🔺Corazonada🔺
Leonor
No quise separarme del lado de Benjamín. Me duele tanto verlo en estas condiciones, pero me duele mucho más saber que por esa mujer estamos pasando esto y lo he arrastrado conmigo sin querer.
Benjamín estuvo bastante tiempo inconsciente. Todas mis preocupaciones se desvanecieron cuando lo ví despertar.
—Benjamín...
Sus ojos me siguieron y parpadeó varias veces antes de que en sus labios se dibujara una sonrisa.
—Rizitos… —murmuró—. Estás aquí.
—¿Y dónde más iba a estar, canito? Por fin despiertas. ¿Cómo te sientes?
—Me duele todo.
—Pediré que te administren algo para el dolor.
—Tranquila, no hace falta.
—Por supuesto que hace falta.
—Que gusto me da verte. Pensé que moriríamos allí. Ese hombre fue como un ángel que envió Dios a la tierra para darme una segunda oportunidad.
—¿De qué estás hablando?
—El hombre que me atendió en la ambulancia. Él dijo que no desperdiciara esta nueva oportunidad de vida que me estaba dando.
Creo que las medicinas y el golpe fuerte que recibió lo tienen delirando.
De repente me invadió un fuerte dolor en el pecho. Un dolor sumamente desesperante que recorrió todo mi cuerpo. Un buche de lo que aparentaba ser náuseas subió por mi garganta, haciéndome percibir un sabor metálico en mi boca, el cual expulsé en modo automático en mi mano, notando que era sangre y una muy oscura. Me sentía débil, no pude mantenerme mucho tiempo de pie.
—Rizitos, ¿qué te pasa? ¡Enfermera! — Benjamín trató de levantarse, en el intento de socorrerme.
Es solo que, por alguna razón, no quería a nadie cerca. Sentía que mis ojos latían, que serían expulsados por esas palpitaciones. Entre más tosía, más sangre vomitaba. Estaba demasiado líquida, por lo que no tuve control al momento de que corriera por el suelo como si se tratase de un balde de pintura recién arrojado.
«Blair». Ella fue de nuevo el primer pensamiento que tuve. Tenía la corazonada de que algo no andaba bien con ella. No sabía cómo había llegado a esa conclusión, pero simplemente así lo sentía. A medida que trataba de articular su nombre, ese dolor en el pecho se agudizaba hasta arrebatarme casi por completo el aire.
Mi vista estaba nublada, me sentía como si estuviera en la cima de una montaña rusa, mareada, con escalofríos y temblores involuntarios.
La habitación se llenó de enfermeras y vi a los Preston aproximarse. No les importó mancharse con mi sangre con tal de levantarme.
—Sus sentidos están despertando — dijo Dereck.
—No, creo que se está transformando. Mira sus ojos.
—B-blair — dije casi inaudible.
—¿Qué pasa con Blair? — cuestionó Ian.
Negué con la cabeza en repetidas ocasiones, hasta que el cansancio y la debilidad me sumió a una inmensa oscuridad, dónde lo último que pude escuchar fueron las palabras que le dije la última vez que nos vimos, repitiéndose como si fuera un disco rayado.
En mis sueños pude verla en llanto y escucharla gritar, dándose golpes una y otra vez contra una pared de cemento, arañando su brazo con esas uñas tan afiladas hasta provocarse numerosos cortes ella misma y sangrar. Se veía tan real que me carcomía la culpa.
Cuando abrí los ojos, quedé sentada en la camilla. El primer pensamiento que vino a mi mente fue ella. Le dije todas esas cosas, le di la espalda, aunque al mismo tiempo no quería irme, la traté mal, a pesar de estar consciente de que se lo merecía, pero ahora el cargo de consciencia no me dejaba estar tranquila.
Se encontraban en la misma habitación conmigo los Preston.
—No puedes levantarte todavía. Estás muy débil — dijo Dereck.
—¡Suéltenme!
—No podemos permitir que te levantes todavía, Leonor. Has estado inconsciente por casi veinticuatro horas. Perdiste mucha sangre y no nos quedó de otra que alimentarte con las únicas y pocas muestras que teníamos de Blair.
—¿Qué?
—Así como lo oyes.
—¿Dónde está ella?
—No es el momento de hablar sobre ello. Necesitamos que te recuperes primero.
—¡Hablen, maldita sea! ¿Qué pasó con Blair?
Se miraron entre ellos y suspiraron al unísono.
—No lo sabemos. Visité su casa anoche luego de que la mencionaste y con lo que me encontré no fue muy alentador que digamos.
—¿De qué hablas?
—No sé qué pasó en esa casa, había un olor muy fuerte que me impidió entrar, pero a las afueras estaban todos sus hombres sin signos vitales. No mostraban heridas, es como si se hubieran echado una siesta de la cual no pudieron despertar. Tuve que irme, porque sentía que iba a perder el conocimiento si me mantenía allí — terminó de decir Ian.
—Algo le pasó. Lo siento aquí — toqué mi pecho.
—Te creo. Nosotros dos hemos pasado por algo simular con nuestras esposas. Nosotros nos encargaremos de buscarla, por lo pronto, necesitamos que descanses y te concentres en recuperarte — dijo Dereck.
—No pienso quedarme de brazos cruzados. ¡Hay que buscarla ya!
—Se siente muy raro oírte decir esas palabras con respecto a ella. Supongo que no nos queda de otra. Después de todo, no podemos prohibirte que vayas a buscarla. Eres la única que podría dar con ella más rápido que nosotros.
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