• No lo sé •
Regresé a casa para recoger algunas de mis pertenencias esenciales. Planeo quedarme solo unos días. Quise bañarme antes de dirigirme a su casa, pues cuando me fui del hospital, estaban realizando los trámites del alta, por lo que ya debían haber llegado.
Muero de sueño, pero debo soportar un poco más. La cafeína ya está abandonando mi sistema.
Darek salió a recibirme y me dio paso al interior de la casa. Fabián no se veía por ningún lado.
—¿Dónde está Fabián?
—Ya está en la que era su habitación. Estaba discutiendo conmigo, diciendo que en el mejor lugar que podía estar era en su casa. Ya sabes, lo terco no se le quita. Tal vez logres convencerlo de que se quede aquí unos días. Aquí recibirá la atención necesaria por parte de ti y de Rodni.
—¿Sabe algo de mí? ¿Sabe que planeo quedarme?
—No. Quise que le dieras tu la sorpresa.
—¿Cómo crees que lo tome?
—Seguramente bien. ¿A quién le sabría agrio el dulce? —se giró para darle indicaciones a su empleada—. Lleva su maleta a la habitación de mi hijo.
Mis ojos se engrandecieron al oír lo que dijo.
—Espera, ¿qué? ¿C-cómo que a la habitación de tu hijo?
—Dijiste que querías cuidar de él, ¿no es así? Tal vez eso les sirva para arreglar sus diferencias.
—¿Me estás entregando deliberadamente a él?
—Suena de mal gusto esa pregunta, cuando lo único que estoy haciendo es tratar de ayudarlos a los dos.
—Esto no es ayuda. ¿Crees que será cómodo para alguno de nosotros? No lo será para él, no lo será para ti y tampoco lo será para mí.
—Será algo temporal, mientras se recupera.
—Esto es ridículo. Prefiero que no me engañes y me digas que has renunciado a lo que sea que teníamos, si es que algo.
—¿Qué te hace pensar que he renunciado? Soy cobarde, pero no tan cobarde. Creo que tuvimos una conversación bastante clara hace una semana sobre eso. Yo no quiero y tampoco voy a renunciar, pero sé que él tampoco lo hará y no quiero tener de rival a mi propio hijo. Tal vez deberíamos pensar en otro modo de llevar la fiesta en paz los tres.
—¿Qué estás tratando de insinuar?
—Que tal vez, ninguno de los tres tenga que renunciar.
«¿Acaba de decir lo que creo que dijo? ¿Qué está pasando por su enferma cabeza?».
—Iré a ver a tu hijo.
—Piénsalo, Luna. Mi hijo no te es tan indiferente, si lo fuera, no hubieras pasado la noche en vela en el hospital, ni mucho menos estarías aquí ahora. Mi hijo se equivocó, yo me equivoqué, tú también lo hiciste, pero lo justo sería aclarar esto de una vez y decidir cuál será el mejor desenlace para los tres, donde ninguno deba sufrir o apartarse del otro. No creas que es fácil para mí decirlo. La realidad es que nunca me visualicé en una situación así. Pero la situación ha llegado a un punto, donde los tres debemos usar un poco más la cabeza y ser honestos. Esa decisión la dejaré en tus manos y en las de mi hijo. De antemano te digo que respetaré la decisión que tomes.
«¿Cómo llegamos a este punto?».
Mi cabeza va a explotar con tanto. Él parecía serio al respecto. Esto es una completa locura.
[...]
Subí las escaleras en compañía de la empleada, quien me guió directamente a su habitación. Él estaba sentado en el borde de la cama, observando la máquina del suero. Se veía un poco mejor, aunque aún sus labios no han adquirido color.
—¿Luna? —se puso de pie, observándome desde el otro extremo de la cama, con notoria sorpresa.
—¿Cómo te sientes? —hablé tan bajo, que no sé ni cómo me oyó.
—Bien. ¿Qué haces aquí? ¿Y esa maleta?
Bajé la mirada al suelo, buscando las palabras adecuadas para decirle.
—He venido a hacerte compañía, al menos mientras te recuperas.
—¿Compañía?
—Sí. El doctor Rodni va a monitorearte. Necesitamos que te quedes aquí mientras te recuperas por completo y así puedes regresar a tu casa y a la universidad.
—Fue mi papá, ¿cierto? ¿Él fue quien te pidió que vinieras y te convenció a quedarte? Algo así no saldría de ti, y menos después de lo que te hice. Me odias, lo tengo claro, yo también me odio a mí mismo y a esto que soy.
—No fue tu papá quien me convenció, yo quise hacerlo por mi cuenta.
—No tienes que sentir lástima por mí, Luna.
—No lo hago por lástima.
—¿Entonces? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué has venido a quedarte?
—Yo… —fruncí los labios, sin poder encontrar una razón convincente en mi cabeza—. No lo sé. No sé por qué lo hice. No tengo idea de qué ocurre conmigo y mi cabeza. Creo que me estoy volviendo loca.
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