• Excitación • (+18)
Mis mejillas ardieron de vergüenza al sentir que su mano acarició mi pierna por debajo de mi uniforme de una pieza.
—Por Dios, cálmense ustedes dos.
Las cosas estaban escalando a temperaturas abismales.
No puedo hacer esto, no es correcto. Ellos son padre e hijo. No puedo permitir que mi cuerpo se caliente más y deje de pensar claramente, por dejarme llevar por lo que ambos me están haciendo sentir.
—Sé honesta contigo misma. Tú quieres exactamente lo mismo. Lo dijiste esta mañana, lo demostraste en tus sueños y en lo nerviosa que te despertaste, incluso en la manera en que nos miras a los dos. Podrás mentir con la boca, pero tus ojos no mienten, pequeña. ¿Qué te cohíbe a expresar lo que sientes y quieres? Ninguno de nosotros dos te va a juzgar por decir abiertamente lo que sientes. Solo déjate llevar, permite que tu cuerpo y corazón decida, solo así tendrás la respuesta correcta a tus dudas; este que está aquí nunca se equivoca—señaló mi corazón—. Ábrete a nosotros una sola vez; te prometo que no te vas a arrepentir.
No sé cómo pude ceder a esta locura. He perdido por completo el juicio.
—Hagan las paces— se me quedó viendo, en espera de que mirara a Fabián.
¿Y cómo hago las paces? ¿Qué digo?
—Yo… —mis palabras fueron arrebatadas de la boca por Fabián, es como si hubiese estado esperando ansioso la oportunidad para hacerlo.
Mi mente viajó a esos tiempos y recuerdos que creí haber dejado en el olvido, pero seguían intactos. Tal vez porque este beso no fue forzado, como en aquella ocasión.
Él y su padre son tan diferentes; ambos tienen una manera de besar distinta, pero deliciosa y que te envuelve con facilidad, nublando tus pensamientos y llenándote de sentimientos contradictorios.
Oí la voz de Darek en una llamada y lo observé de reojo, intentando reponerme de ese beso que me robó el aliento.
—Quiero que excuses a Luna del turno de la tarde. Está indispuesta. Me la he traído a la casa para que descanse—colgó la llamada, abriendo la puerta del auto.
—Tú… eres un mentiroso.
—Sí, lo sé, porque lo menos que harás es descansar—se pasó al asiento del conductor, poniendo el auto en marcha.
—¿A dónde vamos?
—Te llevaré a donde será nuestro nidito de amor—me miró por el retrovisor—. Siéntate bien.
—Mejor siéntate aquí, estarás mucho mejor—Fabián atrapó mi mano, haciendo que mi cuerpo fuera hacia él y acomodando con la otra mano libre mi rodilla al otro extremo de sus piernas, haciendo que quedara cara a cara a él y técnicamente sentada en su regazo.
—¿Estás loco? El auto está en marcha.
—¿Y eso qué? ¿No sientes que le da más adrenalina al asunto? —su mano se adentró a mi pieza interior, tocando directamente mi intimidad—. Mi Lunita siempre tan indecente. ¿Estás así de empapada por nuestros besos? —su dedo del medio se escabulló entre mis labios, solo así logré constatar que estaba demasiado mojada.
—Faby, no hagas eso. Nos pueden ver.
—Maldición, me encanta que me llames Faby.
Hundió su rostro en mi cuello, al mismo tiempo de hundir dos dedos en mi cavidad, agitándolos continuamente. Apoyé mis brazos en sus hombros buscando apoyo en algo.
—Nadie puede vernos, aquí solo existimos nosotros—lamió mi cuello, dejando una suave mordida que me causó espasmos internos—. ¿Solo dos dedos y ya los estás apretando así? Este postre ya está en su punto—retiró sus dedos, usando como ventaja el pequeño espacio que había entre mis piernas para bajarse el cierre.
¿Realmente pretende que hagamos eso aquí y ahora?
Mis pensamientos se fueron acumulando, hasta que se desvanecieron por la forma abrupta en que rompió mi prenda interior por ambos lados al mismo tiempo, quedándose con ella en las manos.
—Eres un atrevido.
—Siempre lo he sido, no sé por qué te sorprende a estas alturas—dejó al descubierto su erección, quedando a la altura de mi ombligo por debajo de mi traje, sentí su calor y humedad en esa zona—. Levántate un poco.
—¿Y si no quiero qué? Después de todo lo que me hiciste, ¿realmente mereces que te complazca?
