Prólogo
Kyoujuro corría con suma velocidad mientras se reía ligeramente de la actitud tan infantil que estaba tomando su compañero: el pilar del viento, al perseguirlo y exigirle una carrera justa en la que ninguno usase ninguna técnica. Era divertido, ese hombre lo estaba desafiando de todas las formas posibles a pesar de que le había aclarado que tenía un entrenamiento con el pilar del amor; aunque era una mentira piadosa para poder huir y no tener que quedar magullado como la última vez. No es que fuera un cobarde, pero era notoria la diferencia entre ellos dos y por un momento quería un descanso.
Además, sentía que sus huesos terminaban machucándose cuando de practicar algunos movimientos de ese hombre se trataba y si respiraba un solo segundo tarde, terminaba tirado en el suelo, tosiendo porque todos sus músculos se contraían.
En primera instancia, Kyoujuro no tuvo que salir corriendo sabiendo que su compañero era uno de los pilares más rápidos. Y aprendió esa lección al momento de encontrárselo en frente suyo y llevárselo puesto con total torpeza, teniendo que salir casi volando contra un árbol, perdiendo las fuerzas en un instante al chocarse completamente. Ciertamente aceptaba que se lo merecía por haberle pedido uno de sus entrenamientos y luego querer escapar.
—Vamos, ¿no habías sido tú quien me pidió ayuda? Estoy siendo muy amable y disponiéndote mi tiempo —comentó con una sonrisa aterradora al verlo en el suelo.
—¡Honestamente algo me dice que en realidad quieres torturarme, Shinazugawa!
—El entrenamiento se trata de una constante tortura. ¿Acaso te vas a tomar un descanso cuando veas a uno de los tuyos siendo devorados?
Esa pregunta le desbloqueó un recuerdo horrible de la selección final. Los cuerpos de sus compañeros fríos, echados como basura y desangrándose; tenían una expresión tan triste... Esos mismos compañeros que parecían estar tan emocionados como él. Y como si fuese a escuchar sus gritos, por un momento, cubrió sus oídos y cerró fuertemente los ojos. Casi no oía nada, pero los gritos desgarradores de una persona que no quiere morir son notorios incluso si fuese sordo total. Uno recuerda la agonía y se transforma en algo horrible dentro de la mente, porque esa es la verdadera tortura, no poder eliminar esas voces de la cabeza que culpan a uno por no haber podido hacer nada.
Después de todo, los cazadores son cazadores porque están atemorizados de seguir culpándose por cualquier tipo de muerte causada por un demonio hacia alguien cercano.
Sanemi tenía toda la razón del mundo, él no podía tomarse descansos cuando algo malo ocurriese. No volvería a hacerlo, mejor dicho. Porque quería evitar la muerte de todas aquellas personas en peligro, sean desconocidos o gente que amaba. Quería llegar al día en el que pudiese salvar a todos y sentirse en paz, ya que ahí sería cuando definitivamente cumpliría su misión en la vida.
Motivándose a sí mismo volvió a verlo con una sonrisa lineal y asintió con entusiasmo, levantándose del suelo y haciendo una ligera reverencia, escuchándosele crujir los huesos de posiblemente las costillas. «No había sido buena idea pegarle tan fuerte para ver su resistencia» se planteó su compañero a la hora de verlo conteniéndose el quejido de dolor.
—¡Tienes toda la razón! Lamento mucho haberte faltado el respeto, Shinazugawa —anunció con un tono alto, casi aturdiendo a su compañero—. Sigamos entrenando, por favor.
—No hacía falta que hicieras eso, pero Rengoku creo que sí estás mal... —aclaró sintiéndose confundido.
—Esto no es nada, no te preocupes. ¡Quiero salvar vidas, todas las vidas que se encuentren en peligro y estén a mi alcance! —confesó sin aún erguirse, llevándole un mal presagio al contrario.
—¿Siquiera puedes levantarte?
