🔺Batalla🔺
—Diría que es un gusto volver a verlo, pero en realidad, de agradable no tiene nada— dijo Zaira.
—¿Por qué será que buscan inmiscuirse siempre en mis asuntos? — refunfuñó Nicolás.
—No vamos a permitir que continúes haciéndole daño a más personas. Si no te detuviste por las buenas, entonces nos tocará a la mala— añadió Ian.
—No les recomiendo que se involucren más. No quiero hacerles daño, pero si no me dan opciones, me veré en la obligación de hacerlo.
—Ahora no solo experimentas con más personas, has llegado al nivel de probarlo en ti mismo. Te has obsesionado también con mantener la juventud y la belleza, igual que lo hizo la abuela. Has sabido disfrazar la pudrición de tu cuerpo y de tu alma, abuelito. Ni siquiera puedo identificarte.
—No creo que hayan venido a hablar, ¿o sí? Estoy en medio de algo, así que no interfieran.
—¿Hasta cuándo, papá? — Dereck se bajó de la mesa—. ¿Cuántos más tendrán que sufrir para que estés satisfecho? No nos obligues a tomar cartas en el asunto. Detén todo esto ya, papá.
—En vez de hacer tanto mal, por primera vez en su vida haga el bien. Usted debe tener la cura a este mal, y si no la tiene, es el único capaz de crearla — dijo Zaira.
—Mi esposa tiene razón. Las cosas no tienen porqué salir mal. Aún estás a tiempo de tomar una buena decisión por el bien de todos.
—Esa gente está dudando. Ese maldito no puede salir vivo de aquí — Blair se levantó con dificultad, sin perderlo de vista—. Están perdiendo el tiempo tratando de hacerlo entrar en razón.
—Estás herida. No puedes enfrentarte a él ahora — intenté detenerla, pero es muy terca.
—Solo uno de nosotros dos saldrá de aquí con vida, y te aseguro que ese no serás tú.
En ese momento todo encajó, como si Ian y ella se hubieran puesto de acuerdo en atacar al mismo tiempo, pero ese viejo logró esquivar los ataques de los dos y dio un gran salto, logrando su objetivo de ganarles la altura en la pared.
Él conoce todas nuestras habilidades, como también nuestras debilidades, por consiguiente nos deja en evidente desventaja. Después de todo, él fue el creador de esta basura que nos está matando lentamente.
Esa acción no iba detener a Blair, ella puede trepar con suma rapidez las paredes, al igual que Ian. Dereck se sumó a ir tras ellos, mientras que Zaira y yo nos quedamos abajo en busca de vigilar las únicas dos puertas de salida.
Los cómplices y ayudantes de Nicolás, sin haber recibido órdenes y en el afán de ayudarlo, comenzaron a sumarse en lo que no les incumbe, por lo que nos vimos en la obligación de intervenir y defendernos.
Zaira no lo pensó mucho para defenderse contra ese grupo de hombres que la amenazaban con armas, mientras que mi atención se situó en los hombres que estaban delante de mí.
Había tenido prohibido usar mis nudillos, pero eran tantos los que habían llegado, que me vi en la obligación de defenderme a toda costa. Mis uñas me servían de arma, pese al insoportable dolor tanto de los golpes que recibía, como de los que respondía. Las palmas de mis manos tenían la marca de mis uñas y sangre, pues cada vez que les golpeaba, ellas se enterraban en mi carne.
No éramos las únicas en peligro, ese señor estaba defendiéndose contra ellos tres con uñas y dientes. Otro en su lugar ya se hubiese rendido, pero él se veía dispuesto a todo. La batalla entre ellos había comenzando en las paredes, pero no duró mucho, pues el cuerpo de Nicolás cayó contra la mesa, partiéndola por el mismo centro con su espalda por el sólido golpe que le proporcionó Ian y Blair antes de que pudiera huir de su campo de visión.
Pese a las heridas que había sufrido a causa de ellos, volvió a levantarse agitado, quitándose la bata blanca e incitando a Blair, Dereck e Ian a que fueran por él al mismo tiempo. Los ojos de Nicolás cambiaron de repente, oscureciéndose en su totalidad. Se volvió más ágil y rápido, su fuerza dejó de ser la misma de antes, se notaba a simple vista por sus provocaciones.
