• ¿Sueño? •
Han pasado varios días desde aquel suceso. No sé si son ideas mías, pero últimamente siento su mirada sobre mí. No ha sacado el tema, tampoco ha vuelto a reprenderme. Es bastante obvio que no le dirá una sola palabra a mi mamá sobre lo que vio, pues se podría prestar para malos entendidos entre él y mi madre.
Desde bien temprano los oí discutir bastante fuerte en su habitación. Fabián le pedía que bajara el tono de voz para no preocuparme, pero cuando mi madre se molesta, no mide su tono. Su relación cada día que pasa va en declive.
Estando en la mesa, mi madre no disimulaba su enojo. Estaba en esos días dónde la menopausia la hace el doble de estresante e insoportable. Arrojaba cada vez que podía el tenedor en el plato, haciendo el mayor ruido posible, mientras que Fabián la observaba de reojo, bastante incómodo con su actitud y mirándome cada cierto tiempo.
Lamí pausadamente la tapa que cubría mi yogur de fresa y parte de mi dedo, pues me había ensuciado al destaparla y la atención de ambos se situaron en mí, sobre todo la de Fabián.
—¿Dónde están tus modales, jovencita? ¿Qué te he dicho de no hacer eso en la mesa?
Esta anda desquitando su malhumor conmigo.
—No hay necesidad de hablarle de esa manera a la niña—Fabián me defendió y lo miré sorprendida—. Ella no está haciendo nada indebido. Estamos en confianza y en familia, disfrutando del desayuno que, se supone, sea en paz y armonía, aunque, al parecer, no todos quieren lo mismo.
Mi mamá se levantó de la mesa y se marchó sin decir una sola palabra, simplemente resonando sus viejos y gastados tacones.
No vi intenciones en él de ir tras ella, como lo ha hecho en otras ocasiones cuando se va sin despedirse adecuadamente.
—Te pido una disculpa por el comportamiento tan desagradable que ha asumido tu madre hace un momento.
—¿Qué le sucede a mamá?
Guardó silencio por unos instantes, como si estuviera pensando en qué mentira inventar para calmar mi curiosidad.
—No es nada. El cansancio y la presión en el trabajo la tienen algo estresada, pero ya se le pasará.
Me enfurece que intente justificarla.
—Mamá ha estado actuando muy raro. No me gusta verla así. Es como si no estuviera conforme.
—¿Qué estás diciendo?
—No dije nada— intenté levantarme de la silla, pero señaló mi plato.
—Espera, no has terminado tu desayuno, tampoco te he visto tomarte tus píldoras.
«Vaya, está muy al pendiente de todo».
Le hice caso porque me encanta pasar tiempo con él y no todos los días tengo el privilegio de desayunar a solas con él.
—¿No llegarás tarde al trabajo? —usé la cuchara para comer del yogur y me observó detenidamente mientras degustaba mi postre favorito.
Quisiera estar en su mente para saber lo que piensa.
—No. Aún me queda algo de tiempo.
—¿Tiempo para qué?
—Para pasar tiempo de calidad con mi hija. Es poco el tiempo que he podido dedicarte en estos días. He estado un poco ocupado con esto del seminario docente, pero en unos días finaliza y todo volverá a la normalidad.
—Me gusta mucho pasar tiempo contigo, papá.
—Te he dicho que no me llames así— su expresión volvió a tornarse seria.
—¿Por qué no te gusta que te llame así? ¿No es eso lo que eres para mí?
—Termina tu desayuno y no te olvides de tus píldoras.
Otra vez volvió a huir, como si le costara mucho responder mi pregunta. Ese es el tiempo de calidad del que hablaba… al parecer he vuelto a meter la pata y he dañado el momento.
[...]
Pasé gran parte de la tarde y noche en una videollamada con mis amigas, con las cuales no me he reunido hace varias semanas, pues no he sentido ganas de salir con ellas. Los lugares que frecuentan no es el tipo de lugares por los que me sienta atraída.
Fui la primera en abandonar la llamada, pues me sentía saturada de oír sus líos amorosos y la cantidad de hombres con quiénes pasan la noche. No son temas de interés, al menos no para mí.
La casa se había sentido extremadamente sola hoy, hasta que llegaron ellos. Desde mi habitación oí su fuerte discusión abajo, por lo que decidí mantenerme en mi cuarto. Planeaba ir por mis medicinas para dormir cuando ellos se recogieran. Ya había cenado, por lo que simplemente me quedé acostada en la cama, me coloqué los audífonos con música electrónica, tal y como lo hacía habitualmente minutos antes de irme a dormir.
En poco tiempo, ya me había sumergido en un profundo sueño, sin necesidad de las pastillas. Mayormente cuando los tomo, no suelo despertarme durante la noche, pero en esta ocasión, al no haberlas tomado, llegó un momento dónde mi sueño se volvió liviano y simplemente desperté a mitad de la noche por una sensación de endurecimiento y presión en mis pechos. Aún la música estaba encendida en mis oídos.
No sé con exactitud qué hora era, pero sé que aún era de noche, pues mi habitación estaba oscura, a excepción de la poca iluminación que se reflejaba en la ventana por la luz de la luna.
No sé si se trataba de un sueño, de los tantos que he tenido húmedos a causa de imaginarlo, pero supe inmediatamente que no estaba sola. Abrí los ojos con dificultad nuevamente, constatando que alguien, en efecto, tocaba suavemente mis pechos. Alcancé a ver la silueta, de lo que era bastante evidente que era la de un hombre, pero no cualquier hombre, esa silueta y perfume podría reconocerlo donde fuera.
Sus gigantes manos amasaban mis pechos con ímpetu por encima de mi blusa. Cerré los ojos, con temor a que se diera cuenta de que estaba despierta y dejara de hacerlo.
Si era un sueño realmente, era el más real que hubiera tenido alguna vez.
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