Sus ojos se cristalizaron, momentos antes de acercarse. 

—No, no llores así. No me gusta verte llorar. Se siente horrible.

El silencio reinó durante unos segundos, hasta que se me echó en los brazos, descansando la cabeza en mi pecho. Supe que estaba llorando, porque sentí la humedad de sus lágrimas a través de la camisa y porque su cuerpo era un manojo de nervios. 

A veces, un simple gesto o una acción, como lo es un abrazo, vale más que mil palabras, se vuelve tu fortaleza en momentos de debilidad, convirtiéndose en todo lo que necesitas. 

Marjorie

Mi hogar se ha ido a la ruina en un abrir y cerrar de ojos por la existencia de esa muchachita. No debí intervenir por ella esa noche y no sería mi dolor de cabeza ahora. 

Mi marido ha dejado de ser el mismo. Se la pasa discutiendo conmigo, busca cualquier pretexto para no tocarme, hasta se cambió de habitación. 

Lo he visto cocinando, pero no para él, sino para esa mujer. «¿Y cómo lo sé?». Porque lo vi con mis propios ojos. 

Si me he tragado todo, su desprecio, su rechazo y lejanía, es porque no tengo cara para enfrentarlo luego de saber que conocía sobre Octavio. 

Repudio con todas mis malditas fuerzas que mi feliz matrimonio se vea arruinado por una maldita desgraciada como esa. 

Pero si no quiere que toque a esa muchachita, entonces su propia hija lo hará. Después de todo, a ella le perdona todo. 

Me encontré con mis hijas en su casa. Estaba dispuesta a lo que fuera con tal de recuperar a mi esposo. Jamás voy a renunciar a la vida de reina que llevo ahora. Nunca le cederé mi lugar a nadie. 

—Te ves preocupada, mamá. ¿Todo bien?

—Tu padre lo sabe— le confesé a Valery.  

—¿Qué cosa? 

—Que me estoy viendo con tu amigo Octavio. Está usando eso como justificación para pegarme los cuernos también. 

—¿Qué estás diciendo, mamá? Papá sería incapaz de estar con alguien más. 

—No sabes cómo se ha estado comportando tu padre últimamente. Está irreconocible. Hasta se mudó de habitación. Si supieras lo que ha estado haciendo. 

—¿Qué ha estado haciendo? 

—Ha perdido la cabeza igualito a tu hermano. ¿Puedes creer que está detrás de la novia de tu hermano?

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo? Ya la hacía fuera del juego. 

—Pues no. Esa muchachita no tomará descanso. Quiere destruir a nuestra familia, quitarnos a tu padre, del mismo modo que nos ha distanciado de tu hermano. Tu papá se ha fijado en ella.

—Eso no puede ser posible. Papá estaba de acuerdo en que esa muchachita no puede permanecer en esta familia. ¿Por qué habría de cambiar de un momento a otro?

—Le ha estado preparando comida para llevarle al trabajo y todo. No sé si estás al tanto, pero esa niña está embarazada. 

—¿Embarazada? ¿De mi hermano o del amante? No vaya a ser que le esté achacando un hijo que no es ni suyo. Vaya que me salió bien avispada la cabrona. Tan mosquita muerta que aparenta, con carita de niña santa y resulta que es tremenda diablilla. 

—Ella vino a buscarte hace poco a la casa con intenciones de vengarse por lo que le hiciste a ese muchacho con el que estaba viéndose. Vino armada e hirió a tu papá con una cuchilla.  

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué demonios no nos dijeron nada?! ¿Cómo está papá?

—Él está bien de la herida, pero desde esa noche, él no ha dejado de hablar de esa muchachita. Es como si esa puñalada hubiera sido en el cerebro. Yo no puedo intervenir con ella, porque no solo me estaré echando encima a tu padre, también está tu hermano en el paquete.

—Ya veo. Pues no comas ansias, mamá. De esa niña me encargo yo. Borraré cada maldita huella de su existencia y cualquier conexión que tenga con este mundo. Porque quien juega con fuego, tarde o temprano se quema. Ya puedo saborear su exquisita y fresca piel en mis dientes. 

Sabía que contaría con ella.