🔺 Ajuste de cuentas 🔺
Blair
La amplia sala de espera siempre está repleta de personas desafortunadas. Cada día una luz se apaga, y esta noche pinta a ser un día de esos. A paso lento como los de una tortuga y saqueando el área con la mirada, vi en pleno pasillo a dos de los hijos de Abdul. A pesar de que pasé por su lado, ninguno de ellos notó mi presencia. Lucían tan impacientes sin tener noticias aún de su padre y no es para menos.
—Srta. Fontánez, el Dr. Emiliano la necesita con urgencia en el quirófano.
Desde un principio mi destino era el quirófano, por lo que en el camino me desvié a cambiarme la bata y acomodarme la mascarilla para asistir al doctor de turno en la operación. Miré el panorama, especialmente a Abdul tendido en la camilla. Había una enfermera más con nosotros.
—Disculpe la tardanza. Estaba dando una última ronda, doctor.
—El paciente está perdiendo mucha sangre. Su pulso es muy bajo. No podremos extraer la bala hasta que no lo estabilicemos primero.
—Concuerdo con usted, doctor. Permítame asistirle como corresponde — desenfundé mi M9 con el silenciador, abriendo fuego y silenciando al doctor y a la enfermera.
Sus cuerpos cayeron al suelo y me aproximé a Abdul.
—Lo que está para uno, está para uno, por más que trates de evitarlo. Ni pienses que iba a permitir que por la ineptitud de mis hombres pudieras seguir con vida. Nos veremos una próxima vez, pero esta vez será en el infierno.
El monitor no dejaba de sonar, por lo que lo desconecté para ganar tiempo. Para asegurarme de que estuviera bien muerto, descargué hasta la última bala de mi cargador en su cabeza. No estaba dispuesta a tomarme el riesgo de dejar cabos sueltos. Iré por cada uno de ellos que hicieron de mis últimos años un infierno.
Guardé mi arma por debajo de la bata, saliendo del quirófano cabizbaja, ocultando mi rostro con ayuda de la mascarilla. Pasé por segunda vez por el lado de sus hijos, pero ninguno logró reconocerme. Sin contratiempos, pude salir con éxito del hospital.
Me quité la bata en el mismo auto, quedándome únicamente en una camisilla y un pantalón cómodo que me había puesto debajo de la ropa. Adeline vino a recibirme en la entrada como de costumbre y la levanté en mis brazos para llevarla conmigo dentro.
—Por fin has regresado, Blair. Te eché mucho de menos.
—¿Creíste que no lo haría, preciosa? ¿Cuándo he fallado en una promesa? — robé sus labios en un intenso y apasionado beso.
—Nunca — responde a centímetros de mis labios.
—Debo bañarme.
—¿Hubo complicaciones?
—Por fortuna, ninguna. Las cosas salen mejor cuando las hago por mi cuenta.
—He preparado el baño, mi señora — me notificó Alice, mientras que Adeline se bajaba de mis brazos para enfrentarla.
—Esta tipa siempre tiene que estar de metida. ¿Y tú qué haces preparando las cosas de mi mujer? Ese es mi trabajo.
—Solo quise prepararle el baño de antemano.
—¿Puedes ser más oportunista y descarada? Espero no tener que repetirte esto, pero las cosas que tengan que ver con mi mujer, las hago yo.
Harta de sus estúpidas y constantes peleas sin sentido, decidí subir las escaleras y dejarlas solas. Entré a tomar una ducha para relajarme. Luego de tomar mi tiempo y ponerme cómoda, ingresé al estudio para tachar a Abdul de mi lista negra. Todavía me faltan unos cuantos. Esos malditos parecen multiplicarse.
Eso sí, alguien más ha estado jugando a mi favor desde las sombras. Hace un año cinco laboratorios de ese viejo fueron incendiados en una misma semana. No creo en las casualidades. Alguien debió meter la mano en esto, aunque todavía me falta descubrir quién fue. Sin contar que ese desquiciado doctor desapareció como si se lo hubiese tragado la tierra. Debe pagar por lo que me hizo. No importa dónde se esconda, yo lo encontraré.
El ligero toque en la puerta atrajo mi atención.
—Te he traído tus cigarros — vi entrar a Adeline.
—Llegaste en el mejor momento.
Puso la caja de oro sobre el escritorio y mientras preparaba mi cigarro, continué leyendo la información que me envió Siux. Puse el cigarro en mi boca y ella lo encendió. Cuanta falta me había hecho esto por allá.
—Siéntate aquí, muñeca— se sentó en mi regazo con sus brazos alrededor de mi cuello—. ¿Cómo se ha portado mi hermanastra hoy?
—No ha querido comer y mordió a Matt.
—Mañana es el cumpleaños de mi querida madrastra, así que le haré entrega personalmente de su regalo.
—¿No te estás arriesgando demasiado? Ahora con la desaparición de tu hermanastra, tu madre está histérica y paranoica. Debe estar repleta de guardaespaldas.
—¿Y cuándo algo me ha detenido? Ponte regia para mañana, porque vas a acompañarme. ¿Entendido?
—Entendido.
Bajé los manguillos de su blusa, dejando expuestos sus senos, mientras apagaba el cigarro en el cenicero.
—Veo que me han extrañado bastante — proporcioné un húmedo beso por el valle de sus senos y sus pezones se endurecieron —. El trabajo para luego, ya que el deber me llama — moví la computadora a un lado y tendí su cuerpo sobre el escritorio, abriendo sus piernas de par en par—. Me encanta verte en pantalones cortos, pero desnuda te ves mucho mejor — le quité el pantalón, junto a su ropa interior y la olfatee —. Siempre hueles exquisita, muñeca — besé su entrepierna y lamí en dirección a sus pliegues, mientras sentía sus piernas temblar.
Abrí sus labios con mis dedos y jugué con ellos abriéndolos y cerrándolos, rozando a su vez el clítoris. Sus fluidos humedecieron mis dedos y notando que estaba tan sensible, no tardé en adueñarme de ellos. El toque en la puerta me detuvo y ella trató de cerrar las piernas.
—Quédate quieta. No he terminado contigo. Adelante.
Siux entró y se nos quedó viendo.
—No tardas en comer, ¿eh?
—¿Quién puede negarse a un delicioso postre como este? — lamí mis dedos deleitándome con su delicioso sabor —. ¿Alguna novedad? — adentré mis dedos bruscamente en su vagina y su cuerpo se tensó.
—¡Espera, Blair! — presionó los dedos de sus pies, mientras gemía abiertamente y no dejaba de mover los míos en su interior.
—He encontrado la información que me pediste.
Curvé mis dedos hacia arriba, mientras presionaba su vejiga con mi otra mano y aceleraba los movimientos. Pude sentir cómo su vientre se contraía tras la precisión y brusquedad de mis dedos. En tan solo instantes, pude sentir la presión de su orgasmo y lo ajustado que se sintieron mis dedos debido a sus espasmos.
—Esas son muy buenas noticias. Ve a mi habitación y espérame allá, Adeline — busqué un paño en la gaveta y limpié mi mano.
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