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DIEZ


Oculta, revelada en lo desconocido en lo no manifestado.

Yo soy vida, tú has estado prisionera,

en un pequeño charco y yo soy el océano

y sus turbulentas corrientes.

Los cuadros facilitaban la puesta en escena, ya que no todos eran interpretados por actores, había algunos que eran de transición, se trataban de telones cortos que proporcionaban la mutación para los siguientes cuadros. Existía el telón principal, y su uso era para separar el escenario de la sala de espectáculos o para dividirlo en dos o más partes y cerrar el fondo.

Los telones cortos los utilizaban para informar, aquellas partes del argumento que no se podían interpretar, como en el caso del primer cuadro, cuyo telón corto representaba un viejo pergamino donde se describía la leyenda de los vampiros, otro telón corto representaba el viaje en diligencia del pasante de notaria que viajaba a Transilvania.

En el séptimo cuadro, utilizaron un telón corto para representar el castillo de Drácula, éste tenía una especie de ventana, que era por donde se asomaba el vampiro, interpretado por Nicholas Mansfield.

Actor por el cual el público sentía gran fascinación, ya que su papel era impecable, las líneas de Drácula estaban llenas de gritos, carcajadas siniestras y voces fuera de escena, las cuales el actor marcaba a la perfección.

El trabajo de los tramoyeros era único para llevar a cabo el sonido de los pasos, puertas y ataúdes que se abrían o cerraban, cristales rotos, los efectos de la neblina, disparos, trenes. El maravilloso sonido que acompañaba la actuación de Nicholas cada vez que aparecía o desaparecía del escenario. Las proyecciones e iluminaciones, los disfraces y maquillaje. Todo en conjunto hacía de la obra de teatro un gran éxito.

La función estaba por terminar. El puñal de Jonathan cortó el cuello del Conde, al tiempo que Morris atravesó el corazón del vampiro. Terminando así para siempre con el sangriento vampiro de Transilvania. Asomando la paz al pálido rostro del conde tras abrírsele el camino al cielo.

Nicholas desapareció del escenario dejando a Jonathan y Van Helsing haciendo una reflexión siete años después, y se perdió tras el telón, esperando el momento para regresar y agradecer al público por su asistencia.

—Por favor, hazme tuya. —Se dejó escuchar una voz que provenía detrás del telón que cerraba el fondo y que seguía una frase del libreto.

El corazón de Nicholas se disparó en frenéticos latidos, sintiendo como se descontrolaba, ante la voz de Audrey. En el momento menos esperado lo asaltaba con tal intensidad, que temblaba estúpidamente y no podía controlarlo, al menos era el único consciente de su estado.

Movió la cabeza rápidamente, buscando a sus compañeros de trabajo, y todos estaban entretenidos en el final, por lo que dio largas zancadas para llegar más rápido, pero no sabía exactamente en qué punto se encontraba la pelirroja.

—Por favor, conde, quiero ser suya. —Una vez más la voz con un toque de ingenuidad se dejaba escuchar, y esta vez venía acompañada por una pierna que se mostraba desnuda, tersa, blanca nácar y elegante, dándole ese toque de perfección con el terciopelo rojo, flanqueando el muslo, logrando que la boca del actor se secara inmediatamente.

Nicholas llegó muy cerca, y apenas con las yemas de los dedos de su mano derecha, acarició la extremidad sintiendo como cada poro de su cuerpo se despertaba ante el toque, como las pulsaciones en su entrepierna nacieron de la nada y se descontrolaban como nunca, colmándolo al sentir la piel de ella vibrar ante su toque.

Sin perder tiempo con la mano libre abrió de un tirón la pesada tela, encontrándose con una Audrey completamente desnuda, sintiendo en ese momento un deseo abrazador recorrerlo por entero, pero también fue acechado por los celos, celos de que algún compañero pudiese ver a la chica vestida de Eva, por lo que rápidamente dio un paso al frente haciendo que los cuerpos se chocasen, y esa química que había nacido entre ellos, se apoderase de cada partícula de su ser.

Nicholas cerró el telón dejándolos a ambos detrás en un pasillo sumamente reducido de una iluminación escarlata, debido a la poca luz que se filtraba por debajo, creando un ambiente de excitación total.

—Estarás condenada como yo... —Hablaba llevando las manos a las caderas de Audrey, quien gimió sensual y provocativamente ante el toque, y se dejó guiar por él, que la llevaba a cualquier parte, pero a ella no le importaba, mientras se perdía en el rostro masculino—. A caminar por la sombra de la muerte para toda la eternidad. —Dejó la frase a medias, pues no diría lo que seguía, porque sentía que era mostrar debilidad.

La acorraló contra una pared detrás del escenario, donde sabía que nadie podría interrumpirlos y sus manos viajaron de las caderas al trasero femenino, el cual acarició y después apretó a su gusto, adhiriéndola a él, quien empezó a frotarse contra el vientre plano y tibio de Audrey.