Se supone que eso les hubiera frenado, pero no, ninguno de los tres lo pensó dos veces para lanzarse de la pared e ir contra él, pero sus cuerpos no lograron aterrizar, cuando Nicolás de un simple salto, logró detenerlos, haciendo que cada uno de ellos cayera a una esquina, recibiendo un sólido golpe en la espalda. Su rendimiento y fuerza era sobrehumana, mucho más que la de ellos juntos.
Claramente algo no andaba bien, pues los tres denotaban que estaban mal, pues se retorcían como si tuvieran algo sobre ellos que quisieran repeler a toda costa.
—¡Dereck! ¡Ian! — Zaira se descuidó al ser testigo del sufrimiento y la perturbación de ellos, aunque quise advertirle que tuviese cuidado con ese hombre que estaba detrás de ella, no tuve tiempo, cuando le dispararon un dardo a la altura casi de la nuca, llevándola a perder el conocimiento casi al instante.
Los Preston reaccionaron, aunque el aura que emanaba de ellos era casi igual de terrorífica a la que he visto en Blair en tantas ocasiones. Sus ojos no eran como los nuestros, los suyos eran negros completamente, igual al de Nicolás. Los dos se levantaron, tropezando con sus propios pies y jadeando como dos animales con rabia. Caminaron hasta caer al lado del cuerpo de Zaira.
—A ellos no — les advirtió a esos hombres que también les apuntaban a ellos—. No entiendo qué hice mal. La debilidad de cada uno de ustedes es la misma. Tanto divino potencial y poder echado a perder — negó con la cabeza.
—¿Qué les hiciste, viejo maldito? — cuestioné, tensando la mandíbula de la rabia.
Me aparté de ese grupo de hombres que aún me quedaban por derrotar. No podía bajar por completo la guardia, pues era la única en sus cinco sentidos. Ellos salieron corriendo, como si algo les hubiera espantado, aunque no me explicaba la razón, si hace unos instantes querían acabar conmigo.
Deseaba llegar a donde Blair, pero estaba al otro lado de la habitación y debía pasar por delante de ese maldito. Ella se veía muy mal. Estaba perdiendo mucha sangre y todavía se sacudía en el suelo como si tuviera algo encima.
Percibí un olor a orina extremadamente intenso en mis fosas nasales, seguido a eso, mi cuerpo se vio levantado por mis alas, causando que tuviera la sensación de que me las arrancarían de raíz. De mi garganta se escapó un desgarrante alarido. Mi cuerpo fue lanzado contra la pared, recibí el golpe seco y de lleno en mi rostro contra el concreto. No pude apaciguarlo a tiempo con las manos, pues todo ocurrió demasiado rápido y el dolor que estaba experimentando en mis alas y espalda era tanto, que ni siquiera se puede comparar con ese. Mi rostro se llenó de lágrimas, el profundo dolor no permitía que pudiera calmarlo con nada. Cualquier movimiento, por más mínimo que fuera, era como si lo revolcara. Sentía que estaba a punto de perder el conocimiento, todo se veía en cámara lenta a mi alrededor y el aire se seguía acumulando en mis pulmones, provocándome un crudo dolor en el pecho, pero por más que trataba de soltar el aire, mis intentos parecían ser en vano.
Miré hacia la dirección donde me encontraba hace unos instantes, y vi a una mujer, cuyo cuerpo aparentaba tener una sustancia viscosa negra. Tenía las mismas características físicas de aquel hombre que estaba en la cápsula, a excepción de esa negrura, pero que ahora mismo no lo localicé por ninguna parte. Sus alas eran negras, sus ojos eran completamente rojos, tenía el cabello largo, aunque esa sustancia no permitía distinguir el color. Se veía muy amenazante y agresiva. Sus alas se agitaban, manteniéndola elevada y sin tocar el suelo.
—¡Maldición, la han liberado! — el mismo Nicolás se oía extremadamente preocupado con la presencia de esa mujer.
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