• Consentir •
—¿Cuánto te durará ese gusto? En poco tiempo los años le caerán encima. Eventualmente todo lo que sube, tiene que bajar.
—Ese debe ser mi problema, no el tuyo. Además, ¿qué te hace pensar que lo único que me atrae de tu papá es lo rico que me lo hace? Tu padre posee muchas virtudes, es muy bueno en todo lo que dice y hace. Muy al contrario de ti. Los celos se te salen por todos los poros. Disimula un poco el hecho de que te mortifica verme feliz, porque pensaste que ibas a tenerme comiendo de tu mano para siempre.
—¿Virtudes? —rio—. Como se nota que no lo conoces. Tal parece que has olvidado que tuve muchas razones para alejarme de mi familia. Te podría enumerar cada una de ellas, pero no viene al caso. No te dejes engañar. Si mi padre se obsesionó contigo es porque, como cualquier otro hombre entrado en edad, se sintió tentado al ver carne joven y fresca.
—Al menos tiene buenos gustos y no salió como su hijo, que le encanta cambiar pañales—sonreí—. Ahora me si me disculpas, me estás tomando mucho tiempo que no tengo.
Intenté caminar, pero su mano se aferró a mi muñeca, evitando que pudiera hacerlo.
—Te estuve buscando, pero desapareciste sin dejar rastros. Mi papá movió las fichas para que no te encontrara. ¿Aun así, piensas que tiene buenas intenciones contigo?
—No sabes lo mucho que me alegra enterarme de esto. Significa que, incluso obrando en silencio, quiso protegerme para que no cayera de nuevo como una tonta en tus mañas—me solté de su agarre, retrocediendo tres pasos—. No sé por qué estás aquí, pero espero sea la última vez que te vea. Grábate esto. Para mí moriste en ese instante en que me diste la espalda cuando más te necesité, cuando preferiste a tu doña por encima de mí y no te importó humillarme y pisotear mis sentimientos cómo te dio la gana. Ahora piérdete.
Le di la espalda, a pesar de oírle llamándome. Por primera vez no sentí las ganas de detenerme y regresar. Antes, las circunstancias, la necesidad, todo, me hacía regresar a él. Tal vez hace un tiempo atrás hubiera caído como una tonta, pero ya dentro de mí no había nada más que un profundo rencor. Deseo con todas mis fuerzas que algún día ese rencor desaparezca, ese día por fin seré libre y podré alardear de que ya no siento absolutamente nada por él.
[...]
Me encontré con Darek en mi casa. Ya estaba esperándome en el interior. No han pasado ni dos días desde la última vez que lo vi, pero esa euforia y emoción de verlo estremeció mi alma.
—Te traje tu pastel favorito, ese que sueles pedir en la repostería de la esquina. Lo he dejado en la nevera para que se enfríe.
«¿Mi pastel favorito?».
Mi corazón latió frenéticamente. Siempre pensando en mí.
—¿No te molesta que haya entrado antes de que llegaras?
—No, ¿cómo voy a molestarme por eso? Todo lo contrario. Gracias por haber venido y por sorprenderme así. ¿Te quedarás a comerlo conmigo?
—Sí, pero primero quiero que te refresques. Fue una jornada larga y te ves agotada. ¿Todo bien en el trabajo?
—Sí, fue una jornada bastante abrumadora y agotadora, pero estoy bien. Nada que con un rico baño me componga. Darek, no quiero que haya secretos entre los dos. Digo, sé que solo somos amigos, pero quiero decírtelo para evitar malos entendidos futuros.
—¿Qué sucede? ¿Qué te atormenta, pequeña?
—Fabián se apareció por la galería. La verdad es que no estoy segura de su verdadero propósito para haber aparecido.
—Entiendo.
Lo tomó demasiado tranquilo.
—¿No te sientes incómodo?
—No sé tú, pero yo no siento remordimiento alguno, no es como que haya hecho algo malo. Mi hijo es mi hijo, y lo será por encima de todo, pero lo que tengo contigo, no es algo que deba discutir con él ni con nadie más que no seas tú. Creo fielmente que uno es libre de elegir a quien te hace bien y feliz. Así como él eligió en su momento, el estar al lado de esa señora, tú tienes el mismo derecho de rehacer tu vida y elegir con quién quieres estar. No hay razón para sentirme incómodo, pues no está mal ser egoísta de vez en cuando y pensar en tu propia felicidad.
Él tiene razón.
Fabián tuvo la oportunidad de elegir y la eligió a ella.
Lo miré fijamente, relajando los hombros y sonriendo.
Este es mi momento de elegir, y yo lo elijo a él.
[...]
Subimos a mi habitación y esta se veía diferente. Él tenía preparado el ambiente perfecto para liberar la tensión. Ahora entiendo la verdadera razón por la que entró antes de que llegara, pues quiso preparar esto para sorprenderme. Había una música de relajación de fondo. El aroma de las velas, de los aceites esenciales e inciensos que había integrado, era de por sí relajante. Nunca nadie había hecho algo así por mí.
