• Intenciones • (+18)
Después de lavar la ropa y dejar la secadora haciendo su trabajo, fui a bañarme y luego maté el tiempo releyendo los últimos capítulos que subí y respondiéndole a esos lectores que han perdido el hilo de ellas y otros que me demuestran su apoyo incondicional en medio de las dificultades. Aunque no pude recompensarlas con capítulos hoy por falta de inspiración, al menos hice el aviso de que pronto estaría retomando esas novelas.
Sebastián llegó de la universidad a la hora de costumbre, a realizar su rutina habitual; ducharse para luego entrar a la cocina. Lo observé desde la barra, lo único que hay en medio de los dos es ella. La encimera está conectada con la barra, por eso puedo ver claramente cómo corta los vegetales con suma delicadeza y paciencia. No sé dónde aprendió a cocinar, pero es muy bueno.
—Te he traído tus prenatales. Sé que está a punto de acabarse el otro frasco. ¿Has comido algo durante el día? Juzgando por lo limpia que está la cocina, creo que es un no, ¿verdad?
—Ya sabes que no se me da bien cocinar. Me aconsejaste no hacerlo mientras no estuvieras por temor a que queme la casa, ¿lo olvidas?
En sus labios se formó una burlesca sonrisa y carraspeé.
—Pero sí, almorcé. Solamente recalenté el estofado con el arroz blanco que hiciste ayer en el microondas.
—Al menos comiste algo, eso me tranquiliza.
—¿Qué me recomiendas para acabar con este bloqueo, papá? Me senté y traté de escribir algo, pero mi mente está en blanco. Es una escena complicada la que se aproxima y quisiera darle un pequeño toque de romance, tal vez así pueda atraer a más personas. Al menos eso me aconsejaron. Siento que mis temáticas últimamente se vuelven aburridas, porque no hay romance.
Soltó el cuchillo sobre el picador, depositando toda su atención en mí.
—Escribe por ti, no por lo que los demás te pidan. Eso es lo que te está cerrando. El romance no lo es todo. Al menos ese no es tu fuerte. Mientras estés así, lo mejor es no escribir, descansar, relajarte, despejar tu mente con música, leyendo, hablando, haciendo algo que te gusta y sobre todo, darle tiempo al tiempo. La inspiración es algo que fluye, no todo el tiempo está ahí. Pensándolo bien, tal vez necesitas cierta estimulación que te ayude con el bloqueo que tiene esa cabecita — retomó lo que estaba haciendo y, no lo niego, sentí curiosidad de lo que dijo.
—¿Qué tipo de estimulación?
—El talento y el conocimiento está, eso es lo único que no se pierde. Solo debemos explotar un poco más ese talento y enseñarte cosas nuevas que te sirvan de inspiración.
Sus palabras se quedaron grabadas en mi mente. No he podido dejar de pensar en ellas, tampoco conciliar el sueño. La noche se percibe tan fría y la habitación tan sola.
A mitad de la noche, escuché la puerta de mi habitación y supe que, al igual que yo, probablemente él no podía conciliar el sueño. No puedo mentir, me alegré de que hubiera considerado venir a hacerme compañía. Es solo que su comportamiento no era el de siempre.
Por lo regular, se acuesta a mi lado, pero hoy, me quitó la sábana de encima y su rodilla separó y se situó entre mis piernas, mientras que el resto de su cuerpo quedó a la altura del mío. Es la primera vez que había un acercamiento de este tipo.
Hemos dormido de cucharita muchas veces, pero en esta ocasión, no se siente igual, porque no es lo mismo tenerlo a mi espalda que sobre mí. La claridad de la luna entraba por mi ventana, era como único podía ver su rostro y expresiones.
Había algo extraño en él, en su expresión, en esa mirada que me estaba dedicando. La forma en que sus ojos barrieron el escote de mi pijama no era la misma que las veces que me perdía en su mirada.
—¿Qué haces, papá? — pregunté con un hilo de voz.
