Él y yo quedamos en encontrarnos el sábado para ir a lo que pensé que sería la entrevista de trabajo, pero resultó que no tuve que pasar por ese largo y tedioso proceso. 

Jamás había entrado a una galería de arte, pero no había palabras para describir tanta majestuosidad. Era un lugar elegante, bien ambientado, acondicionado, amplio, fino. Las pinturas y esculturas eran algo fuera de este mundo. Cada una te invitaba a interpretar el significado que había de fondo. 

Estaba repleto de personas. Incluso había una sesión con una especie de bar, aunque refinado. Las personas lucían tan elegantes y de caché. Trajes, corbatas, sombreros y hermosos vestidos. 

Había una música instrumental de fondo, muy lenta, pero misteriosa. Le encajaba a la vibra que emanaba de cada pintura. 

La que más llamaba la atención, pues estaba en el fondo y al centro, era la pintura de una hermosa pareja. La mujer estaba sentada en una silla roja, parecía el trono perteneciente a una reina, el hombre de pie a su lado, sostenía la mano de ella mientras plasmaba un ligero beso sobre su mano desnuda. El parecido de ese hombre con Darek es indudable y da algo de miedo. Esa mirada y ojos verdes solo confirmaba mis sospechas. Y solo entonces fue que pude constatar que eran sus padres, pues en la presentación estaban grabados el «Sr. y Sra. Moore». Debajo de sus nombres decía: «Juntos por una eternidad». Era un cuadro que reflejaba una bonita, unida y feliz pareja, aunque no sé si era debido a lo que conozco de ellos, que me causaba cierta incomodidad, por así llamarlo. 

Había pasado desapercibido la firma del cuadro y es que en ella estaba escrito el nombre de Darek. «Entonces, ¿él pintó esto?». 

Es hermoso. Si posee un talento de este nivel, ¿por qué ya no se dedica a ello? 

Creo que es el cuadro más hermoso que hay aquí y que mis ojos hayan contemplado alguna vez. No sé nada de arte, pero ese es mi parecer. 

Él observaba la pintura con cierta melancolía, no era difícil darse cuenta de que los estaba recordando.

—Eres un gran artista. 

—Era. 

Otra vez lo remarca, como si no quisiera dar más detalles al respecto y yo lo respeto. No voy a estar de preguntona. 

[...]

En compañía suya, nos dirigimos a una oficina que quedaba cercana a la barra, donde una mujer bastante amable y carismática nos atendió. Fue demasiado sorpresivo para mí que, sin dar nada de información mía, me pidieran que me presentara desde el lunes en adelante, en horario que se supone que me presente en la cafetería. No he hablado con mi nueva jefa al respecto, por lo que tendré que llamarla después para avisarle. No quiero cerrarme las puertas. 

Según ella, ese día me hablarán sobre mis tareas y obligaciones, también tendré que dejar mis datos. No hice muchas preguntas, pues no sé cómo funciona esto y no quería meter la pata hablando de más por los nervios. 

[...]

Saliendo de la galería mi teléfono vibró con un mensaje y solo miré la pantalla para ver de quién se trataba. Mi corazón saltó un latido al ver el nombre de Fabián reflejado en la pantalla. No sé por qué me emocioné tanto por dentro, aunque la emoción me duró muy poco al abrir el mensaje. 

«Olvidaste tus medicinas. Si no pasarás a recogerlas, dímelo y las deshecho». Así de tajante era el mensaje. 

«Joder, me prometí no sentir nada por ese imbécil, aun así, a la primera que te escribe, te haces ilusiones. No tienes remedio, estúpida». 

—¿Todo en orden? 

—Sí, de maravilla—me mordí la lengua—. El día es magnífico, no puede ir mejor. Gracias a ti me dieron el trabajo y ya el lunes comienzo. Es una etapa de nuevos cambios y sacrificios, pero sé que a la larga, valdrán la pena. Yo haré que valgan la pena—remarqué.