Las piernas de Kyoujuro temblaron al intentar incorporar su torso, notando que había sido muy brusco con sus movimientos y preocupando al pilar del viento, quien luego se debería comer el regaño de Shinobu. Antes de que se desmayara, Sanemi lo subió a su espalda y le dijo que lo mejor sería no romperse los huesos. Era alguien que relativamente se preocupaba por sus compañeros, aunque también lo ayudaba para no tener que mirar a la cara a la hermana de Kanae y decirle que él lo había vuelto a hacer. No tenía suficiente dignidad como para soportar sus palabras venenosas e irónicas por "intentar entrenar al nuevo".
Así fue su regreso hacia la finca, con el pilar del viento cargando un tipo de unos 72 kg que aparte se encontraba desmayado. Nunca había hecho tanto equilibrio como con Kyoujuro encima, porque incluso se caía de un lado al otro y apenas recobró la cordura estando en medio de una discusión entre Shinobu y Sanemi. Para sorpresa de ese hombre, el Shinazugawa no decía más que alguna que otra excusa y de inmediato se callaba por escuchar los comentarios de tal mujer. Era sin duda una bestia siendo domada por una muchachita inofensiva.
Ese día Kyoujuro se río como nunca de la desgracia de su compañero.
Ese fue el recuerdo de su segundo entrenamiento juntos, luego siguieron unos diez más, pero era el más memorable para Sanemi. Porque luego de este Kyoujuro se esforzó como nunca y estuvo más que cerca de superarlo en velocidad y técnica. Estaba tan cerca que aquel hombre deseó volverlo a ver pronto tras observarlo marcharse hacia la misión del tren. Pero definitivamente lo había perdido. El único compañero que lograba seguirle el ritmo y que siempre le recomponía el humor, se esfumó en medio de la neblina y se transformó en un peso muerto más sobre sus rígidos hombros.
No lloró por su muerte. Solo gritó, maldijo al cielo unas ochenta veces y fue tan fuerte que incluso se desgarró la voz. Sabía que tras su muerte todo se volvería a tornar negro y oscuro, conocía que lo peor iba a suceder tras perderlo a él. ¡Pero por una maldita vez que encontraba a alguien con quien se sentía a gusto, un hombre que completamente fuese su acompañante y lo observase como un igual!
Sus puños se habían apretado tanto que incluso se quebró como cuatro dedos. Y el dolor físico ni siquiera se comparaba a la ira que sintió. Nada se iba a comparar a la furia de ver una jodida tumba vacía, siendo tratada con cariño como si al menos llevara algo de ese hombre, mas no había nada. No dijo ni una palabra antes de morir; o al menos eso decían los niños infelices que lo habían llevado a su muerte. Y además Shinobu seguía hablando de él como si estuviera vivo... Maldita sea, cómo le gustaría decirle que lo supere, pero ¿quién era él para decir aquello si tampoco lo había hecho? Solo estaba siendo un caprichoso con quien lo cuidaba.
Desde ese día su furia con Tanjiro, Inosuke y Zenitsu fue peor, porque no hablaron ni siquiera delante del patrón, solo informaron que había explotado por la técnica de ese demonio. Como si ellos hubieran quedado más traumados de lo que él se encontraba. No conocían de nada a Kyoujuro y aún así ese niño con la hermana demonio se atrevía a lagrimear y disculparse por no haber hecho nada. Y todos le brindaban su apoyo y daban miradas de consuelo. A la mierda todos esos infelices.
Nunca lo iba a entender, no estaba dispuesto a cerrar ese tema de tal forma. No se quería tragar que la muerte de uno de los pilares más honrados había sido tan patética y desastrosa. Y solo por eso, dos semanas luego de su funeral, pateaba con fuerza la tumba mal hecha que ni una foto de ese hombre traía e incluso estaba mal escrita. ¡Se merecía algo más que esa jodida cosa espantosa!
Actuaba furioso contra una tumba sin pensar en la falta de respeto que era eso para una joven muchacha, quien justo había ido a visitarlo el mismo día. Los ojos verdes y acuosos se pasearon por todo el cementerio, intentando entender a su compañero, pero por el contrario era imposible justificar sus acciones. Solo estaba dañando la dignidad de su maestro y eso era inaceptable, por mucho que ella pudiera hacer excepciones en cuanto a tratos.
