Renunciar a la persona que amas no es tarea sencilla. Por más que he intentado seguir adelante con mi vida, teniendo mil y un amores, ninguno me hace sentir lo mismo.

En la intimidad con mis parejas, no paro de pensar e imaginar cómo sería que el hombre que estuviera tomándome fuera mi padrastro.

Hubo un tiempo donde creí que mi amor y atracción por él, era algo temporal y fácil de superar, pero cada día que transcurre, se vuelve una tortura el verlo en los brazos de otra mujer, aunque esa otra mujer sea mi madre.

No sé cómo puede soportarla. Los años le han caído encima y sus achaques debido a la edad van en aumento.

«¿Qué puede atraerle de ella?».

Me uní a la mesa donde ellos se encontraban desayunando. Era irritante la escena que mis ojos estaban contemplando. Siempre luciendo tan acaramelados y melosos delante de mí. Ya no sé si lo hacen intencionalmente. 

Antes veía a Fabián más tiempo en la universidad, pues era mi profesor, pero ahora que me gradué, solo puedo verlo y pasar tiempo con él cuando mi madre no está estorbando en el medio.

—Qué bueno que sales de tu habitación a compartir. Últimamente te la pasas encerrada escribiendo. Te he preparado tus huevos revueltos. Espérame aquí—mi madre se levantó de la mesa en dirección a la cocina.

Era mi oportunidad de estar, así fuera unos segundos a solas con él, por tal razón iba a aprovecharlo.

Es tan atractivo. El cruce de miradas con esos hermosos ojos verdes tienen la dichosa habilidad de hacer volar mi imaginación. Esto que siento me está consumiendo.

—¿Descansaste? — soltó la taza de café sobre la mesa, prestándome por fin toda su atención.

—Sí, ¿y tú? —sonreí ladeado.

—Bastante bien. ¿Estás usando tus lentes?

—Siempre los uso. Después de todo, fue un regalo que me hiciste.

—Me preocupa el hecho de que pases tantas horas en el computador durante la noche y no protejas tu vista. Asegúrate de usarlas siempre. Estás demasiado joven para quedarte ciega.

—Gracias por preocuparte por mí.

—¿Cómo no voy a preocuparme por ti? Eres como mi hija.

«¿“Como mi hija”?», pensé.

Es jodido e irritante oír semejante estupidez. Fue un trago bastante amargo que disfracé detrás de una encantadora y dulce sonrisa.

—Por cierto, tu mamá y yo tenemos algo que contarte—la tomó de la cintura tan pronto se acercó a la mesa con mi plato.

—Es cierto, mi amor. Aunque estaba dudando de la ocasión para darte la noticia.

Ambos se veían felices con esa supuesta noticia que querían darme. Solo espero que no vayan a irse de viaje de nuevo. La última vez estuvieron dos semanas fuera.

—Se ven muy felices… ¿Cuál es esa gran noticia?

Ella se sentó de vuelta en su silla y puso el plato delante de mí.

—Luna, como bien sabes, el proceso de divorcio con tu papá se había prolongado más de lo esperado, pero ya no hay nada que nos impida a Fabián y a mí rehacer nuestra vida y casarnos.

—¿S-se van a casar?

—Sí. ¿No estás feliz?

Sentí que sus palabras estrujaron muy fuerte mi corazón. Me costaba creer que hubieran estado planeando esto a mis espaldas.

—Claro que estoy feliz, solo me tomó por sorpresa. ¡Enhorabuena! ¡Me alegro tanto por ustedes! — fingí una sonrisa, aunque por dentro me sentía destruida, traicionada y dolida.

«¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Por qué debo tragarme todo lo que siento? ¿Realmente renunciar a él es mi única opción?».