—¿Solo por la eternidad? Espero y haya algo más allá y entonces en ese incierto quieras igualmente que pague por tu nueva apariencia, aunque te ves mucho mejor. —La voz profunda y sensual de la chica, provocó que los sentidos del actor estallaran en millones de pedazos.

Por lo que la asaltó con un beso lastimero y placentero, al cual ella correspondió con ímpetu, mientras sus bocas batallaban Audrey buscó con sus manos ágiles el borde del pantalón de Drácula, se hizo espacio y lo liberó rápidamente.

—¿No esperarás a que te coja aquí?... Estoy por salir. – susurró él con voz forzada tratando de controlarse.

Audrey se colgó del cuello de él y se impulsó, cerrando con sus piernas la cintura, sintiendo la erección de él amenazando con atravesarla, pero no lo hacía.

—¿Qué cree que quiere esta vampiresa, Conde? –Le preguntó cimbrando sus caderas contra él, quien apretó los dientes ante un gruñido de deseo ardiente.

Sabía que tampoco podría controlarse por lo que con su mano se ayudó y entró en Audrey, con una mano en la cadera de ella para evitar que se elevase más de lo esperado y la otra en una de sus nalgas, la cual apretaba con fiereza y le brindaba impulso, sintiendo los senos de ella bambolear en su boca y él a segundos atrapaba los pezones y los mordía, arrancándole gritos ahogados a la chica.

—¿Por qué hasta ahora te apareces? —preguntó él, ahogado en medio del divino esfuerzo que hacía al ahogarse y sentir como los pliegues de la chica se abrazaban a su erección.

Audrey no dio ninguna respuesta, solo llevó sus manos a los cabellos de Nicholas, halándolos para que elevara la cabeza y besarlo mucho mejor, con más posesión y energía, atacando a la lengua de él en su propia boca, hasta que Nicholas la tomó por los cabellos rojos y los haló arrancándole un grito ahogado de dolor y deseo.

—Te hice una pregunta. ¿Por qué tardaste tanto? ¿Me crees imbécil? —inquiría con rabia, pero no dejaba de bombear en la pelirroja.

—El tren se tardó un poco más de lo esperado. —Fue la respuesta mientras la chica enterraba sus uñas en uno de los hombros masculinos y buscaba impulso.

—¿Cuatro días? —preguntó con reproche y sus labios hurgaban en el cuello de Audrey—. Mejora esa mentira, porque no te creo.

—Es que no solo se retrasó, también se averió una de las calderas y se descarriló un vagón... —acotó tomando entre sus manos el rostro de Nicholas y mirándolo a los ojos.

—Eres una mentirosa... embustera. —Le dijo anclándose en ella con fuerza, y sentía la excitación aumentar ante los jadeos de placer y dolor que le arrancaba a la joven.

Audrey no dio ninguna respuesta a esa acusación, solo le regaló una sonrisa e hizo más intenso el movimiento de su pelvis y buscó los labios de Nicholas, que no se querían dejar besar. Ella le obligó a que lo hiciese por medio de succiones y mordiscos, enloqueciéndolo sin dejarle ninguna otra opción que tragarse su orgullo y continuar con su viaje al cielo.

—Te siento... así... me gusta cómo me haces tuya Nicholas... eres muy bueno cogiendo... —susurraba ahogada, avivando el fuego en él.

—¿Te gusta? ¿Quieres que te dé toda la noche? —preguntó él, mientras ella le sonreía maliciosamente y asentía.

Los jadeos por parte de ambos se hacían desesperados mientras el sudor los cubría y se murmuraban palabras lascivas que los encendían aún más, las piernas de Nicholas se debilitaban, al sentir como la corriente se apoderaba de su espina dorsal y se concentraba en sus testículos, mientras que ella se tensaba y arqueaba aún más la espalda; se quedaba sin aire, los gritos del éxtasis perfecto, fueron opacados por los aplausos del público que se ponía de pie, la obra había llegado a su fin.

—Excelente presentación. —Le dijo sin aliento Audrey, mientras intentaba acomodar los cabellos de Nicholas que ella había revuelto con sus halones, dejando en nada el peinado del conde Drácula—. Tiene a un público de pie aplaudiéndolo y doy fe de que ha sido único.

—Debo regresar al escenario. —Le informó bajándola con cuidado, se quitó la capa y se la colocó sobre los hombros—. Espérame en el camerino, aprovecha que todos están con los agradecimientos.

—Como usted diga mi señor. —Le dijo acariciándole el pecho.

Todos se encontraban sobre el escenario dispuestos para hacer la reverencia de agradecimiento y despedida, pero el actor principal no aparecía.

