🔺 Síntomas 🔺
Es difícil mantener una seria conversación con esta mujer.
—¿Cómo has durado hasta ahora?
—¿A qué te refieres? — pregunté.
—Al parecer los síntomas para todos no son iguales. ¿No has sentido un hambre voraz, un vacío en tu estómago incapaz de llenarse?
—A veces tengo un hambre insoportable, pero se lo achaco a mi ansiedad y ocupación, pues tiendo a saltar comidas.
—Entonces, ¿no has tomado sangre?
—¿Qué demonios estás diciendo? ¿Por qué tomaría sangre?
—Puede sonar asqueroso, pero te aseguro que es un manjar. Es como una medicina; te alivia de todo mal.
—¿Has estado consumiendo sangre? ¿De qué? ¿De quién?
—Sangre humana. Intenté probar diversos tipos de sangre de animales, es la más accesible y fácil de conseguir, pero me cae muy mal. Es como si mi cuerpo la rechazara. Es tan desabrida, fría y me amarra la boca.
—Estás enferma. ¿De dónde consigues la sangre? No estarás matando a más personas, ¿verdad?
—Y si ese fuera el caso, ¿qué? Necesito sustentarme de alguna manera. Se nota que no has pasado por esto. Te aseguro que en otras circunstancias me hubiese parecido asqueroso, pero al experimentar esos episodios de dolor y hambre intensa, simplemente pierdes la capacidad de pensar qué es o no lo correcto, simplemente buscas aliviar tu hambre.
—¿Tú pensando en qué es o no correcto? Tú jamás piensas, por eso estás donde estás.
—Gracias por el halago.
—Quiero que me hables de esa infección que dices tener.
—Querrás decir que tenemos. Tú también estás infectada. El día que todo explote, tal vez puedas ponerte en mis zapatos.
—Hasta ahora no he presentado ningún síntoma del que deba preocuparme. Han pasado muchos años, así que no creo que a estas alturas pueda verme afectada.
—Hace varios años infecté sin querer a alguien cercano. Todo apuntaba a que había tenido contacto con mi sangre mientras trataba de curarme las heridas que me provocaron unos hijos de puta. Lo más extraño es que actuaba de forma irracional y su comportamiento era errático. Saltaba por las paredes, su rostro se había transformado en algo terrible y sus dientes parecían los de un roedor y sobresalían de su boca. Tenías que verlo para creerlo. Físicamente parecía un cadáver por la palidez. Su piel se estaba desprendiendo, en su rostro se reflejaban las heridas de bala que le proporcioné, pero por más que le descargué el cargador, ese infeliz no se moría, ni siquiera dejaba de moverse, hasta que con una sierra le corté la cabeza. Por más sangre que derramó, eso no parecía afectarlo en lo más mínimo. Si supieras que para asegurarme de que no volviera a despertar, les encargué a mis hombres que removieran todos sus órganos y quemarlos, solo por prevenir. Desde entonces, tiendo a ser cuidadosa cuando tengo alguna herida o cuando alguien se me acerca. Es peligroso que alguien más se contagie y no nos demos cuenta. Esto puede salirse de nuestras manos si no tenemos cuidado.
—No puedo creer esa supuesta preocupación de tu parte. Una persona como tú, es incapaz de sentir empatía por alguien más.
—En realidad no es empatía, más bien pereza. ¿Tienes una idea de lo agotador que fue deshacerme de uno? Imagina a varios.
—Lo sospeché. Eres una basura.
—Deberás solicitar más equipo. Quítame esto de la muñeca.
—No. De aquí no te vas.
—Oye, entiendo cabalmente que después de haberme visto como Dios me trajo al mundo, te sientas atraída hacia mí, pero no seas tan egoísta. No puedes tenerme solamente para ti. Hemos pasado un grato momento juntas y me alegra haberte visto después de tantos años, pero aunque te cueste dejarme ir, debes hacerlo. A mí tampoco me gustan las despedidas, pero me temo que ha llegado el momento.
Esta mujer sabe cómo sacarme de quicio e irritarme al nivel de perder el control.
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