• Capricho •
Éramos dos cuerpos rendidos ante la pasión, el deseo y la lujuria. Me había quedado muy claro que él, tanto como yo, también deseaba esto.
Haberlo hecho en el probador no fue suficiente. Cuando llegamos a mi casa, ese fuego y las ganas permanecían intactas.
He quedado prendada de ese hombre, embelesada con su belleza y perversión. Lo tengo bien clavado en mi cuerpo y en mi mente.
[...]
Mi gran temor no se hizo realidad. Nuestra amistad continúa, aunque me he llegado a cuestionar si realmente me es suficiente con eso. Todo parecía fluir demasiado bien entre los dos, tan bien que hasta me asusta. La química perfecta que existe, jamás la había tenido con alguien, ni siquiera con el innombrable.
«Dios, es que ni siquiera en horas donde debería estar trabajando, puedo sacarmelo de la cabeza».
Quería que me acompañara a la grandiosa y más esperada exhibición en la galería, pero sé bien que también tiene sus responsabilidades y compromisos. Además, quedamos en vernos cuando salga de ella a las doce.
Se han presentado varios artistas famosos. La galería jamás había estado tan repleta. No hemos tenido tiempo de descanso desde que llegamos. El turno ha sido demasiado movido y ya la piernas me estaban doliendo por los malditos tacones que, por petición del mismísimo hermano de Darek, todas tuvimos que ponernos.
Dieron las diez de la noche, hora de tomarnos un pequeño receso de no más de diez minutos, para continuar con nuestros deberes. Era el momento que había estado esperando para enviarle un mensaje a Darek.
Me gusta este sentimiento que arropa mi estómago y más abajo de mi vientre cada vez que pienso en él.
«¿Podría ser amor?».
En medio del pasillo, donde me encontraba respondiendo el último mensaje de Darek para continuar con el trabajo, oí cerca de mi oído la voz conocida de alguien a quien no creí volver a ver nunca más.
—¡Qué bonita parejita!
Me volteé para enfrentarlo, guardando el celular en el bolsillo. No había visualizado en mi cabeza cuál sería mi reacción si volvía a encontrarme con él.
Creí que mis sentimientos iban a traicionarme, pero no, al contrario, siento que se aclararon. Y es que no sentí la misma emoción que arropaba mi alma entera cuando lo veía antes, a pesar de no haber cambiado ni un poco.
La realidad es que ya nada era lo mismo, por lo que, ¿cómo iba a pretender sentir lo mismo?
En su rostro se notaba que ya sabía la verdad sobre lo que ocurría entre su padre y yo. Además de que en su comentario lo dejó bastante claro.
—¿Qué haces aquí?
—Y bien dicen que las apariencias engañan. ¿Quién diría que has bajado tanto de categoría? Me lo esperaba de cualquiera, pero no de ti.
—Debí imaginarlo. Has venido a buscar problemas. No tengo tiempo de ponerme de pico a pico contigo. Si me lo permites, tengo cosas importantes que hacer, que atender a un resentido como tú.
—¿Resentido? — rio—. Con eso solo confirmas que te metiste con mi padre por despecho.
—Por despecho no—bajé la mirada, suspirando como una chiquilla enamorada, él se ha vuelto el dueño de cada uno de mis suspiros—, más bien por gusto.
«Y vaya gusto».
Mordí mis labios al tener los vivos recuerdos de esa noche.
Fabián tensó la mandíbula y no sé por qué haber visto esa reacción me hizo sentir cierta satisfacción. No esperaba poder cobrarle la humillación y todo lo que me hizo sentir hace varios meses atrás.
No sé por qué está actuando como si estuviera celoso. Si de igual manera, él prefirió a la abuelita antes que a mí.
—¿No crees que es irónico? Siempre habla quién menos puede. Ahora bien, seamos realistas, mi amor, si hay alguien que ha bajado de categoría aquí, ese fuiste tú, al cambiar a esta mujer que tienes de frente, por aquel vejestorio.
—No estamos hablando de mí, sino de ti. No sé quién de los dos es más patético; si él por meterse con la mujer de su hijo, o tú, por ser tan fácil a la hora de abrir las piernas. ¿Cuál es tu afán de quedarte en la familia?
—¿“La mujer de su hijo”? No, mi rey, yo era el capricho. ¿Lo olvidas? — sonreí ladeado—. No me arrepiento de haberle abierto las piernas, pues eso solo me sirvió para descubrir que hay mejores hombres en la cama que tú, mi querido y adorado hijastro.
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