—¿Qué es todo esto?
—Ya lo sabrás. Ve a ducharte. Aquí te espero.
Hice exactamente lo que me pidió. Traté de no hacerlo esperar mucho. Contempló mi cuerpo desnudo y sin disimulo. Para cubrirme solo tenía la toalla, aunque no podía cubrirme completamente con ella.
Él me guió para que tendiera mi cuerpo sobre la cama, con la espalda hacia arriba y me quedé en espera de su próxima petición. Estaba totalmente ajena a lo que iba a hacer.
Virtió aceite esencial de lavanda y diluido con aceite de almendras, esparciéndolo gentilmente por mi espalda. Era algo totalmente nuevo para mí, no sabía cómo reaccionar.
Ubicó sus manos en un lado e inició con movimientos circulares desde la columna hacia afuera, poco a poco subiendo. Hizo lo mismo en el lado contrario, de la misma forma e intensidad. Tomó su tiempo en cada una de las bases.
Se sienten tan bien sus manos. No puedo creer que me sienta tan excitada solo con esto.
Empleó los pulgares realizando círculos que recorrían desde la espalda hasta los hombros, culminando por último en el cuello.
Al cabo de varios minutos, vertió el aceite en mis nalgas y lo esparció. Inició con sus manos en la parte baja de mis nalgas, muy cerca de mi zona genital, pero sin hacer contacto con ella. Creó suaves movimientos con sus dedos en forma de un círculo y subió poco a poco hasta el inicio de mi trasero. Luego bajó hasta alcanzar mis piernas. Aplicó un poco más de fuerza, tratando de abarcar desde la cara interna hasta la externa de ellas.
Coloqué mi cuerpo hacia arriba por pedido suyo y continuó masajeando la cara interna de mis piernas. Subió sus manos hasta llegar a mis caderas, sin dejar de realizar círculos con los dedos, los cuales me tenían suspirando y ardiendo de deseo.
«¿Quién no lo estaría?». Tiene una manos grandes y suaves. Me derrito.
Recorrió la parte baja de mi ombligo hasta el borde de mis senos, después continuó subiendo por mis curvas con cuidado y alcanzó la zona baja de mis pechos, sin hacer contacto directo con mis pezones; luego recorrió por el centro de ellos y ascendió hasta los hombros, en donde continuó con sus masajes hasta culminar nuevamente en el cuello.
Colocó uno de mis cojines justo debajo de mis caderas, para que mi zona íntima quedase ligeramente elevada, y otro bajo mi cabeza para que estuviera más cómoda. Me sentía en un sube y baja de emociones y sensaciones indescriptibles.
Vertió otro poco de aceite en la palma de sus manos y comenzó a acariciar y masajear suavemente mi abdomen, mis senos y muslos, acercándose más a mi zona íntima, la cual esperaba ansiosamente ser atendida. Sentía mi cuerpo en llamas y burbujas detonando en mi zona íntima.
Vertió un poco de lubricante justo en el hueso púbico, haciéndolo gotear hacia mis labios vaginales. Su mano por fin entró en contacto con mis labios mayores, comenzó a masajear cada uno de ellos con su dedo pulgar e índice, los deslizaba de arriba hacia abajo e inversamente por toda la longitud de mis labios. Luego, hizo el mismo procedimiento, centrándose en mis labios menores.
Acarició mi clítoris con su dedo índice, siguiendo el sentido de las agujas del reloj y, después, en el sentido contrario. Ejerció una ligera presión sobre él con su dedo pulgar e índice y se mantuvo en ese punto durante algunos minutos.
Hoy había sido un pésimo día en el trabajo, pero ahora mismo me encontraba en la cima. Excitada hasta más no poder y ansiando con ganas locas que me destruyera de la misma forma que lo hizo esa noche. Su rostro y expresiones se han vuelto una debilidad.
Deslizó sus dedos del medio y el anular en mi interior, curvándolos hacia arriba, lo que al principio del tacto me causó la sensación de orinar de nuevo, algo temporal que rápidamente fue sustituido por el placer, mientras tocaba delicadamente esa área, todo esto intercalado con la estimulación que recibía en mi clítoris con su otra mano.
Sus dedos me otorgaron el orgasmo más potente que alguna vez haya tenido. Ni siquiera los de esa noche se pudieron comparar a este. Mis temblores incontrolables y contracciones alrededor de sus dedos eran alucinantes. Por unos momentos olvidé hasta mi nombre. Solo podía ver esa sonrisa de satisfacción reflejada en sus labios y sentir sus dedos agitándose con rapidez en mi interior, elevando mis escalofríos, calor y palpitaciones.
Tenía la sensación de que mi alma abandonó mi cuerpo por unos cortos segundos. No podía pensar con claridad, solo gemía incontrolablemente y temblaba sin control.
Agarré su camisa con fuerza, dedicándole una suplicante mirada.
—Te necesito, Darek.
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