi niña, apenas ni puedo mantener esta casa al día solo. Fue una imprudencia abandonar a tu madre y venir aquí sin avisar.
—¿Es eso un pretexto para que regrese con mamá y te mantenga al tanto de todo lo que hace? —apreté los puños de la frustración.
Fue ahí donde lo comprendí. Yo sabía que siempre me había usado para que fuera la sombra de mamá, pero en el fondo, tal vez una parte de mí, quiso creer que se preocupaba por lo que me pasara y que estaría ahí cuando más lo necesitara.
«¡Qué ilusa, ¿eh?!».
—Lo mejor que hizo mamá fue abandonarte.
—¿Qué estás diciendo? — su disgusto se reflejó en su entrecejo fruncido.
—Estuve dispuesta a arriesgar mi vida por ti. Fui en contra de todo, con tal de ayudarte y protegerte, porque eres lo único que tengo, pero él no se equivocó contigo— una lágrima traicionera se escapó de mis ojos—. Solo eres una basura que ni como hombre, ni como padre sirve.
Mis palabras fueron arrebatadas de mi boca, por la sólida bofetada que me proporcionó en el rostro. Fue tan fuerte que me hizo caer. Percibí el sabor metálico de la sangre en mi paladar. El labio me lo había partido. Un ardor se regó por toda el área, acompañado de un profundo calor y calambre.
—Señorita, ¿se encuentra bien? — el taxista fue quien únicamente se apiadó de mí y me ayudó a ponerme de pie.
—Ojalá te mueras— fueron las últimas palabras que salieron de mi boca, antes de salir corriendo sin un rumbo fijo, dejando todo atrás.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro