• Propuesta •
Luna
Me llené de valentía para soltarle eso, pero él no dijo nada, solo se me quedó viendo de modo que me costaba mirarlo a los ojos.
«¿Qué está pensando?».
Oímos en el pasillo la voz de esa insoportable mujer.
—¿Cómo te sientes? ¿Qué fue lo que te pasó? Perdóname por no haber venido antes. Tu papá no me avisó.
Miré a Darek y él sonrió, negando con la cabeza.
—¿Habría hecho alguna diferencia que lo supieras desde antes? No lo creo— respondió Fabián.
—Ese es mi hijo—dejó escapar en voz baja Darek.
—¿Tú y tu padre se pusieron de acuerdo o qué? Si no vine antes fue porque no sabía. Por supuesto que me hubiera encantado haber estado contigo.
—Pues falta no haces aquí. No soy idiota. ¿Por qué no me dices la verdadera razón por la que viniste? Jamás te ha preocupado cómo estoy. ¿Estás tratando de usarme como pretexto para volver a la casa y que mi papá lo acepte como si nada? ¿O tus intenciones son usarme para que, por arte de magia, solucione sus problemas y diferencias?
Volví a mirar a Darek y él se pegó más a la puerta.
—Me interesa saber la respuesta— murmuró Darek.
Su expresión vacilante me robó una sonrisa. Parecía sentirse bien orgulloso de las respuestas de Fabián.
—¿No vas a preguntar por qué ella está aquí? En tu rostro está bien claro que tu curiosidad es Luna. Desde que entraste por esa puerta, te concentraste demasiado en ella.
«Ah, vaya, ahora entro yo a la conversación. Esto es demasiado incómodo».
—¿Ustedes siguen saliendo? —indagó Marjorie.
—Mi vida privada y amorosa no es asunto tuyo.
«Sí, definitivamente padre e hijo son igual de directos y con tremendo temperamento».
—Regresa por dónde mismo viniste. No necesito más gente hipócrita a mi lado.
—Me tratas como si fuera un monstruo, cuando todo lo que quiero es cuidarte.
—Tú no cuidas ni siquiera de ti misma, ¿por qué debería creer que realmente tienes intenciones de cuidarme a mí? Además, no lo hiciste por años, ¿por qué de repente muestras tanto interés? Dudo mucho que alguien como tú sufra de cargo de consciencia.
No deberíamos estar escuchando conversaciones ajenas, pero Darek estaba ahí, curioseando detrás de la puerta. La conversación entre madre e hijo estaba siendo bastante fuerte e iba escalando. Ahora entiendo muchas cosas respecto a Fabián y la razón por la cual es tan distante con su madre. Aunque aún me cuesta entender por qué con su papá es igual, si él se muestra mucho más afectivo con él.
La conversación entre ellos era como un sube y baja de emociones. Cada revelación que hacía Fabián, parecía tener una doble intención. La estaba atacando y, la verdad es que siento que era, de cierto modo, justificable su actitud.
Así mismo como entró, así mismo le tocó marcharse. Su propio hijo la sacó de la habitación sin pensarlo dos veces o tomar en consideración los pedidos de ella. Darek no hizo nada, se quedó al lado mío, sin decir absolutamente nada, solamente observando el panorama de lejitos, como que la cosa no era con él.
Era incómodo estar en medio de esta situación, sobre todo por la mirada que me dedicó esa mujer antes de irse. Parecía endemoniada. Lo peor es que tal parece que yo cojo los platos rotos sin haber hecho nada.
[...]
Después de ese incómodo suceso, nos reunimos en la mesa del comedor. Estaba ayudando a Fabián con la máquina del suero para que pudiera sentarse sin problemas. Aunque iban a llevarle la comida a la habitación, él quiso que fuera más cómodo para mí y por eso me sugirió la mesa.
—¿Quieres que te la dé? — le pregunté a Fabián, refiriéndome a la sopa.
—Sí.
Darek nos observó en completo silencio desde su silla. No sé si hice bien en decirle eso a Fabián. Puede que Darek se haya sentido incómodo, aunque, obviamente nunca lo dirá.
