• Agujero •
El fin de semana llegó, esperaba ansiosa este día. No hemos perdido comunicación y, aunque aún no es oficial, decidimos darnos la oportunidad de intentarlo.
Ramiro me avisó que había llegado y bajé las escaleras con afán. No quería hacerle esperar demasiado, por eso me di prisa para ir al área de la cocina y tomar mi medicina antes de irme.
Pude sentir la mirada de Fabián, a pesar de haber estado de espaldas a él. Se encontraba en la mesa del comedor, frente a su computador y un sinnúmero de papeles.
Cuando me volteé, dispuesta a irme, oí su risa detrás y frené de golpe.
«¿Este de qué se ríe?».
—¿Cuál es la risa? No recuerdo haber hecho ningún chiste—solté.
—Tú eres el chiste—sonrió ladeado—. Diviértete—bajó la mirada de vuelta al computador.
«No voy a permitir que este canalla me dañe el día».
Hice caso omiso a su estupidez, solo salí a encontrarme con Ramiro, quien me esperaba junto a su auto con un ramo de rosas. Fue un detalle sumamente bonito, tal vez porque es la primera vez que recibo rosas de alguien. Aunque todo se siente tan extraño e incómodo. No sabría explicar la razón, pues ni yo misma lo entiendo.
[...]
Nuestra cita había marchado bien. Fuimos a varios lugares, como el cine y caminamos descalzos por la playa. Los temas de conversación fueron variados y amenos. Me siento bastante cómoda con su compañía. Siento que podría amarlo, tal vez algún día, aunque me tome tiempo. Pienso llevar las cosas con calma y sin prisa.
Ramiro es un chico interesante, conversador, trabajador, buena persona e incluso es atractivo, aunque para algunas cosas tiende a ser demasiado tímido para mi gusto, pero supongo que es algo que iremos trabajando a medida que lo nuestro avance.
Ya había caído la noche cuando me trajo de regreso a la casa. Nos despedimos con un beso sano en la mejilla. Entré a la casa, me encaminé directamente a la cocina para poner las flores en agua y conservarlas. Me fue raro no toparme con Fabián en la cocina o en la sala, pues es donde mayormente lo veo. Aun así, subí directamente a mi habitación. Al haber estado la luz apagada, noté cierta claridad proveniente de detrás de una de mis almohadas esponjosas. Desistí de encender la luz, pues la curiosidad me venció.
Me tendí en la cama para retirar la almohada. Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo. Había un agujero en la pared, algo que no recuerdo haber visto antes.
«Tras tener cámaras en mi habitación, ¿ahora también busca espiarme por la pared?». Es un vil descarado y pervertido. «¿Qué pasa por su enferma cabeza?».
El enojo no me duró mucho, tras tener una amplia vista al interior de su habitación. Pues ahí lo vi, sentado en el borde de la cama, con una mano masturbándose y la otra con una ropa interior usada mía, la cual tenía a la altura de su rostro y no dejaba de olfatear y lamer.
De repente mi temperatura corporal se elevó por las nubes y un escalofrío se hizo presente. Podía sentir caliente hasta las orejas.
Por dentro me cuestionaba a mí misma si era yo quien estaba mal al estar mirando a través de ese agujero en la pared.
«¿Por qué? ¿Por qué me haces esto?».
Llevé mi mano a mi entrepierna y la aprisione entre ellas, frotándolas instintivamente.
No puedo entenderlo en lo absoluto.
«¿Por qué hace estas cosas tan perversas? ¿Y por qué mi cuerpo reacciona de esta manera?».
Le excitaba de sobremanera lo que hacía, pues su expresión lasciva y la manera en que agitaba su mano lo delataba.
«Ese era su propósito, que lo viera haciendo esto, ¿cierto?».
«Maldición, ¿cómo puede tener ese poder en mí todavía?».
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