• Confrontamiento •
Ahora entiendo ese miedo sin motivo aparente que me causó el conocer a sus padres. Todavía tengo en la cabeza la inquietante mirada de los dos.
«¿En dónde demonios me he venido a meter?».
—Tú… llevaste a mi mamá a la casa de tus padres. Todo me pareció extraño, desde lo que dijiste esa noche, hasta el compartimiento tan natural y tranquilo que ellos asumieron al haberle llevado un cadáver. ¿Ellos se comieron a mi mamá?
Nada más con decirlo, sentí el ardor de las náuseas en la garganta. Mi cuerpo era un manojo de nervios. Su silencio hacía todo más inquietante.
—Definitivamente eras un monstruo disfrazado de oveja.
—¿Yo soy el monstruo? Cuando creo que superamos ya lo de tu mamá, volvemos a retroceder dos pasos. No sé por qué soy el monstruo del cuento, si tú planeabas enterrarla en el patio. Ahí se la iban a devorar los gusanos y los insectos.
Me sentía hiperventilada. Cada palabra que salía de su boca, provocaba que ese malestar de las náuseas incrementaran.
—Si tanto la amabas, como te llenabas la boca diciendo, ¿por qué le hiciste eso? En primer lugar, ¿por qué decidiste encubrirme?
—Dijiste que no querías ir a la cárcel. Estabas muy asustada. Además, no había más remedio, el daño ya estaba hecho. Ella ya no está, tú todavía estás aquí y eres joven como para pasar el resto de tu vida detrás de las rejas.
—Tú no la amabas. Si lo hubieras hecho, no lo habrías pensado dos veces en condenar a quien fuera que estuviera detrás de su muerte, incluso si se trataba de mí.
—¿Qué vas a saber tú sobre lo que sentía o no hacia tu madre?
—No hiciste nada para recuperarla cuando intenté acabar con la relación que tenían, aún sabiendo que esos eran mis planes. Ajeno a eso, entrabas a mi habitación en las noches, teniéndola a ella en la habitación del lado. Incluso te deshiciste de todas sus cosas el mismo día, como si hubieras estado esperando por esto para sacarla por completo de tu vida. ¿Qué dirás en tu defensa?
—Yo quería a tu madre y todavía hoy la sigo queriendo, aunque no esté en este mundo. Ella era muy especial para mí y la apreciaba más que a cualquier otra persona. Tú destruiste nuestra relación, creando malos entendidos entre los dos, pero escúchame bien, nada de lo que hagas va a borrar lo que sentía hacia ella. Y que te quede claro; lo que hice por ti, es lo que ella habría querido que hiciera, porque dudo mucho que a tu mamá le habría hecho feliz ver a su única y más preciada hija tras las rejas por un accidente. ¿Eso responde tus dudas?
Sentí un enorme e indescriptible hueco en el centro del pecho con sus palabras.
—Si eso era todo lo que querías saber, ya me retiro. No te olvides de la crema— dejó todo como estaba y subió a toda prisa las escaleras.
«Entonces, ¿qué he sido yo?».
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