Ha pasado un mes desde que Blair desapareció. Hemos estado buscándola por cielo, mar y tierra, pero no ha habido forma de rastrearla, es como si se la hubiera tragado la tierra. Cada hora, cada minuto, cada segundo que pasa, esas palabras que me dijo se han convertido en un puñal.

Cuando duermo solo tengo pesadillas con ella, donde en la mayoría aparece sin vida, sumergiéndome en ese mar de culpa.

Logramos acceder a su casa, pero no había señales de ella, es como si hubiera borrado todos sus rastros con tal de que no la encuentren. Soy incapaz de rastrear su olor. También nos limita ese olor tan desagradable y tóxico que hay esparcido por la casa, y que hasta el sol de hoy persiste.

Entre los cuerpos, reconocí el de la empleada de la casa y a esa tal Adeline. Todos los cuerpos fueron transportados al laboratorio para determinar la causa de muerte, y es que la autopsia no reveló nada fuera de lo normal. Fue un crimen perfecto, perpetrado quién sabe por quién.

Estos días no me he sentido nada bien. Cada vez sufro de episodios donde me falta el aire y siento que voy a morir. Mi piel arde y me he visto en la obligación de alimentarme con lo que los Preston me dan, pues es lo único capaz de aliviar mis malestares.

No he podido regresar a mi apartamento, he estado en las sombras. En los noticieros, Benjamín y yo aparecemos como desaparecidos y lo mejor es que sigan pensando eso. Nuestra vida jamás podrá ser como antes, no, mientras estemos sufriendo de este mal que no podemos controlar.

Mientras estaba en la ducha del laboratorio, escuché el timbre de mi celular. He estado a la espera de que los Preston me den razones, pues ellos han estado buscando por su parte. Su familia también se ha unido a la búsqueda. Cómo dicen ellos, entre más seamos, mejor.

Era un número desconocido, por lo regular no atiendo números así, pero con la situación como está, no sé si sea ella quien esté tratando de comunicarse conmigo.

—¿Bueno?

Hubo un silencio al otro lado de la línea, hasta que alcancé a oír la voz de un señor, cuya voz no reconocí.

—Es un gusto poder saludarte, Agt. Regil.

—¿Quién eres?

—Eso no es importante, lo único importante es lo que tengo para ofrecerte.

Me enrollé la toalla al cuerpo y descansé mi brazo en el lavabo.

—Habla.

—Un pajarito me ha dicho que estás buscando desesperadamente a alguien. ¿Qué pasaría si te digo que sé dónde está?

—¿Dónde está?

—Esa información tiene un precio; uno bien elevado.

Escuché los quejidos de Blair a la distancia, parecían de agonía y una furia se hizo presente en cada partícula de mi cuerpo.

—¡¿Qué le estás haciendo a Blair?! ¡No te atrevas a lastimarla!

—Blair está bien. Batallando con ella misma pero bien.

—¿Dónde la tienes, maldito?

—Escúchame bien, hay algo que deberás hacer por mí, antes de pasarte ese dato tan importante.

—No le des más vueltas al asunto y dime, ¿qué demonios quieres?

—Primero lo primero. Eres una mujer astuta y debes saber que los secretos deben ser secretos. Un secreto en las manos de un tercero, podría ser peligroso.

—Ahorra tus amenazas.

—Te propongo un trato; me entregas a Benjamín, a cambio de entregarte a Blair. Es un trato justo, dónde ambas partes salimos ganando.

—¿Qué? ¿Por qué te interesa Benjamín?

—Ese no es tu problema. Te daré cinco minutos para pensarlo, de no darme la respuesta que quiero escuchar, ve haciéndote la idea de que nunca más la verás, o puede que sí, pero no de la forma que esperas.

—¿Nicolás Preston? Ese es tu nombre, ¿verdad?

—Qué gusto me da saber que me conoces. Eso favorece la confianza entre los dos.

Entonces, ese maldito está vivo y Blair no se equivocó. Esto es peor de lo que esperaba.

—Yo no pienso entregarte a mi amigo.

—Muy bien. No pienso rogarte.

—¿Cómo piensas que puedo entregarte a Benjamín? Jamás haría tal cosa. Tiene que haber otra forma de negociar. Encontrémonos y hablemos.

—Tú no me sirves. Tampoco tengo tiempo que perder. O lo tomas o lo dejas. Cabe recalcar que si ella muere, es probable que sea un dolor que no podrás soportar.

—¿Qué me asegura que vas a cumplir y no es una trampa?

—Deberás confiar en mi palabra.

—¿Qué harás con él?

—Te he dicho que ese no es tu problema. Me estás impacientando, Agt. Regil.

—¿A dónde debo ir?

—Nos encontraremos en dos horas en la casa de Blair. De ahí partiremos a mi clínica, dónde podrás encontrarte con ella. Como verás, no pienso arriesgarme a que lleves compañía. A la única persona que debes llevar es a Benjamín. Mi hijo y mi nieto no pueden enterarse de esto y, si lo hacen, Blair terminará pagando las consecuencias — colgó la llamada, antes de que pudiera decir algo más.

¡Maldita sea! Me encontraba entre la espada y la pared. En otras circunstancias podría ser capaz de arriesgarme y tirarme a ciegas, pero sé que ese viejo sería capaz de muchas cosas. La misma Blair me lo dijo e incluso su hijo y nieto lo catalogan como alguien muy malo.

Ella se oía muy mal. No podía hacerme la de la vista larga, sabiendo que en estos momentos debía estar sufriendo mucho. Por más que trate de darle la espalda, simplemente no puedo. Tengo que ayudarla, cueste lo que cueste.