🔺Mancha🔺
Su voz se volvió cada más baja, hasta que fue inaudible para mis oídos. Sabía que estaba hablando, pues sus labios se movían, pero mi atención estaba en el brillo de ellos. Todo lo que podía oír eran mis latidos y otro que se sumaba al unísono. Lágrimas de sudor de este profundo calor recorrían mis mejillas, como si estuviera ardiendo en fiebre.
En busca de ese fascinante y dulce olor, dejé ir sus manos, hundiendo mi rostro en su cuello y lamiendo esa zona que tanto me atrajo como un imán. Mi lengua pudo saborear por fin, ese sabor tan tentador que provocó un intenso descontrol de mis sentidos. Tuve la misma sensación que me causa la sangre fresca en el paladar, ese sabor tan dulce no es normal; nada de ella lo es.
La ansiedad que provocaba en mí el calor, el deseo, ese fuego que se propagaba con suma rapidez por mi partes, estaba en todo su apogeo. Por esa razón, la ropa estorbaba. Anhelaba embadurnar todo mi cuerpo de sus fluidos, que en mi piel quedara su olor impregnado.
Sus piernas se enroscaron alrededor de mi cintura, empujándome a un lado y tomando el control sobre mí con una llave en defensa propia e inmovilizándome al instante con su antebrazo en mi cuello.
De repente, en mi garganta ascendió un líquido caliente, a su vez, revolcando mi estómago y debilitándome. Lo último que recuerdo es el sabor nauseabundo y contaminado de mi propia sangre en mi boca, antes de que todo a mí alrededor se fuera a negro.
Leonor
El miedo invadía cada centímetro de mi cuerpo. Jamás imaginé encontrarme con ella cara a cara. Había creado muchos escenarios en mi cabeza de este día, pero ninguno puede asemejarse a lo que acababa de ocurrir.
Tenía a la asesina de mi familia debajo de mí, neutralizada por completo, lo que tanto había soñado, pero dentro de mí, había sentimientos encontrados y contradictorios. Esa mujer tenía los ojos rojos, justo como esa noche, no fueron ideas mías como todo este tiempo creí.
De alguna manera su fuerza dejó de ser como antes, se supone que deba aprovechar esta oportunidad a mi favor, llevarla a la cárcel por todo lo malo que hizo, pero me encontraba entre la espada y la pared.
Se veía tan débil, como si estuviese enferma. Solo unos instantes después, comprobé que algo no andaba del todo bien, pues de su boca brotó un líquido tan oscuro como la noche misma, de lo que no estaba del todo segura si era sangre, pues nadie podría vivir portando una sangre tan oscura. No puede tratarse de una convulsión, no tiene ni la mitad de los síntomas. ¿Podría ser una hemorragia digestiva? Imposible, si estaba bien hace unos minutos.
Aunque traté de ayudarla, aparentaba haber perdido el conocimiento. Al principio pensé que se trataba de una broma para que bajara la guardia y ella salirse con la suya, pero su pulso estaba acelerado, sus latidos se oían de la misma manera, mientras que su piel ardía como jamás hubiera podido siquiera imaginar que fuese posible.
¿Qué se supone que haga en esta situación? Ella no puede morirse, necesita pagar por lo que hizo. Creo que lo mejor será llamar una ambulancia.
Está sudando mucho. Necesito deshacerme de su ropa, pero no sin antes asegurarme de que no vaya a irse, por lo que busqué mis esposas y le amarré una mano al cabezal de la cama, luego fui quitando sus prendas de ropa, dejándola únicamente en ropa interior. Su cuerpo tiene muchas cicatrices.
Lo que me resultó sumamente extraño fue la mancha que tenía en su espalda, la cual logré ver cuándo iba a tender su cuerpo por completo en la cama. Es idéntica a la que apareció en mi cuerpo días después de esa noche, es solo que la suya es más grande. No lo entiendo, ¿por qué ella tiene esa misma mancha? ¿Qué está ocurriendo aquí?
Levanté mi camisa y me dirigí al espejo del baño, notando que la misma parecía tener vida propia; estaba esparciéndose hacia mi hombro como si de una plaga se tratase. Trataba de alcanzarme y raspaba rudamente mi espalda contra la pared, con la esperanza de que eso detendría lo que estaba ocurriendo. Quería quitarme eso de encima, pero entre más lo intentaba, tenía la impresión de que cubría cada espacio que se encontraba descubierto.
Siempre me había cuestionado de dónde había salido esa mancha, por qué de la nada apareció, por qué se hacía más grande a medida que pasaban los días, ahora resulta que ella también la tiene. Esa mujer debe saber. Ella debe ser la culpable de que mi cuerpo esté manchado.
Regresé a la habitación, contemplando su cuerpo tendido sobre la cama. Se veía tan serena ahora que estaba sin esa ropa oscura encima. Posee un cuerpo casi perfecto, pese a esas cicatrices. Sus curvas se acentúan con esa ropa interior, resaltando principalmente sus anchos muslos.
¿Cómo puede lucir tan joven? Han pasado muchos años, pero no tiene ni una arruga en su rostro. Se conserva como si fuera una jovencita, cuando debe doblegarme la edad. ¿Cómo demonios puede ser eso posible?
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