• ¿Por qué? •
—Eres tan perfecta, corderito—se fue a mis piernas, desamarrando el nudo de la soga.
En estas circunstancias, hubiese preferido mejor tenerlas amarradas.
Lo presiento. Este hombre me hará algo malo. Lo pude ver antes en sus ojos.
Al no poder hablar, la impotencia y el miedo se reflejaba en las lágrimas que recorrían mis mejillas.
Intenté levantar mi cuerpo, sin separar las piernas, para no permitir que lograra su objetivo, pues estaba haciendo fuerza para abrirlas.
—¿A dónde vas?
«Odio profundamente esto».
Logró abrirlas y sus manos ejercieron presión contra la cama, manteniéndolas abiertas y flexionadas. Por supuesto que intenté seguir luchando, a pesar de sentir que era inútil, ya que no podía compararme con su fuerza.
Hundió su rostro en mi intimidad, moviendo a un lado con sus dientes mi ropa interior y acaparando mis partes.
No me he lavado. Ni siquiera tuve oportunidad de bañarme luego de haber tenido intimidad en la mañana con Darek.
«¿Por qué me hace estas cosas?». Si realmente me quisiera, como se llena la boca diciendo, no me estaría haciendo esto, a sabiendas de que es en contra de mi propia voluntad.
«¿Hasta dónde más está dispuesto a llegar con todo esto?».
«Por favor, que alguien me ayude».
—Este sabor—lamió sus labios paulatinamente, dejando escapar un gemido de satisfacción—. ¿No se protegieron? Ya veo. Le has cogido el gusto a que terminen aquí. Quién diría que estaría probando los fluidos que dejó mi padre en mi mujer. Es algo bastante raro, pero extrañamente no ha sido desagradable como creí. De repente me he puesto más caliente.
En mis adentros solo podía cuestionarme, ¿por qué? Quizá tenía la respuesta a todas esas dudas. Tal vez era demasiado cobarde y orgullosa para admitirlo. Lo reconozco, he hecho muchas cosas malas de las que me arrepiento, pero ¿realmente merecía pasar por algo así?
«¿Haber deseado alcanzar la felicidad, mis metas, el éxito y el amor, era un sueño tan ambicioso para alguien como yo? ¿Siquiera merezco soñar con tener una vida tranquila y en paz? ¿Por qué lo bueno debe durar tan poco?».
Abrí los ojos con dificultad al sentir sus fluidos cubrir mi vientre y oír sus constantes jadeos. Aunque no hubiera llegado a más, me sentía ultrajada, sucia, asustada, impotente.
Recostó su cuerpo sobre el mío, descansando su cabeza en mi pecho. Fueron mis temblores incontrolables lo que le llevó a darse cuenta de mis lágrimas. Su expresión se volvió confusa. Se mostró sorprendido y preocupado.
—No llores así. No voy a hacerte daño.
«Mentira, mentira y más mentira».
«¿Cómo pude creer en él alguna vez?».
Ambos oímos la puerta de la habitación abrirse de golpe y fijamos la mirada para ver quién era.
—¡Sabía que la tenías aquí! — se oía fatigado.
«Darek…».
Jamás había visto una expresión tan profunda en él.
—¡¿Qué demonios le hiciste?!
—Otra vez tu… Mi mujer y yo estamos en algo. ¿Por qué siempre debes entrometerte donde no te han llamado?
Darek lo sacó de encima de mí por el fuerte empujón que le dio, arrojándolo fuera de la cama. Me cubrió con su chaqueta, aflojando la mordaza y quitando parte del pañuelo de mi boca. No tenía manera de quitarme las esposas, además, no tuvo tiempo, pues Fabián retomó la postura y en un comportamiento bastante hostil.
—¿Realmente crees que dejaré que te la lleves? Ella es mi mujer y su lugar está aquí conmigo.
—Te creí el más sensato de mis hijos. Has llegado muy lejos. Tanto que me juzgas, alegando que no quieres ser como yo, pero mírate, tu comportamiento y acciones son peores que las mías. ¿Este es el amor que le juras? ¿Así es como la vas a retener a tu lado? Eres patético y un grandísimo cobarde. Quizá cometí muchos errores y no fui el padre que esperabas tener, pero yo jamás te crié así, ni te enseñé estas cosas. Mírala, ¿esto te brinda placer y orgullo? Graba con detalles tu obra y espero te sientas satisfecho con el resultado. Me da lo mismo si quieres vengarte de mí, si me odias tanto por mis errores y por ser un fracaso como padre, o incluso por haberte “arrebatado” a la mujer de tu vida, porque ya estoy acostumbrado a recibir tus reproches, pero siempre juzga quién menos puede. Lamento ser yo quien te dé el golpe con la maldita realidad, pero a quien acabas de lastimar injustamente ha sido a ella, con la menos que tiene culpa en todo esto. Fuiste tú quien se ganó ese desprecio, fuiste tú quien se equivocó, pero tu orgullo es tanto que ni siquiera tienes los huevos en su sitio para admitir tu falta. Haz algo bien, y no por mí, sino por ella, y quítale las esposas.
Fabián tensó la mandíbula y apretó el puño. No sé qué pasaba por su cabeza, pero hizo algo que nos dejó sorprendidos, y fue que buscó en el bolsillo de su pantalón la llave y la arrojó sobre la cama, saliendo a toda prisa de la habitación sin decir absolutamente nada.
—Tranquila, todo va a estar bien—me abrazó contra su pecho y ese enorme nudo en la garganta se agudizó—. Te sacaré de aquí— sus latidos se convirtieron en una dulce melodía para mis oídos.
Tan gentil, tan cálido y reconfortante. Sentí que las piezas de mi corazón roto se iban juntando con su fuerte abrazo. Esos sentimientos tan abrumadores y negativos se fueron disipando, como por arte de magia. Me sentía segura estando entre sus brazos.
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