
•Promesa•
Quisiera creer que todo lo que ha ocurrido en mi vida es parte de una pesadilla, de la cual tarde o temprano despertaré.
He llegado a creer en simples teorías que vagan por mi mente, justificando mis desgracias como si fueran parte de un guión mal formado de algún escritor malvado, cuya felicidad y éxito se basa en torturar lentamente a quien sigue sus pasos. También he pensado que es parte de lo que merezco, por hacer sufrir a los personajes que creo en mi cabeza y les doy vida a través de mis letras.
Pensándolo bien, tal vez después de todo, merezco cada desgracia que toque a mi puerta…
Una fuerte tormenta se desató cuando mi madre se marchó, dejando atrás a mi padrastro y a mí.
Me ha tocado ver partir a mi padre, a mi abuela y ahora a mi madre en un mismo año. Todo vino junto, como si se hubieran puesto de acuerdo en abandonarnos; al menos así lo sentí.
Desde entonces he estado viviendo con mi padrastro, quien aparte de eso, también es mi amigo, mi confidente y profesor en la universidad. No sé qué hubiera sido de mí si no lo tuviera. Estaríamos viviendo tan felices en estos momentos, si ella no se hubiera marchado quién sabe a dónde y con quién.
Las noches se han vuelto un tormento; no puedo dormir bien, siento que cuando despierte, él también se habrá ido. Ha sido mi consuelo, mi apoyo, mi todo. Sé que debo recordarle a mamá, aun así, él no se queja de ello, tampoco me culpa por su abandono.
Toda esta situación ha provocado que esté inactiva en las plataformas literarias y redes sociales. Decidí tomarme un tiempo para despejar mi mente, aunque a veces escribo novelas cortas que terminan guardadas en borradores y nunca salen a la luz. Si alguien pudiera infiltrarse en ellas, podría ser un peligro inminente.
Me gusta plasmar todo lo que veo, escucho y me gusta en un papel, descargar todos mis problemas y cargas del día a día; contarle indirectamente sobre mí a cada uno de ellos y confundirlos entre metáforas, mi realidad y mentiras.
Si soy la creadora, debo tener la habilidad de retroceder el tiempo, ¿no es así? Entonces, ¿por qué no puedo hacerlo ahora? Mas bien, ¿por qué no quiero hacerlo? ¿Será que me he acostumbrado a esta nueva vida y a las atenciones de mi papá?
No tengo amigas, solo fanáticos. Llegó un momento dado donde me alejé y le cerré las puertas de mi vida a la hipocresía y a las falsas amistades que se vestían de ovejas. Soy un baúl lleno de misterios, pero nadie podría entenderme mejor que lo hace mi papá, por eso lo amo tanto.
La noche ha estado bastante fría; la tormenta no cesa, los truenos y relámpagos tampoco. Lo habían anunciado por la radio, pero no le presté atención, pues la mayoría de las veces anuncian mal tiempo y luego no ocurre nada. Me gustan los días así, aunque no suele llover a menudo.
Mi padrastro se detuvo en el umbral de la puerta; su silueta fue lo primero que vi en medio de la casi completa oscuridad y relámpagos. La emoción de verlo fue más que el susto. Siempre ha sido demasiado sigiloso; sus pasos son lentos y silenciosos.
Esta semana cumple treinta y siete años, aunque se mantiene bastante joven para su edad y las jóvenes de la universidad tienden a tirarle el ojo inmediatamente. Dejando a un lado su aspecto, como profesor es igual de atento a como lo es conmigo.
—¿No puedes dormir, papá?
—No. ¿Te molesta si te hago compañía? — encendió la lámpara de la mesa de noche, dejando al descubierto su cabello despeinado y todavía húmedo, lo que me llevó a asumir que hace poco salió de bañarse.
—Jamás me molestaría.
—¿Cómo te sientes, mi luna? ¿Vas a escribir? — sus ojos cafés se posaron sobre mí, desviándose hacia el computador que tenía a un lado en la cama.
—No. No tengo cabeza para eso.
—Te he dicho que mientras no lo uses, lo dejes sobre el escritorio — lo llevó al escritorio, y regresó a mí, sentándose en el borde de la cama.
—Lo olvidé, lo siento.
Miramos hacia la ventana ambos, escuchando el estruendo que provocan las ráfagas del viento que la azotaba. No es la primera vez que visita mi habitación, cuando mamá aún estaba en casa, él solía venir a medianoche para cubrirme y asegurarse de que estuviera bien. Siempre me ha protegido, me atrevo a decir que lo ha hecho más que mis propios padres. Es la única persona en el mundo que me ha demostrado que realmente me quiere y le importo, por eso mismo se ha ganado que le llame papá.
Se recostó a mi lado y cerró los ojos, alargando un repentino suspiro. Tuve la sensación de que deseaba decir algo, es solo que hizo silencio por unos minutos.
—Duerme, mañana tienes clases.
—¿Te quedarás aquí conmigo, papá? No quisiera que te vayas.
—No me iré — se volteó, mostrando esa sonrisa, cuya dentadura es casi perfecta.
—¿Me lo juras?
—¿Alguna vez papá te ha mentido? — su mano atrajo mi rostro hacia él y besó mi frente, brindándome la calma y seguridad que tanto me hacía falta.
Me engulló entre sus brazos; quedando los dos de cucharita. La protección y calor que emana de su piel, especialmente de sus brazos, es tan reconfortante.
Tener la dicha de estar así con mi papá, lo es todo para mí. Así sea por estos cortos momentos, quiero disfrutar a plenitud de este cálido sentimiento. Lo amo; lo amo con toda mi alma...
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