• Bruja •
Luna
Me he tomado el descanso que me recomendó el doctor. Han sido días bastante deprimentes, pues la mente se ha convertido en mi peor enemiga. He querido no pensar en lo sucedido, pero es algo que me atormenta día y noche.
Tal vez, si no hubiera sido esclava del miedo ese día y le hubiera confesado todo en ese momento, quizá nuestro bebé aún estuviera con vida.
Todavía recuerdo la reacción de Fabián y el corazón se me estruja. Jamás lo había visto llorar. La verdad es que, no puedo culparlo solamente a él por lo sucedido, pues creo que en este caso, ambos tuvimos la culpa. Ese día quedamos en no mencionar nunca más el tema y, aunque duela tanto, siento que sería lo mejor para los dos.
Siento que si antes había una enorme barrera entre los dos, ahora hay una más extensa e inmensa. Siento que esta situación nos ha alejado demasiado, cuando se supone que sea lo contrario. Ni siquiera sé si expresarle lo que siento sea suficiente.
Hace una semana regresé al trabajo. A todas les habían pagado, faltaba que fuera, después de mi turno, personalmente por mi cheque a la oficina de mi jefa. Con todos los días que he faltado, será muy poco lo que estaré cobrando. Mi plan de poder comprarme un auto, cada vez lo veo más lejos. Sé que por mi culpa, Fabián ha tenido que ajustar su horario. El tener que llevarme al trabajo, luego recogerme, no es sencillo, pues muchas veces tiene que dejarme en la casa y regresar a la universidad. Quisiera ahorrarle esos viajes. Incluso los planes de retomar mis estudios lo veo cada vez más difícil.
No sé si lo conveniente sea encontrar otro trabajo. Al ser alguien sin experiencia en nada, solo como mesera, más sin estudios especializados, son pocas las ofertas de trabajo. Todos exigen experiencia y estudios al día.
Mis esperanzas, una vez más, fueron vueltas añicos al presentarme a la oficina de mi jefa y escuchar de ella que debía prescindir de mis servicios. Tenía presente que debía ser por las ausencias que he tenido. Supongo que había estado esperando este momento para entregarme el último cheque para luego darme la noticia. Me sentí como un completo fracaso.
Mi primer trabajo, donde se suponía que debía demostrarme a mí misma de lo que soy capaz, donde podía adquirir la experiencia que necesitaba para sentirme útil, y ahora lo pierdo, así como si nada, por situaciones que han estado fuera de mi control, pero que no puedo explicar cómo quisiera.
Desde el accidente de mi mamá, nada me sale bien. Todo se ha venido abajo. Esto se ha vuelto un enorme peso en la espalda que cada día me cuesta más de sobrellevar.
Terminé mi turno antes de tiempo, pero no quería molestar a Fabián o hacerle salir del trabajo antes. Además, no me sentía preparada para enfrentarlo. La verdad es que quería estar sola. No quería que nadie me viera llorando por todas las cargas y presión que llevo encima.
Estaba en el callejón, sentada contra la pared y con el bolso entre las piernas, cuando oí los pasos de alguien aproximándose hacia mi dirección. Me sequé las lágrimas, levantando la cabeza para ver quién se había detenido frente a mí.
Su agradable perfume fue lo primero que me golpeó. Había estado sin aparecer, pero canté victoria muy rápido, pensando que se había cansado de hacerlo. Todo lo que trae este señor son problemas. No sé por qué continúa apareciendo por aquí.
—¿Otra vez por aquí, señor? ¿Qué es lo que quiere? ¿Ocasionarme más problemas con su hijo?
—¿Qué haces ahí tan sola?
—Quiero estar sola, por eso estoy aquí. ¿Me lo permite?
Ni siquiera me hizo caso, lo que hizo fue sentarse al lado.
—Hablar con usted es como hablar con la pared.
Estaba casi por pararme por completo, cuando sus manos me tomaron por la cintura y mi cuerpo se vio tumbado en su regazo.
—¡Viejo sinvergüenza y atrevido!
La mano que iba a usar para golpearlo, fue la misma que llevó hacia mi espalda baja, mientras sujetaba la otra.
—Deja de ser tan arisca por un segundo y déjate dar cariño. El contacto físico y el calor humano son dos métodos infalibles para combatir la tristeza.
—¿Y a ti quién te dijo que estoy triste? Estoy molesta, que es algo diferente.
