🔺Emboscada🔺
Abandoné la oficina de ese par de engendros malnacidos para reunirme con Benjamín. Esa mujer sería la última persona en el mundo con la que me juntaría. Hasta ahora he sobrevivido por mi cuenta, no pienso llevarme al pecho nada de lo que esos sinvergüenzas me hayan dicho.
—¿Cómo salió todo, ricitos?
—De maravilla. Necesito un café con urgencia. Tengo una migraña que me va a llevar quien me trajo.
—Te ves muy estresada. ¿Es por esa reunión o por el operativo pautado en unas horas?
—Esta gentuza me tiene sin cuidado. Estamos hablando de que el operativo de esta noche podría ser un golpe sumamente crítico para ese cartel que ha estado operando en nuestras narices. Por supuesto que debo sentirme estresada. Debemos regresar a la oficina. La noche de hoy promete ser larga y extenuante, Canito.
La noche llegó, no hemos tenido ni un minuto de descanso. Si esta operación sale exitosa, esto garantizaría un golpe del cual les tomará tiempo levantarse.
Avanzamos con sigilo, cada uno posicionándose en sus respectivas posiciones, esperando las órdenes para intervenir. Nuestros objetivos estaban en movimiento, podíamos verlos a través de los binoculares. Las señales fueron intervenidas y las salidas interceptadas.
Les di luz verde al primer grupo a rodear el edificio, mientras que el segundo los envié más adelante. Siempre protejo a los míos. Ellos han sido la familia que esa mujer me arrebató. Hemos estado juntos por muchos años y no pienso dejarlos solos en esto.
Benjamín es mi mano derecha, nuestra conexión y sincronización en combate, nos ha hecho, no solo buenos amigos, sino grandes hermanos.
Tan pronto recibimos las órdenes, nos acercamos sigilosamente, en modo de alerta y dispuestos a llevarnos a quien fuera por delante. Solo si están armados o abren fuego contra nosotros les tengo permitido disparar.
Pudieron neutralizar con éxito al grupo de hombres armados que resguardaban el lugar. Todo aparentaba ir en orden, mejor de lo previsto. Sentía que estábamos un pie más adelante para desmantelar otro laboratorio más.
Benjamín y mi grupo saqueamos cada rincón de la entrada, encontrando justamente lo que tanto buscábamos, al menos hablando del material, pues en el interior habíamos visto a varias personas entrar, más no salir; en cambio ahora, solo había dos hombres a quienes los neutralizamos de manera inmediata. Algo no andaba bien, nada encajaba en lo que estaba ocurriendo. Todos lo percibimos.
Justo cuando iba a darle el pitazo a nuestro jefe por el auricular, Benjamín señaló con su fusil de asalto un letrero colgante que había en una esquina arriba de la habitación, en el que había un corto y preciso mensaje, escrito en lo que estaba segura que era sangre: «Bienvenida, Leonor».
Todo me cayó encima en ese momento, la adrenalina, el temor, la preocupación, pero para mí ellos eran primero, por eso debía avisarles del peligro.
—¡Aborten el operativo! ¡Esto es una emboscada! — gritamos los dos al unísono.
Todos retrocedimos alejándonos de lo que pensábamos que era el verdadero peligro, pero fue muy tarde para evacuar a todos, cuando las detonaciones derrumbaron lugares estratégicos de la estructura, cayendo sobre nosotros, sin posibilidades de llegar a un lugar a salvo. Lo último que recuerdo fue a Benjamín abalanzarse sobre mí y rodearme tan fuerte contra el pavimento. Luego de eso, una profunda y solitaria oscuridad.
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