Su silencio fue algo inquietante, pero lo que tensó mi cuerpo fue cuando su rostro se acercó tanto.
—Entre tanto pensar y pensar, he encontrado la solución a tu bloqueo, mi princesa — hundió su rostro en mi cuello y escuché su respiración cerca de mi oído, lo que me provocó un escalofrío.
Hace muchos años estuve con mi exnovio en una situación parecida, pero lo que estaba experimentando no era lo mismo, ni siquiera se puede comparar. Su perfume era agradable. Aunque estaba asustada e impactada por lo que estaba ocurriendo, no podía pronunciar palabra alguna. Jamás hubiera imaginado encontrarme en una situación así con mi papá. Siento que esto está mal, pero a la vez, no puedo evitar sentir cosas.
Su mano se paseó por mi vientre y una especie de hormigueo sucumbió mi intimidad.
—Existen muchos estímulos, pero el mejor remedio para combatir cualquier mal, son los orgasmos.
Es la primera vez que lo escucho hablar así, pero por alguna extraña razón, eso solo elevaba mi temperatura. Tenía la sensación de que había contraído fiebre, pues sentía todo mi cuerpo caliente.
—Papá…
Su mano se adentró en el pantalón de mi pijama y por dentro de mi ropa interior. No podía creer que realmente esto estuviera pasando y que se atreviera a tanto. Es sumamente raro y sé que está mal, él fue el novio de mi mamá, pero no encontraba ni una chispa de fuerza de voluntad para detener las cosas.
No sabía cuán húmeda me encontraba, hasta que sus dedos se deslizaron fácilmente entre mis labios y silenció mi gemido con un beso. Abrí mis piernas instintivamente, permitiendo que su cuerpo se acomodara y sus dedos pudieran explorar más cómodamente esa zona.
Nunca lo había visto como un hombre, para mí siempre ha sido mi papá y está mal sentirme bien con esos labios que tantas veces besaron a mi mamá, pero que se han convertido en una debilidad ahora mismo.
Sus dedos abrieron paso a mi interior y se agitaron tan rápido que me obligaban a curvar la espalda. Son tan grandes y él tan brusco. Mis dedos jamás me había causado tanto. No puedo entender la diferencia que hay.
Jamás me habían besado de esta manera tan apasionada, intensa, húmeda y caliente. Su lengua danzaba a la par de la mía y luego la apresaba con una suave mordida, mientras continuaba empujando sus dedos y gimiendo.
Mis temblores eran involuntarios, mi cabeza cada segundo se aliviana, mi cuerpo se suelta, mis energías se drenan y mi vagina se dilata, acoplándose más a sus dedos.
Las cosas escalaron más de lo que creí. No pensé que podríamos llegar a estos extremos, como para que rompiera esa zona del pantalón de mi pijama, junto a ella, el centro de mi ropa interior. Despejó cualquier barrera que hubiese entre los dos y me conectó sin siquiera recibir mi permiso.
—¡Papá! — me tomó por sorpresa sentir su fuerte empujón.
Mis palabras fueron silenciadas por su mano.
—No grites muy alto, los vecinos nos pueden oír. Se una niña buena con papi, ¿sí?
Sus embestidas eran dolorosas, sentía que me revolvía por dentro con esos movimientos circulares y profundos, los cuales consideré intencionales. Tenía la sospecha de que sus intenciones eran obligarme a recibirlo todo sin protesta, y a que su pene pudiese explorar cada centímetro de mi interior.
No podía soportarlo más. Es como si tuviera miles de alfileres que, en cada estocada, su pene los entierra. El dolor era tanto que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin posibilidades de retenerlas. Se quedó quieto cuando logró darse cuenta de que mis quejidos no eran de placer, sino de dolor.
—¿Qué tienes, mi Luna? ¿Te lastimé? — me quitó la mano de la boca, secando mis lágrimas con ambas manos.
—¿Por qué me tratas así, papá? — le cuestioné atacada en llanto.
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