—He vivido más que tú, conozco ese sentimiento a la perfección. Todos tenemos momentos como este, pequeña, donde queremos estar solos, pero la soledad en momentos así, lo creas o no, no es una buena compañía, porque no pensamos con claridad y solo vienen a nosotros pensamientos negativos. En vez de pensar positivo, todo lo que hacemos es deprimirnos más y a veces eso nos lleva a cometer muchas estupideces.
—De usted es del menos que quiero recibir consejos. Ahora suélteme.
Dejó ir mis manos y me levanté rápido del suelo, regando sin querer todo lo que llevaba en mi bolso. Me acuclillé para recoger todo lo que podía, pues él intentó ayudarme, pero no quería seguir añadiendo más a lo que, probablemente, me esperaba al tener que contarle a Fabián sobre la visita de su papá.
—No toque mis cosas—le dije molesta.
Él miró hacia la entrada del callejón y como una estúpida, quizá por el temor de que hubiera llegado antes de tiempo Fabián y me hubiese encontrado en esta incómoda situación, miré también hacia allá.
Sentí el leve y suave roce de sus labios cerca de la comisura de los míos y lo miré impactada, pues no supe cómo reaccionar. Mis labios se sintieron resecos y los humedecí por instinto.
—Así es como desaparece la tristeza.
—Desgraciado, ¿cómo se atreve?
—Una próxima vez, si te descuidas, iré por tus labios.
Todavía me costaba entrar en razón. Mi expresión debía ser un poema mal escrito ahora mismo.
«¿Qué fue esa sensación más abajo de mi vientre?».
Tomó una especie de papel que aparentaba haber estado adjunto en el mismo sobre de mi cheque. Su mirada sospechosa se posó sobre mí, como si lo que fuera que estaba mirando fuese algo sorprendente ante sus ojos.
—No sabía que eras del tipo de persona que cargaba con estas cosas en el bolso.
—¿Qué es eso? — se lo arrebaté de las manos y me encontré con una foto bastante atroz y desagradable, que revivió los recuerdos de lo sucedido con Ramiro.
Era su cabeza la que aparecía en la foto, tal y como la había encontrado esa noche. Con esa mirada que se ha hecho presente en cada una de mis pesadillas.
«¿Acaso ella vio esto y por eso me despidió?».
Ella no se había ido aún, lo supe porque me asomé en la entrada del callejón y estaba su auto estacionado.
Necesito hablar con ella. Tengo que aclarar esto. Debo saber si ella vio esta foto, si fue ella quien la puso aquí, a pesar de que nada de eso tenía sentido, pues habría llamado a la policía, ¿no?
Me llené de mucho miedo. Estaba aterrada de lo que estuviera pensando o planeando hacer mi jefa. Porque dudaba mucho que se quedara de brazos cruzados luego de haber visto esto, si es que lo vio.
Entré a la cafetería por la puerta del lado, pues aún no la habían cerrado, ya que ella estaba aún dentro. Di enormes zancadas para llegar a su oficina, pues era el último lugar donde la vi y en el que la mayoría de las veces se pasa metida. Le toqué insistentemente la puerta, pero no hubo respuesta de su parte. Mis compañeras ya se habían ido, por eso me atreví a abrir la puerta lentamente, esperando que, tal vez me llamara la atención por mi intromisión y atrevimiento.
Retrocedí, dejando la puerta abierta, al ver el cuerpo de mi jefa sentada en la silla de su escritorio, su cuello había sido atravesado de un extremo a otro con un largo y fino cuchillo. Su cuello estaba torcido hacia atrás. Su blusa rosada estaba cubierta de sangre, tanto como todos los documentos que yacían sobre el escritorio. En el fondo, en las paredes había muchas fotos del suceso de Ramiro, sobre estas estaba escrita la palabra «culpable» con sangre. Mientras que la impresora permanecía activa, imprimiendo papeles, uno detrás del otro, con fotos de tamaño 2 x 2, cada una con las extremidades de Ramiro.
Mi espalda chocó con alguien y quedé paralizada, aterrada pensando que alguien había descubierto la escena y que de esta nada podría salvarme.
Ese alguien tapó mis ojos, haciendo que mi cabeza impactara su firme pecho.
—No mires— era la voz de Darek, y por alguna extraña razón, mi cuerpo liberó tensión y mis hombros se relajaron.
«Esto es obra de esa bruja. No tengo pruebas, tampoco dudas».
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