—¿Todavía te duele? — se levantó, rodeando el escritorio y yéndose detrás de mí.

—Sí. Es insoportable.

Levantó mi blusa, dejando expuesta mi espalda, sin entrar en contacto directo con ella.

—Esa mancha está cubriendo toda tu espalda. Necesitas hacer algo, Blair. Cada día que pasa está creciendo, no sabemos cuándo dejará de hacerlo y cuánto más cubrirá. ¿Por qué no permites que remuevan esta parte de tu piel? Podría ayudarte a que no se siga propagando por todo tu cuerpo.

—No hay garantía de que una intervención a estas alturas haga la diferencia. Además, no sé cuán contagioso o peligroso sea. Que alguien sepa sobre esto, puede causar que ese viejo dé conmigo, y no pienso convertirme de nuevo en una rata de laboratorio. Ve a descansar. Tenemos mucho qué hacer esta semana.

Subí a la habitación con Adeline, y la vi sentada en el borde de la cama con una foto del corderito.

—¿Es la agente de la DEA que está detrás de tu cabeza? Tienes más fotos de ella que las que tienes de mí. Debe ser un objetivo importante. ¿Qué planeas hacer con ella?

—¿A qué debo tu interrogatorio, preciosa? ¿Cuántas veces te he dicho que no me gusta que nadie se inmiscuya en mis asuntos personales? Ve a descansar.

Cuando salí del baño, ella ya estaba recogida en su lado de la cama, aunque no creo que se haya dormido tan pronto. Fui en busca de la dirección de ese corderito al estudio, estaba dispuesta a hacerle una visita fugaz para asegurarme de que la información sea correcta, por eso esperé pacientemente a que fuera más tarde. Siempre se debe estar un paso al frente de tus enemigos.

Llegué al edificio de apartamentos que Siux investigó y alegó que se encontraba. Mi olfato captó su olor, solo así comprobé que sí estaba en el lugar correcto. No iba a perder tiempo subiendo escaleras o forzando la puerta de su cuarto. Escale las paredes de su edificio, usando de apoyo el balcón de cada apartamento. Quién diría que una mujer como ella estaría viviendo en un apartamento de mala muerte. Acceder a un lugar jamás había sido tan fácil. O es demasiado confiada, o simplemente no le importa su vida.

Su apartamento parecía su lugar de trabajo. Cortes de periódicos, papeles, tazas de café vacías, suciedad por doquier. Alcancé a verla con su cabeza recostada del ordenador, su cabello despeinado y roncando peor que un tractor viejo. Este Corderito no tiene nada femenino. ¿Cómo podría considerar esa cosa una amenaza? Es ridículo.

Me acerqué sigilosamente a su silla y ese olor se hizo más fuerte. Su olor está impregnado en toda la habitación. Sí, este es el olor dulce y a chocolate que recordaba. Es tan agradable y cálido.

¿Podría ser parte de una colonia o es su piel quien emana ese olor tan sofocante? Mi ritmo cardíaco volvió a ser irregular. Pensaba que era parte de mi imaginación, tal vez una pura y extraña casualidad, a pesar de no creer en ellas, pero no, esta mujer es quien causa eso. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo puede debilitar así mis sentidos?

En mis oídos podía oír dos corazones latiendo al unísono, como si se tratase de una carrera de caballos, mientras que mi piel comenzó a sudar, de la misma forma que esa noche. Algo estaba ocurriendo con mi cuerpo, conmigo, tenía claro que esto no era normal, pues jamás había experimentado esto.

Entre ese estado de confusión y debilidad, sentí el frío cañón de su arma en mi mejilla, lo que me llevó a retroceder despacio.

—¿Quién te envió? — su cabello cubría la mitad de su rostro, pero la otra mitad pude verla claramente, esa bolsa que había debajo de sus ojos, más esa mirada profunda en estado de alerta y estudiando cualquier movimiento de mi parte.