🔺 Perdóname 🔺
Mi cuerpo se fue relajando al saber que me reconoció, que en esta ocasión no iba a ocurrir lo mismo de la otra vez.
—Tenemos que salir de aquí.
—En tu condición actual no podremos llegar ni a la puerta.
—¿Por qué me subestimas?
—Él sabe cómo neutralizarnos. Tiene más armas contra nosotras de las que podrías imaginar.
—¿Piensas rendirte tan fácilmente? Eres fuerte, lo he visto.
—No se trata solo de fuerza, deberías saber que lo más importante es la inteligencia. No debiste venir.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme después de todo lo que pasé para llegar aquí? Veo que no has cambiado ni un poco.
—Hay unas válvulas alrededor de la habitación que expulsan una droga que te inmoviliza al instante si lo aspiras. Solo nos hace daño a nosotras, ¿lo entiendes?
—¿Qué sugieres?
—He estado en cautiverio y privada de mi fuente de energía, por lo que no tengo forma de derivar esa puerta.
—Pero rompiste las cadenas.
—Sí, pero esta estructura está reforzada. Ya he intentado salir, pero no me quedan fuerzas.
Fuente de energía, ¿se refiere a sangre?
—Entonces… a-aliméntate de mí.
—Es una propuesta bastante tentadora, pero no hay cama y hay cámaras por todas partes. Para eso necesitamos más privacidad.
—Este no es momento para bromas, pervertida. Tienes ese cerebro lleno de cochinadas.
—Eso puede doler.
—No es la primera vez que lo haces. Date prisa. Ese viejo puede enviar a más personas a fastidiarnos — deslicé el cuello de mi blusa, volteando la cara.
Cerré los ojos, pensando en que si no la veía, no sentiría dolor o vergüenza. Un pensamiento bastante ridículo, pues sabía que debía perforar mi piel para alimentarse. Percibí el calor de su aliento en mi cuello y todos mis vellos se erizaron. El pinchazo de sus colmillos no dolieron mucho, más bien me llevaron a una especie de trance de calma. Debía luchar para mantenerme despierta, al menos mientras todo terminaba. Por debajo de mi piel tenía la sensación de que la sangre se acumulaba primero, provocando leves marejadas y circulando luego con regularidad.
Tenía sujetado mi cuerpo firmemente, mientras mantenía mi cabello hacia atrás. Cuando lamió la mordida que me provocó, escuché su respiración bastante agitada, algo que me estremeció hasta más no poder.
—Perdóname — musitó.
De repente, esa marejada se convirtió en filosas cuchillas atravesando cada centímetro de mi piel. Algo corría apresuradamente por debajo de mi piel, aunque no entendía qué podía ser, todo iba esparciéndose hasta situarse en mi espalda, provocando un insoportable dolor, como si la piel se me estuviera desgarrando.
Me solté de Blair y caí al suelo, retorciéndome en un mismo sitio. Gritando con la misma intensidad que el dolor que corroía cada centímetro de mi cuerpo. Mi piel ardía, como si estuviera siendo quemada viva. Tenía la sensación de que estaba cargando con una roca que doblegaba mi tamaño y peso.
Ese buche de sangre salió expulsado de mi boca, acompañado de un temblor que me dejó agonizando y sin fuerzas. Sentía que estaba en mis últimos segundos de vida. Mi vista se nubló, debido a las lágrimas que brotaban de mis ojos sin cesar.
Algo desgarró por completo mi espalda y mis prendas de ropa, me había partido por el centro, mientras al mismo tiempo entre mis dedos salía la misma membrana de piel que Blair. Supe lo que estaba ocurriendo en ese momento, aunque no estaba segura de la razón para haberlo hecho.
La adrenalina, el peso que cargaba en la espalda y los movimientos bruscos que hacía el acelerado proceso de ellas al salir completamente y abrirse, me había quebrado la voz. Era incapaz de pensar claramente, sentía como si por mis venas corriera ácido. Deseaba destruir lo que fuera que se pusiera en frente de mí con tal de dejar de sentir este inmenso dolor.
Mis colmillos se enterraron en mi encía, revolcando el dolor y ese sabor metálico en mi boca. En mi agonía, vi a Blair destruir las cámaras que rodeaban la habitación; una detrás de la otra. Trepaba las paredes como si nada, como si fuera igual de sencillo que caminar con los pies firmes sobre la tierra.
Estaba de rodillas debajo de un charco de sangre; mi sangre.
—Las he subestimado a las dos, pero no podrán ir muy lejos — dijo Nicolás en un tono con evidente disgusto.
—¡Voy por ti, cabrón! — le gritó Blair.
La habitación se llenó de humo y Blair aguantó la respiración, haciendo sus alas para atrás y posicionándose en modo ataque. Aguanté la respiración también, traté de tragarme el dolor y ese sabor metálico y nauseabundo de mi propia sangre. Pese al dolor, no pensaba dejarla pasar trabajo sola, por eso me levanté tropezando con mis propios pies y empleando el mismo modo de ataque de ella contra la pared. No me explicaba por qué había elegido ese punto, pero no estaba para preguntarle, simplemente me limité a imitarla.
Retrocedimos hasta el otro lado de la habitación y corrimos al mismo tiempo contra esa pared, empleando la poca fuerza que tenía, pero que a ella le sobraba. Derivamos parte de la pared en el tercer intento, saliendo con éxito de la habitación y arrasando con ese cristal donde estaba segura que hasta hace unos minutos estuvo ese señor. Blair lo tenía todo bien pensado.
Me duele la espalda, no puedo tener control de las alas, ellas se mueven por sí solas y me provocan mucho dolor. Blair no me dejó atrás, me cubrió los pechos amarrando una bata blanca que encontró desde mi nuca, cruzando mi cuello y haciendo el amarre en la parte de mi brazo.
Las alarmas sonaron, avisándole a todos que había peligro, que habíamos escapado y convirtiéndonos en principales objetivos. Salimos al pasillo con su mano aferrada en mi muñeca y al final nos encontramos con un grupo de hombres en bata blanca y el Sr. Nicolás Preston. Físicamente estaba intacto, ni una arruga en su rostro, se veía mucho más joven. Tiene cierto parecido a Dereck, solo que él tiene el pelo largo, lacio, y blanco, le llega como a la altura de los hombros. Es extraño verlo así, pues lo recordaba con cabello negro y corto, más con arrugas.
—Se los dije; no llegarán muy lejos.
Todos ellos llevaban en sus manos unas armas con tranquilizantes, lo supe porque eran estilo dardos.
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