—¿Por qué te cuesta admitir que has extrañado esto como yo?
Reí con suficiencia.
—¿Eso crees? ¿Realmente pretendes que te siga la corriente para alimentar tu ego, Fabián?
—Perfecto. Entonces demuéstrame cuán equivocado estoy. Cabalga sobre mí. Si logras que me corra antes de que lleguemos a cual se nuestro destino, no volveré a acercarme a ti, pero si no lo logras, terminaremos con lo que empezamos. Creo que es un trato justo, viniendo de alguien que supuestamente no siente nada hacia mí, ¿no lo crees?
—Es el trato más ridículo que he escuchado en mi vida. Ni siquiera salgo ganando nada importante.
—Por supuesto que sales ganando mucho; una buena corrida dentro, tal y como te gusta. ¿Tienes una idea de lo valioso que es una descarga y de lo mucho que conlleva soportar cargar con las bolas llenas? No, no lo sabes.
—Dudo mucho que lo soportes solo, teniendo a tu abuelita.
—¿Eso ha sido un ataque de celos o un reproche?
—Ninguna de las dos, cretino—me levanté un poco, alzando a la par el uniforme—. Que te quede claro una cosa; esto lo hago más por mí que por ti, porque eres un idiota que no sirve para nada más que esto.
—Eso ha sido una contradicción luego de lo que me dijiste la última vez, pero haré de cuenta que nunca escuché lo otro, pues esto se escucha mejor.
Debido a mi humedad, no fue difícil que entrara. Ahora lo difícil era mantenerlo dentro, sin dejar en evidencia que se sentía tan jodidamente rico.
El auto en movimiento hacía todo más movido e interesante, a pesar de que al principio me sentí algo cohibida y tímida.
Tal vez inconscientemente quería desquitarme por todo ese sabor amargo que me causó tiempo atrás y por eso estaba agitando mis caderas con rudeza, clavándome una y otra vez en su pene.
Sentí una mano acariciando mi trasero y pensé que era él mismo, pero cuando miré de reojo vi la mano de Darek. Tenía el control del volante con una sola mano, mientras con la otra me acariciaba.
Me sentía muy caliente de por sí con la situación, pero su mano le dio un toque más potente a esa sensación de hormigueo que se agudizaba en las paredes de mi interior.
Retiró su mano y lo alcancé a ver chupándose el pulgar.
¿Qué planea hacer?
Me quedé a la expectativa. Estaba emocionada y ansiosa por recibir su atención también, aunque sea solamente de su mano.
Su pulgar acarició mi agujero trasero y mi cuerpo se tensó un poco. Hace mucho tiempo que no hago nada ahí. Aun así, reduje mis movimientos, adoptando un ángulo donde fuera más cómodo para él.
De mi garganta se escapó un fuerte gemido al sentir su dedo introducirse de esa forma en mi ano. Mordí el hombro de Fabián al sentir los movimientos que realizaba con su dedo en mi interior mientras intentaba no perder el ritmo sobre Fabián.
Se siente tan distinto y tan increíble. Si eso es solamente con su dedo y siento que podría venirme con esas burbujas y cosquillas que se centran en mi vagina, ¿cómo se sentirá con su enorme pene dentro? El simple hecho de imaginarlo me calentó aún más.
Cuando llegamos a nuestro destino; era una casa de dos pisos, a la cual no había venido nunca en mi vida y la verdad es que en ese momento ni siquiera me importaba a dónde me trajeran.
Fabián no quiso que bajara de él. Me cargó en los brazos, así mismo como estaba para meterme a la casa. Gracias a Dios que no había ni casas ni personas alrededor.
No hubo parada en ninguna parte, me llevó directamente a la habitación mientras Darek iba al frente nuestro para abrir la puerta y ambientar el cuarto con el aire acondicionado.
—No la bajes—Darek me abrió el cierre del uniforme por el costado y lo alzó para quitármelo, solo me limité a levantar mis brazos para que fuera más fácil y rápido, lo mismo con el sostén.
Ahora podía sentir el roce de su camisa en mis pezones sensibles y erectos.
—Permítanme darme al menos una ligera ducha.
—No, no hay tiempo para eso. Además, te me antojas así como estás—respondió Darek, sentándose en el borde de la cama para estar a la altura de mi trasero desnudo.
No podía cerrar las piernas, pues ambas colgaban sobre los antebrazos de Fabián. Más expuesta era imposible estar. Mi prioridad ahora era sostenerme de sus hombros.
