• Secreto •
—¿Me va a decir qué quiere? ¿Qué hace aquí en mi trabajo? En primer lugar, ¿por qué me ha estado trayendo almuerzo?
—¿No te gustó mi comida? La preparé con mucho cariño. Como buen suegro, quería asegurarme de cuidar bien del cachorro.
—¿Cachorro? ¿De qué habla?
—Oh, ya veo. Secretos.
—¿De qué está hablando, señor?
—¿Aún quieres saber dónde vive mi hija?
Su pregunta me desconcertó.
—¿Me dirá? Si es un no, entonces lárguese de aquí y déjeme en paz.
—Controlate. No seas tan arisca. Al menos no ahora, mientras haya espectadores y pueda perjudicarte en el trabajo— me miró de arriba abajo—. No lo entiendo. ¿Por qué trabajas en un lugar como este? En tu condición, es para estar descansando. ¿Acaso mi hijo está atravesando problemas económicos y no puede darte la vida de reina que mereces?
—No entiendo su punto. ¿De qué condición habla? Si se refiere al desmayo que sufrí, no suelo ser tan frágil. Me he sentido mucho mejor como para retomar mi trabajo. Por otra parte, ¿por qué está tan interesado en lo que esté sucediendo entre su hijo y yo?
—Soy su padre, por supuesto que debe interesarme.
—Le pido de buena manera que se retire y no vuelva a enviarme nada, mucho menos a aparecerse por aquí. Se lo advierto, no haga que le cuente a su hijo. Ya he visto que su relación no es muy buena que digamos— le sentencie, intentando regresar con mis compañeras, pero escuché que añadió algo más.
—Te diré dónde está mi hija, pero hay algo que tendrás que hacer a cambio.
Me volteé para enfrentarlo.
—¿Realmente me cree tan estúpida, como para confiar en que me dirá la ubicación de su hija, así como así? No me haga reír.
—Soy un hombre de palabra.
—Veamos, ¿qué es lo que, según usted, tendré que hacer a cambio?
—Es muy sencillo.
—Pues hable, lo escucho.
—Guardar un pequeño secreto.
—¿Un secreto? ¿Qué secreto?
—Ya lo entenderás— caminó hacia la entrada del callejón.
—Oye, yo no he quedado en nada con usted.
Ni siquiera me respondió, simplemente siguió caminando, desapareciendo por completo de mi campo de visión.
Ese hombre me pone los vellos de punta. Siento que nada de esto va a terminar bien mientras ese sujeto siga merodeando el área. Pero una parte de mí se siente curiosa por saber de qué secreto habla.
[...]
Cuando Fabián me buscó, tuve la intención de decirle, pero se veía muy pensativo, además del silencio incómodo que se había creado de repente entre los dos. Las únicas preguntas que le hice fueron sobre cómo le fue en el trabajo, pero estas fueron respondidas secamente con un “sí” y un “no”.
«¿Cómo tomaría esto? ¿Se molestará conmigo por no haberle dicho antes?». Pero yo no sabía que era su papá quien me estaba llevando almuerzo al trabajo. No soy adivina ni mucho menos.
Ese tipo dijo muchas cosas raras, de las que todavía ahora estoy intentando descifrar, pero me cuesta mucho.
Noté a mis compañeras algo distantes después de la inesperada aparición de ese hombre. Y las entiendo, después de lo que dijo delante de ellas, no era para menos. Deben estar viéndome como un monstruo, cuando el verdadero monstruo es él.
Cerré la pluma después de terminar en el baño. Enrollé la toalla alrededor de mi cuerpo para cubrirme. Había oído el timbre de mi teléfono hace varios minutos, pero como estaba bañándome, no iba a salir a responder, pues en realidad, la mayoría de los mensajes que recibo son del grupo de mis compañeras.
En esta ocasión me llamó la atención ver que se trataba de un número desconocido. Quedé estupefacta con la foto del mensaje y el texto que en el había escrito: «Este será nuestro pequeño secreto». Ese hombre aparecía delante del espejo, en una pose bastante sugerente, sin camisa y con una mano deslizando el borde de su bóxer negro, dejando solo la mitad de su erección al aire. La foto debe ser reciente, pues tenía la herida descubierta y el reloj que llevaba puesto hoy. Sus ojos verdes se veían más claros, mientras una sonrisa maliciosa y atrevida se reflejaba en sus labios.
Puse el teléfono boca abajo, intentando no ver la foto más tiempo, pero ya se había quedado grabada en mi disco duro. Por un momento se me fue el aire. Olvidé cómo respirar. Me remojé los labios, pues estos se percibieron repentinamente resecos.
«¿Qué está haciendo este hombre? ¿Cómo se atreve a enviarme algo así?». Ni siquiera puedo decir que se ha vuelto loco, pues loco siempre ha estado y lo ha demostrado lo suficiente.
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