—¿Dónde está Nicholas? —preguntaba Robert algo molesto a Karen, quien se alzó de hombros, dando con eso la respuesta evidente.

Nicholas apareció con el cabello revuelto, sin capa y con la ropa desordenada, para el público esto pasó desapercibido, pero para sus compañeros y director no, aunque a él no le importaba en lo más mínimo lo que ellos pensaran.

Apenas el telón bajó aislándolos de la sala de espectáculos, Nicholas salió rápidamente evadiendo a periodistas y compañeros. Ya sabía cuál era la rutina, las felicitaciones, las preguntas acerca de su presentación, pero de momento no querida dar respuestas ni recibir críticas ya fuesen pésimas o excelentes, quería saber si Audrey no había tenido algún problema para entrar a su camerino, sobre todo, encontrar la manera de sacarla del teatro y llevarla al hotel, sin que se diesen cuenta.

Lo hacía por ella, porque si la prensa se enteraba podría tener problemas con su familia, también lo hacía por respeto a Susana, aunque no tuviese nada con ella y no sintiese amor, no quería someterla a la burla de prensas amarillistas.

Apenas abrió la puerta, sus actos reflejos reaccionaron rápidamente y atrapó una manzana que la chica le había lanzado. Se la llevó a la boca y le dio un gran mordisco y con la mano libre cerró la puerta.

—¿Has traído ropa? —pregunto, recorriendo con su mirada las piernas cruzadas que se escapaban de la capa.

—¿No pensarás que me vine desnuda o sí? —inquirió elevando una ceja con sarcasmo.

—De ti podría esperar cualquier cosa —respondió dándole otro mordisco a la manzana, y se dejaba caer sentado en un sillón frente a Audrey.

La pelirroja se puso de pie y se quitó la capa, cautivando al castaño con su desnudez, demostrándole que no sentía ningún tipo de incomodidad con su cuerpo, no tendría por qué ya que la figura femenina era envidiable.

—Para tu decepción me he venido preparada, solo que... —Hablaba mientras tomaba su ropa y se vestía. Nicholas no podía desviar la mirada, ya que hasta la manera tan sensual de ella al vestirse lo tentaban—. Mi equipaje se tuvo que quedar en el lobby del hotel, porque la habitación que supuestamente me esperaba la han cancelado, y para mi mala suerte, no hay otras disponibles, así que nos estamos despidiendo porque esta misma noche regreso a Chicago.

Audrey lo pensó, no sabía qué decir, él sabía que no había habitaciones disponibles y que canceló la que había reservado, pensando que ya no vendría y dudaba en expresar lo que en su mente se forjaba.

—Si quieres, te puedes quedar conmigo. —Le pidió, aunque se arrepentía porque significaba convivir con una mujer diez días y nunca lo había hecho, cuando mucho se quedaban a dormir, pero al día siguiente él amablemente las echaba.

Conocía su carácter, sabía que no era fácil, le gustaba su propio espacio y tiempo, que nadie lo controlase, ni opinara acerca de sus asuntos, mucho menos limitar sus horarios a los de otra persona.

—¡Estás demente! No... no puedo ¿cómo se supone que me voy a quedar en la misma habitación que compartes con un compañero? —exclamó ella agilizando su tarea de vestirse.

—No comparto mi habitación con nadie, no me gusta y Robert lo sabe, por eso siempre elijo una para mí de la cual yo pago la mitad con tal de poder disfrutar de privacidad. —Le hizo saber, perdiendo la oportunidad de evitar que ella se quedase con él y mandarla a volar.

—No sé... —musitó encaminándose cerca de él, quien la tomó por una mano y la instó a que se sentase en sus piernas. Audrey lo hizo, pero ahorcajada le gustaba sentirse sumamente compenetrada con el chico—. No estoy segura de hacerlo Nicholas —hablaba mirándolo a los ojos.

—¿Tienes miedo? —preguntó incrédulo en medio de la burla—. Eres una cobarde, después de todo no eres tan, arriesgada como aparentas.

—No... no tengo miedo —respondió con seguridad, pero en realidad por dentro estaba aterrorizada, sabía que, si alguien llegaba a fotografiarla junto a Nicholas y lo sacaban en algún periódico, Malcom se enteraría que estaba en California y no en Nueva York cuidando unos días de su amiga la invalida que súbitamente tuvo una recaída, y ella por nada del mundo, podía dejarla sola. Entonces estaría perdida, su castillo de mentiras se iría al lodo.

—¡Esa es mi chica! —exclamó Nicholas emocionado sin pensarlo siquiera, molestándose con él mismo por haberse mostrado tan efusivo delante de Audrey—. Nos vamos. —Le pidió cambiando el tono de voz a uno más serio, al igual que su semblante. La tomó por la cintura y la elevó para ponerla en pie, ella lo hizo. 

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