Sentí el camino de besos húmedos que dejó Darek en el centro de mi espalda, descendiendo hasta llegar a mis nalgas. Sembró su rostro y boca entre el valle de mi trasero, usando su lengua en esa zona que había hurgado en el auto y acomodando con su otra mano el pene de Fabián en la entrada de mi vagina.
Joder, ¿qué es esto? ¿Cómo algo así se puede sentir tan bien?
Jamás me habían comido de esa forma tan obscena y atrevida, adentrando su lengua rígida y penetrándome con ella. En mis oídos podía captar los sonidos tan perversos de su lengua en acción mientras la hombría de Fabián se endurecía más y palpitaba en mis adentros.
Caí en el mismísimo abismo sin probabilidades de retornar a mi antigua yo, cuando sentí a Darek detenerse y lo vi levantarse de la cama, dejando al descubierto su latente e irremediable erección, a la cual cubrió con un preservativo. Me di cuenta de que solo le quedaba uno. En instantes, sentí su respiración agitada cerca de mi oído y su glande forzar mi cavidad anal, empujando hacia mi canal y atravesando las puertas del mismo infierno que había provocado con su estimulación previa.
Mi voz se quebró, tanto como mis dos agujeros ocupados. La presión era algo fuera de este planeta. Ese sentimiento de plenitud era enloquecedor. Si quedaba algo de cordura en mí, la había perdido por completo en el instante que sentí a ambos moverse a la par. Aunque ambos estaban siendo cuidadosos y Darek tuvo la paciencia de esperar a que mi cavidad se dilatara lo suficiente, tenía la sensación de que me rompería en mil pedazos. Además de sentirme indefensa entre dos demonios que tenían el control sobre mis partes y sobre mí.
El chapoteo se oía a la par de mis roncos y quebrados gemidos. La intensidad de las embestidas se hicieron notar más cuando Fabián se acostó en la cama conmigo encima y Darek usó eso para tomarme en cuatro patas, agarrando mi cabello en su mano y poniendo su antebrazo cruzado en mi cuello, haciendo que curvara la espalda y profundizando sus estocadas.
Su boca quedó a la altura de mi hombro y demasiado cerca de mi sensible oído.
—¿Así de mucho te gusta que te rompa el culo?
Por debajo de mi piel ardía como nunca antes. Sus palabras tan vulgares y esa voz tan sensual y erótica, era doblemente estimulante.
Su dureza y precisión me tenía convulsionando. Mis fluidos se desbordaban de mi vagina, recorriendo mi entrepierna. Cada vez que se hundía en mí, Fabián gruñía por la presión que debía provocarle los movimientos bruscos de Darek. Eran dos canales diferentes, pero con el tamaño de ambos y la presión, debía sentirse como uno solo. Es como si ambos estuvieran haciendo fricciones con sus penes.
No podía mentirle, por eso se lo confesé entre gemidos, la verdad es que sí, estaba disfrutando de su brusquedad, de los movimientos malintencionados que hacía en mi canal, llenándome a tope y excavando a profundidad. Del mismo modo que ser tomada por ambos a la vez.
Había perdido por completo la noción del tiempo, solo sé que se turnaron varias veces; ambos usaron mi cuerpo, haciendo un completo desastre de mí. No hubo lugar de mi cuerpo que no hubieran probado. Mi coño y mi ano ya no eran míos.
Darek lamió y succionó intermitentemente mi clítoris, mientras hurgaba mi interior con sus grandes dedos. Escuchaba sus perversos jadeos y la forma tan gustosa en que se deleitaba con el néctar de mis fluidos.
Mi boca estaba ocupada con Fabián. Lamí de arriba hacia abajo el tallo, antes de efectivamente introducir su cabeza en mi boca. Me gustaba ver su reacción cuando pongo firme la lengua y lamo alrededor de su glande, especialmente en la parte de abajo. Combinaba entre succiones y lamidas, concentrándome un poco más en el frenillo.
Mantuve la cabeza y una parte pequeña del tallo de su pene en mi boca mientras que simultáneamente acariciaba el tallo usando mi mano en sincronía con el ritmo de mi boca.
Los dedos de Darek se curvaron de repente, causando una fuerte presión que culminó drenando gran parte de lo que me quedaba de energías. Pese a mis temblores incontrolables e involuntarios, seguía usando su lengua para acaparar cada jugo que podía ofrecerle al agitar sus dedos constantemente.
¿Cuántas veces había visitado el paraíso? Ya no lo recordaba. Había perdido la cuenta, pero mi cuerpo reaccionaba a esas fuertes contracciones y convulsionaba.
Me vi tumbada boca abajo, con mi trasero levantado y con su gigante espada entre mis nalgas. Intenté abrirle el camino, pero él agarró mis dos manos y las presionó contra la cama, mientras dejaba caer todo su peso sobre mí, entrando y saliendo de mi ano con movimientos certeros, rudos y profundos.
Mis gemidos fueron reprimidos por Fabián, al aferrarse a mi cabello, levantando mi cabeza para que retomara el oral. Azotó mis labios y mis mejillas con su pene, segundos antes de llenar mi boca a capacidad y golpear mi garganta, provocándome arcadas. No podía controlar la profundidad que alcanzaba, pues mis manos estaban presionadas por las de Darek.
Apresaba a Darek, al contraer intencionalmente mi agujero, me excitaba tanto oír cómo se ponía al hacerlo. Esa voz tan lasciva y ronca, era una de mis tantas debilidades.
Ese constante roce se volvía insostenible. Sentía que podía tener otro orgasmo solo con sus embestidas. Esa posición me estimulaba en una zona sensible.
Mi garganta recibió una enorme descarga. Fue fácil de digerir y sobrellevar, debido al límite que alcanzó, ahora bien, mi nariz ardió al mismo tiempo. Lágrimas se asomaron al borde de mis ojos por la presión que ejerció en ese fulminante momento mientras su pene seguía latiendo y chorreando. Dejó un sabor imborrable en mi paladar. No tan desagradable como pensé.
Mi cuerpo fue tumbado de lado y Darek puso mi pierna en su hombro, retomando sus embestidas, pero esta vez taladrando en mi vagina, o lo que quedaba de ella. Entre más tiempo pasa, más sensible se vuelve.
Me arde la garganta. Probablemente mañana amanezca sin nada de voz.
Mordí la almohada más cercana bastante duro tras sentir su fuerte empujón sin encomendarse a nadie al abrir paso en mi interior de nuevo y sus rudos golpes en lo más profundo de mí desde el comienzo. En esta postura tenía tremendo alcance. Esa presión volvió a hacerse presente, estaba golpeando justo donde ese hormigueo se centraba.
Era tan sexi verlo entregado, sintiéndose bien, lamiendo y mordiéndome la pierna al sentirse a tope.
No le importaba arremeter contra mí sin control y sin piedad, a sabiendas de que mis piernas estaban entumecidas y acalambradas, además de que estaba chorreando tanto.
Mis paredes se contraían alrededor de su duro miembro, lo que le arrancaba varios gruñidos de la garganta. Cada vez que se sembraba en mí, era como si una electricidad se esparciera en las paredes y ondas de calor corrieran ligeramente por todo mi vientre.
Fabián estaba usando mi mano para que lo masturbara. Se notaba extasiado al ver cómo Darek me seguía cogiendo sin remordimiento alguno. No puedo creer que aún siga así de duro, si hace unos momentos había acabado en mi boca.
En una larga estocada, sentí el calor de su semen en mis profundidades, pero no dejó de empujar y hacerme notar que había terminado dentro. Ahora se oía el chapoteo más claramente, tanto el de su pelvis chocando con mi muslo, como el que producía su semen al escurrirse por los bordes de mi coño maltratado y los movimientos circulares que empleaba cada cierto tiempo para expulsarlo todo.
Si por separados no me daban oportunidad de reponerme, ahora con los dos juntos no me darán tiempo de recobrar ni el aliento.
Observó su obra con ostentación, viendo cómo al salir de mí, su semen se escurrió por mis labios hasta desembocar en las sábanas ya mojadas.
Fabián tomó su lugar. Mis ojos se abrieron de la impresión al ver que él se acomodó entre mis piernas, pero no precisamente para penetrarme, sino que acaparó los fluidos que Darek había depositado en mí bajo la emoción del momento.
—¿Qué estás haciendo? —soltó curioso Darek.
—Es lo que hace un verdadero hombre; limpiar el desastre que hace.
—Pero no tienes que hacer eso.
—Me encanta hacerlo, papá. Creo que me he vuelto un adicto a este sabor que produces y a la mezcla de sus fluidos.
Se masturbó ante nuestra vista, se mostraba bastante excitante con que lo viéramos mientras lo hacía. Además, usó como motivación mi coño bañado de semen. Su mano se movía demasiado rápido, hasta que culminó sobre mis labios y gran parte de mi vientre.
—Ahora debe saber mejor— soltó fatigado Fabián, casi inaudible.
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