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• Inquietud •

Aviso: Ya están disponibles los primeros cuatro capítulos de la novela de Amanda y Valery. La encuentran en mi perfil como: «Obsesión enfermiza». ¡Qué la disfruten!

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Luna

Regresé de vuelta al trabajo. Darek me dijo que solicitara unos días de descanso, pero no quería aprovecharme de tener como conexión a su hermano para faltar.

Me he sentido mejor. En gran parte ha sido por Darek, pues no se había separado de mí en ningún instante. Incluso ha estado quedándose conmigo. 

Me siento tan feliz luego de esa conversación que tuvimos. Él lo dijo; dijo que me quería. No me atreví a confesarle que sentía lo mismo, pues me tomó con la guardia baja. Fue algo que no esperaba escuchar de él, pero me hizo inmensamente feliz.

Había tenido un grandioso día en el trabajo. Esperaba ansiosa acabar el turno, pues Darek quedó en recogerme a la salida. Luego de lo que pasó, se ha vuelto extremadamente sobreprotector conmigo.

Estaba de camino al casillero para buscar mi bolso, cuando unos fuertes brazos atraparon mi cuerpo. Reconocí su fuerte perfume y sus brazos, se trataba de Fabián. Mi cuerpo quedó paralizado del miedo, creyendo que había regresado para hacerme daño. Es increíble que le permitan la entrada a este lugar y en esas condiciones.

Mis compañeras pasaron por mi lado, con el mismo destino que yo, eso fue lo que me sirvió para soltarme de su agarre e intentar alejarme un poco, donde tuviera oportunidad de correr si era necesario.

—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? Vete.

Lucía irreconocible. Era preocupante su estado y aspecto desaliñado. Siempre ha sido alguien que cuida bien de su apariencia, pero ahora mismo no sé qué pensar. Estaba ojeroso, la mirada apagada, tan pálido como un papel, despeinado y con su camisa desabotonada. Mantenerse de pie parecía un reto. 

«¿Qué ha pasado con él durante estos días?».

«En primer lugar, ¿cómo lo dejaron entraron así, si se nota que no está bien?».

No creo que esté alcoholizado, pues no huele a alcohol.

—L-lo sie… — no había terminado de decirlo, cuando se desplomó y actué por inercia para apaciguar su caída.

Me arrodillé para sostener su cabeza contra mi pecho.

—¡Llamen una ambulancia!

Las personas que había alrededor sacaron sus teléfonos, mientras que yo solo me aseguraba de que estuviera respirando. No sabía qué hacer ante esta situación, pues desconocía lo que estaba sucediendo y todo pasó demasiado rápido.

[...]

La ambulancia no tardó en llegar y en el trayecto al hospital, llamé a Darek para informarle lo sucedido. No quise dejarlo solo. A pesar de todo lo malo que me ha hecho, me preocupaba su salud y quería asegurarme de que estuviera bien.

A él se lo llevaron dentro y no me dejaron pasar. Me hicieron quedarme en la sala de emergencia, en espera de nuevas noticias.

Caminé de un lado a otro, con el corazón en la mano, preocupada y asustada. No pasó mucho tiempo cuando Darek llegó. Su preocupación y angustia era palpable en el aire y bastante notoria en su semblante.

—¿No te han dicho nada? — se nota que estaba corriendo, su fatiga lo delataba.

—No, acaban de llevarlo dentro hace unos minutos.

Darek se acercó a una enfermera, a preguntarle exactamente lo mismo, como si la inquietud y desespero no le permitiera comprender que recién acababan de llevárselo para atenderlo. Y lo entiendo. Después de todo, es su hijo.

La espera nos tenía desesperados a los dos. Darek habló varias veces por teléfono, imaginé que con la madre de Fabián, pues se alejó bastante para realizar las llamadas.

—Me acaban de informar que mi hijo no ha estado asistiendo a la universidad. Llevaba casi una semana sin reportarse. Debí ir a verlo para asegurarme de que estuviera bien, pero no lo hice porque tenía el presentimiento de que no iba a querer verme, así como en tantas ocasiones lo ha hecho. ¿Qué tipo de padre soy? — bajó la cabeza, tapándose la mitad del rostro con la mano.

—No tenías forma de saber que esto estaba sucediendo.

—Si quieres te llevo a tu casa. Debe ser difícil para ti encontrarte en esta situación. Sé que mi hijo obró mal contigo y aún no estás recuperada del todo.

—No, no me voy a ir. No voy a dejarlos solos. Créeme, yo estoy bien—lo abracé al verlo tan vulnerable, tembloroso y con los ojos brillosos—. Todo va a estar bien. Pronto nos darán noticias suyas. 

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