—Y bien, creo que es momento de que tengamos una charla larga y tendida los tres— el comentario de Darek me llevó a mirarlo.
—No, no creo que sea el momento, Darek.
—Sí lo es. Lo conveniente es ir directo al grano y así evitamos futuros encontronazos.
—¿De qué tenemos que hablar ahora? —cuestionó Fabián.
—Diré las cosas como salgan. Ya queda en ustedes cómo interpretarlas.
Fabián se mostraba curioso, mientras que yo no sabía dónde meter la cara. Algo me decía que la conversación era sobre lo mismo que me comentó.
—Tú amas a Luna, ¿cierto? — su directa pregunta le causó cierta impresión a Fabián, era notable en su semblante.
—¿Eso qué flauta toca?
—Aunque no lo creas, sí es importante. Quiero que los tres seamos honestos y logremos resolver esta situación de la manera más madura posible, tal y como lo haría un adulto. Nada de tapujos, temores o inseguridades. Tanto ella, como yo, sabemos la respuesta a esa pregunta, pero ahora falta que seas tú quien lo diga. Olvida que soy tu padre o un “rival” en este momento y díselo, aprovecha la oportunidad y dile lo que sientes. Siempre dejas que el orgullo te controle y así no deben ser las cosas.
—¿A ti qué te ha picado, como para que estés de terapista?
—Tenemos ciertos intereses en común, y tú muy bien lo sabes. Si no estás dispuesto a ser honesto y abrirte con ella, entonces no hay mucho que decir y lo tomaré como que no sientes nada y tengo el camino libre.
Lo miré sorprendida por la seriedad en que lo decía todo.
—¿Por qué debería hacer algo así delante de ti?
—Porque no quiero que entre nosotros existan secretos y porque quiero que te quede claro que yo no soy tu rival, aunque lo parezca. Los tres tenemos el mismo conflicto; compartimos sentimientos hacia la misma persona. Si la amas y no estás dispuesto a renunciar a ella, quiero dejarte claro que yo tampoco lo haré, y no puedes exigirme que renuncie, cuando tú tampoco estás dispuesto a hacerlo.
«¿Qué estás diciendo, Darek?».
—Y no, no te estoy declarando la guerra, pues al final, creo que es ella quien tiene la última palabra.
—A mí no me miren— dije casi inaudible.
—Como le dije a Luna anteriormente, lo justo sería aclarar este conflicto de una vez y por todas y por el bien de todos. ¿Por cuánto tiempo más vamos a prolongar esto? Lo ideal sería encontrar una solución donde ninguno de los tres deba sufrir por el otro, donde podamos llevar la fiesta en paz los tres en conjunto.
Observé la reacción de Fabián y casi se salen los ojos.
—¿Qué? ¿Tú me estás proponiendo que comparta a mi mujer contigo?
—Yo no soy tu mujer— aclaré.
Fabián me miró.
—¿Tú no dirás nada al respecto, Luna?
—Escucha a tu papá, ¿quieres?
—¿Tú estás de acuerdo con esta locura?
—Yo no sé nada…
—La idea no es del todo agradable para mí, pero prefiero eso, que tener que ver a alguno de ustedes dos sufrir al momento de elegir o simplemente tener que renunciar a ella. No importa por dónde lo mire, no lo considero justo, ni para mí, ni para Luna, ni mucho menos para ti, hijo. Sería un proceso largo y, como cualquier otro, muchas veces le tenemos miedo a lo desconocido y a los cambios, pero no es algo que vaya a hacerse de golpe. De hecho, no es una decisión que vaya a tomarse ahora. Solo comencemos con algo, de poco a poquito. Primero respetando las decisiones de los demás, asegurándonos de que todas las partes estén a gusto y de acuerdo con cada decisión que se tome, sin dejar a un lado lo más importante; el bienestar y la felicidad de cada uno. Ahora que estaremos unos días juntos, podremos ver qué tal nos va en la convivencia. Podemos comenzar con calma, mientras nos abrimos un poco más, arreglamos nuestras diferencias y restablecemos la confianza que se vio afectada por todo lo acontecido. ¿Qué les parece?
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