• Arrepentimiento •
—Mi hijo también está atravesando un mal momento y hay algo que quisiera pedirte, aunque puede que suene demasiado insensible de mi parte, conociendo lo que sucedió. No voy a pedirte que lo perdones o que regreses con él ni nada por el estilo, pero al menos escúchalo. Sé que se equivocó y no pienso justificar sus acciones, soy el menos que podría hacerlo, pero él está sufriendo mucho a causa de esto. Jamás lo había visto tan mal. Él siempre ha sido un hombre responsable con su trabajo y hasta en eso está fallando.
—Lo sé. Me consta.
—Para estar faltando así, sin siquiera avisar, hace todo más preocupante.
—Yo… hablaré con él.
—Si las cosas continúan así, no sé si pueda continuar con esto.
—¿Eso qué significa?
—Amo a mi hijo y ahora mismo por mi culpa está sufriendo. Si yo no hubiese aparecido en tu vida, probablemente habrían resuelto sus problemas y estarían aún juntos, o tal vez tú por tu lado y él por el suyo. Quizá habría sido más fácil para él superarlo si yo no estuviera en medio.
—¿Te arrepientes?
—No te equivoques. No estoy arrepentido, aunque incluso si lo estuviera, no es como que eso cambie el punto hasta donde han llegado las cosas. Si todo sale bien, cuando le den de alta, lo llevaré conmigo a mi casa. El detalle es que no quiero dejarte sola, pero tampoco puedo obligarte a que vengas conmigo si no quieres.
—No pienses en eso, yo estaré bien. Tu hijo es primero.
«¿Qué hago?». Siento que voy a perderlo y no podré hacer nada para evitarlo. Es su hijo, es totalmente comprensible que se sienta entre la espada y la pared, tampoco puedo pretender que me elija a mí por encima de él.
«¿Por qué todo tuvo que llegar a este punto?».
«¿Por qué de tantos hombres que hay en el mundo, me vine a fijar en ellos; padre e hijo?».
Quise fingir delante de él que todo estaba bien, porque se veía muy mal y no era el momento de sumarle más, pero por dentro me sentía dolida y destruida.
«No sé qué hacer, pero no quiero renunciar a esto que siento».
«Soy tan egoísta».
[...]
La espera nos estaba matando a los dos. Ya no me quedaban uñas. Fue cuando el doctor por fin salió que pudimos calmarnos un poco. Tal parece que Fabián estuvo sin alimentarse bien durante estos días y que eso posiblemente fue uno de los motivos por el cual se desmayó, ajeno a eso, el doctor alega que cuando llegó tenía la presión muy alta y que en el estudio que le practicó ha presentado problemas cardíacos anormales y que este podría ser hereditario, pues Darek le comentó que por ambas partes de la familia padecían de problemas cardíacos graves. Incluso mencionó que su mamá murió a causa de ello.
Me dolió tanto enterarme de esto, tanto como ver la profunda tristeza que se reflejaba en su rostro. Mi corazón se hizo añicos.
Es cierto que le tengo algo de miedo, y tal vez aún quede algo de resentimiento hacia él después de lo que me hizo, pero jamás le desearía el mal, tampoco estaría bien o me sentiría feliz sabiendo que le ocurrió algo malo.
[...]
Lo dejaron en observación durante la noche y la realidad es que ninguno de nosotros se fue a casa. Nos mantuvimos despiertos toda la noche gracias a la cantidad de cafés que nos metimos al sistema. Cómo está la situación, recomendaron que se mantuviera tranquilo, sin visitas, en reposo y que no tuviera ninguna emoción fuerte.
Incluso si nos hubieran dejado entrar, creo que ninguno de los dos nos hubiéramos atrevido, pues ambos somos una carga inminente para él y solo podemos agravar la situación.
—No has dormido. Deberías regresar a tu casa y descansar. Es otro día más de que faltas al trabajo, pero no puedes presentarte así. Tan pronto me den el alta de mi hijo, lo llevaré directamente a la casa.
—No voy a hablar con él todavía, porque sé que puedo perjudicarlo, incluso con mi presencia lo haría, pero quiero verlo, aunque sea de lejos. No podré irme tranquila.
—Dudo mucho que tu presencia le perjudique. Diría que sería todo lo contrario. En estos momentos es cuando más bien le haría estar contigo.
—Entonces, déjame acompañarlos y cuidar de él mientras se recupera.
—¿Estás consciente de lo que dices?
—Sí. No quiero dejarlos solos a ninguno de los dos.
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