—¡Deja de hacer eso! —gritó a unos pasos de lejanía, quizás temía que se la agarrase con ella—. ¡No dañes el orgullo de Rengoku!
—¿Qué puto orgullo? Esta mierda es una decoración, solo sirve para eso —contestó dándose vuelta mientras su ceño se fruncía al verla con un ramo de flores—. ¿Eres tan idiota, Kanroji? Creí que al menos me entenderías.
Aunque Sanemi estuviera furioso, no se veía en la posición para levantarle el tono de voz a una mujer, menos si notaba lo sufriente que estaba esta y cómo sus manos temblaban de la ansiedad por tener que manejar esa situación. Bueno, él no podía reclamarle nada, era solo una compañera que intentaba velar por un alma que claramente allí no estaba. La engañaban con la idea de que su querido maestro podría descansar en un sitio como eso y reencontrarse felizmente con ellos en forma espiritual; y estaba equivocado al tratarla tan mal solo porque no sabía con quien desquitarse.
Rascó un momento su cabello al escucharla sollozar y alejó su pie de la tumba. A algunos le daba paz pensar que su salvador estaba ahí, con razón tenía tantos ramos y notas escritas en ellos; y tal vez, solo tal vez, estaba simplemente resignado a aceptar una realidad de la que nunca pensó formar parte. Sí, era un orgulloso, pero no podía evitar quedarse callado cuando veía a una mujer llorando por algo que había salido de su boca.
—Kanroji, no debí decir es...
Antes de que pudiera disculparse, al elevar la cabeza, recibió una cachetada que había sido dada con ese ramo incluido, destruyéndolo al instante y provocando que sus flores simplemente cayeran al suelo como si nada. Era la primera vez que una mujer le daba una cachetada y debía admitir que se lo buscó por ofenderla.
Ahora su mejilla dolía y se sentía un poco menos culpable por ver ese rostro tan delicado, mostrando rasgos de furia mientras apretaba los puños y seguía derramando lágrimas. No le causaba ni en lo más mínimo la imagen de enojo que hubiera esperado, pero podía entenderla.
—Yo tampoco creo que ahí esté el alma de Rengoku... Pienso que en realidad él aún está aquí, en el mismo mundo que nosotros, creo que aún hay una posibilidad.
Los ojos de Sanemi se abrieron por completo y su atención se enfocó en las palabras de esa mujer que siempre había dicho tantas estupideces que por un momento dudó en creerle. Y aunque estaba molesto por sus actitudes de niña, debía de admitir que le interesaba saber qué era lo que tenía en mente, porque era la única que tenía el mismo sentimiento que él en sus ojos, algo que por completo terminó de atraerlo hacia lo que podría resultar de todo ese misterio.
Lo que menos iban a hacer esos dos era quedarse quietos, inmóviles y fingiendo creer en todo lo que unos muchachos de dudosa procedencia decían, menos cuando estos se involucraban en lugares donde había lunas más que poderosas para unos rangos tan menores.
Desde ese momento supieron que iban a ir en contra de las reglas que tenían asignadas como pilares, pero a veces el dolor lleva a uno a hacer cosas extremadamente locas y fuera de lo moral. Esa era su forma de superar una muerte y debían ser entendidos al menos un poco, ¿cierto?
Nota de autor: Un poco de crudeza al escribir un prólogo nunca viene mal. Lo que menos deseó para esta parte es transmitir demasiado, debido a que esto es solo el inicio de toda la historia que vendrá detrás de esto. Cuidado, esta no es una historia romántica sino que más bien de suspenso, aunque supongo que aún soy muy nueva en esto, así que pido paciencia y discreción al lector.
No me agrada escribir mucho en estas notas, sé que es cansador y no aporta nada, así que, de lo contrario, solo me despediré deseando que esta historia larga vaya a gustarle a mucho de ustedes. Nos vemos en el primer capítulo ♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro