Pidió que no despertara, pero pareciera que sus intenciones eran que lo hiciera, pues sus movimientos en la cama no podrían pasar desapercibidos, ni aunque estuviera con medicamentos en el sistema. 

La puerta debía estar sin seguro, aun así, ni se inmutó a cerrarla. Para él parecía más importante flexionar mis piernas y acomodarse entre ellas, quedando su rostro a la altura de mi sexo. 

Él lo sabía, por supuesto que debía saber que no estaba dormida. No hay manera que esto no hubiera podido levantarme. 

Movió mi ropa interior a un lado y se dedicó por unos segundos a besar mi entrepierna hasta aproximarse cada vez más a mis labios. Jugó con sus dedos, abriendo y cerrando mis labios, provocando que el sonido de humedad se escuchara claro. 

Como un perro hambriento, acaparó mi sexo casi en su totalidad, mientras succionaba con fervor e ímpetu. Mi lucha conmigo misma era intensa, pues sus lamidas y comida de coño eran aniquiladoras. Su experiencia y técnicas no podían compararse jamás y nunca a la de un chico inexperto de mi edad. Dichosa la mujer que sea devorada del mismo modo que él me devora y agita su lengua con tanta agilidad, rapidez y perversión, dejando escapar suaves gruñidos de satisfacción. 

Mi clítoris recibía la debida atención de su lengua, mientras sus dedos se sumaron a la acción. Hurgaba mi interior con sus enormes y largos dedos, haciendo contraer mis paredes y palpitar alrededor de ellos. Anhelaba que fuera su pene quien estuviera taladrando tan agresivamente mi sexo.  

El hombre que más he deseado, es el mismo que me está comiendo en este momento, y a solo unos pasos de la habitación de mi madre. 

Cuánto deseo agarrar su sedoso cabello entre mis dedos mientras recibo esta atención, pero debía seguir “dormida”. Por alguna razón, tener los ojos cerrados hacen de esta experiencia una más placentera. 

Su tortura fue tanta, que perdí la batalla en poco tiempo contra su lengua matadora, estallando en esa boca que me ha torturado sin pena alguna. 

Aunque pude reprimir mi fuerte gemido, tras haberme mordido con fuerza los labios, mis temblores, sudoración y fatiga eran algo insostenible. 

Aún mis temblores no habían cesado, cuando sentí su enorme y caliente hombría deslizarse entre mis labios. Lo frotó entre ellos, antes de darme varios azotes en el clítoris y frotarlo sobre el, causándome corrientes eléctricas y más temblores involuntarios. Desconocía que tuviera un lado tan perverso como este. 

Deslizó su miembro entre ellos sin dificultad, con ayuda de mis fluidos que se desbordaban al sentir la fricción de su caliente y duro pene. Sus jadeos eran una dulce melodía para mis oídos, era señal de que se sentía sumamente excitado al hacerme estas cosas. 

Si quisiera, podría fácilmente penetrarme, pues sus embestidas simuladas eran rápidas y peligrosas, cualquier desliz debido al exceso de humedad me haría recibir su hombría en mis profundidades, algo que deseaba, pero sabía que ahí sí sería imposible controlar mis gemidos. Tal vez por eso estaba controlándose y no había cavado en mi interior.

Su agitación, el repentino aumento de velocidad al momento de frotar su pene entre mis labios y clítoris, más el jadeo constante, alertaban de que estaba a punto de culminar. Y así fue, su descarga fue masiva; percibí esa viscosidad y calor sobre mis labios, bata y entrepierna. Estaba cubierta de sus fluidos, y a decir verdad, ese hecho me excitaba de sobremanera. 

—Despierta—su voz sonó ronca, pero extremadamente sensual. 

Flexionó mis piernas nuevamente, esta vez regresando a la postura inicial, quedando su rostro a la altura de mi intimidad. 

—Pídelo… —dejó escapar en un susurro. 

No sabía a qué se refería, hasta que sentí el calor de su lengua pasearse por mis labios saturados de la mezcla de nuestros fluidos. 

—Pídeme que lo limpie para ti.